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viernes, 28 de octubre de 2022

Golden BooTs — Lookout


Golden BooTs
Lookout

Liquid Ranch (2022)

Tucson, Arizona (USA)

Enlace

Dimitri Manos, Ryen Eggleston

*****

Llevan ya juntos desde 2001 y éste es el 9º LP que presentan.

Dimitri, más conocido como American Monoxide, ha estado también en Dr. Dog, pero es evidente que, cuando se junta con Ryen, disfruta como cuando los viejos amigos vuelven a encontrarse, no importa demasiado cuantos años hayan pasado.

En realidad es una buena prueba para la amistad: si te sientas y sigues hablando y pasándotelo bien después de una pausa de veinte años, esos son tus amigos.

Queda más con ellos.

Sin miedo a desvariar

miércoles, 19 de febrero de 2020

Rick Springfield — Jessie's Girl

Rick SpringfieldJessie's Girl
Working Class Dog (1981)
Guildford, New South Wales (Australia)

*****

Una canción que me entusiasmaba, cuando se publicó.
No fui el único.
Llegó al #1 en listas en USA.
Ganó un Grammy a la “Mejor interpretación vocal de rock masculino”.

*****

Jessie es mi amigo.
Sí, lo sé, ha sido un buen amigo.
Pero últimamente algo ha cambiado y no es difícil decir qué.
Jessie tiene una novia que quiero para mí.




Territorio vedado

jueves, 17 de agosto de 2017

miércoles, 10 de agosto de 2016

Edie Brickell & New Bohemians — Circle

Edie Brickell & New BohemiansCircle
Shooting Rubberbands at the Stars (1988)

Yo.
Formo parte de tu círculo de amigos.
Y nosotros.
Nos hemos dado cuenta que has dejado de venir.
Creo que todo depende de ti.

Estar solo es.
La mejor manera de estar.
Cuando estoy sola es.
La mejor forma de estar.
Cuando estoy totalmente sola.
Es la mejor manera de estar.
Cando estoy sola.
Nadie más puede decirme ¡adiós!



Tras publicar su segundo disco en 1990, Edie dejó la banda para casarse con Paul Simon.

martes, 7 de junio de 2016

The Rolling Stones — Waiting On A Friend

The Rolling StonesWaiting On A Friend
Tattoo You (1981)

Mick Jagger está cantando solo en la entrada de un bloque de apartamentos, en New York (en el 96-98 de St. Mark’s Place, en Manhattan). Sus acompañantes en las escaleras (tres negros) están a sus cosas mientras Mick afirma estar esperando a su amigo: Keith Richards, quién si no.
La intimidad crece y se siente animado a confirmar que “no necesita una fulana, ni joyas, ni siquiera una virgen predicadora; él está esperando a un amigo”.



La escena guarda similitud con el momento en que Travis Bickle (Robert De Niro) conoce a Iris (Jodie Foster) y va a negociar un encuentro con el proxeneta Sport (Harvey Keitel), según aparece en “Taxi Driver”, la película dirigida por Martin Scorsese en 1976.



Mick es Keitel
Keith es De Niro
Un par de chicas pasean y emulan a Foster y su compañera de reparto.

jueves, 12 de febrero de 2015

Nunca sabes cuándo (o dónde) vas a encontrar un amigo

Lunes, 20 de octubre de 2008

Debo coger un avión que me lleve de Oviedo a Badajoz, tras un cambio de aparato en la T-4 madrileña, mucho antes de que supiéramos que se iba a llamar Adolfo Suárez.

Ahora no recuerdo los detalles, pero volar de forma reiterada (como cualquier otra actividad que realices con asiduidad), te permite desarrollar ciertos conocimientos prácticos. Yo sabía entonces, aunque ahora lo haya olvidado, el lugar exacto desde dónde partiría ese avioncito que, por sus características, obliga a embarcar andando y que hace que siempre fuese en la misma zona del aeropuerto.

Habiendo llegado con tiempo a Badajoz, pude dar una vuelta por la ciudad y callejear tranquilo. Al día siguiente tenía que impartir un curso: localicé el centro donde se iba a realizar, visité la catedral y el casco antiguo y aproveché para comprar una chaqueta marrón que me acompañó durante años y que hoy, cochambrosa, guardo con cariño.

