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jueves, 25 de mayo de 2023

AMOR PERDÍA El mar y otros microrrelatos


Silvina Perugino Bernabé Malacalza Julián Trovero Paula Martini José María Pallaoro Amor Perdía Paola Boccalari Silvana Babolin  
Margarita Eva Torres (detrás del espejo) / City Bell, 13 de marzo de 2014




PEQUEÑA BATALLA 

     Los conquistadores les vienen pisando los talones. El pueblo caimare huye porque ya los conoce. Ya cruzó las coloridas bienvenidas, las arduas negociaciones, las obscenas traiciones. Ahora solo quiere alejarse.
     Ellos van a pie. Y tienen pies pequeños, adultos, lentos, enfermos, medios pies también tienen.   Los conquistadores montan sobre cuatro patas que relinchan y les ganan en velocidad sobre tierra llana. Pero son torpes en altura, se quiebran, se desbarrancan. Por eso el pueblo caimare asciende. Mira hacia arriba y avanza. Van orillando un arroyo. "Por dónde cae el agua, subiremos", dicen. Entonces llegan a una cascada. Empinada, imposible. Le cuentan a las sierras sus razones de huida y ellas entienden. Transforman en piedra el chorro, le dan forma de camino, de escalera. Pueden subir todos ahora: jóvenes de zancadas amplias, hombres con pasos chuecos, sabias milenarias, aprendices de guerreros, animales mansos, semillas húmedas, frutos secos.
     Los conquistadores los ven ascender y apuran la marcha. Casi pueden tocarlos, desmontan para atrapar al último, para tirar de él y hacer caer al pueblo entero. Pero dos pasos antes de llegar, la piedra retoma su consistencia líquida. La cascada de agua abrupta los cubre. Quedan debajo, mojados, maldiciendo en dirección al cielo.
     Sé lo que van a decir: los conquistadores finalmente vencieron. Ocuparon las sierras y sus ríos, etiquetaron animales y personas, devoraron los frutos frescos, vendieron los secos. Ya lo sé. Pero aquella pequeña batalla, la perdieron. 

City Bell, 26 de enero de 2023 


EL MAR 

     El Silvio cuida su mar desde una silla alta. Mide la dirección del viento, la multiplicación de las algas, el paso doloroso de las embarcaciones. Le toma la temperatura al agua, como madre a la orilla de la cama. Examina la espuma, cuánto hay de agitación marina, cuánto de blanqueador. Le pide calma en tardes turbulentas mientras reza: "sana, sana, colita de rana”.
     El Silvio detiene el ingreso de baldes, palitas, comida, flotadores. La arena es para jugar, el mar no. Saca tarjeta roja a los bañistas que lastiman las olas. Les corrige la brazada: “no es un bofetón”, explica. “Es un movimiento de remo, una mano que mira hacia afuera e ingresa siguiendo al más gordo de los dedos. Se hunde sin dañar. Se impulsa pidiendo ayuda al mar, no atacando su ritmo parejo”.
     Después lo deja ser, confía. Como buena maestra, como buen guardavida.
     Cuando el sol ya fue tragado por el agua, baja de su silla alta y saluda a su pedacito de océano. Se despide hasta el día siguiente, prometiendo volver. El mar se estira con paso lento, sólo para acariciar los pies del Silvio. Es su forma de decir “hasta mañana”, de decir "gracias”, de decir “te quiero”. 

City Bell, 19 de enero de 2023 


LEE 

     Si al protagonista le va bien, el desayuno es más abundante. Si la racha no es buena, Encarna pela tanto las papas que sólo queda un corazón pequeño y poco rendidor. Y es necesario agregar arroz en el último momento. 
     María Encarnación lee al acostarse. Los domingos, un rato a la mañana. Cuando termina de juntar las cosas del desayuno y aún es temprano para cortar las papas del almuerzo. Lee cuando finge dormir la siesta. Y un poco a la tarde, si el ritmo de la casa lo permite. 
     Lee novelas que saca de la biblioteca. Sabe que no son de ella, por eso no las marca ni las ensucia. Sólo las sufre, las vive y las disfruta. Si el personaje principal triunfa, prepara buñuelos para la merienda. Y coloca almíbar tibio en una salsera, por si alguien le quiere agregar. Si la heroína viaja a la playa, ella se siente tostada. Si vuela, tiene vértigo y roba algún sedante del botiquín. Si se enamora, Encarna se ríe. Tampoco la pavada. 
     Cuando hay un muerto, la casa toma un aire de velorio que nadie entiende. Las cortinas permanecen cerradas, los espejos desaparecen. Si es un niño el que la novela lleva, ella recuerda al suyo y llora desconsoladamente. La azucarera rebalsa de sal, el pan se quema y la manteca se derrite amarga en la alacena. “Está grande”, susurra la señora y Encarnación busca, entonces, un libro con título divertido, para no perder el trabajo. 

City Bell, 12 de enero de 2023 


ONÍRICO 

     Hay una escalera apoyada en nada, que va hacia la nada. Pongamos que es un sueño, para no impacientar al lector atolondrado. No hay quien la suba. No hay quien la baje. Está mal estacionada a mitad de cuadra. Aunque tiene algo de recién llegada, no sé. Estoy segura de no haberla visto antes. 
     Tengo frío, tiemblo. Noto que el sol avanza acelerado por el cielo. La escalera proyecta una sombra cambiante. De allá para acá. Y es lo único que se mueve. Tal vez es lo único que miro. Inclino la cabeza siguiendo la silueta sobre el piso. 
     Me acerco mientras carcomo las uñas que aún quedan en los dedos. Espío para arriba, dudo. Los pies se hunden en una arena cálida, es agradable. Creo que podría dejarme tragar. Llegan pájaros que se asientan en los escalones superiores. Uno me pregunta la hora. Otro me dice que es tarde sin decírmelo. Su trinar parece un llanto, una alarma, un despertador. 
     Lo peor no es abrir los ojos y despabilarme en una habitación sin sol ni cielo. Lo realmente espantoso es descubrir/asumir que en ningún momento intenté subir la escalera. 

