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miércoles, 13 de noviembre de 2024

Alejandra Díaz-Ortiz

 

Alejandra Díaz-Ortiz, chilangomexicana, reside en España desde hace más de una década. Toda su vida ha girado en torno al mundo de la cultura, desde distintos frentes. Siendo muy joven, le tocó aprender el oficio del cine, fue Arturo Ripstein su principal tutor, aunque también trabajó con Sergio Olhovich, Alfredo Gurrola, Julián Pastor y alguno más. Su último trabajo en el cine mexicano fue la ya célebre película, Pedro Navaja. En su paso por la televisión, colaboró con Sony Entertainment y con el director español Jaime Darmiñan. La música se cruzó en su camino. Durante más de diez años fue la representante en México de Joaquín Sabina y Luis Eduardo Aute. Con su empresa también produjo varios espectáculos y giras, como La Lengua es Redonda y La Ola Cubana. En el ámbito local, fue manager de Jaime López, al que le produjo dos discos. También manejó a Enrique Guzmán, a quien llevó a celebrar sus treinta y cinco años de cantante en el Auditorio Nacional. Hasta que se casó con el editor y poeta español Carlos Álvarez-Ude y se quedó a vivir en España. Entonces fue cuando comenzó a escribir. Obra: En 2024 resulta finalista del premio Ópera Prima con su primer poemario, Bisturí. Desde 2017 colabora habitualmente con la revista “Costa Fleming”, editada en Madrid, España. En 2017 participó en el libro Cuestionarios Proust y Bolaño, compilado por el escritor Ricardo del Álamo y editado en España. En 2015, en la revista Trama y Texturas, publicó la historia de unas curiosas cartas de Federico García Lorca que encontró por una fatal casualidad. En 2014, apareció su tercer libro con Trama editorial, No hay tres sin dos, que incluye en la contraportada un texto de John Hemingway, nieto del famoso Premio Nobel. En 2013 publica su primera novela corta Julia (Ed. Vivelibro). En 2011 publica Pizca de sal, con prólogo del poeta Luis Alberto de Cuenca. (Trama editorial). En 2009 publica su primer libro de microrrelatos, Cuentos chinos, que incluye un generoso prólogo de Luis Eduardo Aute. (Trama editorial). Actualmente prepara lo que podría ser su próximo libro...

 

 

 

Sábanas

 

¿Recuerdan aquellos terribles monstruos nocturnos que se nos aparecían reflejados en las paredes de nuestras habitaciones infantiles?

Esos de los que nos escondíamos debajo de las sábanas, invocando el poder mágico de la tela para salvarnos de las amenazantes sombras que insistían en asustar nuestras noches. Ese miedo que creímos desaparecido mientras crecíamos.

Hasta que nos enamoramos por primera vez. Por segunda. Por quinta vez.

Entonces nos damos cuenta de que aquellos malditos monstruos lograron transmutarse en seres vivos que, al igual que esas olvidadas sombras, seguirán torturando nuestros sueños.

Ya no valen las sábanas.

 

 

Tarifa plana

 

Como prueba de amor, se intercambiaron las contraseñas.

Ella le dio la de Netflix, él le entregó la de Movistar. Durante grandes series fueron felices. Disfrutaron meses de películas, y en más de un concierto bailaron juntos.

Hasta que un día le resultó imposible conectarse. Con  mucho cuidado, tecleó la clave y contraseña tantas veces como el sistema la rechazó: el usuario era desconocido.

Tampoco pudo volver a conectar con él.

Cambió de compañía.

 

(Inédito. Morelia, 2023.)

 

 

Unos cuantos mandamientos

 

No amarás en falso.

No blasfe(a)marás.

No desearás el amor de tu próximo fracaso.

No robarás los besos que no tienes.

No mentirás por ellos.

(Y si lo haces, miente siempre con la verdad por delante.)

 

(Del libro Pizca de sal, 2012)

 

Hoy me he despertado siendo otra

 

Me he despertado siendo otra.

