ARGUMENTO
Cuando se caía un trozo de pan al suelo, los adultos obligaban a los niños a recogerlo y a darle un beso antes de devolverlo a la panera, tanta hambre habían pasado sus familias en aquellos años en los que murieron todas esas personas queridas cuyas historias nadie quiso contarles. (Página 16)
Historias que me contaba mi padre, historias que tal vez te hayan contado los tuyos o tus abuelos, pero que ninguno de nosotros había vivido. Por lo menos hasta ahora.
Esta es la historia de un barrio céntrico de Madrid, da igual cual, aunque es reconocible por las habitantes de la capital. Un barrio que tiene de todo un poco, desde casas pobres, hasta nobles construcciones. Un barrio vivo al que la crisis va a golpear como al resto de los barrios. Un barrio como todos, cargado de historias.
Por lo demás, en septiembre empieza el curso, en diciembre llega la Navidad, en abril brotan las plantes, en verano el calor, y entretanto pasa la vida.
Vengan conmigo a verla. (Página 19)
LOS BESOS EN EL PAN
Cuando esperaba la cuarta entrega de los Episodios de una Guerra Interminable, Almudena Grandes me ha sorprendido con una novela que no pertenece a dichos episodios. Una novela que es el retrato de un barrio madrileño en la actualidad.
Y siendo así, no puede ser otra cosa que la historias de la crisis, o mejor dicho, de las consecuencias de la crisis para las personas que habitan un barrio. Un barrio habitado por gente de todo tipo, más ricos y más pobres, gente que las pasa canutas para llegar a fin de mes, y gente que ha vivido sin tener que pensar en el dinero para nada.
Si las novelas de Almudena Grandes son en buena parte corales, en Los besos en el pan ha llevado hasta el extremo esta característica suya, presentándonos una novela completamente coral, en la que no hay un solo protagonista, pues todos los personajes que pueblan la novela lo son.
Si acaso, el protagonista de la novela es la crisis, esa que a todos nos toca vivir y padecer en mayor o menor medida. Eso sí, no esperéis un ataque político contra nadie, pues para nada se muestran los motivos ni los responsables del mismo. Solo se nos muestran las consecuencias de la crisis, como afecta a los habitantes de un barrio madrileño, pero que no es por otra parte diferente a lo que cualquiera puede mirar a su alrededor.
Porque creo que Almudena Grandes no se ha dejado nada por el camino, desde los que se han quedado sin los ahorros de su vida por culpa de las preferentes, los que han perdido la vivienda, el hambre que algunos niños están pasando y que sus profesores no cuentan con apoyo de la administración para paliar, el acoso a los centros de salud de los barrios, los temidos eres, la bajada del sueldo como un mal menor para algunos, el paro inmisericorde, la ruina económica de alguna familia que se ha visto implicada en procesos judiciales por admitir sobornos, la emigración forzosa de los jóvenes, la competencia por parte de comercios chinos a precios irrisorios, la pérdida de clientes por parte de los pequeños negocios, la renuncia a los pequeños placeres por falta de recursos económicos, los desalojos forzosos, los fondos buitres, los emprendedores porque no les queda otro remedio, los que vuelven al campo abandonando la ciudad, los que se ven obligados pese a sus estudios y su carrera a trabajar en ocupaciones muy por debajo de su capacidad y formación...
Nada nuevo bajo el sol, que cantaba Víctor Manuel, que España, pese a lo que nos han hecho creer, siempre ha sido un país en que los ricos son cuatro:
Los españoles siempre hemos sido pobres, incluso en la época en que los reyes de España eran los amos del mundo, cuando el oro de América atravesaba la península sin dejar a su paso nada más que el polvo que levantaban las carretas que lo llevaban a Flandes para pagar las deudas de la Corona. (Página 16)
Pero, a pesar de que por momentos pueda ser una lectura dura, todo un rosario de desgracias y desastres, subyace en la novela una idea: pese a todo podemos ser felices
Ni siquiera Franco en los treinta y siete años de feroz dictadura que cosechó la maldita guerra que él mismo empezó, logro evitar que sus enemigos prosperaran en condiciones atroces, que se enamoraran, que tuvieran hijos, que fueran felices. No hace tanto tiempo, en este mismo barrio, la felicidad era también una manera de resistir. (Página 17)
Y es que, pese a lo grandes que nuestros problemas puedan parecer, tiempos pasados no fueron necesariamente mejores. Preguntémosle si no a nuestros padres o abuelos, que ellos si que supieron lo que fue no tener nada que comer, o aquellas tortillas de patata madrileñas hechas sin huevo ni patatas.
Si nuestros abuelos nos vieran, se morirían primero de risa, después de pena. Porque para ellos esto no sería una crisis, sino un leve contratiempo. Pero los españoles, que durante muchos siglos supimos ser pobres con dignidad, nunca habíamos sabido ser dóciles.
Nunca, hasta ahora. (Página 18)
Con todo, en la novela hay un grito de esperanza y de rebeldía, una llamada a dejar de ser una de esas dóciles ovejas manejadas por el poder que pretende convertirnos en una masa sin esperanza, ambición o rebeldía. Y todo es posible, porque sigue habiendo un espíritu solidario, ese espíritu solidario del barrio que apoya a los que más lo necesitan, que busca crear comedores para los niños que lo están pasando mal, que ayuda a los que se quedan sin casa, que pelea en los tribunales frente a los poderosos...
Un paisaje urbano tan bien descrito por Almudena Grandes que es imposible no identificarlo, no reconocer muchos de los personajes que en ellos aparecen, no ver en ellos al vecino del cuarto, al emigrante que te cruzas en la calle, al chino de la esquina, a la peluquera cada vez con menos clientes de tu calle...
En la novela tendrán otros nombres, pero todos podremos sustituir el nombre que figura en la no ella para poner uno que si conocemos a aquella ama de casa que de repente se da cuenta de que nunca ha tenido vida propia
Ella es la gran culpable, ella les ha convertido en unos inútiles, ella haciéndolo todo siempre, haciéndolo todo sola, cargando con todo y convenciéndose a sí misma de que puede con más. (Página 126)
O a aquella otra que quisiera volver a tener agobios de tiempo en lugar de tener ahora todo un día por delante sin un trabajo pagado:
Hoy, en la cola del Inem, Marisa recuerda su cansancio como la época dorada de su vida, y la rabia le pesa más que la tristeza. (Página 54)
IMPRESIÓN PERSONAL
Probablemente no figure Los besos en el pan como una de las obras sublimes de Almudena Grandes. No importa. Que en ella no tengamos una gran historia de amor que recorra sus páginas no es óbice para que no esté repleta de pequeñas (por su extensión) historias de amor. No ocurren hechos extraordinarios ni es la intriga de saber qué pasará el motor de esta novela. A fin de cuentas, son las historias que nos rodean las que aquí aparecen, tan parecidas a la realidad que son la realidad misma.
Son sus personajes los que nos conquistarán, con los que padeceremos, con los que reiremos, con los que gozaremos a través de sus pequeños triunfos. Porque, lejos de ser una historia pesimista y, a pesar de que el realismo lo invade todo, queda un poso de esperanza. Porque la unión del barrio, la unión de las personas es la que al final hace que las cosas puedan poco a poco seguir adelante.
Sabemos que es así, que esos triunfos se están dando, que los centros de salud no se cerraron ni privatizaron, que algunos desahucios se están parando, que algunos bancos están teniendo que dar marcha atrás con lo de sus preferentes.
Pero la batalla no está ganada, hay que seguir en la brecha y Los besos en el pan, es un buen estímulo para continuar en ella.
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