“La residencia tiene dos características”. Querrás decir dos diferencias. “Sí, aunque yo digo características y éstas cumplen dos funciones. Por una parte es un centro de día y por otra, es una residencia, aunque se la llame simplemente residencia Clívia”. Ella elige tarta de manzana que viene envuelta en papel de plástico. Lo abre y muerde un trozo. “Hay quien pasa el día en la residencia hasta la hora de cenar, y después regresa a su casa par dormir; y quien, reside siempre allí”. ¿Y por qué motivo? “Muchos de los familiares de estas personas mayores han de trabajar y no pueden atenderlos; y otros, no tienen familiares. Por eso necesitan de nuestros servicios”.
“Me paso el día cuidando de ellos tienen edades comprendidas entre los 60 y 90 años aproximadamente y padecen todo tipo de enfermedades. Necesitan mucha atención”.
Sabe perfectamente los cuidados que necesitan los mayores y de qué manera hay
que tratarlos. “Algunos de ellos padecen artritis, alzheimer, parkinson, hepatitis, etc. Lo más frecuente es la demencia senil”.
“Mi oficio se basa en atender a los mayores de la siguiente manera: asearlos, cambiarlos, dar de comer a aquellos que no se valen por sí mismos… Lo más importante es hablarles y hacerles compañía, que es lo que más necesitan”. Ya se ha comido el trozo de manzana y aún le queda un poco de café. Ella continúa hablando de todo lo que hace y comenta algunos ejemplos.
“María es una señora que reside allí como si estuviese en su propia casa. Yo le hablo mucho porque se siente sola. Cuando alguna vez paso el rato con ella, consigo, a veces, que ría”.
Por fin se bebe el último sorbo de café. Bueno, era café con leche. “Es lo único que hago y estoy muy orgullosa de ello”. Edith es una persona muy buena. Sus compañeras, y jefes le agradecen su solidaridad y todas las ganas que pone cada mañana al entrar en la residencia. Se lleva muy bien con todo el mundo y trata a los mayores como si fueran su verdadera familia.
“Es lo que me gustaría que hiciesen conmigo si no tengo a nadie que pueda hacerse cargo de mi”. Ahora se calla, me mira y sonríe.
Ángela García