Martes, 21 de octubre de 2008

El curso en Badajoz se realizó en una academia vecina a la sede social del cliente. Puerta con puerta. En una de las dinámicas que teníamos que realizar, se debía ambientar el aula como si fuera una zapatería. El grupo que debía actuar como protagonista se envalentonó y, armándose de los rotuladores que yo llevaba para las explicaciones en flipchart, se pusieron a dibujar zapatos, anuncios de rebajas, slogans y dejaron que su creatividad fluyese para llenar la pizarra vileda.

Una vez terminado el ejercicio, intenté borrar los dibujos. Consternado, descubrí que habían empleado mis rotuladores (indelebles) en la pizarra. Una escapada fugaz de una persona apañada nos hizo comprobar que, contando con suficiente alcohol (de 96º) y papel higiénico, los rastros de los rotuladores dejan de ser indelebles. Aunque haya que frotar.

Miércoles, 22 de octubre de 2008

Junto a Rodri, recogemos en la estación de tren de Badajoz un coche de alquiler para hacer los más de trescientos kilómetros que nos separan de Jerez de la Frontera, donde tenemos el siguiente curso. Juraría que comimos en Sevilla. Debíamos devolver el vehículo en la estación de tren, pero ya no había nadie de la compañía de alquiler, así que tuvimos que desplazarnos hasta un polígono industrial, realizar los trámites con una mujer que no se enteraba de la misa la media, llamar un taxi e irnos al hotel donde íbamos a pernoctar, contiguo al estadio del equipo de fútbol. Hablamos con el conductor para que nos recogiera el viernes y agilizar el regreso.

Jueves, 23 de octubre de 2008

Había oído hablar del carácter de los jerezanos y su compromiso y tradición sindical. También era conocedor del habla que todos los gaditanos gastan, en el que los de Jerez son consumados maestros. Pero no estaba preparado para uno de los cursos más conflictivos que pude tener en mi trayectoria como formador. Hasta tres veces tuve que parar el curso, invitar a que saliéramos todos a fumar (y relajarnos), porque resultó complicado avanzar en el desarrollo del programa.

En todo caso, esos momentos complejos son, cuando se resuelven, los que hacen mella y te permiten avanzar en tu desarrollo profesional.

Viernes, 24 de octubre de 2008

Rodri se iba en tren (evitando los aviones) y había quedado con el taxista para que pasara a recogerle a las 5:00 de la mañana. Yo tenía un poco más de margen, porque iba en avión a Madrid y hacía enlace con el vuelo que me llevaba a Asturias de vuelta.

Recuerdo que compartí asiento con alguien a quien creía haber identificado, por sus uñas, como compañero de trabajo en una empresa en la que yo había estado unos años antes. Pero, dormido y cansado, no quise resolver las dudas.

Al llegar a la T-4 veo una llamada perdida de un familiar. Cuando le devuelvo la llamada, me enreda, contándome una historia complicadísima, enrevesada, con una solución disparatada y que, contada por teléfono a esas horas, me pone frenético. Entonces fumaba, así que me encamino a la búsqueda de aquellos recintos claustrofóbicos en que se nos encerraba a los fumadores; unas cabinas que, nos parecía entonces, eran un signo de magnanimidad y rebeldía de Esperanza Aguirre contra Zapatero, que algunos aprovechábamos también como laboratorio de observación costumbrista. Así que, más quemado que la moto de un hípster, con el cigarrillo sin encender colgando ladeado en mi boca, el ceño fruncido bajo mi recién estrenado Stetson, entro furibundo en la pecera y oigo:

— ¡Coño, Indy, deja de refunfuñar!

Es Elías. Iba camino de Oviedo. Estaba invitado a la ceremonia de entrega de los Premios Príncipe de Asturias, en la edición en la que entregaron el premio de “Investigación Científica y Técnica” a Sumio Iijima, Shuki Nakamura, Robert Langer, George M. Whitesides y Tobin Marks; el de “Letras”, a Margaret Atwood; el de “Ciencias Sociales”, a Tzvetan Todorov; el de “Comunicación y Humanidades”, a …

— ¡Joder, lo que te enrollas Alberto…!
— Vale, de acuerdo.
— Dilo ya, hombre.
— Sí. El año de Nadal.
— Dilo claro.
— Elías estaba invitado el año que le dieron el premio a Nadal.
— Gracias.
— De nada.

