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jueves, 26 de enero de 2023

JORGE ALEMÁN Iguanas




IGUANAS

II

          Visión de la Diosa Iguana. Enviciando el canto en que me empeño como un sagaz impostor de las mareas. Ah mares celestes… He visto en ellos ángeles voraces pidiendo por mis brazos para calmar a las sirenas. Y en el viento hecho lenguas. Remolino de reptiles meciendo mi alma. Oh iluminado. 
No me hablen de altisonantes caballeros de venas débiles y pálidas olfateando los perfumes sombríos en la falda de la Marquesa. Ah violines grotescos. Nunca besaré los mármoles del éxito mundano. Y no me nombren al amor batido con sólo dulzuras del verbo. Porque yo nunca he comido de ese pan. Amo a los héroes de lo oscuro y me condecoro como príncipe del fango. Y a estas sagradas, hembras aventuradas de mi zona, pequeñas y altas, delgadas y rosadas. Y a este humo violeta lamiendo mis pulmones, no para adormecerme, sino para gritar mi estruendo en alcobas y montañas. Para solear la altivez y lo profundo del nacimiento. 
Del nacimiento en flores de Demencia. 


III

          Iguanas del crepúsculo, de la bestia de oro soñándose sobre el lago, de las locas travesías en el amor. Más poseerte es una alianza con el Dios que habita en tu médula. 
Y es éste mi deseo, rojo y atormentado, como un archipiélago del pecado donde renacen calores olvidados. Como trompetas que fulgen un majestuoso desacato. 
Y es éste mi deseo. De leches retenidas en el fruto. De islas arrasadas. 
Será mi santa aquella que se prosterne frente a mi ardor. 
Ah violenta hembra de Sinfonía. 


IV 

          Soy el que repite la pasión en todo el sinsentido. Lo almendrado, lo fascinado de nuestros roces alertó a dioses y a tontos. Preguntaron por salmos de la carne y tendones del placer. Y tan solo dije que yo era esclavo en mis dominios. 
Ah Iguana de las Marías. Bestia de mi tierra condenada. 
Ya no una sombra para ofrendar al Sol. Ya no la soledad tan contraria al pesado calor de tu cuerpo sobre mis desvaríos. Ya no el recuerdo de un recuerdo. Ahora loca mujer encontrándose con su siervo, este gentil e iracundo pastor de lo indebido. Para distinguir a esta isla de otras islas. A este cuerpo de otros cuerpos. 


DE LAS DISTANCIAS EN EL AMOR

          Tales distancias no existen 
porque puedo escuchar el vértigo de tu jadeo 
                                       en simulacros de zozobra 
aun en noches lejanas donde en las bodegas nos dicen 
“otra es la historia y todo ha sido olvidado” 
aquellos pliegues y mis dilemas de marino 
          envejecido prematuramente 
como esos frutos que hacia las palmeras ensayan 
          su joven caída 
y tus nalgas 
frescas y lamidas con todo el desacato de la leche 
con el desacato de los tambores insinuando los mitos 
          de la selva 
como mi corazón golpeando y azotando tu cuerpo 
          en el descanso
Y toda mi imaginación para sólo decir 
que si un poeta ama a una mujer 
                         jamás es olvidado 
Entre tollas y vapores tu cuerpo mostrando 
con sales sabrosas perfumando un clímax salvaje 
Nosotros 
tan solo dos personajes confundidos en el relato 
Pero tanto el amor y tan majestuoso 
como el que llega a las espléndidas ciudades 
encandilando con sus tatuajes de victoria 
Y esas repeticiones de la sangre y de las palabras 
donde todo parece ya sucedido 
y siempre auspiciando un vigor nuevo para mi piel 
                  que se te hiciera intolerable 
Ah aquellas maneras de penetrarte queriendo 
          alcanzar la verdad 
y trizar las copas y romper las vajillas 
porque todo era una antigua canción 
de bufones solitarios 
de tontas costumbres tocadas en cualquier historia 
porque todo era grande pero bastaba una guitarra 
          para contarlo 
Entre nosotros todos los vinos y sus vidas 
pero acaso también la muerte en dársenas lejanas 
y todos los candores retratados en el momento 
          de su corrupción 
en el momento en que los labios besan para mostrar 
          sus hemorragias 
Aquellas pinturas donde tus selvas fueron ya trazadas 
                             en sus itinerarios más fogosos 
antes que mis manos la indagaran 
Esos pintores que imaginan colores para nuestros actos 
y nuestros sueños de aves perseguidas 
por inviernos de crueldad y morbosos cazadores 
Ah oscuros molinos de nuestro tiempo 
agitando las mareas y nuestros pánicos por la orfandad 
donde un águila fénix soberbia y furiosa 
muere en una plegaria sórdida 
como una niña idiota durmiendo entre los parques 
Entonces arrastrarnos embriagados 
porque es preciso ser sensibles a los árboles las leyes las lluvias 
porque es obligación descubrirle arco iris a la noche 
y fascinarse por los bellos gestos de amor entre los lobos 
para no decidir nuestro destino de precarios extranjeros 


SALMO 

          Dulce me sea la estación del insomnio 
con sus eternos antojos de abandono 
Donde la muerte -senos amarillos al viento- 
olvidaba mi nombre en su manuscrito sobre los bancos de la terminal 
Estación del no regreso para la memoria del viajante 
Calmos sean los mares para mi despertar 
mientras cante su pálida espuma 
el episodio en que se ama el ensueño de la víctima 
Tenga ligeros los pies y el alma sea alada 
para huir de lo que intentan arrebatarme el poema 
donde ya no hay diferencias entre un rostro y un vaso de agua
y galaxias de odio y misterio diseñan al roedor propicio para mis miembros 
Recuerdo los viejos burdeles del otoño 
donde mi estilo era el de los marinos y los desequilibrados 
donde supe que todo hombre es un extranjero 
un extraño en su propio lecho 
un extraño que se abate de canciones imbéciles en los deseos de la extraña 
Sea el que prefiere la pasión antes que el balbuceo de los días tranquilos 
Contenga mi alma el último pecado 
que el Señor no se atrevió a escribir sobre la roca 
y que no haya más dioses que los que encuentro en la taberna 
los que beben nuestro vino 
desean a nuestra mujer 
                 y nos miran a los ojos 


En Iguanas, Ediciones Grupo Cero, Buenos Aires, 1975 (pie de imprenta 8 de enero de 1976) / Tapa e ilustraciones de interior: José Luis Poy / Selección de poemas: José María Pallaoro / 
Jorge Alemán Lavigne (Buenos Aires, 30 de marzo de 1951) / Psicoanalista, escritor, poeta / Fotos y video: jmp / 

José María Pallaoro lee un poema de Jorge Alemán / 



martes, 11 de octubre de 2022

EDNA POZZI Dos poemas de Ferocidad de la memoria




Maduro un oficio tan íntimo 
que sólo es posible transmitirlo 
con la boca en el pecho del otro.