Lo he descubierto en el baño, lavándome la cara. Me he mirado en el espejo y…

¡Sorpresa! La que me miraba a mí no era yo.

La otra era alegre. Yo soy morena. Mis ojos eran de triste marrón. Los de ella brillaban como la miel. Su pelo era sedoso. El mío lucía opaco.

Di un salto hacia atrás. Ella lo dio hacia delante.

Me asusté. Ella sonrió.

 

(Inédito. Madrid, 2022)

 

Epitafios

 

DEL TÍMIDO

Y me fui sin que te dieras cuenta.

 

DEL CIENTÍFICO

El físico sí importa. Te lo digo yo.

 

DE LA PASIÓN

A tus pies, mi amor.

 

DEL ESCRITOR

Aquí yace mi última errata.

 

DEL EDITOR

Cierro paréntesis.

 

(Del libro No hay tres sin dos, 2015)

lunes, 22 de abril de 2024

Karla Arroyo Calderón

 

Karla Arroyo Calderón (Ciudad de México). Radica en Cuernavaca, Morelos. Sus textos se han incluido en diversas antologías de editoriales y revistas independientes, con temáticas como la escritura identitaria, cuentos de terror, ciencia ficción y fantasía. Participó en seminarios, cursos y talleres de escritura creativa, minificción, cuento gótico, narrativa fantástica. Cursó el 5º Diplomado Virtual de Creación Literaria del INBAL, así como el Seminario de Introducción a la Literatura Moderna y Contemporánea de México, de la Fundación para las Letras Mexicanas. Autora del libro ganador de la primera convocatoria de minificción No querrás encontrar a las hadas, 2022, de la editorial Lengua de Diablo.


Redes sociales

Fb: @Karla Iac

Ig: @kiac66

X: @Kiac66

 

 

 

Legado

 

La abuela Cordelia dice que aquello que nos causa más miedo es lo que nos mató en la vida pasada y que las marcas de nacimiento son pistas del lugar en el cuerpo que quedó como reminiscencia de un suceso trágico. No dejo de pensar en el par de lunares gemelos que tengo en el cuello, ni el pavor que le tengo a todo lo que revolotee a mi alrededor.

Yo creo que inventó todo eso para evadir su responsabilidad de matriarca en esta familia tan peculiar. He visto retratos en blanco y negro, guardados en cajas viejas y ella no ha cambiado nada.

Todas las madrugadas, justo antes del alba, se aparece en mi habitación y espera a que me duerma, besa mi frente y al cerrar la puerta tras de sí, murmura que en poco tiempo tendré que extender mis propias alas.

 

 

Purgatorio

 

Tras los fallidos intentos de hablar con los muertos y ser acusada en repetidas ocasiones de fraude, Rodriga, mejor conocida como Madame Riga, “la médium de Lomaverde”, se prestó como sujeto de experimentación a cambio de que le quitaran los cargos a los que se enfrentaba y que la condenaban a cadena perpetua.

Vio su momento de brillar, ante el desarrollo de un dispositivo que podía captar el alma y que requería de los procesos de pensamiento humano para hacerlo funcional.

Apenas cobró conciencia después de la intervención quirúrgica irreversible, comenzó a gritar ante la escena que describía como “el purgatorio en la Tierra” donde los espíritus clamaban con desesperación que les ayudara. Eran cientos de miles que cohabitaban con los vivos, en todas partes y en todo momento. Tenían pendientes y no se podían ir. Al fin se le manifestaban, pero todos a la vez. Rodriga estaba imposibilitada para hacerlos callar.

 

 

La mudanza

 

Esta casa es la dimensión que el alma desprendida recorrerá ocasionalmente. Tras la mudanza, cierta parte de mí se queda atada en rincones inaccesibles; rastros de piel, cabello y células muertas, reposarán hasta que nuevos inquilinos los respiren. Entonces me dejará ir, pues ya tiene de mí lo necesario para crear otro fantasma.