City Bell, 5 de enero de 2023 


TIRONES 

     Mamá desenreda el pelo y Alejandrina protesta. Las tardes de tirones suelen ser así. Mamá toma mechones chicos y pasa el peine con delicadeza (o eso intenta, porque de vez en cuando se traba en un nudo y se reinician los reclamos). Alejandrina tiene el pelo más largo que su nombre y es un lío cuando llega el turno del peinado. Mamá le cuenta la historia de Rapunzel, para que se quede sentada. “Era una princesa que tenía una trenza de ocho pisos, por la que subía un príncipe a rescatarla”. “Eso debe doler”, piensa Alejandrina y lo dice, justo cuando una sacudida le recuerda lo difícil que es permanecer quieta si un nudo se atascan entre los dientes del peine. “Así es el cuento”, responde mamá. “No me gusta”, protesta Alejandrina y lo cuenta de otro modo.
     “Había una vez una princesa que tenía una trenza de ocho pisos. Y como son muchos pisos para una trenza, decidió contarla. Luego la ató al borde de la ventana (porque ahora la trenza se parecía más a una soga que a un peinado), por si alguien quería visitarla. Y así como servía para subir, también era buena para bajar. Por eso la princesa-pelo-largo, -dice Alejandrina, sin recordar su nombre- trepó al revés y llegó al piso. Se fue, entonces, a recorrer el mundo y listo”.
     “¿Y el príncipe?”, pregunta mamá colocando un moño al final de la trenza. Alejandrina inventa: “Se dejó crecer el pelo y escribió el cuento del rescate una tarde de tirones, mientras lo peinaba su mamá”.

29 de diciembre de 2022 


FELICIDAD 

     Ya antes del último gol tenía la sonrisa instalada en la cara. A tiempo completo. A todo terreno. En esos casos resulta sencillo reconocer la felicidad. Excede el cuerpo, embriaga sin alcohol cada uno de los movimientos. Por eso la alegría es torpe, desaliñada, un tanto áspera en sus formas.  Pero también es buena compañera, solidaria. No le gusta salir sola en las fotos.
     Él baja corriendo las escaleras para sumarse a la calle. Para mezclarse. Y hay algo matemático y algo físico en el asunto. Saluda desconocidos, corea, abraza y se deja abrazar. Y hay algo místico en este punto. “La felicidad invertida en el conjunto aumenta las ganancias”, piensa (o siente, no puede el Contador estar seguro). 
     Ya tarde, vuelve tarareando a la soledad de su casillero. Y tal vez mañana olvide la letra que se oyó cantar, el roce multiplicado, el carnaval desclasado. “Todo es efímero”, publicarán. “No serán visibles los síntomas en veinticuatro, o cuarenta y ocho horas”, diagnosticará el médico. Pero él sabrá (ahora sabrá) que hay un tipo distinto de felicidad. Un cosquilleo que hace sentir como propia la risa ajena. Una celebración propia que se deja sentir como ajena. Algo que (por fin) está bien repartido. 

22 de diciembre de 2022 


SUS PREGUNTAS 

-¿Cómo llego hasta al centro? -preguntó un hombre a otro en una parada de colectivos. 
-Cansado -fue la respuesta.
-Hablo del modo -dijo el primero.
-Yo de adjetivos -agregó el segundo.
-Pregunto por la forma de arribar al centro de la ciudad.
-Puede arribar cansado, si decide ir caminando, transpirado, si lo hace corriendo, o apretado, si lo hace en colectivo.
-¿Y qué línea me lleva?
-Sin dudas no será la línea recta. 
-El número quisiera saber.
-Yo suelo apostar por el 16.
-¿Y sabe el precio?
-Eso dependerá de la ubicación.
-¿De la ubicación dentro del colectivo?
-No, de la ubicación en la apuesta. 
-¿Y el precio del colectivo, lo sabe?
-Desconocía que estuviera en venta.
-Del boleto.
-¿De boleto de quién?
-Del mío.
-Pues eso debería saberlo usted. ¿No le parece?
-Pregunto por el costo del viaje.
-Todo viaje tiene sus costos: las cosas que uno deja, el cambio de ambiente, las personas conocidas. Pero también está la ganancia de explorar lugares nuevos. 
-Bien, no hablemos de precio.
-Buena conclusión: la vida no es sólo dinero. 
-¿Y sobre el tiempo?
-Lluvias, anuncian la próxima semana.
-El tiempo de espera.
-Ese es el peor, sin dudas.
-¿Demora mucho en pasar el colectivo?
-Normalmente anda rápido, pero si usted le hace señas, aminora el paso y puede subir. Despreocúpese.
-¿Y cada cuánto pasa?
-Cada vez que completa la vuelta.
-¿Y es grande?
-Treinta y tres asientos tiene el colectivo. Pero no se inquiete, también se puede ir parado. 
-Hablaba de la vuelta.
-¿La vuelta? Y, no sé... la vuelta será a la noche, cuando regrese. 
-¿Lo espero acá o en la vereda de enfrente?
-¿A mí? Espérenme acá, no más… ya estoy llegando, ¿no me ve?
-¡Al colectivo, digo!
-Ah, perdón, entendí mal. ¿Usted quiere tomarse un colectivo?
-¡Sí! ¡Por favor!
-Pregunte en la esquina, esta calle está cerrada por obras, hace meses que no pasa nada.
-Gracias…
-De nada. Un placer poder responder sus preguntas. 

15 de diciembre de 2022 


AJEDREZ 

     El caballo no quiere ser caballo, pero tampoco reina, pero tampoco alfil. Dice que quiere ser aviador. Por eso sobrevuela encima de la mesa, sostenido por la mano de Lote, quien parece estar a cargo de sus estudios de aeronavegación. El segundo caballo, en la orilla del tablero, espera que nunca llegue su turno pues le aterran las alturas. Un alfil se llama Lorenzo y el otro Vanina. “No son hermanos -aclara Lote-, sólo se parecen porque usan la misma ropa”. Uno intenta ser alpinista y el otro sueña hacer buceo. Entonces, a este último, le agrega un salvavidas naranja pintado con fibrón indeleble. “Para que no se borre bajo el agua”, explica. La reina sí quiere ser reina, pero reina de verdad. Y mandar: esto se puede hacer y esto no. Por eso trepa a lo alto de una repisa. Dice Lote (que dice la reina) que desde allí controla todo mejor. Los peones tienen nombres como Raíz, Siete, Dobladillo, Ventana o Marrón. Y hay uno que es Adán, como su hermano (que se llama Adrián). Porque Lote (en su casa conocida como “Lore”) nombra todo lo que se encuentra en su camino, con una pronunciación desafiante de cuatro años y una lógica indestructible de cuatro años. Hay peones malabaristas, los hay almaceneros, dos son violinistas y hay tres que se fueron de vacaciones (lo cual explica porqué están en el suelo). 
     “¿Y el rey?”, pregunta la profesora de ajedrez. Lote sacude los ojos con algo de culpa y algo de inocencia. “Lo estaban esperando en otro lado”, responde mientras termina de organizar un partido de fútbol sobre el tablero. No necesita haber estudiado la revolución francesa para comprender que descabezar a un rey puede llegar a desagradar a algunas personas. Por eso guarda silencio y espera que la profe no revise hoy el tacho de basura. 

