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jueves, 6 de diciembre de 2018

PAUL CELAN Digas la palabra que digas




SIETE ROSAS MÁS TARDE

OÍ DECIR

Oí decir que hay
en el agua una piedra y un círculo
y sobre el agua una palabra
que tiende el círculo en torno a la piedra.

Vi que mi álamo bajaba al agua,
vi cómo su brazo se aferraba a la profundidad,
vi sus raíces hacia el cielo suplicando la noche.

No corrí tras él,
sólo recogí del suelo aquella migaja,
que tiene la forma y la nobleza de tu ojo,
te quité del cuello la cadena de las sentencias
y orlé con ella la mesa donde ahora estaba la migaja.

Y no volví a ver a mi álamo.


BRILLO

Con silencioso cuerpo
yaces en la arena a mi lado;
sobre ti, las estrellas.

………………………………..

¿Refractó un rayo
hacia mí?
¿O fue la vara
rota sobre nosotros
la que así brilla?


JUGANDO CON HACHAS

Siete horas de la noche, siete años en vela:
jugando con hachas,
yaces a la sombra de erguidos cadáveres
-¡oh árboles que no talas!-,
de cabecera el lujo de lo callado,
la bagatela de las palabras a los pies,
yaces y juegas con las hachas-
y al fin refulges como ellas.


PLAYA BRETONA

Reunido está cuanto vimos
en la despedida tuya y mía:
el mar, que nos lanzó noches a tierra,
la arena, que con nosotros las cruzó,
el brezo rojo oxidado arriba,
en donde nos aconteció el mundo.


DE A DOS

De a dos nadan los muertos,
de a dos, bañados en vino.
En el vino que sobre ti vertieron
nadan los muertos de a dos.

Trenzaron sus cabellos en esteras,
cohabitan entre sí.
Tú, lanza otra vez tu dado
y sumérgete en un ojo de los dos.


EL HUÉSPED

Mucho antes de anochecer
entra en tu casa quien con lo oscuro el saludo cruzó.
Mucho antes de amanecer
despierta
y atiza, antes de irse, un sueño,
un sueño resonante de pasos:
le oyes recorrer las lejanías
y hacia allí lanzas tu alma.


CON LLAVE CAMBIANTE

EPITAFIO PARA FRANÇOIS

Las dos puertas del mundo
están abiertas:
abiertas por ti
entre dos noches.
Las oímos golpear y golpear
y llevamos lo incierto,
y llevamos lo vivo a tu siempre. 

Octubre de 1953

TAMBIÉN ESTA NOCHE

Con mayor plenitud,
pues también cayó nieve sobre este
mar en que nada el sol,
florece el hielo en las cestas
que llevas a la ciudad.

Arena
pides por él,
pues la última
rosa en casa
quiere también esta noche ser nutrida
de la hora que corre.


CON LLAVE CAMBIANTE

Con llave cambiante
abres la casa en la que se arremolina
la nieve de lo callado.
Según la sangre que te brote
de ojo, boca u oído
cambia tu llave.

Cambia tu llave, cambia la palabra
que puede arremolinarse con los copos.
Según el viento que te empuje
se aglomera la nieve en torno a la palabra.


LOS CAMPOS

Siempre el mismo, aquél álamo
al filo del pensamiento.
Siempre el dedo que se alza
en la linde.

Mucho más adelante
vacila el surco en la tarde.
Pero la nube: pasa.

Siempre el ojo.
Siempre el ojo cuyo párpado
alzas al resplandor
de su hermano bajado.
Siempre ese ojo.

Siempre ese ojo, cuya mirada
envuelve al mismo álamo, a aquel.


RECUERDO

Con higos sea nutrido el corazón
en que la hora recuerda
el almendrado ojo del muerto.
Nutrido con higos.

Escarpada, al soplo del mar,
la zozobrada
frente,
la rocosa hermana.

Y aumentado por tus canas
el vellón
de la nube estival. 


HACIA LA ISLA

OJO DEL TIEMPO

Este es el ojo del tiempo:
bizquea
bajo ceja de siete colores.
Su párpado es lavado por fuegos,
su lágrima es vapor.

La estrella ciega vuela a él
y se funde en la pestaña más ardiente:
va templándose el mundo
y los muertos rebrotan y florecen.


LEVANTES LA PIEDRA QUE LEVANTES

Levantes la piedra que levantes-
despojas
a quienes precisan el amparo de las piedras:
desnudos
renuevan ahora el enredo.

Tumbes el árbol que tumbes-
construyes
el lecho en donde
las almas una vez más se estancan
como si no vibrara
también este
eón.

Digas la palabra que digas-
agradeces
el deterioro.


 
En De umbral en umbral (segundo libro de Celan, 1955), Ediciones Hiperión, España (primera edición 1985; cuarta edición 2000). Traducción y notas de Jesús Munárriz. Edición bilingüe. Selección de textos Jmp
Paul Celan (Csernowitz, Rumanía, 23 de noviembre de 1920 - París, Francia, 20 de abril de 1970). Foto: Jmp

lunes, 3 de julio de 2017

Paul Celan, Cavaron



HABÍA TIERRA EN ELLOS

y cavaron.