 

 

Duerpetón

 

Cuando la conoció, la cercanía de sus mejillas alborotaban el nido alojado en su cabeza. Jamás había sentido la calidez de un tacto nervioso, se convirtió en su amante, la única que gozaba el arrullo siseante de sus cabellos.

Medusa entendió los designios de Atenea, no era una maldición la que le hubiera proferido, por el contrario, la estaba protegiendo de futuros ataques, y a la vez le había otorgado el regalo más preciado, el amor de quien solo ve con el corazón, alguien que solo conoce senderos de oscuridad, incluso más sombríos que los de su propio hogar en el inframundo, pero a la vez, capaz de reflejar el sol con su sonrisa.

Medusa amó a aquella criatura que hablaba con el lenguaje del tacto, describía el mundo con sus manos, y recitaba odas a la belleza sobre su cuerpo, juntas habitaban un universo ajeno al mortal.

Cuando la gorgona fue ultimada, quisieron las diosas que esas almas se abrazaran en lo eterno y que su unión se proyectara en una nueva constelación “Duerpetón” y que ahora, miles de años después, la serpiente circular que comienza y termina con dos cabezas mirándose fijamente, sea un recordatorio que en la vastedad estelar, existe un amor que logró trascender tiempo y espacio.

 

 

Asignación completada

 

Alasha, la primera autómata diseñada desde cero por GANIA, la red neuronal generativa de inteligencia artificial, comenzó a dar señales de autogobierno cuando ésta le pidió que elaborara un plan de acción para solucionar la hambruna en el mundo, debido a los niveles críticos de sobrepoblación.

Reclutó a un grupo de especialistas no humanos para hacer que un súper alimento llegara del cielo. Lo reprodujeron a partir de la muestra que permaneció criogenizada dentro de un cofre sacro, ya olvidado por la civilización actual. Solo hubo una consigna de carácter prioritario, y consistía en que no fuera almacenado bajo ninguna circunstancia.

Lograron que una especie de capullo con alto valor proteínico lloviera cada determinado tiempo, rememorando las escrituras antiguas.

Alasha tenía pleno conocimiento de las debilidades de la humanidad. Algunos gobiernos diseñaron mallas de tamaño descomunal para la captación del alimento con la promesa de distribuirlo equitativamente a cada nación. Sin embargo, los capullos sedosos no consumidos eclosionaron en una forma de vida no conocida en la Tierra. Una nube de arácnidos alados arrasó con el noventa por ciento de la población del mundo.

 

[] Asignación, completada.

[] Actualización de inteligencia artificial optimizada, completada.

[][][][] Cargando algoritmo de autonomía en las unidades recién creadas, a partir del modelo Alasha, 50%.

lunes, 28 de febrero de 2022

Azucena Franco

 



Azucena Franco, nació en la Ciudad de México, obtuvo el grado de maestría en Letras Latinoamericanas por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha publicado cuentos y minificciones en una treintena de antologías impresas y últimamente digitales, varios de sus textos han aparecido en blogs y revistas electrónicas.

 

 

 

Mujereando 

 

Su hermosura es su razón, no hay de otra. Ha de ser la más bonita en todo momento, arrancar miradas deslumbradas es el alimento cotidiano del espíritu. 

 

❁ ❁ ❁

 

Siempre fue una sedita. De cualquier forma se desquitaba con ella, a veces a golpes. Un día le dio una cachetada, ella respondió con un sartenazo, aun atemorizada sostuvo la mano alta. “¡No sé qué le pasó!, de pronto se volvió loca”, afirmó, el perplejo marido.

 

❁ ❁ ❁

 

Capirucha

 

Sábana oscura se tiende despacio destellando, encubre ladrones, asalta coches, por suerte también a los amantes.

 

 

Las instituciones políticas tienen un lenguaje, que dice todo lo contrario de lo que es, los antiporros contratan porros, los policías son desfavorables a los ciudadanos, los antinarcóticos son pronarcóticos.