8 de diciembre de 2022 


RENACER 

     No renacerás al tercer día, ni al cuarto, ni al quinto. Primero será necesario que caiga mucha tierra sobre tu cuerpo inerte. Mucho barro. Mucha mierda. Para que nadie imite tus actos, replique tus palabras, interprete tus letras. Luego, cuando no quede uno parecido a vos, podrás volver.  Sacudirte el polvo del olvido, podrás. Refinar tus modos, filtrar tus decires, también. Blanquearte un poco, ya que estás. Y renacer. Hervido, ornamentado y mudo. De gran tamaño, tallado. Para ocultar a los que vendrán doscientos años después, a proponer las mismas revoluciones por las que a vos te mataron. Pues eso de tapar el sol con un dedo (contrariando el sentido común), nunca les ha fallado. 

1 de diciembre de 2022 


LA PIEZA

La pieza de mis abuelos
un día se detuvo.
Paula Martini

     La pieza se desprende de la casa. Como fruta madura cae del árbol, pero cerca del árbol. La pieza de los abuelos se separa y toma su propio rumbo, pero no lejos de la pieza de los hijos, de la habitación de sus nietos. A veces aparenta estar quieta, y es engaño. Avanza marcando rumbo, soltando estela, o más bien polvo. Porque no tiene patitas la pieza, repta y deja huellas que, vistas de lejos, parecen caminos. 
     Yo me subo, de tanto en tanto, y me voy en viaje de pieza. Si miramos por la ventana, me señalan la lluvia. Si observamos fotos, me explican cosas en blanco y negro. También comemos en la cama, y nadie nos reta. Después me piden que me baje, porque hay algo que sólo es de ellos, y llaman “siesta”. 
     Los abuelos no están siempre en la pieza, se van a pasear, a hacer los mandados, a visitar al médico, dicen, como si de verdad hubieran sido invitados. Por eso, en algunas ocasiones, queda estática la sábana, inmóvil la cortina y duros los retratos, aguantándose la risa. Cuando mis abuelos salen, la pieza se detiene a esperarlos. Se amarra al puerto de las obligaciones cotidianas y aguarda, en silencio, que ellos vuelvan para ponerse en marcha.

24 de noviembre de 2022 


PEDACITO

     El muerto se aburre y se endereza. Se acomoda en el cajón y disfruta el placer de no sentir. Ni un tirón en la cintura, ni una pierna dormida, ni siquiera un tímido dolor de cabeza. Acodado en el borde del cajón saluda a los deudos. 
     Se muestra poco interesado en explicaciones trascendentales, gritos lazarinos o cuestiones forenses. Sólo se aferra a este pedacito de vida que le faltó gastar. ¿Alguien conoce una parrilla cerca?, pregunta. ¡Yo invito!, dice seguro de no tener que pagar.
     Brinda, rememora, planifica. Poco importa. Al rato, los otros que toman, olvidan el motivo primero de la reunión. También brindan, rememoran y planifican. “Seguimos el próximo jueves”, propone un primero. “Todos los jueves”, arriesga un segundo. “De jueves a jueves”, dice un tercero que se está por dormir. El muerto aprueba cada propuesta seguro de no tener que asistir.
     Al final de la tarde un enterrador pide orden, caballeros, más respeto, por favor. Que retornen a sus lugares los que lloran y el llorado, manda. Pero el finado tiene un bis por consumir aún. “Andá, yo te cubro”, dice un amigo y se acuesta con gesto de eternidad. Dispuesto a improvisar una siesta hasta que decida volver el titular.

17 de noviembre de 2022 


RUTINA 

     Miriam espera el colectivo por última vez. Por última vez escribe el horario de entrada. Por última vez almuerza sola en el pasillo, mirando la gran ventana. También serán últimos los pasos del regreso, los rituales nocturnos, el sueño ligero que precede al definitivo.
     Todo es mentira. Ella lo sabe, pero le gusta andar por la vida con ánimo de despedida. Cada mañana, en la parada del colectivo, se relata en tercera persona su última jornada. Saluda, sin saludar, un mundo que ya es ajeno, que casi no está. Pinta de funerales la cotidianeidad. Mastica la rutina con algo de arsénico, de sátira, de saliva.
     Tiene vocación de suicida, pero no tiene descaro. Le agrada más escucharse, cada mañana, contando su tic-tac terminal. Imaginando el obituario que redactaría la familia. Aunque siempre está abierta a la opción de que, tal vez, un día cualquiera, la pise un auto, se enamore o gane la lotería. 

10 de noviembre de 2022 


MENTIRA 

     Engendran una mentira en la mesa del bar. No es un mal lugar, después de todo, para verla crecer. Sólo basta subir la voz, mirar en todas direcciones, gesticular con alevosía. Luego es cuestión de esperar que adquiera nombre, que tome cuerpo. Siempre da un poco de orgullo notar cómo se estiran los vástagos, cómo maduran y cruzan, sin girar siquiera, la puerta de su nacimiento. Aunque alguien observe la salida, tres mesas más allá, con cierta envidia o enojo incierto.
     Una mentira sabe desenvolverse en sociedad. Se adapta, se amolda, se agranda. Suele vestirse de sabia respuesta a previas mentiras. Por eso es (y hace) feliz, además de tener una buena esperanza de vida. Se encuentra capacitada para camuflarse hasta hacerse imprescindible e invisible, un pilar fundamental en la comunidad educativa.
     Mientras tanto en el bar, tres mesas más allá, la verdad almuerza. Estira el menú económico con bocados pequeños y largas pausas que le permiten mirar por la ventana. Ignoramos todo sobre sus padres. De ella sabemos nada. Tal vez espera que alguien la pase a buscar. Quizá hoy. Por qué no, mañana. 

3 de noviembre de 2022 


MANCHÓN 

     Para contarte la historia de la misteriosa isla tengo que empezar diciendo que el mapa era de América. Maitena tenía que ubicar los países y averiguar sus capitales. Primero se enchinchó, (porque no le gusta hacer tareas), después se preparó un sándwich de jamón y queso con mucha (mucha) mayonesa, y se puso a comerlo encima del trabajo sin terminar. Fue en ese preciso momento que una gota gorda, amarilla y sustanciosa, cayó sobre el mapa. En algún lugar del Atlántico sur, frente a las costas de Brasil (más o menos). La gota chocó contra el papel celeste, se expandió apenas un poco, y delimitó para siempre los contornos de una isla de mayonesa.
     Los barcos que deambulaban por la zona fueron los primeros en descubrirla. Una montaña amarilla y cremosa en medio del mar. ¿Un iceberg de mayonesa? Por las dudas, las embarcaciones se corrieron, los peces se alejaron y los cruceros se limitaron a sacar fotos a buena distancia. Las olas lamieron un rato el borde de la isla y luego (empachadas) la dejaron ser.     ¡Qué le hace una mancha más al océano! (debe haber pensado alguien).
     Navegantes intrigados desembarcaron para hundir sus pies en esa nieve gastronómica. Pero terminaron chupándose la punta de los dedos, la mano y el codo. Más tarde llenaron frascos vacíos y volvieron a sus barcos antojados de saborear un sándwich de jamón y queso. Arribaron científicos con anteojos, buscadores de tesoros, comedores compulsivos de mayonesa y mirones con tiempo libre. Finalmente se tomó la decisión irrevocable de hacer un documental.
     Menos mal que todo este asunto salió en los diarios, (y lo pasaron en la tele y lo multiplicaron con memes). Porque, de lo contrario, Maitena hubiera recibido una mala nota al presentar su mapa con los nombres de los países, sus capitales y un manchón aceitoso en el Pacífico sur. 