Un oficio tan delgado 
que se lo oye crujir por las noches. 
Crece la hierba sobre nosotros 
los muertos 
y avanzan los pájaros grandes lagunas 
de tristeza. 

Maduro un oficio tan final 
que sólo es posible para los dioses 
y las piedras. 
En esta tremenda dignidad 
no hay colaboración posible con la vida.



Como sabes al fin que la poesía 
no salva de la muerte y de la duda 
caminas con los labios resecos 
por las abiertas playas 
pensando en el amor de los albatros. 

Aguda vertical 
una columna de ceniza caliente 
sigue tu paso y conmueve el tiempo. 

Sin embargo de a ratos crece en la roca 
un olor extraño 
como de flores maceradas. 

Sospechas cautamente 
que otro a lo lejos 
camina entre perfumes 
y respira. 



En Ferocidad de la memoria, La Rosa de Oro, 1977 / Foto y video: jmp / 
Edna Pozzi (Pergamino, provincia de Buenos Aires, 1926 - 2017) / 
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.- 

José María Pallaoro lee un poema de Edna Pozzi



lunes, 19 de septiembre de 2022

ABELARDO CASTILLO El olor del agua



ESCALOFRÍO 

De pronto te han cambiado los ojos 

de pronto me mirabas 
desde el fondo de un íntimo misterio 

mirarte fue, de pronto, 
como entrar en un río a medianoche. 

(c. 1979)


DE ALLÁ, DEL PUEBLO DONDE 

De allá, del pueblo donde las noches son más altas 
y el viento cambia de lugar al crepúsculo 
donde el olor del agua, 
                                     de allá 
donde la muerte era una cosa lejos 
a veces, todavía 
llega y llama a mi puerta 
un nombre 
con un golpe apagado como el rumor de un ala. 

(c. 2009)


LA PALOMA 

Hoy vino la paloma. 
Yo estaba bebiendo no diré 
qué ceniza 

y de pronto llegó con reverencias de paloma. 

Era un precioso animalito gris 
con los ojos redondos y de púrpura. 

Llegó hasta mi balcón 
se despiojó 
y su cuello brillaba con realeza y en el pico 
tenía un majestuoso puñadito de nieve. 

Y yo supe que no lo olvidaría, y eso 
sencillamente 
                                es todo. 

(c. 2010)


En La fiesta secreta, Ediciones en Danza, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, 2022 / Gracias Lis / 
Abelardo Castillo (Buenos Aires, 27 de marzo de 1935 - 2 de mayo de 2017) / Fotos: jmp / 


José María Pallaoro lee poemas de Abelardo Castillo

 

lunes, 1 de agosto de 2022

SUSANA CABUCHI Siempre estaba el verano





Detrás de las cortinas, 
la luna. 
Silban 
dos pájaros nocturnos 
y el silencio. 
Han llamado a la puerta. 

Dijeron: 
tiene los ojos tristes, 
se nota 
que no ha comido 
en días, 
su ropa está manchada. 

Trae el olor del jume, 
dice la madre, 
el olor de mi pueblo 
cuando soplaban los vientos del sur. 
Puede quedarse.



Sobre la cama de los padres 
siempre estaba el verano. 
En los días de frío, 
cuando los vidrios se empañaban, 
el cubrecama 
nos ofrecía 
ramos de siemprevivas, 
cuatro fruteras llenas de sabores 
y un niño desnudo 
con racimos de uvas 
en las manos. 
Solíamos recostarnos 
y repasar con los dedos sus bordados: 
suaves colinas de hilo 
nos guiaban 
hacia un tiempo más cálido 
de atardeceres en la huerta. 
El viajero 
desde el umbral 
nos miraba 
recordando 
               tal vez 
                        otros viajes, 
algún querido 
lejano cubrecama.


10 

El viajero 
dice 
que un gran artista 
pintó una silla de paja 
igual 
a la que usa mi padre 
cuando mira la noche. 
Una simple 
                  –repite– 
útil, inolvidable silla. 
Y cada vez que la ve 
levanta el arco de las cejas 
y sonríe una sonrisa 
que no entendemos. 
Que no entenderíamos nunca.


13 

Hace frío. 
Un triángulo de luz blanca 
de luna 
se acomoda sobre el piso de la galería. 
En la cocina 
el viajero prepara 
comida de un lejano país 
nos enseña palabras en otro idioma 
y nos habla de música. 
Agustina sube a un banco de pino 
y muy suavemente 
le saca de la cabeza 
una mariposa 
pequeña, 
                casi dorada.


17 

Al ingresar a una sala 
que no usamos, 
el viajero descubrió 
el viejo piano. 
Apenas rozó algunas teclas 
y salió 
apresuradamente de la casa. 
Se dirigió 
hacia las colinas 
como si tuviera que hacer 
algo muy importante 
pero creemos 
que se alejaba 
para que no lo viéramos llorar.


25 

El viajero 
se ha ido. 
Sabíamos que se iría, 
hasta esperábamos que lo hiciera 
porque para nosotros 
más que un hombre 
era un viaje. 
Ha dejado flores 
sobre la mesa de todos 
y la cadena 
con su amuleto de madera oscura, 
colgada 
en el respaldo de mi cama. 



En El viajero, Ediciones Viento de Fondo, Córdoba, Argentina, primavera de 2018 / Selección de textos, fotos (láminas de Vincent Van Gogh) y video: jmp / 
Susana Cabuchi (Jesús María, Córdoba, 1948 – 26 de julio de 2022) /
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

José María Pallaoro lee a Susana Cabuchi / 

jueves, 28 de julio de 2022

JAVIER GALARZA Los poetas cantan


Ars 

ADVENIMIENTO E INDIGENCIA 

Los poetas cantan restos 
de los dioses atomizados. 
La palabra resiste en la orilla 
del abismo del mundo. 
Guirnaldas deparadas por la atónita 
esperanza de un retorno. 
Ante la vastedad de la intemperie, 
el poema se hace morada a habitar, 
parcial cobijo, como una tienda de campaña, 
que pronto debe hacer lugar a otra cosa. 
Para que ningún sentido se cristalice. 
O permanezca.


ARS 

Una postal resiste en la llovizna, 
en la inasible sustancia de los sueños 
manifiesta los secretos convocados. 
Como retratos de lugares vistos en vidas 
casi ajenas, de tan remotas. 
Constancia de magias y colapsos 
desde un silencio que contiene. 
Esa nada, hermosa como el vacío, 
sitúa nuestras coordenadas 
en esta geografía de vendavales. 
Asume la escritura 
como una preparación para el silencio. 
En la imprecisa bitácora de los naufragios 
no aprendemos el olvido.


