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lunes, 2 de marzo de 2009

Flamenco Sketches.

Parece que M. se ha mimetizado con la música que escucha desde hace unos días y que ha terminado por sentirse, ella misma, un tema que se repite con variaciones a lo largo de Kind of Blue, de Miles Davis. Escucho a lo lejos la música y entonces me la imagino sonriendo; una sonrisa que percute en la batería y que se introduce entre las bombas de la trompeta del gran Davis, ¡oh!, del sonido. Todo esto me conduce a recordar el estilo de Thomas Bernhard. Sus libros son hipnóticos y toda vez que se adquiere el preciso conocimiento de su lenguaje musical, de su cadencia, asoma la luz del prodigio. Con Thomas cedo la incursión de la imaginación ante abismo que me persigue: Thomas Mann, Javier Marías o Joseph Conrad de la mano de Nabokov. Todos sonríen mientras Flamenco Sketches los va perfilando entre la bruma de sus libros. Cabrera Infante, el mismo Quevedo, Alejo Carpentier, Joyce; se suma vestido de monja, asorjuanado, Octavio Paz, y pasean desvestidos, amparados por sus cueros, mientras trazan con su verbo la música de la literatura en un banquete de cicuta y frutas sagradas. Todos se asemejaban a la imagen de Alcibíades, en El Banquete o del amor, de Platón, en que de repente llega Alcibíades medio borracho, con la cabeza coronada de hiedra y violetas, acompañado de tocadoras de flauta y de un grupo de amigos embriagados. Todos aman lo que es inmortal.
El lenguaje musical comparte con la lengua la disposición espacial, pero su aprehensión es distinta. La lengua necesita del espacio para hacerse comprender, es el idioma de los mortales; la música crea el espacio, un tiempo diseñado por la absoluta certeza de la idea más cercana al grito primitivo. La música es el lenguaje de lo inmortal.
Flamenco Sketches -la prodigiosa pista del Kind of Blue, de Miles Davis-. M. me insiste en que el tema cobija un homenaje al flamenco, escúchalo, me dice susurrando. A todo esto respondo sentándome mansamente y escuchando con parsimonia. Mientras tanto, alternate take, pienso el cielo en verde, Blue in green. Cuando preveo que va a terminar la pista, aparece Julio Cortázar de la mano de Miles. Lleva los Diálogos de Platón en la mano. Se sientan a mi lado, yo ya estoy borracho. Y comienza a leerme lo siguiente: “si alguna cosa da valor a esta vida es la contemplación de la belleza absoluta; y si llegas a contemplarla…”, sus voces, el silencio, sus voces, el silencio, la trompeta renqueante, la vuelta circular a la materia, el sonido que se pierde en la llanura, sus voces, ay, el silencio, ay, el sonido que se muere.

sábado, 15 de marzo de 2008

CRÍTICA DE UN CRÍTICO

EXTRAIGO unas palabras referidas a la crítica literararia de uno de los grandes críticos de la literatura occidental, George Steiner. Sus libros son degustaciones del buen hacer del intelectual que se acerca al fenómeno literario, mas sin posicionarse, como es costumbre, en la absoluta certeza de sus palabras. Por el contrario, Steiner ha ido analizando la crítica de la literatura a la par de la propia obra literaria, poniendo en tela de juicio el propio concepto de "crítica". En Lenguaje y Silencio (1982), se puede leer lo siguiente:
"El lenguaje es el que arranca al hombre de los códigos de señales deterministas, de lo inarticulado, de los silencios que habitan la mayor parte del ser. Si el silencio hubiera de retornar a una civilización destruida, sería un doble silencio, clamoroso y desesperado por el recuerdo de la Palabra. [...] El crítico vive de segunda mano. Escribe acerca de. Ha de dársele el poema, la novela o el drama; la crítica existe gracias al genio de otros hombres. En virtud del estilo, la crítica puede convertirse en literatura. Pero esto sucede sólo cuando el escritor hace de crítico de la propia obra o de corifeo de la propia poética, cuando la crítica de Coleridge es obra acumulativa o la de T.S. Eliot divulgación. Fuera de Sainte-Beuve, ¿hay alguien que pertenezca a la literatura permanente en calidad de crítico? No es la crítica lo que hace vivir al lenguaje".