27 de octubre de 2022 


CIRCULACIÓN EQUINA 

     Pasean caballos por el barrio hipódromo, mientras Mireya los cuenta desde la ventana. Uno blanco, dos manchados, tres que miran hacia el costado y cuatro que fingen indiferencia. “Un día de estos se van olvidar que los vigilo y desplegarán las alas”, piensa. Morderán sus riendas hasta romperlas, sacudiéndose, para liberarse de sus pequeños cuidadores. Luego se dejarán crecer extremidades aladas y remontarán vuelo. Perforarán las nubes encapotadas y dejarán siluetas de pegasos para rellenar con celeste cielo. 
     No procrean arcoíris ni tienen cuernos únicos en la frente. “Eso no es posible”, dice Mireya al silencio de su pieza vacía. Estos son caballos comunes, que compiten y ganan, que combaten y pierden. Sólo que, de tanto en tanto, escalan al firmamento. Ella lo sabe. Y ellos saben que ella sabe. Por eso miran hacia el costado, por eso fingen indiferencia.
     Antes que vengan a buscarla para sembrarla delicadamente en una silla que rueda, Mireya espía caballos y los cuenta. Espera el día que se muestren tal cual son, que emprendan vuelo, invitándola (¿por qué no?) a dar una vuelta. 

20 de octubre de 2022 


MONTAÑAS 

     Juana sale en las fotos con sus montañas detrás. Siempre. Porque las montañas siguen a Juana. Cada vez que ella va a la ciudad llana, las fulanas puntiagudas se le suben en la espalda.  Y asoman la nariz por la mochila, porque son curiosas además. Van saludando en el camino y comentando al pasar: “¡Mirá, un edificio con ascensor!”, dice una. “¡Pobre! -responde la otra-, con lo lindo que es escalar”. “¿Viste esa avenida recta?”, pregunta una. “Capaz que no sabe que es posible doblar”, piensa la otra.
     Suena divertido, pero no resulta tarea fácil andar haciendo mandados por el centro con dos montañas en la espalda. Hay que cuidarse de las puertas bajas, los puentes angostos, las publicidades excluyentes y los piropos discriminatorios. Además siempre hay que pedir comida para tres, porque no se pierden la oportunidad de probar cosas nuevas. Y más de una vez también hay que pedir disculpas, pues comentan en voz alta lo primero que les viene a la cabeza.
     A las montañas no les gusta pasar desapercibidas (lo cual es de público conocimiento), por eso se presentan donde van, averiguan hasta lo que ya saben y asoman sus picos cuando alguien saca fotos. Además son coquetas, entonces (de tanto en tanto) le piden a Juana que les acomode el verde-musgo, el gris-piedra, los amarillos-reflejos y los celestes-agua. Después se miran entre ellas y alguna pregunta: “¿Estoy peinada?”. 
     Pero también hay que decir que extrañan. Así que al tercer o cuarto día de paseo, ya tironean desde la mochila para que Juana emprenda el regreso. Dicen adiós varias veces (porque tienen eco) y guardan en su memoria las cosas que vieron. Al llegar se acomodan en su terrenito y duermen una buena siesta. Pues cansa mucho eso de andar desbaratando el paisaje. 

13 de octubre de 2022 


DOMICILIO 

     Es misionero, correntino, cordobés, con algo de porteño. Nació allá y después se mudó dos o tres veces. Cuatro o cinco. Bueno, tal vez seis. Tiene tonada variada, se come las eses y, de tanto en tanto, las palabras se estiran antes de terminar de salir de su boca. Roberto Matías tiene los ojos del padre, la nariz de la abuela, la paciencia de la bisabuela y dos nombres que heredó de unos tíos que nunca conoció. 
     Tuvo a la seño Bety, a Lucía, a Sandra, al maestro Antonio y se enamoró perdidamente de la profesora de música de tercer grado, (el tercer grado que hizo en una escuela, porque después terminó en otra en donde había clases de pintura, en lugar de canto). Nunca se tomó la molestia de aprenderse una dirección de memoria. 
     Si dibujara un mapa lo llenaría de abrazos, que es lo que más le gusta. Abrazos de abuelos junto al río, de los tíos en la ciudad, de la prima en la sierra, de la tía abuela que vive al lado de un ruta ancha y de los amigos que hizo cuando iba a club que se llamaba San Martín.
     A veces le dijeron Beto, a veces Mati, también chueco y en más de una oportunidad fue “El nuevo”. A él le gusta escuchar todo su nombre y su apellido, como si fueran esas las coordenadas de su domicilio. 
     “¿Dónde está tu casa?”, preguntó un día la directora al ver que tardaban en venir a buscarlo.  Roberto Matías encogió los hombros. “¿Pero dónde vivís?”, insistió la señora. Él hizo un recuento de casas, paisajes y pasajes, de piezas, de escuelas, de amigos y enemigos, para elegir contestar: “Vivo en donde viven los que más me quieren”.

