El texto que encontraréis a continuación es la traducción de un discurso pronunciado por Sir Terry Pratchett en la Novacon, en 1985. Fue publicado por Xyster 11 ed. Dave Wood, 1986.
Agradecemos enormemente a David Langford el haber transmitido al agente de Sir Terry, Colin Smythe, el interés de La Torre del Arte en traducir ciertos textos al castellano. Y, por supuesto, también a Colin Smythe por permitir a este blog llevar a cabo la traducción del artículo que hoy nos ocupa.
Podéis encontrar el artículo original aquí, y también os remito al Puercoespín N.86 , en el que aparecerá una versión reducida del artículo que aquí tenemos completo.
Lógicamente, este texto tanto su versión original son © Sir Terry Pratchett.
¿Por qué Gandalf no se casó nunca?
Quiero hablar sobre la magia, de cómo se representa la magia en la fantasía, de cómo la literatura fantástica ha, en efecto, contribuido a un uso de la magia muy diferente, y quizás lo más importante: cómo el mundo occidental, en general, ha terminado aceptando una cierta y extremadamente sospechosa imagen de los usuarios de la magia.
Debería decir, antes de nada, que realmente no creo en la magia más de lo que creo en la astrología, porque soy Tauro y a nosotros no nos va ese rollo rarito de lo oculto.
Pero hace un par de años escribí un libro llamado El color de la magia. Tenía algunos chistes geniales. Era un intento de hacer por el universo de fantasía clásica lo mismo que Blazing Saddles hizo por las películas del oeste. También era mi tributo a veinticinco años de lectura de fantasía, que empezó cuando tenía trece años y me leí El señor de los anillos en 25 horas. Ese maldito libro era un ladrillo más en el carril bici de mi vida. Empecé a leer libros de fantasía a la velocidad que sólo puedes alcanzar en tus años mozos. Y me dejó exhausto.
Tuve una infancia dura, ¿sabéis? Tenía un montón de niños con los que jugar, y mis padres me compraban juguetes para usar al aire libre, y siempre rechazaron maltratarme, de manera que nunca se me ocurrió buscar consuelo solitario con un buen libro.
Y entonces, Tolkien lo cambió todo. Me obsesioné con la fantasía. Cómics, aburridas sagas nórdicas, fantasía victoriana aún más aburrida… En este punto será mejor explicar a los oyentes más jóvenes que en aquellos días la fantasía no estaba disponible en todas las tiendas de juguetes y en cada estante de libros, sino que era algo así como el sexo: no sabías dónde encontrar los libros guarros de verdad, así que todo lo q podías hacer era meter la zarpa en revistas de Fotografía Amateur buscando desnudos artísticos.
Cuando no la podía conseguir – la fantasía heroica, no el sexo – me daba paseos por las secciones infantiles de las bibliotecas públicas, intentando convencer a los libros sobre elfos y dragones de que se vinieran a casa conmigo. Incluso compré y me leí todos los libros de Narnia de una sentada, lo cual resultó ser como un empacho de ostias consagradas. Ahora ya no me importaba nada.
Un día las autoridades me agarraron y me encerraron en una habitación oscura con pequeñas dosis de ciencia ficción hasta que rompí con mi adicción, y ahora puedo pasear y ver un libro con un dragón en la portada. Y ya casi no me sudan las manos.
Pero una parte de mi mente permaneció enchufada a lo que llamaría el universo fantástico consensuado. Existe, y todos lo sabéis. Se ha formado por el folclore y románticos victorianos y Walt Disney, y E.R Eddison y Jack Vance y Ursula Le Guin y Fritz Leiber… ¿verdad? De hecho, esos escritores y otro puñado más lo han definido de forma muy cerrada. Ahora hay, para la satisfacción de escritores parasitarios como yo, lo que casi podría llamar “elementos argumentales de dominio público”. Hay dragones, y gente que hace magia, y horizontes lejanos, y búsquedas, y elementos de poder, y ciudades extrañas. Tenemos el tipo de escenografía que tendríamos en
Para ver el universo fantástico consensuado en detalle sólo tenéis que echar un ojo al juego de rol Dungeons and Dragons. Son mosaicos de cada una de las historias fantásticas que hayáis leído.