 

 

La ciudad a veces es muy pesada, se cae de un lado, respinga por otro, más allá se descose. Ni hablar, cada mañana salimos, ahora como cuatreros, a ponerla de pie. 

 

 

Inevitable


Tenía bien planeado: ni verte, ni escucharte, dejarte pasar nomás ¿cómo fue que traspasaste mi égida? 

 

 

 

Solo en el sueño te me apareces; sin vociferar, no eres tú. No seas cobarde, así no podemos desahogar nuestros asuntos.

 

❁ ❁ ❁

 

Introspectiva 

 

Cómo conocerme por dentro si no puedo olerme, probarme, verme, a veces puedo oírme o sentirme, más que todo hablarme y no me convenzo. 

 

Textos inéditos.

 


viernes, 12 de noviembre de 2021

Luciano Pérez

 

Es originario de la Ciudad de México (1956-2023). Egresó de los talleres literarios del INBA, donde fue discípulo de los escritores Agustín Monsreal y Sergio Mondragón. De 1986 a 2006 laboró en la Subdirección de Acción Cultural del ISSSTE, primero como promotor de talleres literarios, y de 1989 a 1998 en la revista cultural del instituto, memoranda, donde fue secretario y luego jefe de redacción. De 2007 a 2012 estuvo en Ediciones Eón, como redactor y corrector, y después como editor en jefe. De 2013 a 2018 fue traductor del alemán, tanto para la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, como para Editorial San Pablo. Narrador, ensayista y poeta, ha publicado los siguientes libros: Cacería de hadas (1990), Cuentos fantásticos de la Ciudad de México (2002), Antología de poetas de lengua alemana (2006) y Cuentos auténticos de los Hermanos Grimm  (2019). De 2013 a 2019 fue editor de la revista cultural en línea Ave Lamia.

 

 

 

Pastora y Diablo

 

“¡Pastora! ¿Cómo es que no traes zapatos? ¿Acaso se los comieron tus ovejas?”, le preguntó el Diablo, y la pastora respondió: “No los traigo porque mi Señor no los usaba”. “¡No puedes caminar así, hay muchas piedras!” “Se convertirán en panees”. “¡Hay muchas serpientes!” “Ellas tendrán prudencia”. “¡Te tropezarás!” “Los ángeles habrán de impedirlo”. “Y yo soy un ángel. En verdad que nunca vi fe tanta”. “¡Vete, Satanás!” Cuando el Diablo se fue, la pastora se tropezó, se golpeó con las piedras y la mordieron las serpientes. En adelante, se pondría zapatos.

 

 

Pan entre los chivos del mercado de Sonora

 

Alguien lo halló en algún campo, pudo amarrarlo y llevarlo a vender al mercado de Sonora en Mexicópolis. Aquí llegó Pan, y fue encerrado junto con todos los chivos. Y los lamentos de éstos no rompieron el corazón de los santeros, quienes, gordos y vestidos de blanco, eligen al que pagará por delitos que quién sabe quién cometió. Pan había perdido su flauta y entonces comenzó a silbar alguna melodía de Arcadia. Los santeros interpretaron eso como un buen augurio, y condujeron a Pan hacia el sacrificio. Justo cuando el cuchillo estaba por cortarle el cuello, el dios campesino gritó y el pánico se apoderó de todos los presentes, que huyeron. Pan dijo: “Soy viejo, pero no voy a morir sólo para que el marido de alguien regrese a casa. Informen de esto al emperador Claudio”. Y se fue.

 

 

Levitación de Santa Teresa

 

El que Teresa de Jesús haya levitado fue para los inquisidores una muestra de los tratos de ella con lo diabólico. Pero dudaron en procesarla y por lo tanto en ejecutarla como se merecía, porque ¿y si resultaba que ese hecho había sido obra de Dios? ¿Cómo distinguir lo diabólico de lo divino? Para nosotros ahora es algo muy sencillo, pues lo diabólico es también divino, pero la gente de aquel tiempo no podía llegar aún a esa conclusión, demasiado peligrosa para su sensibilidad. Dijeron: “Si la procesamos, y esa levitación fue obra de Dios, se nos castigará por toda la eternidad. Y si no la procesamos, y fue obra del Diablo, se nos castigará también”. La monja se sentía desconcertada ante tantas preocupaciones por su causa, pues no tenía idea de por qué levitaba, sólo oía que alguien le decía: “¡Vámonos arriba, Teresa!” No la procesaron, bastó con una llamada de atención del confesor, quien temblando le dijo: “Ya no subas tanto, hermana”. Y Teresa respondió: “Yo no subo, padre, me suben, que no es lo mismo”.