6 de octubre de 2022 


GARANTÍA DE VISTA 

     Las ventanas no vienen con garantía de vista, y es una pena. No se limitan a dar entrada a la luz, marcan el largo que los ojos tienen para creer en la vida eterna. 
     Matías recién llega a la ciudad y ha descubierto que tiene un hueco. Además del hueco en el alma, digo. Un hueco en su habitación. Mira de costado, muy de costado, pegando la nariz sobre el vidrio, para entrever algo de calle, algo de claridad. De cualquier manera todo le suena extraño, desconocido. El vecino de enfrente ha decidido opacar los cristales, por lo que ni vale la pena sonreír. Ve cables, tubos, humedad. Entiende, así, que nadie ve. Que esta ventana no está pensada para mirar.
     Siente el cansancio de la mudanza, pero antes de acostarse corre los vidrios y asoma buena parte de su cuerpo. Logra ver el sol. Entonces imagina que lo enlaza y lo arrastra hasta su pieza. ¿Dónde lo pondría? Sobre aquella pared, a los pies de la cama. Con fines de calefacción y para salvar los ojos del alma. Piensa que debería ser fuerte el tirón, no resultará fácil remolcar semejante bola amarilla. Tal vez caiga alguna antena, en el empujón. Tal vez se enganchen un par de calzones casi secos, también algunos pájaros. Un barrilete, por qué no. 
     Cuando Matías despierta de la siesta descubre que alguien dibujó los vidrios de su ventana sin salida. Ahora hay un sol amarillo que viene con antenas, calzones, pájaros y un barrilete rojo, verde, violeta. La luz que llega torcida de la calle se cuela de refilón, calcando el dibujo sobre la pared. Matías lo mira desde la cama mientras estira las piernas. Se hace largo para que el sol proyectado caliente sus pies.

29 de septiembre de 2022 


LA TRISTEZA 

     Armando quiere llorar. Así, de golpe. Le agarraron unas ganas fuertes de llorar con todo el cuerpo y le cuesta disimular. Piensa que es porque olvidó hacer la tarea, pero no puede ser... pues la seño también olvidó pedirla. Quizás es por dolor, pero hace un recorrido rápido que va desde la cabeza a los pies y todo parece estar en orden. A lo mejor la tristeza saltó por la ventana y se le vino encima porque sí, porque es el que está sentado más cerca del patio. No tiene la respuesta, sólo un nudo en el estómago y unas lágrimas que empiezan a asomarse. Por eso espera el recreo y busca un rincón donde nadie lo vea.
     Flora sí lo encuentra. Porque lo conoce, lo encuentra. Y enseguida descubre el llanto acumulado y le pregunta las razones. Armando encoge los hombros. Dice que no sabe, y en serio no sabe. “Bueno, llorá”, responde Flora mientras termina de comer una factura. Y las lágrimas brotan en catarata, como si hubieran estado esperando la orden de salida.
     “Ahora pensemos qué hacer con ellas”, dice Flora con la boca llena. Armando está demasiado ocupado gimiendo como para contestar, por eso vuelve a encoger los hombros. “No hay que desperdiciar agua”, afirma muy seria. Comenzando, así, un listado de ideas para ocupar “racionalmente” (y usa esa palabra Flora) las lágrimas saladas. 
     “Podemos armar una laguna. Una de esas que tienen botes con pedales y vendedores de helados en las orillas”. “También un acuario para peces marinos. Con algas, cangrejos y caballitos de mar”. “Hipocampos, se llaman”, aclara Armando mientras se limpia la nariz con la manga del guardapolvo. “Una fuente podría ser”, sigue Flora. “Una fábrica de olas”, dice él. “Una reserva de mar”. “Un reloj de agua (que es como el de arena pero con lágrimas)”.
     Antes que toque el timbre, la lista habrá crecido en siete u ocho puntos más. Armando ya no llorará en un rincón del recreo y la tristeza habrá salido a buscar a otro desprevenido para saltarle encima.

22 de septiembre de 2022 


HOY 

     Sembraron una semilla en la pared y creció un árbol dibujado. En el fondo del aula fue, para que lo vean bien quienes miran al revés. “Tema uno” y “tema dos”, se escuchó decir. “Tema tres”, también. “Copien”, “indiquen”, “señalen”, “resuman”, se oyó repetir. “Justifiquen”, más de una vez.  De todo eso se alimentó el verde ramificado, con todo eso se extendió por la pared. Juntando el poco gusto de escuchar, el amplio encanto de correr. Los timbres de salir, los timbres de volver.
     Estoy en el frente y hago un poema (disfrazado de prosa sobre el papel). Veo cómo se estiran las hojas dibujadas, trepan al techo, vencen la pintura descascarándose. Regado con ganas (muchas) de huir y no retroceder, el tronco tallado con fibrón verde sigue hacia el dintel. Ayer sembramos una semilla de cansancio, hoy creció un plano de fuga sobre la pared. 

15 de septiembre de 2022 


LA LISTA 

     Elena estrena su primer día de jubilada listeando el futuro. “Viajar a Mendoza”, pone. Porque siempre quiso y nunca pudo. “Ir a clases de pintura”, pone. “Caminar tres veces a la semana”. “Hacer una huerta”. “Arreglar la casa”. Además escribe: “huevos, aceite, manteca y pan”, (porque uno sabe cómo empiezan las listas, pero ignora hacia dónde pueden derivar).
     Por costumbre se levantó temprano, por eso son las ocho y está bañada y desayunada. Estirando el mate en la punta de la mesa, mientras enumera lo que hará primero, lo que ya no hará. “Comprar una casa rodante”. “¿Vos viste lo que cuestan?”, se dice. Después tacha esa línea y otras dos: “Conocer un crucero”, “Aprender a manejar”. No da el presupuesto, argumenta. No tiene sentido tener carnet sin auto, razona. También tacha dos o tres cosas más.
     Entonces se queda mirando el reloj. A sus excompañeras aún les falta llegar al primer recreo.  Una vez tamizada, la lista no queda muy larga. ¿Tuvo sentido dejar todo para después? Prende la tele llenando el silencio. Apenas son las nueve y diez de la mañana. 

8 de septiembre de 2022 


LA RADIO 

     Hacía girar el dial buscando personitas. Era como en el cine pero sin ver. Voces impostadas, fuertes, que hablaban de tú y no sabían putear, pobrecitas. A ella le gustaban las canciones fáciles de aprender, aunque ofrecieran maizena, toddy, geniol o jabón federal.
     Ya sabía que no eran personas pequeñas dentro de una caja. Pero aún así solía imaginarse directora, diciéndoles: “¡Ahora!”, cuando elegía la señal. Sólo entonces ellos comenzaban a hablar, simulando distracción, como si la conversación ya estuviera empezada.
     A veces no la dejaban tocar. Eso no era divertido. Con ceños fruncidos corrían el dial buscando entender. Como el día en que la hermana iba y venía de una esquina a la otra, girando la perilla con rabia y espanto. Al final la rompió y quedó fija la voz, diciendo todo aquello que hubieran preferido no saber. Por última vez se oyó hablar al general. Después fue preciso esperar dieciocho años junto a la radio para volverlo a escuchar.