Cavaron y cavaron, así pasó
su día, su noche. Y no loaban a Dios,
quien, así escucharon, quería todo eso,
quien, así escucharon, sabía todo eso.

Cavaron y no escucharon nada más;
no llegaron a ser sabios, no inventaron ninguna canción,
no se idearon ningún lenguaje.
Cavaron.

Vino una calma, vino también un viento, vinieron los mares todos.
Yo cavo, tú cavas y la lombriz cava también,
y lo que canta ahí dice: Cavan.

Oh uno, oh ninguna, oh nadie, oh tú:
¿Adónde se iba, ya que no se iba a ninguna parte?
Oh, tú cavas y yo cavo, y me cavo hacia ti,
y el anillo se nos despierta en el dedo.


SALMO

Nadie nos amasa nuevamente de tierra y barro,
nadie bendice nuestro polvo.
Nadie.
Loado seas, nadie.
Por agradarte queremos
florecer.
A tu encuentro.

Una nada
éramos, somos,
permaneceremos, floreciendo:
la rosa-nada, la
rosa-nadie.

Con
el pistillo de alma luminosa,
el estambre de cielo yermo,
la rosa corona
de la palabra purpúrea que cantábamos
encima, oh encima
de la espina. 


 

En: Poesía Alemana de Hoy 1945-1966, Sudamericana, Buenos Aires, 1967. Traducción: Rodolfo Alonso y Klaus Dieter Vervuert.

Paul Celan (Csernowitz, Rumanía, 23 de noviembre de 1920 - París, Francia, 20 de abril de 1970). Foto: Jmp

sábado, 20 de agosto de 2011

Rodolfo Alonso – A Celan, por Cioran


A CELAN, POR CIORAN


Sin el menor ánimo de polemizar, y apenas a simple título informativo, me permití aludir a una remembranza de Abel Posse sobre “El nada centenario Cioran”, publicada en el suplemento cultural del diario argentino “La Gaceta” (de Tucumán) el pasado domingo 24 de abril.

Al referirse allí a “tantos otros exilados europeos: Ionesco, Mircea Eliade, Paul Celan”, que compartieron su asilo en París con el singular y nada complaciente escritor rumano Emil Cioran, el autor los define como “Hombres de extraordinario refinamiento cultural que vivieron al margen del incendio.” (El subrayado es mío.) Acaso por un lapsus comprensible, incluye entre ellos al citado Celan, a quien sin duda le cabe la primera parte de esa frase, pero muy difícilmente la segunda.
Paul Celan es sin duda uno de los grandes poetas de la época, pero además inviste –en vida y obra– sus inmensas tragedias. Nacido como Paul Antschel en Cernowitz, en la Bukovina, el 23 de noviembre de 1920, no sólo le tocó asistir a la anexión de esa zona por los soviéticos, sino también a la posterior invasión nazi junto con sus aliados rumanos.

Como judío, Paul Celan fue enviado al ghetto, del cual logró fugarse para ser internado en el campo de trabajo de Tabariste. Sus padres y parientes cercanos fueron devorados por el infernal abismo de Auschwitz. Muchos pensamos que resultó la comprensible imposibilidad de admitir finalmente todo eso, la que terminó provocando su suicidio, arrojándose a las aguas del Sena, en mayo de 1970.

Pero, al mismo tiempo, ya le había tocado contradecir aquella célebre aseveración de Theodor Adorno, en el sentido de que “es cosa bárbara intentar escribir poesía después de Auschwitz”. Su entrañable y desgarrador poema “Fuga en muerte” (Todesfuge), quedará para siempre como una evidencia candente de aquellos años de fuego, de sangre y de hierro.

(Ese texto, indeleble, estuvo entre los más conmovedores de que me tocó ocuparme para un libro también conmovedor: “Poesía alemana de hoy (1945-1966)”, que tradujimos juntos con Klaus Dieter Vervuert y que publicó la editorial Sudamericana, de Buenos Aires, en 1967. Klaus se había aparecido de improviso en mi casa para proponérmelo y, ante mi sincera respuesta de que no sé alemán, me retrucó: “Y yo no soy un poeta argentino.”

Como es de imaginar, trabajamos más que juntos durante un largo tiempo, y llegué a abrumarlo con mis dudas, pero valió la pena: allí aparecen no sólo Paul Celan, sino también dos futuros Premios Nobel: Nelly Sachs, otra judía alemana, a quien Selma Lagerloff logró sacar a Suecia en 1940, y el célebre Günter Grass, escritor y hombre público, así como el polémico e incisivo Hans Magnus Enzensberger, pero también nombres del calibre de Ingeborg Bachmann, Günter Eich, Helmut Heissenbüttel y Karl Krolow. Es decir, el renacer de la gran lírica alemana después de la hecatombe. Una prueba más de que, como tan bien afirmó el griego Odiseo Elytis, otro Premio Nobel: “La poesía comienza allí donde la última palabra no la tiene la muerte.”)


Rodolfo Alonso es poeta, traductor, ensayista y ex editor (nació en Buenos Aires a fines de 1934) y una de las voces más reconocidas de la poesía latinoamericana contemporánea.
Foto: Paul Celan, s/d
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