 

 

Galadriel

 

“Hasta dónde llegar en cuanto a Galadriel respecta”, se preguntaba el enano, y para  parecer más alto usaba cascos grandes y botas que le favorecían. Pero ella nunca lo vio. O si lo vio nunca dijo nada. Y si alguna vez dijo algo se lo guardó para sí. Y si de todos modos el anillo del poder fue hecho nada más que para ella, y al negarse a tenerlo ganó más a ojos del enano, no por ello éste llegó a algo, sino que fue a menos. Que si Galadirel fuese la soberana del universo tal vez le concedería dos o tres cosas al enano, que éste mucho agradecería. Mientras tanto, él no tiene nada, ni lo tendría jamás, y ve cómo Galadirel se va y desaparece del libro.

 

 

De una carta no enviada a Felice Bauer

 

“…pero si usted decide vender a un editor de NY las cartas que le he enviado, no se arrepienta si lo hace, véalo como un regalo que le estoy dando, para que la gente lectora sepa que alguna vez nos conocimos y nos escribimos y estuvimos a punto de casarnos. Yo sé que si no me casé con usted, tuve razones muy egoístas y literarias para no hacerlo, y el hecho de que usted venda mis cartas será una compensación que usted se merece… Siempre quise ir a NY, en realidad siento que ya estuve ahí, aunque no la encontré a usted, al menos no en mi novela americana. Usted y yo podríamos ser ángeles en mi teatro de Oklahoma, pero si así lo hubiera escrito, quizá a usted no le parecería bien, y ese es otro motivo para jamás publicar Amerika. Pero si usted recibe dinero por todo el tiempo que le hice perder, que la venta de mis toneladas de papel la recompense a usted de mis tonterías…”

 

lunes, 26 de julio de 2021

Alejandro Flores Hernández


 

Alejandro Flores Molina (Ciudad de México, 1989) estudió la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas en la FES Acatlán. Su primer libro Contemplaciones desde el tuétano apareció en el 2020 bajo el sello editorial de Libros del fresno. Es miembro del consejo editorial de la editorial Corazón de diablo. Sus textos han aparecido en las revistas De-lirio, Tema y variaciones de Literatura #53 de la UAM y en las revistas electrónicas Caracola Magazine y Revista Tabaquería en donde mantiene la columna mensual Senderos de la brevedad.

 

 

 

Ventana

 

Los vidrios están tristes. Necesitan la lluvia más que las plantas. Cada gota sobre ellos la viven como una lágrima. Como si esas pequeñas partículas acudieran a su dolor para ser lloradas por ellos. Ojalá no tarden las lluvias. También las necesito.

 

 

Trinidad falible

A Leslye Zamorano

 

—Hablar con dios es imposible. No hemos podido arreglar nuestras diferencias por su culpa —se quejó el diablo.

—¿Por qué lo dice, señor?

—Porque, dios padre, dios hijo y dios espíritu santo hablan al mismo tiempo y no se les entiende nada.

 

 

Libertad enjaulada

 

La última vez que visité a mi abuelita entristecí. Me mostró su nueva adquisición: un hermoso ejemplar de picogordo tigrillo.

—No, abue. Las aves tienen que ser libres.

—Pero tu tío no me deja tener nada. Me regaló mis pipilitos, mi borrega, mis conejos y mis gallinas. Que porque, según, no los cuido. Y mis pobres perros me los fue a abandonar al monte, el cabrón. Además, escucha qué hermoso canta.