LIBRETOS 

Develar una carencia inaugural  
hace lugar a las ficciones de la vida, 
al proceso de habitarse, de habitar un cuerpo. 
Tras los gestos exhaustos del amor,  
cuerpo y escritura se restituyen al vacío,  
hasta agotar las variaciones sobre un tema..
Como si se tratara de perder una ficción  
por no perderse  dentro de esa ficción  
para tener, entonces sí, la libertad 
de producir una ficción.


LA HENDIDURA 

Algo en la alternancia 
entre los colores de la tinta 
y la hendidura certera 
de la pluma sobre el papel, 
lo blanco. Sea la pluma, 
el canto o la voz, como el eco 
que vuelve con el viento, 
y sea esta luz también 
que alumbra las aperturas 
del mundo, aún en la noche. 
El estilo o estilete 
que rasga el blanco de la hoja. 


LA RESISTENCIA 

Te convoco con palabras de mago 
hasta romper mi boca 
contra el silencio del alba. 
Para amar tu disolución en la sombra, 
la llovizna de tus dichos, 
tu militancia en lo prohibido,
voy a quererte como pueda, 
a decirte donde alcance; 
a guardar en las celosías del invierno, 
todo lo que humedezca 
los dibujos con tu forma. 
Para que no se borre tu nombre en la ventana, 
tu caligrafía de vacilaciones, 
las pintadas rebeldes 
de nuestra resistencia en la pared.



En Lo atenuado, Edición Audosea, Argentina, 2014 / Selección de textos, fotos y video: jmp / Dibujo de portada: Gabriela Carbone Rivas, septiembre de 2006 / 
Javier Galarza (Buenos Aires, 27 de febrero de 1968 - 27 de julio de 2022) / 
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

José María Pallaoro lee a Javier Galarza / 

domingo, 24 de julio de 2022

PABLO NERUDA 4 de 2000



LAS MÁSCARAS 

Piedad para estos siglos y sus sobrevivientes 
alegres o maltrechos, lo que no hicimos 
fue por culpa de nadie, faltó acero: 
lo gastmos en tanta inútil destrucción, 
no importa en el balance nada de esto: 
los años padecieron de pústulas y guerras, 
años desfallecientes cuando tembló la esperanza 
en el fondo de las botellas enemigas.
Muy bien, hablaremos alguna vez, algunas veces, 
con una golondrina para que nadie escuche: 
tengo vergüenza, tenemos el pudor de los viudos: 
se murió la verdad y se pudrió en tantas fosas:
es mejor recordar lo que va a suceder: 
en este año nupcial no hay derrotados: 
pongámonos cada uno máscaras victoriosas


III 
LAS ESPIGAS 

El sin cesar ha terminado en flores, 
en largo tiempo que extiende su camino 
en cinta, en la novedad del aire, 
y si por fin hallamos bajo el polvo 
el mecanismo del próximo futuro 
simplemente reconozcamos la alegría 
así como se presenta! Como una espiga más, 
de tal manera que el olvido contribuya 
a la claridad verdadera que sin duda no existe. 


VIII 
LOS MATERIALES 

El mundo se llenó de sinembargos, 
de infundados temores y dolor, 
pero hay que reconocer que sobre el pan salobre 
o junto a tal o cual iniquidad 
los vegetales, cuando no fueron quemados, 
siguieron floreciendo y repartiendo 
y continuaron su trabajo verde. 

No hay duda que la tierra 
entregó a duras penas otras cosas 
de su baúl que parecía eterno: 
muere el cobre, solloza el manganeso, 
el petróleo es un último estertor, 
el hierro se despide del carbón,
el carbón ya cerró sus cavidades. 

Ahora este siglo debe asesinar 
con otras máquinas de guerra, vamos 
a inaugurar la muerte de otro modo, 
movilizar la sangre en otras naves.


IX 
CELEBRACIÓN 

Pongámonos los zapatos, la camisa listada,
el traje azul aunque ya brillen los codos,
pongámonos los fuegos de bengala y de artificio,
pongámonos vino y cerveza entre el cuello y los pies,
porque debidamente debemos celebrar
este número inmenso que costó tanto tiempo,
tantos años y días en paquetes,
tantas horas, tantos millones de minutos,
vamos a celebrar esta inauguración.

Desembotellemos todas las alegrías resguardadas
y busquemos alguna novia perdida
que acepte una festiva dentellada.
Hoy es. Hoy ha llegado. Pisamos el tapiz
del interrogativo milenio. El corazón, la almendra
de la época creciente, la uva definitiva
irá depositándose en nosotros,
y será la verdad tan esperada.

Mientras tanto una hoja del follaje
acrecienta el comienzo de la edad:
rama por rama se cruzará el ramaje,
hoja por hoja subirán los días
y fruto a fruto llegará la paz:
el árbol de la dicha se prepara
desde la encarnizada raíz que sobrevive
buscando el agua, la verdad, la vida.

Hoy es hoy. Ha llegado este mañana
preparado por mucha oscuridad:
no sabemos si es claro todavía
este mundo recién inaugurado:
lo aclararemos, lo oscureceremos
hasta que sea dorado y quemado
como los granos duros del maíz:
a cada uno, a los recién nacidos,
a los sobrevivientes, a los ciegos,
a los mudos, a mancos y cojos,
para que vean y para que hablen,
para que sobrevivan y recorran,
para que agarren la futura fruta
del reino actual que dejamos abierto
tanto al explorador como a la reina,
tanto al interrogante cosmonauta
como al agricultor tradicional,
a las abejas que llegan ahora
para participar en la colmena
y sobre todo a los pueblos recientes,
a los pueblos crecientes desde ahora
con las nuevas banderas que nacieron
en cada gota de sangre o sudor.

Hoy es hoy y ayer se fue, no hay duda.

Hoy es también mañana, y yo me fui
con algún año frío que se fue,
se fue conmigo y me llevó aquel año.

De esto no cabe duda. Mi osamenta
consistió, a veces, en palabras duras
como huesos al aire y a la lluvia,
y pude celebrar lo que sucede
dejando en vez de canto o testimonio
un porfiado esqueleto de palabras.


En 2000, Editorial Losada, Buenos Aires, primera edición 1974; segunda edición 8 de mayo de 1976 / 2000 es el segundo libro con poemas inéditos que se publica luego de la muerte de Neruda / Selección, fotos y video: jmp /
Pablo Neruda (Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto. Chile, 12 de julio de 1904 - 23 de septiembre de 1973) / 
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.- 

José María Pallaoro lee a Pablo Neruda / Poema “Los materiales” / 


miércoles, 20 de julio de 2022

BERTOLT BRECHT Satisfacciones y otros poemas



HOLLYWOOD

Para ganarme el pan, cada mañana 
voy al mercado donde se compran mentiras. 
Lleno de esperanza, 
me pongo a la cola de los vendedores. 