1 de septiembre de 2022 


Julián Trovero, Silvana Babolin, Laura Sáenz,
José María Pallaoro, Amor Perdía, yPaola Boccalari / City Bell, circa mayo de 2012
Te fuiste Amor. Hace un rato te fuiste. ¿O estás solo dormida? 
"Amor duerme, y yo, en mi insomnio de frío, espero su despertar. Espero, con la esperanza del también dormir." jmp 

Amor Perdía (Santa Fe, 1973 – City Bell, 24 de mayo de 2023) / Profesora de Historia / Escritora / Últimos microrrelatos subidos a JUEVES DE MICRORRELATOS /  
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.- 

lunes, 29 de noviembre de 2021

JORGE ALEMÁN Get Back



Get Back 

    Se encuentran en la sala / ensayan con temas clásicos que recuerdan que siempre fueron una banda de rock / parodian a otros grupos y cantantes / se burlan de sus propios temas de siempre / desafínan y se ríen de los viejos tiempos / se calientan con sus instrumentos / se pelean y se insultan / dicen saber que no son los mejores o no pueden como antes / se ayudan y se escuchan con una inquietante atención /unos a otros se cambian las letras / deliran/ nadie puede entrar en ellos / finalmente todo el genio se conjuga en el ensamble de los días / y finalmente suben a la azotea y por fin son ellos / ellos suenan como ellos / como nadie / perfectos como un milagro / siendo inevitables y únicos dan el último concierto de sus vidas al aire libre .

29 de noviembre de 2021 

*

    Ese tipo hace años que está despierto mientras los demás duermen / Es pura luna y cigarrillos caminando entre cuerpos desamparados / en la madrugada ya siente que en su reloj falta una aguja pero son las 6 / siendo tan mayor sigue buscando a alguien que no sabe quién es / es dolor? / es amor ? /sentir que lejanía y proximidad nombran lo mismo / Y como si fuera muy joven toma la navaja que dibuja el vacío en las estrellas.

26 de noviembre de 2021 


    Sentí el frío / esa humedad horrible en tu alma / hay paisajes que nadie puede socorrer / ni aquel dios de los otros te puede volver a la luz / sentí la gélida mano que viene con los días del crepúsculo / y no pidas nada a nadie / ya te tocó el día en qué la pasión ardió en tus ojos hasta quemarlos / sentí el miedo de las mujeres que nunca fueron amadas y ellas mismas eran el amor / sentí la cobardía de esos hombres que esperan todo para ellos / sentí hasta perderte en el bosque / fuera del camino principal / sentí sin miedo / que es así como nace la belleza de la palabra justa .

22 de noviembre de 2021 


    El tipo dice que si sentí un cuchillo en la espalda en el viaje es porque no hay más ida o vuelta / solo hay tránsito y tu alma es una caja de resonancia de aquellas palabras que no le piden permiso al tiempo / el cuchillo es un sueño equivocado dice el tipo / vos ya no te vas ni volvés / ya verás que las heridas son firmas de los autores de tu cuerpo /que ahora se han vuelto la pluma que escribe aquel nombre con gracia.

20 de noviembre de 2021 




Selección de textos del muro personal de FB de JA (noviembre 2021), José María Pallaoro 
Jorge Alemán Lavigne (Buenos Aires, 30 de marzo de 1951) / Psicoanalista, escritor y poeta / Foto: Imagen del documental “Get Back”

miércoles, 3 de noviembre de 2021

JORGE ALEMÁN Dice el tipo



Dice el tipo que ya no atrapa Safo los corazones de nadie / ha crecido la niebla en la playa de su cuerpo insolente / y ya no necesita del cansancio de los hombres / esa fatiga que crece como una piel blanca sobre la flor más deslumbrante / no despiertes a Safo / no insistas porque es arrogancia despertar a la mujer que ya espera a un solo hombre y no sos vos dice el tipo 

17 de septiembre de 2021


El tipo dice que ahora no se rompió nada / que ya estuvo roto al nacer cuando aquel jarrón de penumbras estalló en mi frente / por eso solo llevo astillas clavadas en el pensamiento  / así que el tipo dice que si ahora perdí a mi gran refugio no importa / es tan solo el paso de las horas que hacen correr los breves fragmentos de un dolor antiguo por mis venas / Por eso nunca entenderás nada / dice el tipo

21 de septiembre de 2021


El tipo dice que si se capta el presente puro por fuera de los ríos del tiempo y no hay lugar para el sentido/ se esfuman todas las escenas / ni las pesadillas más sórdidas aguantan el frío poderoso de ese instante / un abrir y cerrar los ojos que no tiene historia / entonces ahí dice el tipo y solo ahí aparece el único nombre que te eligió/ tu momento fallido en la pila bautismal donde nunca has estado como una criatura propicia / mientras la guerra canta para vos una canción de cuna semejante a una mujer

30 de septiembre de 2021


El tipo dice que no aguanta más la letanía de los decepcionados / los que dilapidan su energía esperando otra cosa en lugar de seguir buscando / porqué les gusta tanto ésta insatisfacción? / porqué el panegírico de la insuficiencia? / odio a los desilusionados que nunca es lo que debía haber sido dijo el tipo / si quieren otra cosa que empujen de todas las formas posibles sin repetir las maneras del enemigo / dice el tipo que esas quejas no son de los que quieren de verdad que el curso de las cosas cambien sino que esperan confirmar la peor de sus anticipaciones / para que vuelvan los centuriones y entonces poder decir que ellos lo habían advertido / este juego ya lo vi / dice el tipo

5 de octubre de 2021


Dice el tipo que si los duendes supieran que nunca supe estar sin vos y envejecí en pura ausencia simulando no necesitar nada ahora reirían hasta que el mundo se rompiera para hacerme nacer de nuevo

20 de octubre de 2021


Sabe que ella puede matarlo mil veces y que todos sus puñales serán justos / ciertos como la vida entregada a la intemperie / pero no sabe cómo se llora por amor y adivina que la clemencia es enemiga del poema / ahora en el tiempo que le resta que sepa ataviarse para que sus heridas manchen de luz a los extraños días irisados de ausencia

28 de octubre de 2021


El tipo me dijo que no entienda / en vano es escuchar sonidos del odio si te quieren matar / ahora amanece sin paz/ has elegido a Safo para tu ofrenda y ella nunca quiso otra cosa que verte caer en tu inútil poema

29 de octubre de 2021


Selección de textos del muro personal de FB de JA (septiembre / octubre 2021), José María Pallaoro 
Jorge Alemán Lavigne (Buenos Aires, 30 de marzo de 1951) / Psicoanalista, escritor y poeta / Fotos: jmp /

viernes, 22 de octubre de 2021

DANIEL PONCE Diez poemas inéditos de Pena capital



Declaración

Midieron mi cabeza y luego la pesaron.
Estaban observándome por una hendija.
Escrutaron mi camisa. 
Pusieron las llaves de mi casa 
en un balde con kerosene.
Me revisaron la boca, el fondo de la lengua.
Ordenaron que orinara sobre papel cazamoscas.
Tuve que beber agua de un cactus
que sabía a naufragio.
Me ordenaron escribir esto,
luego firmarlo.