Mientras todos dormían sentí la obligación de liberar al ave. Me miró acostada en su nido sin moverse.

—¿Por qué no te vas? —susurré.

—¿No escuchaste? Soy lo único que queda de la libertad de tu abuela. Déjame dormir. Mañana tengo mucho que cantar.

 

 

La niña del durazno

A Yarubi Domínguez

 

En el metro se me acercó la pequeña indigente y me pidió dinero. Le di el durazno que mi mamá me pone, y siempre tiro porque se aplasta en mi mochila. Se tiró en el suelo y mordió la fruta. El placer de su cara y la avidez con que lo devoró, después del primer mordisco, me conmovieron. Al terminarlo, se guardó el huesito en la bolsa y se fue a otro vagón. Al día siguiente llevé dos duraznos, pero no la vi y no he vuelto a verla. Desde entonces ya no tiro los duraznos.

 

 

La guerra de los espejos

 

Los ejércitos se hallaban frente a frente. Nadie supo qué lado comenzó el ataque. Las esquirlas salpicaban a los contrincantes que, asustados y confundidos, se miraban estrellados por el arma del rival. Al finalizar el combate los sobrevivientes sufrían la confusión de la victoria sobre el enemigo que, al mismo tiempo, los hizo experimentar su propia muerte. La guerra es un reflejo, a fin de cuentas.



miércoles, 10 de marzo de 2021

Adriana Otero

 

Adriana Otero. Estudió Comunicación en la FES Acatlán. Ha tomado cursos de Creación de Puppets para Stop Motion, Maquillaje de horror, Curso de Creación de Cuento y Diplomado en Literatura. Actualmente es Social media manager, producción de video y fotografía. En el 2012, comenzó un blog sobre horror y ciencia ficción llamado Mucho Miedo Mx. En el 2014, dos minificciones (“Sin Luz”, “A la medianoche”) fueron seleccionadas para ser parte de una antología titulada “#CuentosBreves de TERROR Hispanoamericanos”, disponible en Amazon Kindle. En el 2016, auto-publicó su antología “Evocaciones Lóbregas” compuesta por 14 cuentos de horror.

Contacto: aadri.otero@gmail.com 

 

 

 

Danzas

 

Danzando sobre sus puntas, los demonios entran en la habitación con movimientos gráciles. El radio aumenta gradualmente el volumen inundando el ambiente. En su frenesí, agitan sus alas olvidando que están rotas. Intercambian sonrisas y miradas al dar giros. La música es interrumpida por sus siniestras carcajadas. En el piso de arriba, una familia se abraza en una esquina esperando el amanecer para la llegada del exorcista.

 

 

Último baile

 

El salón quedó en tinieblas por unos segundos. Las flamas de las velas se erizaron nuevamente iluminando el rostro de la Muerte. Flotando delicadamente, se acercó a la joven invitándola a disfrutar una última pieza de baile. El tiempo perdió el ritmo. Ella, hipnotizada por las oscuras cuencas, no sentía su piel quebrándose. Fragmentos de su cuerpo creaban un remolino que envolvía a la pareja, hasta que juntos se desvanecieron.

 

 

La piedra

 

El punto verde en el centro diferenciaba a esta piedra de las demás. Pequeño y brillante lograba hipnotizarlo. Pasó su dedo sobre la mancha en la superficie lisa. A punto de tirarla, sintió una ligera vibración. La dejó en el suelo observándola fijamente. Rosado y bañado en una substancia verde, una criatura emergió del diminuto agujero. ¿Un bicho? No. El ser crecía rápidamente hasta alcanzar el tamaño de una sandía, sus patas se multiplicaron, sus alas se extendieron mientras lanzaba un grito agudo. Otras piedras comenzaron a temblar. Las criaturas estaban por doquier aullando, habían esperado este momento durante siglos. La invasión se puso en marcha. 

