Mucho
tiempo transcurrido.
Un
proyecto que se inició a modo de prueba, que se convirtió en una forma de
obsesión y que hoy, tres años después, con más de 400 artículos escritos,
presenta un futuro incierto.
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"En stand-by" |
Es
momento de confesiones.
Tratar
de buscar explicaciones, mirando hacia atrás, supone convertir motivos en
razones.
Los
motivos son los argumentos que conducen
a la acción; los que mueven a comportarse de una determinada manera; los
motores de nuestros actos. Muchas veces son irracionales y se dejan guiar por
impulsos. Son errantes y caprichosos.
Las
razones son los argumentos que utilizamos
para explicar por qué hicimos las cosas. Son re–construcciones, racionalizadas
y no espontáneas, no siempre fieles, que tratan de hilvanar en un hilo lineal
lo que, en realidad, pudo haber sido una forma de actuar inconexa y errática (e
incluso errónea).
Juzgarse
con excesiva benevolencia facilita la aparición de la necedad, un empeño falto
de provecho para el que Baltasar Gracián
nos prevenía en “El arte de la prudencia”:
“…todos los necios son
audaces. Su misma estupidez, que les impide primero advertir los inconvenientes,
después les quita el sentimiento de fracaso”.
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Así que, de
forma imprudente, expongo las que hoy juzgo mis razones:
Un
cáncer (en el que perdí un pulmón), un ictus como reacción a la quimioterapia
(que mermó mis capacidades cognitivas, fulminando mi memoria a corto plazo y
afectando áreas asociadas al lenguaje, lo que me impide hablar de seguido, sin
trabucarme) me abocaban a tener próxima (y tentadora) la posibilidad de
derrumbarme.
No
soy dado a andar quejándome. Entiendo que todos andamos sobrados de
preocupaciones. Las personas que te hacen partícipes de las suyas, sin
quererlo, te trasladan una carga que puedes rechazar o que puede sumirte en una
congoja que procede de tu incapacidad para hacer nada e intervenir de forma
útil.
Uno
debe poner mucho de su parte para afrontar la carga que le haya correspondido.
Acabo de terminar el libro de Viktor
Frankl, “El
hombre en busca de sentido”. Una muestra de determinación y de un
comportamiento verdaderamente ejemplar. Un estímulo. Una forma de entender que
hay una manera apropiada de afrontar lo que corresponda.
En
aquel momento, escribir un blog suponía cambiar el foco de atención,
desplazarlo desde mi enfermedad y llevarlo hacia otros intereses, haciendo que,
estando ocupado, dejara de preocuparme.
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Tuve la inmensa fortuna de contar con la mujer más entusiasta que haya conocido. Siempre estuvo a mi lado y, sin ella, no hubiera sido capaz de superar las dificultades que me he ido encontrando.
Mis hijos fueron la esperanza que tiraba de mí y que hacía que tuviera ganas de vivir, por descontado. Me obligaban a plantearme el futuro, de forma gozosa, buscando encontrar la forma de disfrutar junto a ellos y de seguir pudiendo mostrarme como un ejemplo que quisieran emular (y que les resultara de provecho para su vida futura).
Así que, acompañado por ella, inspirado por mis hijos, apoyado por mi familia y los profesionales médicos que cuidaron de mí, tuve la fortuna de encontrar un montón de gente buena, cariñosa, amable, agradecida, desprendida. Todos los que con sus gestos generosos, grandes o pequeños, hicieron que todo resultara más sencillo.
Mis hijos fueron la esperanza que tiraba de mí y que hacía que tuviera ganas de vivir, por descontado. Me obligaban a plantearme el futuro, de forma gozosa, buscando encontrar la forma de disfrutar junto a ellos y de seguir pudiendo mostrarme como un ejemplo que quisieran emular (y que les resultara de provecho para su vida futura).
Así que, acompañado por ella, inspirado por mis hijos, apoyado por mi familia y los profesionales médicos que cuidaron de mí, tuve la fortuna de encontrar un montón de gente buena, cariñosa, amable, agradecida, desprendida. Todos los que con sus gestos generosos, grandes o pequeños, hicieron que todo resultara más sencillo.
Cuando
el blog cumplió un año, quise mostrar mi
gratitud para todos. Hoy ese agradecimiento se ve renovado (y debería
ampliarse a más personas que han pasado a formar parte de mi vida desde entonces).
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No
sabría definir el blog. Sé que quise tratar de plasmar mis propias ideas,
evitar ser predecible y establecer conexiones de formas no convencionales.
