Ya hace casi dos meses de estas fotos, pero las había sacado con el móvil no encontraba el cable para pasarlas al ordenador. Al final, se me ha encendió la bombilla y las he pasado por Bluetooth.
Son de una tarde, a finales de septiembre, en la que fuimos de excursión a las ruinas de un poblado prehistórico que tenemos cerca de casa.
Me da un poco de pena, porque está bastante mal conservado. Sólo queda, medio en pie, un talaiot y poca cosa más.
Aún así, me encanta esa especie de magia que desprenden estos lugares.
La peque disfrutó subiéndose a las rocas, escondiéndose tras ellas y corriendo de aquí para allá.
Seguro que, cuando vuelva a hacer buen tiempo, repetiremos la visita. Y, esta vez, no me olvidaré de coger la cámara de fotos.