Muchos de vosotros me preguntáis, extrañados, por qué no he escrito nada sobre el Movimiento 15-M, sobre los indignados, sobre todo lo que se está moviendo ahí abajo en las plazas y calles de nuestras ciudades. Ya veis que el día a día, la actualidad, la política se van alejando de este espacio, de este blog, que poco a poco invade la ficción. ¿Por qué? No es fácil explicarlo; me cansa la realidad por la que transitamos, me indigna, sí, yo también estoy indignado. Algún día he paseado por la Plaza Catalunya, intentando compartir esa sensación con los allí acampados; he hecho esfuerzos por leer y escuchar. Sigo lo que ocurre en Sol, pero no me acaba de gustar lo que veo. Está bien indignarse, es un buen principio, pero sin acción, la indignación no sirve para mucho. Está bien acampar, decir "basta, hasta aquí hemos llegado", zarandear esta realidad que nos oprime, pero cuando la acampada se convierte en un fin en si mismo, ya no sirve, ya ha perdido toda su fuerza.
Antes de empezar, que quede claro, primero, que estoy indignado y, segundo, que no creo en el modo de producir, consumir y vivir que impone el sistema capitalista -este sistema es malo, muy malo, los efectos de la crisis actual son devastadores, al fracaso medioambiental debemos unir el fracaso ético, que obliga a millones de seres humanos a vivir en la mas absoluta pobreza-. Por tanto, además de estar indignado soy ANTISISTEMA, así en mayúsculas.
Coincidimos en muchas cosas: la democracia no puede reducirse a su dimensión formal, a las elecciones cada cuatro años, al poder de las instituciones, a la simple garantía de los derechos básicos, a una casta política omnipotente, no… es cuanto menos imperfecto, diría más, es excluyente. La democracia sólo se legitima si consigue mayores dosis de igualdad, si las políticas públicas de bienestar se universalizan y llegan a todos los ciudadanos, si se garantizan el acceso a la sanidad, a la enseñanza, al empleo, a una vivienda digna, a la cultura, al bienestar de los ciudadanos; si se termina con las desigualdades sociales, si se acaban con los privilegios. Sin esos derechos, la democracia es una estafa, un vulgar timo.
Hay que volver al inicio, hay que recuperar la participación, el poder lo tenemos nosotros, las gentes, los ciudadanos. La crisis actual nos lleva al fracaso, a la debacle, a la fractura infinita entre ricos y pobres. Hay que comenzar a construir desde las plazas, desde las calles, desde las redes sociales, pero no podemos olvidar que son muchos los que llevan años construyendo un mundo mejor, una sociedad más justa, luchando contra el sistema, limando desigualdades, consiguiendo derechos: las ongs, los sindicatos de clase, las asociaciones de vecinos, las asociaciones de padres, las entidades deportivas de barrio, de tiempo libre, culturales, los cristianos de base… Hay que asumir la diversidad como elemento central de cualquier alternativa, no se puede crear nada en contra de otros, y veo demasiada “pureza” en esas acampadas, en esos indignados. Hace tiempo que la verdad no tiene dueño, que sobran pócimas milagrosas y salvapartrias. Todo existe y todo está por inventar. Se trata de sumar, de aunar esfuerzos, no de empezar desde cero. Y que nadie se equivoque, hay que estar presentes en la calle, en los centros de trabajo, en las escuelas, en la cultura, pero también hay que actuar políticamente, como decía nuestro amigo Gramsci, “las ideas sin organización mueren”, sólo así podremos ofrecer alternativas creíbles. Sí, es cierto, Gramsci también decía que para luchar contra la hegemonía dominante, es necesario “crear una nueva visión del mundo”, en ese sentido, lo ocurrido es una manifestación clara del ejercicio pleno de ciudadanía. Cuantas más mimbres, más grande y más fuerte será este cesto.
Me acuerdo de Fukushima: ¿alguien se acuerda?. Veo cómo el bienestar y los derechos de los ciudadanos griegos, portugueses e irlandeses se los llevan los secuestradores a los que están pagando el rescate. Presiento que la derecha gobernará de forma omnipotente este país –pero los indignados no votan-. Leo la lista de recortes que nos tiene preparado nuestro amigo Mas, y el Gobierno de los mejores en Catalunya. Escucho a los empresarios y al Banco de España pidiendo recortes a los trabajadores, reformas laborales, reducciones de derechos y caña a los sindicatos. Veo como se aprueban normas en los diferentes países europeos y normas comunitarias que sólo tienen un objetivo: reducir los derechos de los ciudadanos y de los emigrantes.
Acampar está bien, indignarse también, pero habrá que hacer algo más si queremos empezar a cambiar el curso de la historia.
© Xavier Blanco 2011.
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