Por supuesto, el universo fantástico consensuado está lleno de estereotipos, casi por definición. Los elfos son altos y justos y utilizan arcos, los enanos son bajitos y oscuros y votan a los laboristas. Y la magia funciona. Ésa es la diferencia entre la magia en un universo fantástico y la magia aquí. En el universo fantástico un mago apunta con sus dedos y todas esas lucecitas azules chisporroteantes salen, y luego hay algún tipo de explosión y algún pobre diablo es convertido en algo horrible.
En cualquier caso, si te apuntas a este mercado por el chiste fácil, aprendes que éste se busca frecuentemente de dos formas: o bien retorciendo un cliché, o bien tomándose las cosas desde una óptica absolutamente literal. Así, en la secuela de El color de la magia, que está publicándose rápidamente a la velocidad de la deriva de un continente, aprenderéis qué ocurre, por ejemplo, si alguien como yo se agarra a la idea de que los círculos de piedra megalítica son en realidad computadores complejos. Lo que consigues es lo siguiente: druidas merodeando por ahí hablando algún tipo de jerga informática y refiriéndose a Stonehenge como el milagro del pedazo de silicio.
Mientras escudriñaba el mundo de la fantasía en busca del próximo cliché para sacarle algunas risas, encontré uno que estaba tan arraigado que difícilmente te darías cuenta de que está allí. De hecho, me golpeó con tanta fuerza que empecé a fijarme en él seriamente.
Y se trata de la clarísima división entre la magia hecha por mujeres y la magia hecha por hombres.
Hablemos de los magos y las brujas. Hay una tendencia a hablar de ellos como unidad indivisible, como si simplemente fueran diferentes etiquetas sexuales para el mismo trabajo. Eso no es verdad. En el mundo de la fantasía no existe nada parecido a un hombre bruja. Warlocks, os oigo gritar, pero es verdad. Oh, puedo aceptar que se postulen para historias concretas, pero aquí me estoy refiriendo a la tendencia general. Y por supuesto, no existe algo así como una mujer mago.
¿Hechiceras? No son más que un tipo mejor de bruja. ¿Pitonisas? Simplemente brujas con buenas piernas. El mundo de la fantasía, de hecho, necesita desde hace tiempo una visita de los activistas por La Igualdad de Oportunidades porque, en el mundo de la fantasía, la magia hecha por mujeres es habitualmente de mala calidad, de tercer nivel, con connotaciones negativas, mientras que los magos son normalmente más cerebrales, inteligentes, poderosos y sabios.
Extrañamente, esto también ocurre en este mundo. No hace falta creer en la magia para darse cuenta.
Los magos suelen hacer un tipo de magia mejor, mientras que las brujas te provocan verrugas.
El mago arquetípico es, por supuesto, Merlín, consejero de reyes, creador de
Merlín tuvo muchos problemas con las mujeres. Morgan Le Fay – una bruja – era su mayor enemigo, pero finalmente acabó atrapado en su cueva de cristal o en su bosque encantado, elegid vosotros mismos vuestra propia variante, por una alumna. El mensaje está claro, chicos: eso es lo que os pasa si dejáis que la magia verdaderamente poderosa caiga en las manos de las mujeres.
De hecho, Merlín casi ha sido reemplazado como mago número 1 por Gandalf, cuya magia es más sugerente que aparente. También me gustaría mencionar en este punto a un tercer mago del que seguramente habréis oído – Ged, el de Un mago en Terramar. Digo esto porque los libros de Ursula Le Guin nos ofrecen un meticuloso y típico mundo mágico. Sugeriría que todo esto funcionó porque se adaptaron de una forma excelente en nuestra imaginería de cómo la magia se ordena. Sirven para señalar algunos parecidos con nuestros magos.
Son todos licenciados, y sexualmente continentes. Así, la fantasía está en concordancia con algunos de los trabajos estándar sobre magia, que dejan claro que un buen mago no tiene sexo. (Gracioso, porque no existe esta prohibición en las brujas; pueden ser unas libertinas, que eso no afectará en absoluto a su magia). Los magos tienden a existir en Órdenes, o jerarquías, y la verdad es que
Os imagináis a una mujer intentando conseguir plaza en
Por supuesto, casi no hace falta mencionar a las brujas de los cuentos de hadas, un atajo de brujas tan malévolas como podáis imaginar. Seguramente será por haber vivido en esas casitas de jengibre. Y por supuesto, no es nada sorprendente que las brujas hayan sido siempre descritas sin dientes – lo provocaba vivir en casas de 90000 calorías. Cuando escucharan ruiditos, eran probablemente los niños del pueblo, comiéndose el pomo de la puerta. Tomando como fuente el libro de mi hija de ocho años sobre Magos, un librito ilustrado y disponible en cualquier buena librería, “los magos deshicieron el mal causado por las malvadas brujas”. Ahí está de nuevo, el recurrente mensaje: la magia femenina es barata y mala.
