"Porque es nuestro existir, porque es nuestro vivir, porque él camina, porque él se mueve, porque él se alegra, porque él ríe, porque él vive: el Alimento"



Códice Florentino, lib,VI, cap.XVII

domingo, febrero 22, 2009

El carnicero de Tebas

El carnicero de Tebas
Hay cosas que sólo me pueden pasar a mí. No sé, parece como si tuviera algo que lo atrae o tal vez se deba a que de alguna manera quién busca encuentra y siempre encuentro casos raros con la gente y la comida.Desde hace mucho tiempo cuando voy al mercado compro la carne en la misma carnicería. El dueño siempre está al pendiente, pero él no atiende a los clientes, para eso tienen a uno o dos empleados que se encargan de cortar la carne y pesarla. He visto pasar varios empleados a lo largo de los años de comprar ahí, algunos más hábiles o algunos más amables que otros.

Actualmente tienen un empleado bastante extraño, cada que lo veo parece como si estuviera acercándome a visitar a la esfinge egipcia y me dirá algún oráculo indescifrable para que me acompañe a lo largo de la semana o hasta que regrese de nuevo a comprar carne.Entre el bullicio natural de un populoso mercado de barrio, sin que reine el silencio y las ráfagas de aire caliente de un desierto nubio, este carnicero de ojos inquisitivos y felinos siempre me suelta sus consignas apenas me subo a la tarima de madera del mostrador. Tiene unas orejas puntiagudas como de gato, es muy moreno y corpulento, con una voz tan ronca que a veces cuesta trabajo alcanzarlo a oír. No tiene garras ni uñas largas, lo que si tiene son unas manazas enormes que filetean la carne con la experiencia que dan los años. En ocasiones mientras espero que me despache los bisteces del buey apis, él ya me soltó dos o tres frases inexplicables que prefiero olvidar. Pero tengo que admitir que en otras ocasiones sus palabras dejan reverberando mis pensamientos durante días. De repente siento que lo que me está diciendo es la letra de una canción de José Alfredo o que tiene un pequeño libro de aforismos y de ahí saca la retadora frase del día. Aunque debo aclarar que no a todas las personas a las que atiende les dice cosas. Tampoco sé si las escoge al azar por alguna razón especial. A veces he escuchado que a otras señoras les dice cosas igual que a mí o a veces sólo se enfoca en su trabajo y no dice nada.

Pero su mejor peculiaridad es que es asertivo y profético.

No es fácil recordar todas las cosas que le he oído decir a este señor de Tebas en plena colonia Guerrero. Al principio supuse que estaba un poco chiflado, luego se me hizo que era un tanto acosador. Incluso pensé en dejar de comprar ahí y quejarme con el dueño. Pero son de esas cosas que de repente olvido por comodidad y volví otra vez, fue entonces cuando me soltó una frase que decía:

“Hazlo, nadie se va a dar cuenta” –glup, tragué saliva y salí de ahí como si hubiera recibido una autorización sagrada, el pasaporte para descubrir el universo.

Cada cosa que me decía tenía tanto para aplicarse a mi vida personal. Oir las palabras del carnicero eran más confiables y divertidas que romper una galleta china de la suerte o leer mi horóscopo.Estas fueron algunas de sus palabras que se deslizaban enigmáticas mientras me entregaba los trozos de carne que me había cortado, algunas las alcanzo a recordar sólo porque las escribía antes de volver a mi casa

Los ángeles resucitan
Ya sabes lo que haces, ya estás grandecita
Tu derrota la tienes sepultada
Compra oro va a subir en octubre
Un buen revolcón sacude un caldo empolvado
Un nudo no ata lo que se ha roto
Un hueso nunca es pequeño
La falda de res la traes chueca
Una cosa lleva a la otra, un filete al asado

Son las pocas las frases que recuerdo, al principio hubo otras totalmente impenetrables que nunca tuve la precaución de escribirlas, me hubiera divertido más con ellas.

Esta situación de visitar al carnicero de Tebas, como ahora lo llamo, sólo ha hecho que evite ir tan seguido a ese puesto y no me entusiasme comer carne. Por primera vez en mi vida seguiré una vigilia y ayuno en esta cuaresma para evitar los oráculos del carnicero.

lunes, febrero 16, 2009

Y en medio de nosotros una bolsa de plástico como un dios

Compras una medicina y una pasta de dientes: te dan bolsa de plástico.

Compras 1 kilo de plátanos: te dan bolsa.

Te compras diez pesos de nopales: te dan bolsa de plástico.

Compras dos revistas en el Sanborns: te dan bolsa de plástico.

Compras una goma de borrar, un sacapuntas, un lápiz y una pluma: te dan bolsa de plástico.

Te comes tres tacos de suadero en la esquina y el plato viene forrado de una bolsa de plástico.