Pena capital

Nacer, morir, renacer ¿de qué está hecha la vida?
¿De arena, de niebla, de espanto, de piedras?
Los últimos mensajes que recibo son órdenes,
órdenes que nadie puede cumplir
ni siquiera yo que me dediqué al orden
sabiendo que no lleva a ninguna parte.
Los primeros mensajes que recibí fueron de alerta
para que me pusiera en guardia y estornudara
ante el polvo de los libros y el moho de las letras.
¿Con qué está tejida la tela que me separa
de aquel que fui y que, hoy, no reconozco?
Oigo gritos, nadie puede quedarse callado.
Me callo a medias, murmuro.
¿Para qué fue hecho el silencio?
Nacer, morir ¿renacer? ¿para qué?
Oigo gotear la canilla; el silencio
quizás fue hecho para tragar la ausencia.
El tiempo es la sombra de una medalla,
sin embargo, pesa más que piedras en un páramo.
El tiempo es cavar una tumba en la esperanza,
es arena, un mendigo sádico.
¿De qué infamia están hechos estos desperdicios?
Vengo del hielo. Mis ropas son pieles de mastodontes.
Tan antiguo como la pregunta. 
Tan muerto desde el principio.


Cornisa

Cuando mi padre enfermó
era como si hubiese quedado en una cornisa.
Desde el piso, lo veía vacilar, ajustarse al escueto reborde,
oscilar como un pingüino, aletear. 
Ni él ni yo podíamos hacer nada.
Todo quedó supeditado a que se abriera la ventana.
Cada vez que algo oscila delante de mí, una rama,
la hoja que va a desprenderse del árbol,
un cable cortado o una tela al viento,
siento que la perplejidad es la única réplica.


El paraíso de los indiferentes

El paraíso de los indiferentes
está poblado por gente cordial,
atestado de espejos.
Duermen la siesta abrazados
a un ancla oxidada
para experimentar confort
y apego a una causa justa.
La demografía es estable
y si alguien muere
nadie lo toma en cuenta.
Amplios salones color remolacha,
veredas con pozos tapados de esponja,
baños que huelen a excrementos sutiles,
el paraíso de los indiferentes
es un club de filósofos analfabetos.
Nadie es expulsado del paraíso,
nadie intenta parecer bueno.
Todos comen.


Transgresiones

H. posee una estadística de exclamaciones
que obtuvo en un sitio de poetas maduros,
agriados por la edad. Jura conocer Islandia.
Q. es un especialista en haikús aguachentos,
martirizado por un dieta ocultista 
en base a zanahoria rallada y alcaparras.
C., por fin, besó a su primo en la boca:
le había dedicado un tomo de sonetos eróticos.
T. salvó de un incendio una estampa japonesa.
O. y L. vaciaron un cenicero en la tumba de Pizarnik.
Ch., prologuista escurridizo,
viaja de incógnito hacia Cacodelphia.


El ejército enterrado

El general que se precie 
debe enterrar un ejército.
Además, erigir una muralla, 
quemar libros, acorralar poetas.
Un general de generales: yo.
Conduzco espectros.
Soy Quin Shin Huang,
me preceden la pena
y los muertos.


Ruinas móviles

No importa la cantidad de espejos
en los que me buscaste.
Aprendamos a olvidar.
Será más fácil que resucitar.
Las cosas del Universo
cambian de forma.
Mi propia cara 
ha escapado 
con otro.


Nueva Babel

En la última habitación, la más alta, en la cima
se oye el brusco lenguaje que está por venir,
sobre una nube de lenguas cansadas, derrotadas
que tomaron la forma de un gas verde
como el fosgeno que peinaba las trincheras,
y debajo de la habitación nadie entiende nada
por la sofocación, por el desconcierto.
Luego, bajo la estrellas reina la intemperie.
La habitación será desmantelada.
No habrá espacio para que el musgo
haga su labor memoriosa sobre los ladrillos,
ni para retribuir el esfuerzo de los habladores.


Emigrado

Vengo del país perdido.
De un país del cual se sale
por un ventanuco. Sin zapatos,
emergí  entre los ligustros
y pasé un invierno viviendo
con gente de plástico.
Olvidé el origen de mis penas
en una alcantarilla.
Vivo en un círculo trazado
por pezuñas. En un cuenco
metido en una bolsa
que está metida en una caja.
Vengo de un país perdido
donde valen las guadañas,
los espantapájaros, los insectos.
No hay modo de regresar.
En los grandes arenales
está escondida la llave.
Queman las plantas de los pies.
Un síntoma, una plegaria, alrededor
de la ingente necesidad de rabiar.


Hablar

Estás tratando conmigo
que estoy muerto.
Como quien se interna
en una montaña sin luz
oyes voces, sospechas
que algo extraño va a ocurrir,
sin embargo, es más frecuente
hablar con muertos
que con vivos.
Los muertos hablan 
hasta el cansancio
y aquello que fue su esplendor
es, ahora, la bruma 
que pone un velo enigmático
sobre sus rostros
tornándolos indistintos
y queda la voz en un susurro
de sílabas separadas
como pronunciadas
por un autómata.
Tratar conmigo, con delicadeza,
es encontrar el porvenir.
Y no podrás saber dónde
se originó mi llamado,
ni cuáles fueron los motivos,
sólo que estas pocas palabras
escapan del estándar,
no esperan respuesta
ni poseen enseñanza alguna.
Con hablar, esto es lo seguro,
será suficiente.



De Pena capital, libro inédito de poemas, 2020 / Selección y foto: jmp
Daniel Ponce (Buenos Aires, 1956)

martes, 29 de junio de 2021

DANIEL GAYOSO Vive una enorme mujer en un hogar pequeñito




 

LAUREL

(Un divertimento)

 

 

Laura -que deriva de laurel: “victoriosa, triunfante”- es el nombre de mi hija.

A su entusiasmo por inventar conmigo juegos de imágenes, palabras y un reloj de arena

debo este libro, escrito a sus doce y publicado ahora, seis años después.

Para seguir alegrándonos de poesía.

 

“Por juego, por simple juego”

Conrado Nalé Roxlo

 

 

 

Vive una enorme mujer

en un hogar pequeñito,

y asoma por el tejado

su mirada de infinito.

 

 

 

Hay una brecha en mi casa

por donde pasan vecinos,

ciegos, parientes difuntos

y, cuando puedo, yo mismo.

 

 

 

Sacando agua del pozo,

vio acercarse por el llano

a un jinete, a dos, a diez…

Cien bebieron, endiablados.