Íbamos en aviones distintos. Yo intenté que me adelantaran el vuelo (que no conseguí), pero Elías, que tenía coche reservado, se ofreció a esperarme (lo que acepté y le agradecí).

En mi vuelo iba Matías Prats, tan peripuesto que daba dentera verle. Y también iba un periodista de Radio Nacional, del que omitiré su nombre, porque excitado por la semana que llevaba, me empeñé en conseguir que, en lugar de hablar (como hace por oficio), ese día tuviera que escuchar. Fue una conversación amena y agradable. Una faena para él, que llevaba un montón de documentación sobre los premiados, que había dejado para repasar en el vuelo, y que nuestra charla impidió.

*****

Al llegar al aeropuerto de Ranón, Elías me estaba esperando y aprovechamos el viaje a Oviedo para despotricar y darle vueltas a las cosas que nos preocupaban a ambos y, así, afianzar más nuestra amistad.

*****

Luego estuvimos en Ribadeo, dándonos un gustazo en una comida cuya cuenta hubo que pagar a escote porque quien nos había invitado se ausentó de acudir.

Y fuimos unas cuantas veces a su Pola de Lena, a comer callos en una pizzería, la combinación más extraña y apetecible que pueda recordar, con nuestros hijos jugando en la plaza contigua.

Coincidimos en unas cuantas cenas de Navidad.

Se organizó un curso en el que, mano a mano, intercambiamos los papeles de profesor y alumno, mientras yo veía cómo hacía para encontrar solución a cosas que aparentaban no tenerla, mientras él simulaba que prestaba atención a los asuntos sobre los que yo sólo me enrollaba y daba vueltas.

Coincidimos en un plató de Telecinco y, buscando a Belén Esteban, nos encontramos a Sara Carbonero. Aprovechamos una pausa y decidimos casarnos.

*****

Recuerdos fragmentados. Momentos que me vienen a la memoria de Elías, forjados en muchos encuentros, del que sobresale aquel socarrón Indy, que me espetó en una pecera llena de humo (y desconocidos).

Un amigo del que quiero acordarme.

Una sonrisa dispuesta, un intento de alcanzar un acuerdo, una firme vocación de servicio.

Una excelente persona.

*****

Elías Prellezo, mi amigo.


viernes, 14 de noviembre de 2014

Uno de 50

Pasan los años, como en un suspiro.
Repentinamente te percatas que has superado la cuarentena.

Me he convertido en “uno de cincuenta”, la categoría que incluye a hombres (“uno”) maduros (“de 50”).
Nada hace suponer que por ello deba ser más sabio, interesante o responsable.


Al fin y al cabo, es sólo un día más y el cambio es casi imperceptible.

Pese a que resulte inevitable dar mayor relevancia a ciertos pequeños detalles que llenan de gozo la vida.
Disfrutar de un café, a media mañana, por el mero placer de pararte y pensar.
Encontrarte a un amigo y charlar un rato.
Alguien se acuerda de un momento en el que, por lo que sea, te guarda en su memoria y quiere compartirlo.
Una canción o una lectura, recomendadas, que dejas que te atrapen y te seduzcan.
Una foto olvidada que aparece en el fondo de un cajón, escondida entre las hojas de un libro, como un calcetín desemparejado.

El tipo de cosas que un día como hoy me encantará recibir. Y que agradeceré.

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Esta semana he visto dos películas que debería haber visto hace treinta años.

Una, Koyaanisqatsi, dirigida por Godfrey Reggio en 1982, acompañada por música de Philip Glass, que se convertiría pasado el tiempo en la primera parte de una trilogía. El tipo de cine que mis amigos no me querían acompañar a ver.

La otra, “Karate Kid”, con Pat Morita y Ralph Macchio, de 1984. No sé cómo lo conseguí pero hasta hace dos días había sido capaz de evitarla.
Sorprende sobremanera la transformación en los gustos musicales y estéticos, al igual que cierto costumbrismo rancio que me niego a detallar, pero me aturde ver que he caído sin remedio en la trampa simplista de hablar a mis hijos comiéndome los artículos y moviendo dextrógiramente mi mano derecha, mientras la izquierda lo hace de forma levógira, repitiendo (y resultando cansino):

Hay ciertos rasgos contradictorios que conviven en mí; han dejado poso y deseo que permanezcan.

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Muchas gracias.