1942, Brecht vivió en Hollywood, trabajando como guionista cinematográfico.


EL REGRESO 

Mi ciudad natal, ¿cómo la encontré? 
Siguiendo los enjambres de bombarderos 
he vuelto a casa. 
¿Y dónde está mi casa? Allí donde se ven 
las inmensas montañas de humo. 
Aquella que está ardiendo, 
aquélla es. 
Mi ciudad natal, ¿cómo me recibió? 
Van ante mí los bombarderos. 
Mortales enjambres 
anuncian mi regreso. Al hijo 
le preceden incendios. 

1943


REGAR EL JARDÍN 

¡Oh regar el jardín, vivificar lo verde! 
¡Regar los árboles sedientos! Sé generoso con el agua 
y no olvides los arbustos, ni siquiera 
los que no tienen fruto, los agotados 
y avaros. Y no me olvides 
la mala hierba entre las flores, que también 
tiene sed. Riega 
el césped fresco o seco. 
Y refresca hasta el suelo desnudo.


EL HUMO 

La casita entre árboles junto al lago, 
del tejado un hilo de humo. 
Si faltase 
qué desolación 
casa, árboles y lago. 


REMAR, CONVERSACIONES 

Es el atardecer. Deslizándose pasan 
dos piraguas, dentro 
dos jóvenes desnudos. Remando juntos 
hablan. Hablando reman 
el uno junto al otro.

1953


A UNA RAÍZ DE TÉ CHINA EN FORMA DE LEÓN 

Temen tu garra los malvados. 
Y se alegran los buenos con tu gracia. 
Lo mismo 
oír quisiera 
de mis versos.

1951


EL CAMBIO DE RUEDA 

Estoy sentado al borde de la carretera, 
el conductor cambia la rueda. 
No me gusta el lugar de donde vengo. 
No me gusta el lugar adonde voy. 
¿Por qué miro el cambio de rueda 
con impaciencia? 

1953


SATISFACCIONES 

La primera mirada por la ventana al despertarse 
el viejo libro vuelto a encontrar 
rostros entusiasmados 
nieve, el cambio de las estaciones 
el periódico 
el perro 
la dialéctica 
ducharse, nadar 
música antigua 
zapatos cómodos 
comprender 
música nueva 
escribir, plantar 
viajar 
cantar 
ser amable



En Poemas y canciones, Alianza Editorial, Madrid, España, 1999 / Primera edición 1968, reimpresión 1999 / Versión de Jesús López Pacheco sobre la traducción directa del alemán de Vicente Romano / Selección de textos, fotos y video: jmp / 
Bertolt Brecht (Augsburgo, Alemania, 10 de febrero de 1898 - Berlín Este, 14 de agosto de 1956) / 
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.- 

José María Pallaoro lee a Bertolt Brecht / 
Poemas “Hollywood”, “El humo” y “Placeres” / Versiones de José María Valverde / 


domingo, 17 de julio de 2022

SELVA DIPASQUALE En el cuaderno en blanco



II – Instantáneas 
(Selección) 

En el cuaderno en blanco 
sigo una raya que avanza sola. 
No sé a dónde se dirige 
el trazo cada vez más profundo. 
En la hendidura: 
tierra y alas de moscas 
a toda velocidad. 

*

Cabeza que se abre y despliega en cientos de dinosaurios de papel. A tono, un corta-huevos gigante filetea el cuerpo frágil. El papel silba. 

*

Dibujos desplegándose en papeles amarillentos. Una cadena de montañas oriental frente a la sonrisa sorprendida de la niña vestida de azul. Y, en otra hoja, tajos, en los que acompasadamente se hunden jirafas. 

*

Quiere salir del cuerpo sin viajar. Pero le pesa. Traza líneas de espuma. Está en el mar y no lo ve. El cuerpo cae como una cáscara transparente que se va oscureciendo. 

*

Estar sentada en una silla en medio de un charco fresco o enterrada en el fango puede parecer imperceptible para el movimiento del mundo. No es así cuando se toma conciencia de una voz que sin ubicación ni miramientos atraviesa a su paso todas las texturas corpóreas. Y, menos aún, esta mañana que una cabeza gigante bajó lentamente a mi patio con sus labios carnosos inquietando a los pájaros susurrando mi nombre.

*

No hay viento, pero las hojas del potus se extienden y agigantan en el aire. Se lanzan como cuchillas a través del tiempo. Un húmedo y pequeño corazón las propulsa. 

*

Cierro los ojos y veo un árbol dentro de mí. Tronco flexible, ramas danzantes. Mi cuerpo es una cáscara en el mar en busca de una música para el poema.

Burbujas de lluvia en lo blanco del ojo. El globo ocular pulsa y crece, crece. Se ve, sí, pero hacia dentro del cuerpo. Un paisaje de pinos húmedo. 

*

Acostada en el pasto observo el cielo. La tierra late, algo pulsa. Veo pasar cientos de cuerpos que son una réplica de mí. Estuvieron en incubadoras y se convirtieron en barro seco. Viajan en un tren de carga y se van deshaciendo en terrones. 

*

Se reflejan en mí las luces de la ciudad dormida. Me concentro en el ruido del parabrisas. Manejo, doblo. Puntos plateados se agigantan sin cegar. Es mi cuerpo lleno de timbres. 

*

Las hormigas avanzan carcomiendo la mesa, una hondonada de rulos verdes, falso pasto. Como si yo no estuviese aquí. 

*

Aquí afuera es pleno verano en una ciudad perdida en el mapa, pero mi cuerpo es una cáscara y dentro de mí se proyecta un paisaje de nieve: Flores azules, blancas y ramitas que se hunden en el agua helada y navegan lentamente. 

*

Capullos gigantes de algodón fibroso, los bajan a mi patio mecánicamente. La inercia oculta la tristeza.

*

Acostadas con mi hija en el pasto mirando el cielo, las hojas de los eucaliptus, las diferentes posiciones del sol sobre las hojas, el viento a una altura inabarcable y sentir que el corazón se sale, que está allá arriba, en cualquier lugar. No, no hay mejor descripción de la libertad. La lengua y el corazón en llamas.




En Agua turquesa / Ediciones A capela, Villa Los Aromos, Argentina, 2022, 1a edición / Libro digital, EPUB / 
Selva Dipasquale nació en la Provincia de Buenos Aires en 1968 / Vive y trabaja en la Ciudad de Buenos Aires / Poeta / Selección, fotos y video: jmp / 
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.- 


José María Pallaoro lee a Selva Dipasquale / 


jueves, 14 de julio de 2022

YVES BONNEFOY La llama en que todo comienza y alcanza su fin



ALLÁ DONDE CAE LA FLECHA

I

     Perdido. A pocos pasos de la casa, no obstante, a no más de tres tiros de piedra. 

