Nunca me abandones
TÍTULO ORIGINAL Never let me go. DIRECTOR Mark Romanek. REPARTO Carey Mulligan, Andrew Garfield, Keira Knightley, Charlotte Rampling, Sally Hawkins, Izzy Meikle-Small, Charlie Rowe, Ella Purnell, Nathalie Richard, Andrea Riseborough, Domhnall Gleeson, Oliver Parsons. GUIÓN Alex Garland (Novela de Kazuo Ishiguro). MÚSICA Rachel Portman. FOTOGRAFÍA Adam Kimmel. EE UU 2010, 103 min.
Casi como un cuento para adolescentes, arranca esta historia, en un internado británico donde están los tres niños protagonistas. Tommy que recibe las constantes burlas de sus compañeros, Kathy totalmente enamorada de él y una criatura repleta de sensibilidad, y Ruth, que acabará llevándose al chico tan deseado por su amiga.
Una maestra nueva (Sally Hawkins) les desvela el futuro al que están abocados. Es despedida de inmediato por cometer semejante falta. A partir de este momento, el entorno deja de ser idílico e infantil, para transformarse en una pesada losa que marcará sus vidas y hará que el espectador abra bien los ojos.
Se convierten en adultos abrumados al asumir su destino, sin embargo, desde una candidez sorprendente, intentarán conseguir una prórroga para poder disfrutar de los sentimientos más profundos.
Ciencia ficción, amor – amistad – celos, una ambientación fría que marca distancias, un mundo que en su afán por mejorar no escatimará medios, a costa de lo más humano, las emociones. Transmite desasosiego y mucha melancolía. Me ha sorprendido muy gratamente.
El guión está inspirado en una novela del escritor Kazuo Ishiguro, autor de "Lo que queda del día", también llevada al cine por James Ivory en 1993. Es el momento de acercarme a sus libros y elijo uno con marcado acento japonés.
Un artista del mundo flotante
Recuerdos del anciano pintor Masuji Ono, padre de dos hijas, que vive en un país muy cambiante, donde los viejos valores han sido reemplazados e incluso ahora son repudiados por las nuevas generaciones.
Recuerda…
La compra de la casa, en una curiosa subasta por prestigio. Las herederas del antiguo propietario buscaban a alguien a quien su progenitor hubiera admirado.
Su padre no quería que se dedicase a la pintura y quema todos sus cuadros. Eso solo consigue encender más su ambición artística.
Suicidios para pedir perdón por no haber llevado a Japón a la victoria. Su yerno cree que mueren demasiadas personas valientes en una contienda inútil, mientras los que los envían viven felices y adaptándose a los nuevos tiempos.
Se sentía un hombre respetado, convivía con actos ceremoniosos y posteriormente le odian por haber delatado a su discípulo. Se entremezclan los sentimientos de incomprensión y culpabilidad.
Me ha gustado. No me esperaba algo tan japonés en un escritor que vive en Reino Unido desde que era un niño.
En Zinéfilaz os hablo de uno de mis actores favoritos y de su última película: Un cuento chino.
HACE UN AÑO: Amor, etcétera – Jullian Barnes