Según tú, separaste la basura y la basura orgánica está en bolsa de plástico porque te has vuelto taaaan pulcro que no permites que se ensucie el bote de basura (la mugre en la calle, en mi casa no)

¿Dónde quedaron aquellas canastas que se llevaban al mercado?

¿Quién sabe hacer cucuruchos de periódico para vaciar ahí un kilo de limones?

¿En qué momento se hicieron tan imprescindibles las bolsas de plástico?

El Universal publicó hoy un reportaje de fondo sobre el problema en México y en el mundo con las bolsas de plástico.
Estas son las cifras tomadas del Universal:

Los mexicanos utilizamos 20 millones de bolsas de plástico cada día, mismas que causan un daño ambiental irreversible: tardan entre 400 y mil años en degradarse. Sólo el 1% se recicla.

Cada persona usa en promedio una bolsa durante 12 minutos
.

O sea las bolsas de plástico que muchos de nosotros usamos para llevar el lunch a la escuela, todavía andan por ahí dispersas contaminando un río.

Hasta en los árboles se ven colgadas las bolsas que el viento llevó ahí, bolsas y bolsas que van a parar a los mares y a los rios.

¿Qué estás haciendo hoy tú para evitarlas?

miércoles, febrero 11, 2009

Todos me ven llorar

Oh hermosa, no dejes de entregar este cuerpo que está lleno de gérmenes, lombrices, desechos, orino y heces malolientes, flema, sangre piel y carne, y que finalmente se reduce a cenizas.
Verso 30, Shri Guru Guita
Con admiración para Cristina Rivera Garza

Si pudiera pedir un deseo para quitar una debilidad, pediría dejar de llorar.
Es que lloro constantemente. Desde que era niña esa fragilidad me molestaba. En esa época yo misma me proponía evitarlo. Marcaba orgullosa en el calendario los días de la semana que habían concluido sin derramar una sola lágrima. Esos días eran de gloria personal. Pero cuando más contenta me sentía al creer que podía concluir una semana sin chillar, caía de nuevo por una circunstancia u otra en un espacio sin palabras y lleno de humedades.
Tal vez el periodo de más sequía fue en la secundaria, a pesar de los cambios de la adolescencia mis hormonas se volvieron benevolentes. Yo me volqué al deporte y mi sentimentalismo quedó sepultado con la típica arrogancia de la juventud. De ahí hasta la preparatoria tal vez lloraba lo que llora una mujer normal (?) Pero algo pasó. Son de esas cosas que no sabemos cómo las vamos adquiriendo o por qué razón permitimos hábitos aparentemente naturales pero que ya en exceso son una molestia absoluta.
Todos me ven llorar. Lloro en el cine, en el parque, por teléfono, comiendo en un restaurante, leyendo un libro, hablando de mi futuro, de mis decisiones tomadas, de mis miedos, de mi deslealtad, de mis errores. Ay, de esta cosa humana que soy.
Me da una furia terrible y creo que mientras más reprimo esa tristeza más brota el agua salada como para llenar muchos vasos a lo largo de mi vida. Pero lo peor de esas lágrimas, que no alcanzo a reprimir ni ocultar, viene al día siguiente o al poco tiempo después: una cruda espiritual que lleva tiempo poder sacudirme durante el día. Llega un cansancio físico y pesadez en los ojos; dolor de cabeza, comezón en la cara por tanta sal, ojos hinchados, en fin, una gran pérdida de energía.
Incluso, acaba de pasar hace unos días la luna llena, me he dado cuenta que no me crecen los colmillos ni me sale pelo en el pecho y espalda; sin embargo todo ese líquido que albergo y brota de mí, se incrementa cuando hay luna llena. Mi estúpido sentimentalismo está efervescente y minado. Lo he observado, no sé si tenga que ver con los ritmos circadianos, ni si hay una teoría científica que lo avale, pero de todos es sabido que la luna regula las mareas, los ciclos menstruales, el crecimiento de una semilla, las cosechas. En luna llena las heridas sangran más, por lo que no son las mejores épocas para una operación. La gente está más agresiva. Durante la luna llena se incrementan los partos y las enfermedades nerviosas. Incluso quien tiene un cabello muy fino y quiere aumentar su volumen debe cortárselo en este periodo. Insisto, yo no sé si haya estudios y libros que comprueben esto, que es un conocimiento desde nuestros ancestros. Pero si hasta en la cocina, al preparar la típica receta que utilizo desde hace años para hacer pan y agregar la misma cantidad de líquido,  si es luna llena la masa quedará más aguada. La masa necesitará menos cantidad de agua para amasar y mis ojos, ay mis ojos: luna, lágrimas y moco en conjunción con una gripe provocarán un intenso dolor de cara a la cuarta potencia. El mismo catarro hace que mis ojos se conviertan en frágiles diques que están a punto de desbordarse con líquido salado. Todos me ven llorar.
El colmo es cuando llego a beber en exceso; ahí están mostrándose las inoportunas lágrimas. Tanta razón tenía mi madre: “El que nace para triste ni borracho se divierte”.
  Me siento expuesta, exhibida, débil, imbécil. Mi llanto debería esconderse por decoro, para darle valor a ese sentimiento y que no se entienda ni como chantaje, ni como requisito melodramático y fingido. Un llanto tan exhibido pierde esencia, pierde legalidad, se vuelve una aliteración sentimental. Todos me ven llorar, chingao.