     Allá donde cae la flecha que fue lanzada al azar.

     Perdido, sin drama. Alguien me encontrará. Unas pocas voces se alzarán de todas partes en el cielo, en la noche que cae. 

     Y no son más que las cuatro, falta una buena parte del día para seguir perdiéndose -yendo, corriendo a veces, volviendo- por entre las piedras rotas y estas encinas grises, en el bosque surcado de hondonadas que busca en todas partes el infinito, bajo el horizonte tumultuoso. Pero aquí, en el paso, se cierra más aún.

     Necesariamente, encontraré un camino.

     Veré esa granja en ruinas, de donde partía una huella.

     ¿Llamaré? No; no todavía.


II

     Perdido, sin embargo. Porque tiene que decidir, casi a cada instante, pero no puede hacerlo. Nada le habla, nada le es ya un indicio. La idea misma de indicio se disipa. En la huella que había dejado la palabra sobre lo que es, el agua de la apariencia desierta vuelve a subir y brilla, única. 

     Cada palabra: algo obturado ahora, como una superficie mate sin nada que vibre: una piedra.

     Puede articular esa palabra: la encina. 

     Pero cuando dice: la encina -y en voz alta, ¿por qué?- la palabra queda, en su mente, y se vuelve más pesada, como en la mano la llave que no giró. Y la figura del árbol se parte, se fragmenta, y se vuelve a unir otra vez en las alturas, en lo absoluto, como cuando miramos esas abolladuras del cristal en los antiguos vidrios.

     El color, confinado al borde de la imagen por el henchimiento del cristal. Eso que llamamos la forma, agujereado por un saledizo -desmentido. Como si permaneciera abierta la mano que guarda encerrados colores y formas.


III

     Perdido. Y las cosas acuden de todas partes, se apiñan en torno a él. Ya no hay más otro lugar en ese instante en que tan intensamente necesita otro lugar. 

     Pero ¿lo necesita él? 

     Y algo acude del centro mismo de las cosas. No hay más espacio entre él y la más mínima cosa. 

     Sólo la montaña allá abajo, muy azul, lo ayuda a respirar aquí, en el agua de lo que es, que vuelve a subir.

     Es familiar, sin embargo, esa impresión de envión que se ejerce sobre él desde el adentro de todo. Ayer, nomás ¡cuántos caminos demasiado abruptos hacia el punto de fuga, en la tinta derramada de las nubes! ¡Cuántas palabras que venían quién sabe de dónde, entre las palabras! ¡Cuántos juguetes, que de golpe no eran más el pequeño damero o los cubos recubiertos de imágenes sino la madera gastada en los bordes, la fibra que traspasa el color. 

     Le decían, desde lejos: Ven, y él no oía más que esa salpicadura de sonido que se desarma en las baldosas.


IV

     Se acuerda de que un pájaro había avanzado delante de él un momento cuando estaba en camino todavía.

     Desde hace dos minutos, va derecho. Pero lo detiene el agua que se mueve entre los restos de troncos. Hay todo en esa agua clara, una especie de polvo azul que gira sobre sí misma donde la corriente casi imperceptible golpea la cresta brillante de una roca. 

     Si hubiera llovido encontraría la huella de sus pasos, pera la tierra está seca. 

     El sendero que siguió dejaba el sol a su izquierda. Allí donde dobló, cerca del borde, estaban aquellas tres piedras manchadas de blanco, como pintadas. 


V

     ¿Pero por qué escala ahora esa colina casi escarpada, y aún cuando los árboles están tan juntos como abajo, a lo largo de estrechos arroyuelos? No es por ahí seguramente donde pasa el camino. 

     Y no es desde allá arriba donde tendrá mejor vista. 

     Ni podrá gritar su llamado. 

     Lo veo sin embargo subir entre los troncos, por las piedras. 

     Ayudándose de una rama baja cuando advierte que el suelo es demasiado resbaladizo a causa de las hojas secas entre las que hay siempre guijarros rodando sobre otros guijarros: rombos de borde acerado y de color gris
manchado de rojo. 

     Lo veo -e imagino la cima. Algunos metros llanos, pero discontinuos a causa de los zarzales que alcanzan a veces hasta las ramas. La misma confusión, el mismo azar que en otras partes del bosque, pero es así para todo lo que vive. Un pájaro vuela, que él no ve. Un pino caído una noche de viento obstruye la pendiente que se reanuda. 

     Y oigo en mí esa voz, que surge del fondo de la infancia: Vine antes aquí -decía entonces-, conozco este lugar, he vivido aquí, estaba antes del tiempo, estaba antes de mí sobre la tierra. 

     Soy el cielo, soy la tierra.

     Soy el rey. Soy ese montón de bellotas que el viento empujó hasta el hueco que hay entre las raíces. 


VI

     Tiene diez años. La edad en que uno mira -¿acaso a sacudidas?- el desplazamiento de las sombras. Y la desgarradura en el papel de las paredes, y el clavo encajado en el yeso y alrededor el metal oxidado, los ínfimos escamamientos de la incomprensible materia. ¿Se perdió? En efecto, avanza desde hace tiempo entre grandes enigmas. Siempre ha estado solo. Se sentó sobre el árbol caído, llora. 

     ¡Perdido! Es como si el más allá que sella el punto de fuga viniera a inclinarse sobre él, y lo tocara en el hombro. 

     Alzar los ojos, entonces. Cuando dos direcciones nos llaman al mismo tiempo, en la encrucijada, el corazón late más fuerte y más sordamente, pero los ojos están libres. Esa noche, en la casa, que él ponga los leños sobre el fuego, como le permiten hacerlo: los verá arder en otro mundo. 

     Que hable, para él solo: las palabras resonarán en otro mundo. 

     Y más tarde, mucho más tarde, muchos años más tarde, solo, siempre solo en su habitación con el libro que ha escrito: lo tomará en sus manos, mirará las letras oscuras del título sobre el leve cartón pintado de azul. Abrirá algunas páginas, para que se tenga en pie sobre la mesa. 

     Después le acercará un fósforo encendido, una mancha marrón y luego negra nacerá en el color, se extenderá, se agujereará, un ribete de fuego claro morderá los bordes, que él aplastará con el dedo antes de levantar el librito para inscribir nuevamente el signo en otro punto de la portada. Y he aquí que todo un lado de ella cae. El papel satinado, muy blanco, de la primera página, aparece abajo, amarillento, alcanzado también, por el calor. 

     Deja el libro, y guarda en su mente, no sabe aún por qué, el matrimonio de las frases y de la ceniza. 