No
sé si ha funcionado. Aunque creo que su nombre encierra las claves de mis
pretensiones:
Común
Quise tratar aspectos cotidianos,
cosas que contemplaba a mi alrededor, comportamientos propios y ajenos que
suscitaran interés. En algunos casos, por lo novedoso; en otros, por lo
sorpresivo; en la mayoría, tratando de encontrar explicación a la forma de
actuar en asuntos ordinarios. Plantear preguntas, más que intentar establecer
respuestas.
Sin
…ataduras para mí, ni obligaciones
para quien se acercara a leer. Traté de forzar límites, de buscar nuevos
formatos, de no mantenerme en un territorio que, por conocido, me resultara
cómodo.
Sentido
Parecerá pretencioso: intentaba
devolver (de una extraña manera, admito) la generosidad y el apoyo que recibí
en mis momentos de debilidad.
Planteé preguntas, compartí
inquietudes, busqué sonrisas.
No sé si supe lograrlo.
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Estoy
orgulloso de tres artículos que hoy puedo releer sin ruborizarme.
Expresan
lo que opinaba entonces, firmes convicciones que se mantienen vigentes.
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Mi
dedicación se volvió obsesiva, convirtiéndose en un refugio en el que invertía
tiempo y esfuerzos, cayendo atrapado en una rutina de la que me costaba salir.
Y
me dejaba robar a mi mujer y a mis hijos, y a todos los que debería seguir
sintiéndome vinculado, para enredarme de forma virtual en proyectos que, pese a
ser vibrantes, me exigían más de lo que podía ofrecer.
No
era consciente de que todos mis amigos (en Madrid, Bilbao, Barcelona, La
Coruña, Albacete, Santiago de Compostela, Ciudad Real, Pamplona, Burgos,
Valencia, León, y más sitios) estaban presentes, pero que mi realidad cercana
era a la que debía prestar verdadera atención.
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¿Cómo
darse cuenta de los errores que uno comete?
Nos
acostumbramos a criticar al vecino; nos mostramos osados dando consejos a los
demás; percibimos las malas intenciones en los actos ajenos, pero no somos
capaces de vernos como vemos a los demás (y, menos aún, como los demás nos ven
a nosotros).
Nadie
reconoce en sí mismo a un miserable. Es fácil encontrar excusas.
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Me
avergüenza reconocerlo; un programa que emite Divinity
Channel me abrió los ojos: “Consumidos por el caos”.
Lo
presenta Jill Pollack, una mujer que recuerda a Monica
Lewinsky. Ejerce de terapeuta del hogar, incluyendo las relaciones entre
los miembros de la familia y el entorno que comparten (porque el desorden y el
caos están causados por otros problemas implícitos).
Vi
que lo que resultaba evidente en otros, era patente en mi forma de actuar: más
allá del apego a los objetos, resultaba deprimente comprobar que usaba la
tecnología como forma de evadirme de lo que debía sentir más cercano.
Dejarme
seducir, una vez más, por los matices de quien lleva más de 17 años
compartiendo éxitos y fracasos, haciendo encantadora la compañía y la rutina.
Descubrir
que tengo a tres hijos llenos de virtudes; que es agradable compartir tiempo
con ellos; que saben enseñarme a jugar, porque desbordan imaginación,
curiosidad e ingenio. Que la labor que iniciamos da frutos, porque tratamos de
hacer con ellos lo mismo que hicieron con nosotros: “prepararles para lo imprevisible”.
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Cumplidos
tres años de este blog, ya no volverá a ser el mismo.
Yo
tampoco.
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Recuerdo
las veces que me reí con ellos, los artículos que le dediqué a ella, los muchos
que le leí a mi madre y que son su recuerdo más reciente. También los
comentarios de los que, por cualquier conducto, me mostraron su gratitud por
cualquier cosa que hubiera escrito.
Creo
que quien haya llegado leyendo hasta aquí habrá imaginado que pensaba dejar de
escribir. Es entendible. De hecho, fue mi propósito firmar hoy un epitafio. Pero, recapacitando, teniendo presente la lectura del maravilloso
libro de Nuccio Ordine en el que
reclama la necesidad de reivindicar la
utilidad de lo inútil, captando la sutileza del título de Marino en el que anima a volver
a la normalidad y comprendiendo que no puedo haber leído a Thoreau y permanecer
parado, asumo que probablemente sea mejor no ceder del todo, sino, más
bien, moderar mi dedicación y prestar atención a lo que verdaderamente importa.
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Supongo
que, siendo así, podré cambiar el stand
by, para pedir un poco de comprensión y de confianza
Ben E. King – “Stand by me”