sábado, febrero 07, 2009

Al calor del sabor

Confieso que he modificado los pasos comunes que se siguen para publicar un libro. La mayoría de la gente va con su obra bajo el brazo y toca la puerta en distintas casas editoriales; otras veces es publicado por tener conocidos o compadrazgos en alguna institución o editorial; o bien porque su obra ganó un premio y venturosamente incluye la publicación.

En mi caso, como muchos en mi vida, todo ha sido distinto. En este blog, en junio del 2008 anuncié la publicación de un pequeño recetario encuadernado de manera artesanal, tan sólo 25 ejemplares. Es un libro con recetas que las anteceden doce textos describiendo las fiestas del año de mi calendario personal, muy de mi estilo. Obviamente el tiraje fue muy pequeño y muchas personas me han solicitado más recetarios.

Varios de mis amigos y lectores de este escaparate en la web compraron esos poquitos ejemplares a un precio que se podría decir que no era tan accesible. Sin embargo me apoyaron y gracias a su compra pude financiar parte de esta segunda edición de autor.

También gracias a la ayuda de Ana Lacorte y Ana la Torre quienes hicieron el diseño editorial y al excelente fotógrafo Enrique Arechavala, ellos fueron los causantes de embellecer más el libro.

Entonces así, sin intermediarios como la Amazon.com, donde se piden libros por línea en la web, ésta que les escribe ofrece a La Sociedad Amazona, que es la que rifa para distribuir esta nueva edición.

Se aceptan cheques, depósitos, dólares, euros, libras, rupias, tlacos y demás moneda a cambio de recibir en su hogar su libro.

Cualquier pedido, informes, pueden hacerlo directamente al siguiente correo electrónico, cópienlo y escriban a: sociedadamazona@gmail.com

Les aseguro que el costo y el contenido los sorprenderá gratamente.

viernes, febrero 06, 2009

¿Y tú vas al super o a mirar nada más?

Ir al supermercado no es una grata experiencia para mí. Prefiero los mercados, el trato más cálido con los vendedores. Sin embargo las pequeñas reseñas del periódico y los comentarios de amigos sobre la nueva cadena de supermercados gourmet de Comercial Mexicana llamados City Market, hicieron brotar el mí el interés por visitarlo.

Creo que no hay mucho que decir sobre lo ya dicho. No es un supermercado de primera necesidad y no es el lugar para hacer las compras de consumo diario.

Pero sí lo es para comprar buenas cervezas, tienen una maravillosa variedad, allá encontré de las cervezas belgas Urthel con 12° de alcohol, o las holandesas trapenses (de abadía) “Quadrupel” cerveza ale con textura y color ligero pero de un sabor afrutado, especial para consumir en invierno.

Tienen una “isla” de quesos importados bastante seductora y bien surtida. Sin embargo así como soy, extraño al señor de la Jersey en el mercado de San Juan, que siempre es atento y con gusto te ofrece la prueba de quesos y tapas que se te antoje. Aquí faltó la degustación, la recomendación personalizada y la sonrisa.

Hay también una gran variedad de tés importados, verduras y productos orgánicos de Aires de Campo y alguno que otro productor mexicano que se coló entre tantas transnacionales que no saben nada sobre comercio justo. Las verduras las vi palidecer y morir lentamente, nada que ver con la frescura de la Subasta en la Central de Abasto. Los pasteles son vistosos, no son caros, pero no me atreví a probar ninguno, hace falta una oferta de pasteles con menos crema, queso y chocolate. El pan de ajo me pareció muy bueno, sin embargo no lo califico como artesanal, emplean muchos saborizantes y mejorantes para darle ese intenso sabor.

Claro, la mayoría de la gente compra pocas cosas, no vi en ningún momento carritos llenos aprovechando la apertura del supermercado que México esperaba. Casi toda la gente anda turisteando y mirando etiquetas y precios, pocos se animan a comprar. También hay una pequeña barra para tomar cervezas, tapas y pizzas a la leña.

