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Sebastian Gabriel Barrasa

Tentaciones


Hay dos clases de personas. No; son tres clases de personas. No: cuatro. Cuatro clases de personas.
Están los que van por la vida sin darse cuenta de las tentaciones. Les pasan por delante y no las ven.
Están los que van por la vida, ven las tentaciones, pero las esquivan, y se dicen qué horror y se inventan religiones y esas cosas.
Están los que descubren las tentaciones, las aceptan y las aprovechan.
Y están, estamos, los que van por la vida buscando, inventando, descubriendo, mostrando las tentaciones. Invitándonos a jugar.

Sebastian Gabriel Barrasa

Moebius


Se despertó desnudo. Pero esto no era algo que debía llamarle la atención: él siempre se dormía desnudo. Lo llamativo era que no estaba en el catre de su barco. Pero lo más extraño era que el nunca había sido capitán de navío y de hecho nunca había estado en un barco. Esto era así, básicamente porque en su mundo no existía el mar.
Entonces pensó en porque se había despertado con esa sensación de algo tan desconocido para él. Y pensó en por qué le había parecido extraño estar desnudo ya que en su planeta nadie usaba elementos para cubrir su piel.
Como los de su especie podían dominar los sueños, decidió volver a dormirse y soñar que era un hombre que vivía en un lejano planeta azul. Un hombre con dos piernas y dos brazos, que soñaba con ser astronauta y descubrir nuevos mundos habitados, por ejemplo, por unos extraños seres que vivían en la desnudez de su piel turquesa
Pero en medio de ese sueño lo despertó una gran ola que impactó contra su barco y quebró parte de la proa. La ola no era parte del sueño: era un recuerdo del naufragio. Porque él ya no estaba en su catre del barco Holandés que viajaba hacia el Caribe para comerciar especies y otras cosas. Estaba semidesnudo y mal herido en la playa de una isla perdida.
En la costa quedaban los restos de su nave. Probablemente era el único sobreviviente.