viernes, 15 de junio de 2012

PASEO NOSTÁLGICO POR SANTANDER UN DÍA LLUVIOSO DE PRIMAVERA


Era una tarde de sábado, no de domingo como me gustan a mí en Santander, y paseaba por el Paseo de Pereda mirando, de reojo, hacía la bahía. Tuve la suerte de aparcar a la altura de Godofredo y, claro, me metí en ese bazar detenido en el siglo pasado. Unas mujerucas preguntaban el precio de prendas marineras para la lluvia. La bahía parecía un cuadro de colores verdosos y azules oscurecidos. Al fondo, algunas nubes se desperezaban en las montañas e iniciaban su flotación ascendente. Era sábado pero parecía uno de esos domingos de invierno por la tarde. Pasé por el Suizo y recordé el último libro de mi paisano, residente en Madrid, Jesús Ruiz Matilla, de título “Ahogada en llamas” y que está basado en la explosión y posterior incendio del Machichaco (aquel 3 de noviembre de 1893 el buque vizcaíno “Cabo Machichacocuando me desgraciasis economicaacs la ciudad tenatracó en el puerto de Maliaño con 51  toneladas de dinamita, declarándose un incendio que tuvo un balance de 590 muertos y 524 heridos. Entonces la ciudad tenía 50.000 habitantes censados)  y  el incendio de Santander de 1941. El terrible incendio comenzó en la Calle Cádiz (paralela a Lealtad, donde yo nací) y se fue extendiendo hacía Puerto Chico, justo en los lugares por donde paseaba esa tarde. El Club Náutico me pareció  todavía más deslucido que en otras ocasiones. Muchas tienducas o negocios familiares estaban cerrados por la maldita crisis económica, como pasa por desgracia en todas las ciudades, produciéndome una tristeza enorme. En la plaza del Pombo, al igual que en mis tiempos de adolescencia y primera juventud, estaba detenida la furgoneta de los perritos calientes. Cuando tenía algún dinero sobrante y mucha hambre compraba uno regado con abundante tomate y un poquito de mostaza. Era todo un placer entonces. Hace poco compré un perrito allí mismo para intentar recordar aquellos sabores de hace tantos años y, aunque no era nada del otro mundo, me devolvió  a días lluviosos, angustiosos a veces, pero rodeado de buenos amigos que nunca se olvidan. Recuperé sensaciones gratificantes, similares a las que tengo cuando fuera de mi ciudad  preparo un vermú solera del tipo a los que ponía Papi en “La Cepa”.
Seguí paseando en el presente con la mirada puesta en el pasado y evoqué  momentos vividos que no volverán. Malos y buenos, claro. Penurias, tristezas,  personas que marcaron mi vida, momentos angustiosos, estudios, caminatas al instituto, chaparrones… y también recuerdos nostálgicos de primeros amores, pasiones, emociones, “mazajones” en el Niza y en La Flor de Carriedo, blancos en Peña Herbosa y Vargas
Estaba en Santander, en un día lluvioso de primavera con una luz  que era la culpable de retomar la melancolía del pasado.

2 comentarios:

fermin dijo...

Paisano, no suelo envidiar a nadie, pero hoy te he envidiado. No por el paseo por tu terruño, que también, si no por la capacidad de recordar nombres de lugares y personas de tus años mozos. A mi solo me quedan rostros sin nombre, y nombres sin rostro. Debe ser la edad...
Saludos, Luis.

Mariluz Arregui dijo...

Un retrato especial, de la ciudad ahogada en llamas que fué...

Besuco

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