 

 

 

En época de sombreros

los había que iban solos,

creando sus propios dueños

limpios, bonitos y cómodos.

 

 

 

Vagando por Buenos Aires

va un ciego con una silla.

Y se sienta en donde debe,

según su punto de vista.

 

 

 

Sólo las ruedas llegaron

del viejo sulky. Perdieron

demasiado en ese viaje...

Pero bueno, se lucieron.

 

 

 

Arribó el explorador

al sitio que más ansiaba.

Muy solo, sin provisiones

y jactándose por nada.

 

 

 

Saludaba a su reflejo

en vidrieras de cafés,

y una imagen le repuso:

¡Muy buenas! ¿Quién es usted?

 

 

 

Las escaleras trepaba

de joven, y descendía

de viejo, a la nochecita.

Nunca al revés: se moría.

 

 

 

Alto en la gran biblioteca,

ordena libros el viejo.

No hay escalera visible,

ni par de alas. Hay celo.

 

 

 

¿Qué es lo mejor que puedo

hacer por mí?” En un instante

dudó, sonrió y se elevó

sobre las nubes, el ángel.

 

 

 

Cuando las inundaciones,

el pintor impresionista

sale a buscar más reflejos

con su paleta altruista.

 

 

 

Como yo no soy mis versos

a mí nunca me publican;

no me compran, ni me hojean

y en las aulas no me explican.

 

 

 

Mi estado mayor de búhos

reúno al irme a dormir.

Y les doy orden severa:

que alejen el porvenir.

 

 

 

Como hecha a la medida

de los ensueños más leves,

ay vejez... ¡una casita

donde no quepa la muerte!

 

 

 

Las pesas de mi balanza

no bastan para medir

cuánto me agobia esa luz

que inventas al sonreír.

 

 

 

Mi mano sabe la ciencia

de tender conos de sombra.

La vuelvo hacia a mí y descanso

del mundo cuando me nombra.

 

 

 

¿Sale fuego de ese frente

y enciende el árbol contiguo?

¿O es otra cosa, el antiguo

y enrojecido poniente?

 

 

 

Conversando con mis gatos

me ronronearon que sí:

ellos son dobles de riesgo

de amigos que yo perdí.

 

 

 

Rabanitos hay que crecen

suspendidos en el viento.

Pero el quintero, sensato,

les manda bajar al huerto.

 

 

 

Aquel velero fantasma

ya no tiene tripulantes,

sólo uniformes en pie

dejando que el viento mande.

 

 

 

Hoy soñé con papparazzi

que trepaban por mi casa

para llevarse el secreto

de que a mí nada me pasa.

 

 

 

De noche, por la ventana,

él  remontaba un cometa

que se encontraba con otro

bajo la luna... ¡El de ella!

 

 

 

Ya no se usan paraguas;

sí en cambio una cerradura

que abre la puerta de un aire

donde no cae gota alguna.

 

 

 

Las mariposas buscaron

el rostro de un granadero,

y allí mismo se obligaron

a un descanso más severo.

 

 

 

Cuando era San Valentín,

ramo de flores en mano,

salió un bobo al campo llano

a buscar novia por fin.

 

 

 

Esa triste senda de árboles

hasta la casa vacía

donde suspira una carta

de amor fatal… no es la mía.

 

 

 

Cuando él habla con la gente,

copia sus gestos y hábitos,

voces, frases, emociones…

Hoy empezó con los pájaros.

 

 

 

Días iguales los días

que demoran en marcharse,

que siempre se olvidan de algo

para poder desandarse.

 

 

 

Vaciamos nuestro galpón

de todo lo estrafalario,

para que sea refugio

de algún dragón solitario.

 

 

 

En la catedral de Burgos

se dice que hay escondida

una capillita agreste,

y la buscan noche y día.

 

 

 

Tomé una taza de tilo

releyendo un papel viejo.

Y aquí me ves, con mi furia

cautiva de un lento espejo.

 

 

 

¡Máscaras, máscaras, máscaras!

Y la verdad sepultada.

Los pies del baile la llaman,

ella nunca dice nada.

 

 

 

A veces los sentimientos

pasan de largo por mí,

tal como el viento lo haría

si yo no estuviese aquí.

 

 

 

Como si usara unos lentes

de insólita graduación,

a las cosas de esta vida

las ve como nunca son.

 

 

 

Abrió la puerta al llamado

y nadie se presentó.

Cuando la hubo cerrado,

con nadie a solas charló.

 

 

 

Mi mente es la llavecita

que me libera y encierra,

que me encierra y me libera

hasta que no haya más celda.

 

 

 

Las aves hoy no vinieron;

es que no tienen palabra.

Y yo con cuaderno y lápiz

para robarles un ala.

 

 

 

De aquel circo ni cenizas.

Por los caminos del humo

van artistas y animales

y yo también, que era el público.

 

 

 

Sentados bajo la parra

que hubo una vez, recordamos.

Y de oficio la cuadrícula

nos guía por la nostalgia. 

 

 

 

Ruega el llorón a la brisa

que se olvide de soplar;

airecito en sus pestañas

si no es el mar es la mar.

 

 

 

Banquero soy y me presto

monedas de ser feliz

que se vuelven moneditas,

brillos, nada y las perdí.

 

 

 

Sin el anillo famoso

que usaba el rey Salomón

hoy hablé con mi mesita

de luz, de una pasión.

 

 

 

¿Sabrán hacia dónde nadan

los peces de enciclopedia?

¿O la fama trae la duda

y la duda es cosa eterna?

 

 

 

Es temible su agudeza

como la de un alfiler,

estoque o punta de lanza.

No sabe hacerse querer.

 

 

 

Retirado en mis desiertos,

escribo planes de guerra

que el buen juicio de los vientos

echa a volar por la tierra.

 

 

 

Acordaban algún tango

y empezaban a bailar.

Despacio, nada de música,

sintiéndose respirar.

 

 

 

De todas las vanidades

hay apagón general;

pero que nadie se alarme…

Es esta la Realidad.

 

 

 

Un libro en papel laurel,

que han editado en París,

se hojea lento a sí mismo

con sus manos de raíz.

 

 

 

Con este dibujo borro

cierto dibujo anterior

que a su vez borraba otro.

¿Y el primer dibujo? Yo.

 

 

 

La mía es casa de pájaros

y ya no cabe más nadie.

A veces entre las sombras

se lo ve al dueño, que es aire.

 

 

 

Tenía una flor de oro

pero el secreto guardó,

y admirándola en silencio

todas las manos ganó.

 

 

 

 

 

Laurel (Un divertimento), libro inédito de Daniel Gayoso (Buenos Aires, 1957) / Fotos: jmp