Al
final se ha dado cuenta el Rey de que resulta totalmente imposible
recuperar el aprecio que los españoles sintieron por él. Lo que
está en juego en estos momentos es la perdurabilidad de la monarquía
y ahora se trata de ver si el futuro rey será capaz de salvarla.
Vicente
Clavero, en su libro Yo
soy el hijo de Franco hace notar que a Don Juan no le importó
entregarle su hijo a Franco con tal de conservar sus aspiraciones a
la Corona, y Franco, a su vez, obtenía con ello la seguridad de que
Don Juan no conspiraría contra él.
En
el libro '1978. El año en que España cambió de piel' aparece la
circunstancia de que Juan Carlos creció sin cariño, cosa que no
cabe descartar que haya influido en su vida.
Al
principio de la democracia Juan Carlos I lo tuvo todo. Una casta
política dispuesta a ayudarle; un presidente del gobierno, Adolfo
Suárez, capaz de llevar a cabo lo que se le había encomendado, aun
a costa de todo, y echando mano de unas intrepidez y determinación
fuera de lo común; y de una prensa entregada a la causa.
Falló
él. Estaba preparado para unas cosas, pero no para otras. No supo
ver la dificultad que entrañaba el trabajo de Adolfo Suárez, y al
fallar esto ya falló todo lo demás. Hay cosas que se les pueden
perdonar a las gentes de abajo, como se dice eufemísticamente, pero
si un rey no domina el arte de la gratitud, puede decirse que está
en peligro.
El
Rey se creyó inmune e impune, dio por bueno este sistema político
en el que la corrupción crece y crece, se acostumbró a que la manta
lo tapara todo, y al final no ha habido manta capaz de taparlo todo.
Es posible que el sistema esté muerto y que en el que surja no quepa
la monarquía.
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