Dos
épocas muy diferentes, realidades del pasado que no han evolucionado tanto como
deberían; y un presente que para muchas mujeres todavía no es sinónimo de
libertad. Un drama con letras mayúsculas y un documental que muestra la
oscuridad que se esconde tras las luces de las fiestas de verano.
Imitación a la vida
Pierde
a su hija en una playa abarrotada de gente y la encuentra jugando con otra niña
y al cuidado de su madre. Una breve conversación de agradecimiento y unas
fotografías de las dos niñas son el punto de partida de esta historia.
Ambas
mujeres juntarán sus fuerzas para salir adelante. Laura desea ante todo
convertirse en actriz; y Annie no tiene un techo bajo el que refugiarse. El
empeño de una y la bondad de la otra, se complementan de forma perfecta.
Steve
saca unas divertidas instantáneas de las niñas y se enamora de Laura. Estará a
su lado a pesar de no ser la prioridad en la vida de ella.
Dos
madres, una volcada en su sueño y la otra abnegada intentando vencer el rechazo
de su propia hija al color de su piel. Amor incondicional no siempre
correspondido. Una hija que se engaña a si misma e incluso llega a repudiar a
la persona que más la quiere.
Cine
para sentir, para disfrutar de un trabajo elegante, para llorar…
¿Cree usted en sus sueños?
Dificultades
para compaginar la vida familiar con las aspiraciones profesionales. No disponer
del tiempo necesario para compartir con la hija sus preocupaciones y anhelos,
no saber casi nada de una persona que ha estado a su lado durante años.
TÍTULO ORIGINAL Imitation of
Life. DIRECTOR Douglas Sirk. GUIÓN Eleanore Griffin & Allan Scott (Novela de
Fannie Hurst). MÚSICA Frank Skinner. FOTOGRAFÍA Russell Metty. REPARTO Lana Turner, John Gavin, Susan Kohner, Sandra Dee, Dan O'Herlihy, Robert Alda, Juanita Moore,Mahalia Jackson, Terry Burnham, Karin Dicker, Troy Donahue. EE UU 1959, 124 min.
Tralas luces
Con Tralas Luces, al principio, mi
intención era hacer un retrato colectivo de una forma de vida nómada. Quería
dejar constancia de un mundo condenado a desaparecer, el de los feriantes
ambulantes, convivir con ellos durante un tiempo y compartir día a día sus
anhelos y dificultades.
Pero a medida que fue pasando el tiempo, y a
medida que fui conociendo a Lourdes y a su familia, mi idea inicial se fue
transformando. El rodaje se convirtió en un proceso de exploración y
descubrimiento, y mi relación con estas personas, su generosidad y confianza,
me abrieron puertas inesperadas.
Tras ese tiempo, después de recorrer miles de
kilómetros y de grabar más de 200 horas de material, me di cuenta de que lo que
tenía entre manos era mucho más que un simple documental sobre la vida
itinerante de los feriantes. Tenía fragmentos de vida, de la vida de una
persona. Una mujer a quien había llegado a conocer a lo largo de esos meses y
con quien había llegado a intimar más de lo previsto. (SANDRA SÁNCHEZ).
Lourdes
se casó siendo una niña, tuvo a su primer hijo con 18 años, no quería, pero
desconocía la posibilidad de decidir, no sabía que se podía evitar. Al
principio estaba muy enamorada y repleta de sueños. Lo pasaron muy mal hasta
que compran la pista de coches de choque, que acabará convirtiéndose en su
propia cárcel. Los hombres montan y desmontan, mientras ella limpia, cocina,
cuida de todos… El alcoholismo masculino, la repetición de los roles
establecidos, la soledad, la pérdida de ilusiones…
Nunca me sentí libre
La vida de un hombre qué fácil es.
Me
ha sorprendido, sobre todo por el acercamiento brutal de la cámara, la
intimidad de estas personas expuesta al espectador. Lourdes conmueve, duele su
fortaleza derrumbada.