Mi círculo de amistades de expande y se consolida, aunque haya veces que pueda sentirme sólo o tenga ganas de renunciar.



“Cuando era joven me decían: ‘Ya verás cuando tengas cincuenta años’.
Hoy tengo cincuenta años y siento que aún no he visto nada”.
Erik Satie


domingo, 18 de mayo de 2014

Tres años de Común Sin Sentido

Mucho tiempo transcurrido.

Un proyecto que se inició a modo de prueba, que se convirtió en una forma de obsesión y que hoy, tres años después, con más de 400 artículos escritos, presenta un futuro incierto.

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"En stand-by"

Es momento de confesiones.

Tratar de buscar explicaciones, mirando hacia atrás, supone convertir motivos en razones.

Los motivos son los argumentos que conducen a la acción; los que mueven a comportarse de una determinada manera; los motores de nuestros actos. Muchas veces son irracionales y se dejan guiar por impulsos. Son errantes y caprichosos.

Las razones son los argumentos que utilizamos para explicar por qué hicimos las cosas. Son re–construcciones, racionalizadas y no espontáneas, no siempre fieles, que tratan de hilvanar en un hilo lineal lo que, en realidad, pudo haber sido una forma de actuar inconexa y errática (e incluso errónea).

Juzgarse con excesiva benevolencia facilita la aparición de la necedad, un empeño falto de provecho para el que Baltasar Gracián nos prevenía en El arte de la prudencia:

“…todos los necios son audaces. Su misma estupidez, que les impide primero advertir los inconvenientes, después les quita el sentimiento de fracaso”.

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Así que, de forma imprudente, expongo las que hoy juzgo mis razones:

Un cáncer (en el que perdí un pulmón), un ictus como reacción a la quimioterapia (que mermó mis capacidades cognitivas, fulminando mi memoria a corto plazo y afectando áreas asociadas al lenguaje, lo que me impide hablar de seguido, sin trabucarme) me abocaban a tener próxima (y tentadora) la posibilidad de derrumbarme.

No soy dado a andar quejándome. Entiendo que todos andamos sobrados de preocupaciones. Las personas que te hacen partícipes de las suyas, sin quererlo, te trasladan una carga que puedes rechazar o que puede sumirte en una congoja que procede de tu incapacidad para hacer nada e intervenir de forma útil.

Uno debe poner mucho de su parte para afrontar la carga que le haya correspondido. Acabo de terminar el libro de Viktor Frankl, El hombre en busca de sentido. Una muestra de determinación y de un comportamiento verdaderamente ejemplar. Un estímulo. Una forma de entender que hay una manera apropiada de afrontar lo que corresponda.

En aquel momento, escribir un blog suponía cambiar el foco de atención, desplazarlo desde mi enfermedad y llevarlo hacia otros intereses, haciendo que, estando ocupado, dejara de preocuparme.

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Tuve la inmensa fortuna de contar con la mujer más entusiasta que haya conocido. Siempre estuvo a mi lado y, sin ella, no hubiera sido capaz de superar las dificultades que me he ido encontrando.

Mis hijos fueron la esperanza que tiraba de mí y que hacía que tuviera ganas de vivir, por descontado. Me obligaban a plantearme el futuro, de forma gozosa, buscando encontrar la forma de disfrutar junto a ellos y de seguir pudiendo mostrarme como un ejemplo que quisieran emular (y que les resultara de provecho para su vida futura).

Así que, acompañado por ella, inspirado por mis hijos, apoyado por mi familia y los profesionales médicos que cuidaron de mí, tuve la fortuna de encontrar un montón de gente buena, cariñosa, amable, agradecida, desprendida. Todos los que con sus gestos generosos, grandes o pequeños, hicieron que todo resultara más sencillo.

Cuando el blog cumplió un año, quise mostrar mi gratitud para todos. Hoy ese agradecimiento se ve renovado (y debería ampliarse a más personas que han pasado a formar parte de mi vida desde entonces).

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No sabría definir el blog. Sé que quise tratar de plasmar mis propias ideas, evitar ser predecible y establecer conexiones de formas no convencionales.

No sé si ha funcionado. Aunque creo que su nombre encierra las claves de mis pretensiones:

Común

Quise tratar aspectos cotidianos, cosas que contemplaba a mi alrededor, comportamientos propios y ajenos que suscitaran interés. En algunos casos, por lo novedoso; en otros, por lo sorpresivo; en la mayoría, tratando de encontrar explicación a la forma de actuar en asuntos ordinarios. Plantear preguntas, más que intentar establecer respuestas.

