Nos ofrece ver las vistas de su sencillo piso, situado cerca del puerto, lugar donde tendrá lugar la charla.
Empezamos con la faena y decide buscar el lugar más adecuado donde se sienta favorecida y se acomoda frente a una mesa, con un atractivo mantel blanco encima.
Abre su baúl de los recuerdos y empieza a cautivar nuestra imaginación. Estamos ya en pleno apogeo, María lanza sus palabras que impactan sobre la cámara que las capta.
El único tema que trata es el que más nos importa. Acierta en todo momento. El Serrallarga y sus vivencias.
Mientras escuchamos con atención, deja claro su interés por la relación con los profesores del centro «era un lugar donde la gente era muy humana, eran profesores muy jóvenes y muy innovadores. Eran unas bellísimas personas».
Resalta los avances tecnológicos que la época trajo consigo, «con la invención de la informática todo dio un vuelco increíble, el “papeleo” se acabó y todo quedó reducido al ordenador».
Su cara muestra la ilusión con la que trabajó y vivió des de mediados de los 70 hasta el cambio de siglo. Su expresión también refleja la pena y alegría que comportó su jubilación, «el contacto con el profesorado aún sigue vivo, es por eso que no me sentí mal en el momento de jubilarme. Ahora me dedico más a mis cosas… pero esos años en el instituto no los olvido. Me hicieron una despedida muy emotiva y eso se agradece. Ves que te recordarán por tu estancia allí».
Con los cascos en la mano, atravesamos la puerta y decimos adiós. Una dulzura de mujer.
Farah Gayà