La película de Antena3 es igual de mala que cualquier otro sábado, y mi medio litro de helado de chocolate blanco desaparece por momentos. Por alguna estúpida razón no dejo de mirar el móvil, pero siempre acabo decepcionada. No sé a qué aspiro en esta tarde de sol, pero lo que más me apetece es hablar con él. Estará ocupado. Seguro que tiene cosas mejores que hacer antes que darme conversación, pero no puedo negar que sería capaz de estar toda la noche sin dormir si él es el que está al otro lado del teléfono.
Era sencillo y a la vez demasiado complicado.
O a lo mejor es que como siempre yo lo hacía todo extremadamente más difícil de lo que era.
Asqueada cojo el bolso y me voy a comprar suministros.
*****
- ¿Qué pasa pelirroja?¿Qué haces?
- Pues nada, comprando helado. ¿Y tú que tal?
- Uf, yo estoy aquí, haciendo presupuestos para la guerra.
- Como no.
- He estado mirando y tienes que pedir más a menudo. No te cortes.
- Ya estamos. Qué pasa, ¿no tienes nada mejor que hacer que espiarme?
- Alaaaaa. Borde. No te espío. Me informo. Y no, hoy me quedo en casa sin plan. De relax.
Y sin motivo sonrío. ¿Por qué?
Miro a ver qué sabor toca esta vez y sin darme cuenta estoy pensando qué cuál es el que le gustaría a él. La verdad es que sino tenía nada que hacer estaría curioso eso de pasar la tarde en mi piso tirados en el sofá subsistiendo a base de comida basura. Y se podría ir al videoclub de al lado a por una peli.
- ¿Vas a estar en casa sin hacer nada de verdad?
- Pues claro. ¿Por?
¿De verdad estaba pensando decírselo? Si soy sincera conmigo misma me muero de ganas de preguntar. Pero a lo mejor era complicar las cosas. A lo mejor no quiere. O a lo mejor... me saco un máster en poner escusas...
- A ver, simplemente contesta ¿Qué tipo de películas te gustan?
- Las de acción.
-¿Qué sabor de helado prefieres?
- El de dulce de leche.
- Vale... a ver... contesta con sinceridad. ¿Te vendrías a mi casa a pasar una tarde-noche de pelis? Luego podemos coger algo para cenar.
- ......
- Si no quieres no pasa nada ¡eh?
Y como no, me podía la inseguridad, el qué pensará y el miedo a una negativa.
- ¿Y a la cena invito yo?
- ¿Cómo que invitas tu? Pero que manía tienes.
- Bueno, me estas ofreciendo ir a tu casa... y dijimos que en la primera cita pagaba yo. Creo que es lo más justo.
- ¿Cita? ¿Pero de que vas?
- Anda no te enfades que es broma.
Creo que no quiero que sea una broma. Pero no sé si tener una cita como tal oficial sería adecuado. O si. O... madre mía que indecisión.
Respiro profundamente y escribo:
- Vale. Pagas tu. A las 7 en mi casa.
No sé si me estaré equivocando o no, pero tengo clara una cosa:
Las aventuras son mucho más bonitas cuando huelen a peligro.