VII

     El ladrido de un perro, que puso fin a su miedo. El pilar del sol entre las nubes, en la tarde. Los charcos que el escolar ve brillar en las palabras, en el porvenir de su vida, cuando empuja su pluma áspera por el enmarañamiento del dictado demasiado rápido. 

     Y toda rama delante del cielo, a causa de los ensanchamientos, las condensaciones de su masa. Lo invisible que allá borbotea, como la fuente en el deshielo violenta. Y las bayas rojas, entre las hojas. 

     Y la luz, cuando vuelve; la llama en que todo comienza y alcanza su fin. 


En Allá donde cae la flecha / Ediciones Mate, Buenos Aires, Argentina, 1997 / Prólogo y traducción de Arturo Carrera / Edición bilingüe / Fotos y video: jmp / 
Yves Bonnefoy (Tours, Francia, 24 de junio de 1923 - París, 1 de julio de 2016) / 
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

José María Pallaoro lee poema I de Allá donde cae la flecha / de Ives Bonnefoy / en traducción de Arturo Carrera /



domingo, 10 de julio de 2022

JONIO GONZÁLEZ Lula y otros poemas



CARTA A RICARDO REIS 

las palabras nunca son 
del tamaño de las cosas 
¿o deberían serlo? 
¿debería el cielo entrar 
en la palabra cielo? 
el nombre designa 
aquello que traiciona 
lo que se nombra es un residuo 
la radical extrañeza de la reducción 
un pacto 
entre lo visto y lo oído 
un modo de relatar la realidad 
por similitudes 
por aproximaciones 
por cuanto a pesar 
de la aceptación de los signos 
queda 
al margen


LULA 

siempre que llegamos 
está junto a la puerta 
se restrega en nuestras piernas 
y se marcha 
a veces exige comida 
con un leve maullido 
de protesta por 
las insignificancias 
con que perturbamos 
el orden de su mundo 
la lasitud de nuestro proceder 

su amor es racional 
busca la verdad tras las puertas cerradas 
por la noche sube de un salto 
a la cama 
y se acomoda entre mis pies


DIALÉCTICA 

a veces aquello 
que la voluntad señala 
hasta parece posible: 
ya he devuelto la semilla 
a la espiga 
como quería el poeta 

sin embargo 
fracaso y éxito 
no siempre dependen 
de discernir lo que es justo 
y da igual que semilla y espiga 
lo sepan: 

la épica también es una manera 
de embellecer la derrota 
de convertir en alteración de un sueño 
lo que no ha sido más 
que un error de cálculo


LECCIÓN IMPROVISADA 

sin mengua de la estrategia política 
el caso del mártir heroico 
es por demás significativo 
o nada significativo 
según lo que la memoria 
sea capaz de retener 
o desee retener 
o no haya retenido: 
fórjanse así héroes, dictadores e historia 
inmolaciones, suicidios y páginas en blanco 
o borroneadas 
metales furiosos de la luna 
como ha quedado escrito en un verso 
refiriéndose a otra cosa 
que es justamente 
de lo que se trata


*

CHÉJOV 

a medida que se alejan 
el uno del otro 
confusos se preguntan 
por qué si la pérdida es la misma 
el dolor es distinto: 
respuesta 
o razón 
que recordarán cuando 
la airada voz no sea signo
ni expresión 
advertencia o coartada 
sino imposibilidad de comprender 
hacia dónde dirigirse en busca 
de lo que sin saber se añora


SALMO 

¿cómo me salvaré mañana? 
no el mañana de la noche cerrada 
tampoco el de la carne restituida 
sino el mañana en el que cruzaré 
esta calle u otra intentando averiguar 
las cosas que suceden bajo el sol 

¿cómo me salvaré si no creo? 
¿cómo me salvaré si creo? 
¿me redimirá la piedad de cuanto ignoro 
de lo que está más allá de mi voluntad 
de lo que deseo o no deseo? 

¿cómo evitaré esforzarme 
tras el viento? 

al cruzar la calle cerrar los ojos 
y confiar en que el mensajero 
no encuentre nuestra puerta


A LA MANERA DE PETER HANDKE 


Antes de acostarme 
busco una camiseta que ponerme, 
como quien espera a alguien. 


II 

En la mesa junto a la cama 
un arrugado pañuelo de papel; 
al lado, 
un lápiz. 


III 

El sueño de ella 
en mi sueño. 

Pero su sueño 
no es mi sueño.


A PAUL CELAN 

¿dicen lo mismo 
el verdugo y su víctima? 
entre el grito 
y la súplica 
entre la amenaza 
y la confesión 
¿hablan la misma lengua? 

es en la pausa para tomar aire 
donde nace el pensamiento 
donde la palabra rescata su sentido 

ahora busca un espejo 
dime de quién es el rostro 
que se refleja en él 
quién se redime o condena 
al pronunciar el nombre que callaba


Bandoneón arrabalero
Los primeros cuatro poemas forman parte del libro Esbozos y representaciones / Ediciones en Danza, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, 2022 / / Los últimos cuatro poemas integran Historia del visitante / Ediciones en Danza, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, 2019 / / Selección de textos y fotos: jmp / 
Jonio González (Buenos Aires, 1954) / Reside en Barcelona desde 1982 / 
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

“Allen Ginsberg y Thelonious Monk: Una conversación”

 

sábado, 9 de julio de 2022

OLGA OROZCO Dos poemas de Museo salvaje



TIERRAS EN EROSIÓN 

Se diría que reino sobre estos territorios, 
se diría que a veces los recorro desde la falsa costa hasta la zona del gran fuego central 
como a tierra de nadie, 
como a región baldía sometida a mi arbitrio por la ley del saqueo y el sol de la costumbre. 
Se diría que son las heredades para mi epifanía.
Se diría que oponen sus murallas en marcha contra los invasores, 
que abren sus acueductos para multiplicar mi nombre y mi lugar, 
que organizan las grandes plantaciones como colonias del Edén perdido, 
que erigen uno a uno estos vivos menhires para oficiar mi salvación. 
¡Sagrada ceremonia la que urdimos en tierra mis tejidos y yo! 
Y sin embargo acechan como tembladerales palpitantes 
esta noche de pájaro en clausura donde caigo sin fin, 
remolino hacia adentro, 
girando con el cielo cerrado que me habita y no logro alcanzar. 
Y de pronto, sin más, sin ir más lejos, 
soy como una fisura en esta incomprensible geología, 
como burbuja a ciegas por estos laberintos que no sé adónde dan. 
Me arrastran a mansalva de una punta a la otra 
estas negras gargantas que me devoran sin cesar. 
Me sofocan con fibras de humedad, 
me trituran entre fauces de hueso como a una mariposa, 
me destilan en sordas tuberías y en ávidas esponjas que respiran como los lentos monstruos de la profundidad, 
me empapan en sentinas, 
me ligan con tendones y con nervios hasta la desunión, 
me ponen a secar en la negrura de este sol interior,
me abandonan como resaca muerta a la furia de todas las corrientes 
hasta la gran caída y el vértigo final, 
siempre inminente, 
siempre a punto de erizarme de golpe contra el acantilado de la insufrible luz. 
¡Qué lugar para crecer y para amar! 
¡Tantos derrumbes, tantas fundaciones, tantas metamorfosis insensatas! 
¡Tantas embalsamadas batallas que se animan en un foso del alma! 
¿Tanta carnicería de leyenda levantada en mi honor? 


