Era uno de esos días como cualquier otro. Estaba cansada después del trabajo, y el estaba nervioso e inquieto como siempre. Estaba en ese momento del día en el que acaba de anochecer pero todavía había un poco de claridad en las calles, las noticias de la televisión auguraban varias desgracias y cotilleos nuevos, el sofá se convertía en el lugar más cómodo del mundo y mi bol favorito de cereales lucía vacío sobre la mesa del salón. Pero aquella noche acabamos discutiendo. No recuerdo por qué, total, los enfados me duraba segundos, pero esa vez me enfadé de verdad. Y esa noche me acosté decidida a ocupar solo y exclusivamente mi esquina de la cama. Y sumida en mi mal humor me quedé dormida. Y a media noche... me desperté dándome cuenta de que estaba acurrucada entre sus brazos. ¿Cómo había acabado allí? ¿Por qué? En ese momento sentí que había perdido todo mi orgullo y mi dignidad en un segundo. Cerré los ojos muy fuerte para hacerme la dormida. Si me hacía la dormida es como si no contase, ¿no? Como si no fuese consciente de que le estaba abrazando más fuerte para asegurarme de que siempre estaría allí conmigo. Todas las noches. No sabía con certeza si él estaba dormido. Algo me decía que no. Pero daba igual. Ya intentaría recordar por qué se suponía que estaba enfadada. Mientras tanto, esa noche, los dos jugamos ha hacernos los dormidos mientras nuestros sueños se entrelazaban.
lunes, 8 de julio de 2013
miércoles, 3 de julio de 2013
Yo y mi forma de contar las cosas
Miro fotos y de algún modo siento que están cubiertas de polvo. No puedo quitarlo. Pesa toneladas.
Siento como si cada pequeño y minúsculo recoveco de mi cuerpo estuviese oxidándose, volviéndose inútil, tiñéndose de un color inexistente.
A mi alrededor no hay nada. No es negro y oscuro como aquella vez. No hay ningún impedimento aparente. Veo todo. Puede que ahí esté el problema. Veo demasiado y soy incapaz de sentir nada.
El polvo de las fotos comienza a cubrir mi cuerpo. Pesa mucho. Me siento agotada. Mis rodillas tiemblan y me dejo caer sobre un espejo infinito que cubre el suelo. Me veo reflejada. Aparentemente todo esta igual que en ese maldito papel fotográfico. Pero algo va mal. Estoy amargada, frustrada, malhumorada, enfadada.
El segundero se come miles de posibilidades. No queda nada. No queda tiempo. El espejo se rompe... y yo caigo.