Cuando ya se va
terminando este verano, llega en forma de paquete postal este libro, junto a
otros dos que he dejado prestados. Hacía muchos años que no leía nada de la
autora, y me ha producido un cúmulo de sensaciones muy agradables.
Un libro tierno,
divertido, inolvidable, en la que Rosa Regàs cuenta como son las vacaciones con
sus nietos: Mis hijos las llaman las colonias de Llofriu; se me ocurrió que
podría quedarme con los niños durante el mes de julio; así los vería y los
disfrutaría. Un regalo que no ocupa lugar y que da sentido a la casa durante
todo el año. ¿No será que, por más que los alargara, no me bastaron para
satisfacer mis sueños infantiles, aquellas dos décadas de vida familiar,
movida, divertida y en paz, que me consolaba del lento aprendizaje de la vida,
del aprendizaje a la decepción? Lo que se desea en la infancia no tiene posibilidad
de conseguirse en su perfecta plenitud porque pertenece al ámbito más íntimo de
carencias del ser humano, las que nada ni nadie podrá nunca saciar.
Nº de
páginas: 270 págs.
Editorial: PLANETA
Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa
dura
ISBN: 9788408052227
Año
edición: 2004
Plaza de
edición: BARCELONA
Experiencias vividas
en ese mes de julio, con la casa repleta de vida, de gritos de niños,
chapuzones en la piscina, a la sombra del molino. Organización y ciertas reglas
que se han de cumplir, secuestro de posesiones que no se recogen, garbanzos que
provocan más de un puchero. La llegada del tractor, la comida en casa de Mercedes,
los amaneceres tranquilos antes de que el reloj marque las 9, hora de
levantarse.
De forma paralela
reflexiona sobre la vida, el ser humano, la macro economía, la sociedad de
consumo, el paso del tiempo y el oficio de escribir.
Es reconfortante
pasearse por sus páginas. Es un placer ser testigo de su manera de enfocar la
vida y el mundo. Sabias palabras no exentas de dolor y añoranza. Me ha
trasladado muy lejos de mis preocupaciones cotidianas. Me ha ayudado a despedir
este verano tan extraño, mientras el trabajo va acaparando más y más las horas
y los pensamientos. Una delicia.
Todo está escondido en el paso del
tiempo.
Con el tiempo y aún que luchemos por evitarlo, acabamos sufriendo
por todo, aunque sepamos que no tiene demasiada importancia a nuestro dolor
porque no corresponde la mitad de las veces a una causa real. Sufrimos porque
tenemos el imprevisto, el susto, lo que pueda ocurrir. Pero también sufrimos
por qué no apareces imprevisto y tenemos una vida sumida en la rutina y la
costumbre. Sufrimos por los hijos, por los amigos, por los desastres que asolan
el mundo, por la inutilidad de nuestras buenas intenciones. Y vamos arrastrando
ese dolor como un fardo al que nos hemos acostumbrado y que forma parte de
nuestro cuerpo de nuestra alma, como el dolor de espalda de jaqueca de los que
no nos quejamos, o el que deben sentir los perros, los gatos, y todos los
animales, dolor sin conciencia de dolor más que cuando, como ahora, hay que
escribir y analizar y saber y descubrir sus causas y sus efectos.
Tal vez lo más sabio sea dejarse
vivir sin más. No sé. Nunca me gustaron las despedidas. No sé decir adiós a los
que se van, no tengo palabras para transmitirles cuánto les echaré de menos, no
encuentro consuelo en quedarme tranquilamente pensando en las ventajas de la soledad,
yo que soy una acérrima defensora de la soledad, yo que disfruto cada instante de
ella, yo que he luchado desde que tengo uso de razón para encontrarle sentido.
Como si la desolación pudiera más que la vida, el dolor más que la convicción,
No intentes saber cuál será el
último día
que a mí, que a ti, los dioses nos
han concedido
No hagas juegos astrológicos
más vale sufrir lo que venga, sea
lo que sea,
Tanto si Júpiter te ha otorgado
vivir más inviernos
como si éste fuera el último
Sé sensato: saborea la vida
ya que la vida es breve
acorta la larga esperanza
Mientras hablamos
habrá oído envidioso el tiempo
goza el día de hoy
y no confíes en el mañana
(Horacio, Odas).