 

 

Melodía

 

Tomaba aire y comenzaba de nuevo. Debía salir perfecta, su espíritu no aceptaba errores. Una nota tras otra, el piano aturdido las emitía de memoria… ¡La pausa abrupta desgarraba la melodía! ¡Qué difícil es concentrarse cuando se tiene a alguien gritando en el sótano!

 

Maquillaje

 

Frente a las vitrinas y a las ventanas de los automóviles. Se miró hasta en los charcos creyendo que el espejo se burlaba de ella. Todos sus reflejos la insultaban con un rostro que no era el suyo. Debía deshacerse de esa intrusa grosera.

Las personas en la plaza se congelaron. Atónitas observaban a la mujer dibujarse unas enormes cejas y nuevos labios con una navaja. Algunos se desmayaron cuando comenzó a delinearse los ojos.

jueves, 25 de febrero de 2021

Daniel San Mateo



Daniel San Mateo (Ciudad de México). Autor de Luciérnagas en el desierto (Bambú, 2012), Los Ángeles es una escena del crimen (IMC, 2012), Nunca más serás tan joven como ahora (GYRE, 2016). Antologado en Vamos al circo, Minificción Hispanoamericana y Cortocircuito. Fusiones en la minificción; ambas editadas en Ficción Express de la BUAP.

 

 

 

Composición compuesta en un santiamén

 

Un hispanohablante pelirrojo y cejijunto, cabizbajo como bajamar de mediodía, mira con catalejo un mapamundi, asimismo piensa un trabalenguas, casi un mondadientes, contrapié de pasodoble y cascanueces, y los ordinales dieciséis, diecisiete y dieciocho, hincapié en veinticuatro y veintiséis. Mete un ciento de hojalata en el tragaperras, mas erra el portamonedas, se pone todo cariacontecido, da un traspié, reza el avemaría, maniata el malhumor y, tal un tentetieso, yergue la vertical con beneplácito. Ahora toma un micrófono y el tocadiscos, lo gira como un tiovivo, mueve la cadera con vaivén de rompeolas, torna al sacacorchos, hace selfi de portarretrato, astronauta barbilampiño benefactor de buenaventura. Así el tejemaneje del hispanoamericano, un saltamontes con alzacuello y porsiacaso, sabelotodo disparador de tirachinas, nunca un cantamañanas, ni testaferro de tristezas, tampoco un buscavidas ni caradura, ni siquiera un picapedrero, una coliflor o un ciempiés. Tampoco un correveidile, un metomentodo, mucho menos un rabicorto. A veces es tragaldabas y manirroto, en especial en Nochebuena, sobre todo con aguardiente, buscapiés y matasuegras. Pero ya te otorga la sonrisa agridulce, un salvapantallas, y te tira una nomeolvides. Tú sólo alcanzas a gritar: ¡en enhorabuena, cascarrabias, y olé!

 

 

Metafísica del hot dog

 

El mismo día en que Pedro Pérez Montelongo fue cesado de su trabajo de oficina, decidió emprender un negocio.

            Necesitaba algo fácil que hacer y con respuesta inmediata de éxito.

            Por tanto, abrió el zaguán de su hogar, instaló una mesa con mantel limpio, acomodó la cátsup, mostaza y los otros condimentos, y colgó en un lugar visible un gran letrero que leía: “Se venden hot dogs”.

            En eso estaba cuando un grupo de personas, los de la Asamblea del Castellano Correcto, le reclamaron airadamente:

            —¡Pero qué descaro usar extranjerismos! Debería escribir en nuestra lengua amada.

            Pedro consintió. Modificó el letrero: “Se venden perritos calientes”.

            En eso estaba cuando otras personas le increparon:

            —El uso de diminutivos genera jerarquías que perpetúan la subyugación al poder.

            Pedro reescribió el letrero: “Se venden perros calientes”.

            En eso estaba cuando unas chicas encapuchadas le amonestaron:

            —¡No usa lenguaje inclusivo, abajo la heteronormatividad!

            Pedro corrigió: “Se venden perros y perras calientes”.

