Un pentagrama detrás de otro se paseaba frente a ella dibujando las notas de “Those Night” mientras unos recuerdos con sabor a pasado, en blanco y negro, transcurrían como viejas diapositivas caducadas. Había decidido no perder ni un solo segundo más de su eternidad pensando en cosas sin futuro.
Como siempre, había una pega en contra de su implacable determinación. Temía perder el control. Llevaba demasiado tiempo sin salir, sin sentir su droga favorita bailar junto a su lengua.
Un portazo puso fin a su burbuja de notas e inseguridades. Enfada, descubrió que algún inconsciente se había colado en su casa. Perfecto. Ya tendría cena aquella noche. Desde luego, los humanos debían de haberse vuelto más imbéciles de lo que recordaba, porque quien fuese el que estaba en su casa, no dejaba de hacer ruido. Estaba… ¿en su habitación? ¿Qué narices hacía en su habitación? Descubrió a un chico de unos veinte años, con varios vestidos en la mano.
- ¿Se puede saber qué haces? – gruñó.
La miró sobresaltado y divertido. ¿De qué color tenía los ojos? ¿Verdes? ¿Marrones? ¿Amarillos?
- Elegirte un vestido bonito.
- ¡¿Cómo?!
- ¿No ibas a salir? Pues eso. Como te noto indecisa te ayudo.
- ¿Es que acaso piensas rajarte la muñeca tú solo para ahorrarme el esfuerzo?
El chico cambió su expresión de inmediato, pero no por el motivo que ella pensaba.
- Oye, no me insultes.
- Y no lo he hecho. Solo te estoy ofreciendo ser una cena fácil.
- De acuerdo, no tengo más de 200 años, pero de ahí a que me compares o me confundas con un estúpido humano… - frunció el ceño, decidió que lo que iba a decir no era importante y de nuevo, distraído, volvió a mirar los vestidos. Cogió uno negro y ajustado y se lo lanzó – Toma. Ponte este. Estás tan pálida que pareces una princesa zombie.
- No quiero tu ayuda – dijo con desprecio.
Ambos sabían que no se refería solo a los vestidos, sino que el significado de aquella sencilla frase era mucho más complejo.
- No puedes salvarte tú sola siempre, y lo sabes. Has perdido tu sonrisa por malgastarla en aquello que no te proporcionaba nada interesante.
- ¿Y?
- Y yo te ayudaré a recuperarla.
Ella miró al techo con desesperación. Tenía a un extraño en su habitación hurgando en su armario, que para colmo, no podía ser otra cosa que un vampiro con ganas de hacerse el héroe. Algo plateado llamó su atención. No le sorprendió que tuviese instintos suicidas, pero sí la antigua daga. ¿De dónde la había sacado?
- Pongamos un poco de color a tus mejillas.
Sonriente, y como si fuese un paseo por un parque vacío de madrugada, dibujo una línea corta, pero profunda, a lo largo de su muñeca. La sangre en seguida comenzó a teñirlo todo de ese rojo escarlata que la volvía loca. Pese a todo, era sangre de que, ¿de vampiro? Ni siquiera se movió del sitio. Aquello no era lo que quería.
- Toda suya, milady.
Abrí los ojos sorprendida y asustada. Aquello no estaba en los planes. Se salía de cualquier cosa predecible. No podía haber dicho eso, ¿verdad? Los colmillos se empezaron a alargar sin que pudiese evitarlo, sus ojos se volvieron verdes y antes de saltar encima de él y apresarlo entre el armario y su cuerpo le dijo:
- Eres un inconsciente.
No quería hacer aquello, pero aquel niñato le había ofrecido su sangre, la cual, por lo tanto, se convertía en su único objetivo. En su opinión, era la mejor forma de derrotar a un vampiro. Era la mejor forma de conseguir que perdiese el control. Según ella se sentía más fuerte, notaba como él se sentía más débil. Los recuerdos de sus últimos días se escapaban como ideas desordenadas. Comprendió entonces que llevaba varios meses observándola, que sabía qué era aquello que temía, que era aquello que se proponía, y también fue consciente de que se había propuesto ayudarla quisiese o no. Y que aquella actitud suicida sería solo el principio.
Cuando todo terminó, acabaron los dos tumbados en la cama sin poder moverse. Aún así, los dos sonrieron. Sabía que era el principio de algo. No sabía de qué, pero la daba igual.
- Gracias.
Se miraron a los ojos. Saguía sin poder determinar el color de sus ojos, lo cual la fastidiaba y la encantaba a la vez. Él se levanto de un salto, la tendió la mano y dijo:
- ¿Sabes? Los imposibles también existen.
Princess_of_Hell