Pero ¿cuál es el motivo de todo esto? ¿Hay algo en el mundo real que se refleje en la fantasía?
Lo más curioso es que el mundo occidental al menos no hay una gran tradición mágica. Puedes buscar en vano magos genuinos, o brujas, para corroborarlo. Conozco a mucha gente que se creen brujas, paganos o magos, y los más realistas admitirán que mientras que les gusta creer que están siguiendo una tradición que se remonta al conocido Amanecer de los Tiempos, en realidad lo han cogido todo de los libros y, sí, historias fantásticas. He acabado creyendo que la ficción fantástica en todas sus formas no se basa en nada del mundo real. Creo que unas y otras brujas toman sus ideas de sus lecturas o, antes de eso, del folclore. La ficción construye la realidad.
En
A pesar de la reivindicación de que nueve millones de personas fueron ejecutadas por brujería en Europa durante los tres siglos que siguieron al 1400 – esto aparece con frecuencia en libros de ocultismo popular y sólo puedo decir que el dato es probablemente tan fiable como el resto de sus contenidos -, es difícil encontrar evidencia palpable de un culto de brujas tan extendido. Conozco a bastante gente que se llama a sí misma brujas. No, espera, son brujas – ¿por qué no debería creerles? Su religión me parece imprecisa, pero bienintencionada y, por lo menos, inofensiva. La brujería moderna son los Amigos de
Sin embargo, debo aceptar que sí que ha existido gente llamada ‘brujas’. De alguna manera, han sido creadas por el folclore, por lo que yo llamo el Proceso del Platillo Volante – ya sabéis, alguien ve algo en el cielo que no puede o no quiere explicar, sabe que hay una historia popular sobre avistamientos de platillos volantes, decide que lo que ha visto es un platillo volante, y muy pronto ese “avistamiento” añade algunos copos a la gran bola de nieve de la platillología. De la misma forma, el campesino que sabe que las brujas son viejas feas que viven solas porque el folclore lo explica también sabe que la viejecita del pueblo debe ser una bruja. Pronto, todo el mundo SABE que hay una bruja en el valle de al lado, atribuyen ciertas triquiñuelas del destino, y así el gran mito sigue su curso.
Uno puede buscar en vano una evidencia similar así de extendida con los magos. Además de los puñados de dudosos médicos ya mencionados, la mitad de los cuales son fácilmente identificables como alquimistas o charlatanes, todo lo que pude encontrar fue algún culto vagamente masónico, como los Palabra de los Jinetes, en East Anglia. No hay demasiado de Gandalf por ahí.
Ahora podéis adoptar la visión de que por supuesto éste sea el caso, porque si el cayado está sucio en la punta, va para las mujeres. Cualquier cosa hecha por mujeres es automáticamente degradada. Ésta es la visión más extendida – bueno, ampliamente extendida por mi mujer desde que empezó a ir a reuniones de grupos de incremento-de-la-concienciación – y la que me dice que es ridículo especular sobre este tema porque la respuesta es demasiado obvia. La magia, según esta teoría, es algo en lo que sólo los hombres pueden ser buenos, y por eso cualquier intento de las mujeres de sobrepasar la línea sagrada debe ser rigurosamente apagado.
Me gustaría saber si esto es realmente lo que hay. Pero el hecho es que el universo fantástico que tenemos por consenso ha cogido la idea y la mantiene. Yo me inclino por la visión distinta, aunque sólo sea para mantener viva la discusión, de que todo el meollo es mucho más metafórico que eso. El sexo del practicante de magia, la verdad es que tampoco influye demasiado. El clásico mago, creo, representa el ideal de la magia – todo lo que esperaríamos poder ser, si tuviéramos el poder. La clásica bruja, por otra parte, con su habitual malévolo interés en la pequeña cerveza de los affaires humanos, es todo lo que tememos tan bien que seguramente nos convirtamos en ellos.
Oh, bueno, esto no me dará un título de Doctor. Sospecho que a través del insidioso medio de los libros ilustrados para niños, los magos continuarán practicando su alta magia y las brujas ejecutarán sus hechizos diabólicos y malhumorados. Va a pasar mucho tiempo antes de que haya sitio para RITOS IGUALES.