Sin

…ataduras para mí, ni obligaciones para quien se acercara a leer. Traté de forzar límites, de buscar nuevos formatos, de no mantenerme en un territorio que, por conocido, me resultara cómodo.

Sentido

Parecerá pretencioso: intentaba devolver (de una extraña manera, admito) la generosidad y el apoyo que recibí en mis momentos de debilidad.
Planteé preguntas, compartí inquietudes, busqué sonrisas.
No sé si supe lograrlo.

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Estoy orgulloso de tres artículos que hoy puedo releer sin ruborizarme.
Expresan lo que opinaba entonces, firmes convicciones que se mantienen vigentes.


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Mi dedicación se volvió obsesiva, convirtiéndose en un refugio en el que invertía tiempo y esfuerzos, cayendo atrapado en una rutina de la que me costaba salir.

Y me dejaba robar a mi mujer y a mis hijos, y a todos los que debería seguir sintiéndome vinculado, para enredarme de forma virtual en proyectos que, pese a ser vibrantes, me exigían más de lo que podía ofrecer.

No era consciente de que todos mis amigos (en Madrid, Bilbao, Barcelona, La Coruña, Albacete, Santiago de Compostela, Ciudad Real, Pamplona, Burgos, Valencia, León, y más sitios) estaban presentes, pero que mi realidad cercana era a la que debía prestar verdadera atención.

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¿Cómo darse cuenta de los errores que uno comete?
Nos acostumbramos a criticar al vecino; nos mostramos osados dando consejos a los demás; percibimos las malas intenciones en los actos ajenos, pero no somos capaces de vernos como vemos a los demás (y, menos aún, como los demás nos ven a nosotros).

Nadie reconoce en sí mismo a un miserable. Es fácil encontrar excusas.

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Me avergüenza reconocerlo; un programa que emite Divinity Channel me abrió los ojos: Consumidos por el caos.



Lo presenta Jill Pollack, una mujer que recuerda a Monica Lewinsky. Ejerce de terapeuta del hogar, incluyendo las relaciones entre los miembros de la familia y el entorno que comparten (porque el desorden y el caos están causados por otros problemas implícitos).

Vi que lo que resultaba evidente en otros, era patente en mi forma de actuar: más allá del apego a los objetos, resultaba deprimente comprobar que usaba la tecnología como forma de evadirme de lo que debía sentir más cercano.




Dejarme seducir, una vez más, por los matices de quien lleva más de 17 años compartiendo éxitos y fracasos, haciendo encantadora la compañía y la rutina.

Descubrir que tengo a tres hijos llenos de virtudes; que es agradable compartir tiempo con ellos; que saben enseñarme a jugar, porque desbordan imaginación, curiosidad e ingenio. Que la labor que iniciamos da frutos, porque tratamos de hacer con ellos lo mismo que hicieron con nosotros: “prepararles para lo imprevisible”.

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Cumplidos tres años de este blog, ya no volverá a ser el mismo.

Yo tampoco.

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Recuerdo las veces que me reí con ellos, los artículos que le dediqué a ella, los muchos que le leí a mi madre y que son su recuerdo más reciente. También los comentarios de los que, por cualquier conducto, me mostraron su gratitud por cualquier cosa que hubiera escrito.

Creo que quien haya llegado leyendo hasta aquí habrá imaginado que pensaba dejar de escribir. Es entendible. De hecho, fue mi propósito firmar hoy un epitafio. Pero, recapacitando, teniendo presente la lectura del maravilloso libro de Nuccio Ordine en el que reclama la necesidad de reivindicar la utilidad de lo inútil, captando la sutileza del título de Marino en el que anima a volver a la normalidad y comprendiendo que no puedo haber leído a Thoreau y permanecer parado, asumo que probablemente sea mejor no ceder del todo, sino, más bien, moderar mi dedicación y prestar atención a lo que verdaderamente importa.

*****

Supongo que, siendo así, podré cambiar el stand by, para pedir un poco de comprensión y de confianza

Ben E. KingStand by me

Esa incierta edad [el libro]

A veces tengo la sensación de que llevo toda la vida escribiendo este libro. Por fin está terminado. Edita Libros Indie . Con ilustracio...