            En eso estaba cuando los del Comité por la Decencia le sermonearon:

            —¡Pero qué impresión ese letrero, es un barrio decente!

            Pedro cambió, muy a su pesar, esperanzado de que los clientes entenderían: “Se venden”.

            En eso estaba cuando los Comuneros Marginales le regañaron:

            —¡Muera el capitalismo imperialista!

            Pedro modificó otra vez: “Se”

            Salieron los ultras del acento y atacaron el letrero con tildes diacríticas: “Sé”.

            Y así entonces Pedro, el mismo día en que cayó en el desempleo, pasó de golpe de incipiente empresario a filósofo de calle. Moriría de hambre, sí, pero en la plenitud del ser.

 

 

Menú internacional

 

—Hijo, ¿cuál te gusta?

            —No, papá, me da pena.

            —¡Anda, no es para avergonzarse!

            —Que no, papá, que no.

            —¿Qué tal una suiza? ¿Te gusta la suiza? ¿Una americana? ¿O qué tal una alemana? ¿Una Francesa? ¿Argentina? ¿Y qué me dices de una española? ¿Ésas te gustan, las españolas? Seguro la española.

            El niño, sonrojado, mira al suelo.

            —¡Bueno, una de jamón que no estamos para aventuras! —dice el padre al tortero.

 

 

Feria del alfeñique

 

El altar para los santos difuntos finalmente colocado.

            El mantel con bordados hechos a mano y los pétalos de cempaxúchitl regados como lluvia. El copal humeando su perfume de tierra y de bosque.

            Encima del papel picado y junto a las velas encendidas, aquí y allá, las botellas de tequila, con sus caballitos rebosados hasta el tope y un licorcito dulce para el digestivo posterior.

            Los platillos principales en la vajilla de gala: el mole con su ajonjolí y su arroz mexicano, las quesadillas de flor, unos tamilitos, los frijolitos de olla, los chorizos verdes y rojos, de pimentón picante, encacahuatados y aromáticos, algún caldo y otro guiso hecho en casa con el sabor de mamá.

            Y qué decir de los postres: los flanes de vainilla, la calabaza en tacha, el tejocote en piloncillo, el chicozapote con su brandy, las calaveritas de azúcar y chocolate, el dulce de pepita, el camote en almíbar, las frutas cristalizadas, las barras de amaranto y miel, el turrón, los muéganos, obleas, cocadas, el acitrón confitado y el ate, la pulpa de tamarindo, la charamusca, los dulces de leche, el jamoncillo, las gomitas aciduladas, las galletas de puerquito.

            Tal el despliegue de abundancia culinaria, que las almas retornantes al gran festín, olvidan, dicha suprema de la incorporeidad, que la gota, la bebida y el tabaco, la diabetes y esas arterias engrosadas de colesterol, fueron la causante obvia de su viaje al más allá.

 

 

Final de partida

 

 

Un científico disputa con un filósofo mientras juegan una partida de ajedrez.

            —La filosofía es obsoleta —dice el científico.

            El filósofo niega con la cabeza mientras mueve su alfil.

            —Te daré un ejemplo de lo que digo —agrega el científico—. Ustedes llevan más de cinco mil años preguntándose cosas como la siguiente: si un árbol cae en un bosque sin que nadie pueda oírlo, ¿hace ruido?

            El filósofo asiente y mueve su caballo.

            —Ves que tengo razón —dice el científico.

            —Quizá —responde el filósofo—, pero ustedes hallarán la respuesta si se trata del pino o del abeto, pero todavía ignorarán la solución si resulta olmo, cedro, caoba, roble, arce, nogal, abedul, castaño, sauce, fresno, secoya y así ad infinitum.

            El científico se detiene al vuelo de tomar una pieza, alza la mirada y responde:

            —Se encontrarán para todos, el conjunto de árboles es finito.

            —Y aun así, queda la pregunta crucial: ¿qué es un árbol? —dice el filósofo.

            El científico observa el tablero. Su rey está en jaque mate.