CORRE SOBRE LOS MUELLES 

Hace ya muchos años que corres dando tumbos por estos laberintos 
y aún ahora no logro .comprender si buscas a borbotones la salida 
o si acudes como un manso ganado a ese último recinto donde se fragua el crimen con las puertas abiertas. 
Sólo sé que me llevas a cuestas por este mapa al rojo que anticipa el destino 
y que acato las tablas de tu implacable ley 
bajo el hacha de un solo mandamiento. 
Hemos firmado un pacto de guardianas en esta extraña cárcel que remonta en la noche la corriente, 
más alertas que un faro, 
y no importa que a veces me arrebaten las sombras de otros vuelos 
o que te precipites con un grito de triunfo en el cadalso. 
Porque al final de cada deserción estamos juntas, 
con una llaga más, con un vacío menos, 
y pagamos a medias el precio del rescate para seguir hirviendo en la misma caldera. 
Pero ¿quién rige a quién en esta enajenada travesía casi a ras del planeta? 
¿Quién soy, ajena a ti, en este visionario depósito de templos sobre lunas y jardines errantes sobre arenas? 
¿Dónde está mi lugar entre estas pertenencias por las que me deslizo como la nervadura de un escalofrío? 
En cada encrucijada donde escarbo ni nombre compruebo que no estoy. 
¡Sangre insensata, sangre peligrosa, mi sangre de sonámbula a punto de caer! 
No juegues a perderme en estas destilerías palpitantes;
no me filtres ahora con tu alquimia de animal iniciado en todos los arcanos 
ni me arrojes desnuda e ignorante contra el indescifrable grimorio de los cielos, 
porque tú y yo no somos dos mitades de una inútil batalla, 
ni siquiera dos caras acuñadas por la misma derrota, 
sino tal vez apenas una pequeña parte de algún huésped sin número y sin rostro que aguarda en el umbral. 
¡Vamos, entonces, sangre ilimitada, sangre de abrazo, sangre de colmena! 
Envuélveme otra vez en esa miel caliente con que pegas los trozos de este mundo para erigir la torre: 
tu Babel de un vocablo hasta el final. 
Has fundado tu reino en la tormenta, 
bajo el ala inasible de una desesperada y única primavera. 
Has acarreado herencias, combates y naufragios insolubles como el cristal azul de la memoria en la sal de las lágrimas. 
Has apilado bosques, insomnios y fantasmas embalsamados vivos 
en estas galerías delirantes que solamente se abren para volver a entrar. 
Has hurgado en la lumbre de la fiebre y el ocio para extraer esa tinaja de oro que irremediablemente se convierte en carbón. 
Has encerrado el mar en un sollozo y has guardado los ojos del abismo vistos desde lo alto del amor. 
Vestida estás de reina, de bruja y de mendiga. 
Y aún sigues transitando por esta red de venas y de arterias, 
bajo los dos relámpagos que iluminan tu noche con el signo de la purificación, 
mientras arrastras fardos y canciones lo mismo que la loca de los muelles 
o igual que una inmigrante que se lleva en pedazos su país, 
para depositar toda tu carga de pruebas y de errores a los pies del gran mártir o el pequeño verdugo: 
ese juez prodigioso que bajó al sexto día, 
que está sentado aquí, a la siniestra, en su sitial de zarzas, 
y que será juzgado por vivos y por muertos. 


En Museo salvaje / Editorial Losada, Buenos Aires, Argentina, primera edición 12 de diciembre de 1974 / Selección y fotos: jmp / Gracias a Lis que me facilitó esta edición de tan hermoso libro / 
Olga (Noemí Gugliotta) Orozco (Toay, provincia de La Pampa, 17 de marzo de 1920 – Buenos Aires, 15 de agosto de 1999) / 
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-


Olga Orozco, “Lamento de Jonás” 


viernes, 1 de julio de 2022

DARDO SEBASTIÁN DORRONZORO Con el último fuego de mi carne


SOY UN HOMBRE SOLO

Soy un hombre solo; un hombre de cualquier día,
de cualquier calle, de cualquier invierno;
un hombre que tiene su noche completa, y a veces un mayo
con perros y sombras en la mitad de la tarde.
Soy un hombre solo. Hay que verme aquí, solo,
entre puertas que se cierran al olvido
y midiendo a ojo la hondura del mundo
para ver si aún no ha crecido el hombre.
Soy un hombre solo, sí, y me destruyo
alba por alba de ángeles y recuerdos
mientras compro monedas de luz para mi sangre
y el amor se me acerca todos los días para nacerme.
Soy un hombre solo, sí, de adentro para afuera,
madurando mi espuma para ser de todos
con el único pedazo de horizonte que me dejen,
con el último fuego de mi carne.


Y ENTONCES

La idolatría nos pone pelos en los ojos,
nos entrecruza los brazos, nos llena de sombras las rodillas,
y cuando por último ya nos tiene al pie del árbol más viejo de la noche,
nos ordena 
que le coloquemos sobre el corazón
la montaña más pesada de la tierra.


UN TECHO Y UN PERRO 

Cuando se cae un techo, empujado por las brujas, 
se mueren nada más 
que los que están debajo del techo, cerca del techo, 
y vienen los periodistas, llora algún chico, llora alguna mujer, 
alguien comienza a vender los fierros, los cascotes, 
alguien reza por los pobres muertos, 
hasta que llega un perro todo sarnoso, todo perro, 
no saluda a nadie, no reza, no vende fierros ni cascotes, 
no se queja cuando le pegan patadas los vigilantes, y sólo dice, 
qué mundo de mierda, éste, 
y se va 
con una lágrima 
corriéndole por los bigotes.




En Viernes 25, Editorial Letras, México, 1989 / Fotos: jmp  / 
Dardo Sebastián Dorronzoro, poeta, escritor y herrero, nació en San Andrés de Giles (provincia de Buenos Aires) el 14 de julio de 1913 / Fue secuestrado en Luján el 25 de junio de 1976 / Desde entonces, está desaparecido / A casi 109 años del nacimiento de Dardo: Presente! 

Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-



miércoles, 29 de junio de 2022

MARIO MORALES Un poema es vida para siempre




Porque no podemos sino cantar. 
Porque ese es nuestro destino. 
¿Lo diré de nuevo?
                              Porque la única visión es repetirse. 
Oh Belleza     Oh Destruida 
                       Así comienza este canto. 
Cada palabra una semilla de fuego, 
cada silencio un acto, 
cada hombre un grito, 
cada mujer un fruto, 
                               una oscuridad, 
                                                       un destino. 

Aquí o allá: En ninguna parte. 
                               Pero éste es el reino. 
Acá comienza el poema. 
                                  Acá concluye el sueño. 

¿Y para qué ojos? 
                           ¿Y para qué la realidad sino para el único instante, 
                           para lo que aún no existe? 
Y para qué el poema 
                                 sino para el grito, 
                                 para la desfiguración absoluta, 
para ese espasmo que une la visión a lo visto 
como se une la Palabra a la tierra 
                                 y el corazón a las cenizas. 
Porque un poema es vida para siempre.



En La canción de occidente, Ediciones Último Reino, Buenos Aires, 1981 / Poema I de la Primera parte / Fotos: jmp / 
Mario Morales (Pehuajó, provincia de Buenos Aires, 15 de febrero de 1936 - Buenos Aires, 29 de enero de 1987) / 

Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller. - 




jueves, 23 de junio de 2022

ANAMARÍA MAYOL Dos poemas de Para no espantar a los pájaros




LAS LÍNEAS

En el silencio yacen las líneas 
que nos unen 

no hay puertos arenas 
donde encallar los sueños 

sólo un mundo con redes 
que nos acercan bordes 
donde apoyo los ojos 
abrazo tu imagen 

Sólo un mundo con líneas 
donde la sombra permanece 
adherida a la piel 

donde hallo las huellas 
que siempre te regresan 


ÉL ME MIRA 

Él me mira y yo sé que me mira/ me hago la inocente/ la que no sé/ pero él me mira/ y mis vestidos cuelgan de mis brazos/ se deshacen y me siento al desnudo/ descubierta/ y me hago la inocente/ la distraída/ la que no me importa/ pero él me mira/ me ve/ me inquieta/ sabe de mí temor/ me ama/ me ilumina/ me derrumba. 



En Para no espantar a los pájaros / Ediciones El Mono Armado, Buenos Aires, 2012 / Fotos: jmp / 
Anamaría Mayol (Victorica, La Pampa, Argentina, 7 de mayo de 1958) / Poeta / Profesora de Historia y Geografía Especialista en Planificación Urbana y regional / Consultora en temas Ambientales / Por You Tube dirige el ciclo “Leyendo poesía en casa” / Vive en San Martín de los Andes, Neuquén, Argentina / 

Los textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-


miércoles, 16 de marzo de 2022

ESTELA FIGUEROA El secreto de mi pena



ANTES DE RELEER A CONSTANTINO KAVAFIS 

Los ojos 
dorados o castaños… 
No. 
Del color de las ágatas 
vistas en soledad 
a contraluz. 

La nuca 
todavía adolescente 
contra mi boca. 

¿Era amor 
el sentimiento?
Me deshacía. 
-Árbol en la tormenta 
fui. 
Pájaro 
en el árbol. 
Tormenta 
fui- 

Fui una yegua sedienta galopando 
y fui también 
la cincha que la detiene 
ése es el secreto 
de mi pena.


EL POEMA MALO
 
Amortajado por una red de palabras
tachaduras y manchas
conservo del poema malo
su esqueleto precario.
 
Digo que la idea no era mala
así como puedo decir de otra mujer
-No es fea.
Pero si una buena idea
no es perfectamente desarrollada...
Pero si una mujer hermosa
no lleva un hermoso vestido...
 
En el cajón de la mesa lo escondí
junto con remedios, resultados de análisis y facturas.
¡Y pensar que lo escribí creyendo
que lo llevaría sobre la frente
incrustado como una perla
o un pequeño ojo perfecto
que reflejaría el mundo!


EL GOMERO

De entre todos los árboles
que miro en mis caminatas
prefiero el gomero.

Quisiera parecerme a él.
No se pierde en dádivas de flores.
No sucumbe a las tormentas.
Da sombra al fatigado.

Sus hojas de un verde intenso
son fuertes, nervadas y lechosas.
La raíz es profunda y se extiende desaforada:
levanta veredas
resquebraja paredes.

En el invierno las hojas
se tornan de un amarillo purísimo
y caen una a una sobre la calle
como lágrimas
de un enorme Dios que llorara.


BUSCANDO EL POEMA

Atropellada como un perro.
Selectiva como un gato.
Lo busco.

Fiel como tallada en piedra.
Blanda como la espuma.
Inocente como un fantasma
que vaga por la ciudad.
Lo busco.

Lejos parece que algo brilla:
¿será el poema?
Sobre una cinta de fuego
camino a su encuentro.
Atropellada.
Selectiva.
Blanda.
Inocente.
Despiadada.


CONSTRUCCIONES 

He aquí la casa.
En nada parecida a la idea que
-por sus poemas- uno se hace
de la casa de los poetas:

ventana al río
o al “vértigo horizontal” de la llanura
“soledumbre antiquísima”
terreno cóncavo (o espacio hueco
si se quiere) de Henri Michaux.

He aquí la casa, lo que la puebla
y lo que ella conforma.
Qué disgusto será para el viajero
fatigado
reposar aquí.
Ni el acto simple
de abrir la ventana
para que la humedad florecida
del jardín
en otoño
penetre.
Puesto que no hay ventanas
su ademán
chocaría en vano
contra la tozudez
de la casa.
Y lo que ella conforma… 
Se nos dice: al morir
arribamos en tropel
como niños de fiesta
a una espaciosa casa
donde vivimos nuestra vida
en el sentido en que se recuerda un sueño:
-desde la muerte recién consumada
hasta el momento de nacer-
y que este
ejercicio de memoria
es la felicidad.
Pero no es esa mi casa.

También se nos dice
si la tarde aguarda
en un cielo despejado
que el pensamiento comprende
-: Tu tiempo ha terminado.
En ese, el momento
en que más necesario era
quedarnos en la casa
escuchando cómo canta
rumorosa la sangre
adecuando el mobiliario
a nuestro pequeño tamaño
limando aquí una aspereza del piso
allá una arruga de la pared
ansiosamente
dándole un poco de lo que somos
equilibrándonos un poco
para poder
volver a nuestro lado.



En El hada que no invitaron, Obra poética reunida 1985 - 2016, Bajo La Luna Editorial, Buenos Aires, 2019 / Selección y fotos: jmp / 
Estela Figueroa (Santa Fe, 12 de agosto de 1946) / 




José María Pallaoro lee un poema de Estela Figueroa