Christopher
Cross es un simple cajero infelizmente casado, pero tiene un raro talento para
la pintura. Conoce a una mujer de la que se enamora y le hace creer que es un
pintor famoso. La chica y su novio, un individuo sin escrúpulos, aprovechan la
ocasión para explotar al pobre hombre, que llegará incluso a cometer un
desfalco en su empresa para que ella siga creyendo que es un artista de éxito.
Me fascina el
dibujo a trazo fino de las personalidades de los protagonistas. La ingenuidad e
infelicidad de Chris (sublime E. G. Robinson). La maldad del noviete, un
vividor que sólo se quiere a sí mismo y se aprovecha de todos. Y la chica,
femme fatale, cuyo mayor error es enamorarse de la persona equivocada, y
prestarse a cada una de sus artimañas. Debilidades, engaños y frustraciones.
Humillaciones, por parte de la esposa que lo trata como a un pelele; ese
hombretón con su delantal fregando en la cocina, escondiendo sus cuadros,
cargando con tantas mentiras, transformando su bondad en deshonestidad y
deslealtad. La culpa y la necesidad de alcanzar el cielo (amor correspondido).
Una vida gris que aspira a la felicidad. Perdedores que se lanzan al
precipicio.
La recta final de
esta historia es sencillamente magistral.
Repite reparto de
su anterior película (La mujer del cuadro), ambas rodadas durante el mismo año.
Y, de nuevo, funciona a la perfección. Repleta de escenas inolvidables, con una
fotografía soberbia... No le encuentro ni el más mínimo reproche. Me ha gustado
muchísimo.
Título original Scarlet
Street. Director Fritz Lang. Guión Dudley Nichols (Novela:
Georges de La Fouchardière, André Mouézy-Éon). Música Hans J. Salter. Fotografía Milton Krasner (B/N).Reparto Edward G.
Robinson, Joan Bennett,
Dan Duryea,
Jess Baker,
Margaret Lindsay,
Rosalind Ivan,
Samuel S. Hinds,
Vladimir
Sokoloff. EE
UU 1945, 103 min.
Remake de la segunda obra sonora de Jean Renoir, La Golfa (Le chienne, 1931.
Con la traducción
del título, una vez más, se nos da una pista innecesaria sobre la temática que
aborda el filme.
Ya he comentado otros trabajos de este extraordinario
director: la ya citada: La mujer del cuadro (1944), Metropolis (en una de mis
colaboraciones para Zinéfilaz) y La gardenia azul.