Lo que sí me llamó mucho la atención fueron las carnes exóticas. Sobre todo porque había korobuta, que es un cerdo de raza “Berkshire” . Se dice que antiguamente en Japón los cerditos son alimentados con espuma de cerveza, los apapachan con masajitos, cantos y bailes (¡!) los dejan crecer naturalmente, sin adelantar crecimientos con hormonas ni antibióticos. La calidad de su alimentación en cuanto a cebadas, trigos, alfalfas y variedad de tubérculos hacen que su carne sea una chulada en cuanto a textura y sabor. Habrá que preguntar de dónde traen este cerdo y quién garantiza su calidad y crianza.


No hay palabras para describir estas otras carnes. Espero nunca tener la necesidad de consumir algo así.



También había estos otros productos, sigo insistiendo que yo los encuentro más frescos en el mercado de San Juan.



sábado, enero 31, 2009

Tamales graffiteros

Caminaba muy tranquila por la calle cuando vi este graffiti. El primer pensamiento que se me ocurrió fue ilustrar una foto de esta pared como parte de un calendario de humor involuntario que reseñara el mes de febrero. ¿Por qué? Porque hablan de un tamal y de una Tania a la que aman.

En febrero se comen tamales, se hace un fin laaargo fin de semana como pretexto por la Constitución, se dice además que es el mes del amor y la amistad (?), ah, y se festeja a la bandera. ¿Faltó algo más?

Luego estar observando el graffiti pensé que seguro ese tamal es el tercero en discordia entre Tania y el que pintarrajeó el muro.

O también podría ser lo contrario, El Tamal dejó de ser el “consentido” del graffitero y ahora prefiere amar a La Tania.

Pero si nos fijamos en los rasgos grafológicos que están plasmados, se ve que el primer párrafo está escrito con las tripas, con harto coraje, incluso con la letra más amplia, con más aire, letra gorda, como que se acababa de comer un tamal. El sentimiento de culpa ha sido plasmado en este glotón arrepentido de manera más que explicita y por ende, usa el insulto de manera cobarde en lugar de asumir que se tragó un tamal y ahora sufrirá las consecuencias de sus actos. Ja, el muy canalla. El último párrafo es para tratar de suavizar con mielecita pegajosa la mentada que le dio tamal y decir: Ven todo lo violento que soy arriba, ahh, pero soy capaz de amar a la Tania. Algo así como la canción de: Ya no quiero ser borracho, ya voy a cambiar de vida.

O puede ser que el graffitero desea pasar por alto que tiene que cumplir con el compromiso del niño de la rosca de reyes, mandar al diablo los tamales y sólo se la va a pasar follando con Tania.

Podemos seguir y seguir analizando ese graffiti y encontrar distintas versiones del porque fue escrito. Pero la verdad yo tengo ahora sí, muchísimas invitaciones a comer tamales en diferentes lugares. No me la voy a pasar llorando como años anteriores porque se fueron mis tamaleras o porque no consigo un buen tamal. Ahora sí va a temblar la tierra de las atractivas ofertas que tengo. Y por supuesto que no voy a andar arrepintiendome después de mis actos.
Ah y por favor, ya no le anden poniendo remoquetes a sus enemigos con nombres así como: "El tamal"o "El pozolero" o "El chicharronero". ¡Qué sacrílegos, con la comida no se juega!


Hay más de tamales acá, allá y acullá

martes, enero 20, 2009

El milagro de una bacteria


Hace como cuatro años en casa de mi mamá tuve un diálogo con mi intestino.

Me dijo así:
— Mira Carmelita, [lo dejé que me llamara así sólo porque era mi intestino y sobre todo porque nunca me había hablado] Si estoy como estoy ahora es porque me han herido.

— ¿Cuáaaaaaal? ¿Quiéeeeen? Yo te acerco comida bonita y tú en vez de portarte a la altura no me permites ir al baño normalmente, me castigas con diarreas y en el peor de los casos con estreñimiento. Soy amable contigo, he tenido que hacerles caso a “esos” que se visten de blanco, hasta he dejado de comer tanto chile. Tanto sacrificio que hago por ti y tú no me correspondes [léase con voz de Libertad Lamarque].

— “Esos” de blanco lo que menos hacen es quererme. Tú te salvaste, pero yo quedé quebrantado después de la quimioterapia.

— Claro, me he dado cuenta.

— Pues ahora lo que tienes que hacer es obedecerme. ¿Ves esos búlgaros que cuela tu madre ahí? ¡Quiero de éso!

— ¿Leche? No, la leche  tú ya no la digieres desde que me volví una neuro-adicta de jugos para desayunar. Te desacostumbré y cuando tomo leche siento el estómago pesado y lleno de gases.

— Tengo una necesidad imperiosa de que me des eso. Si me he manifestado para hablar contigo no me debes de cuestionar.

Tenía razón, Dios no me podrá hablar, pero el hecho que me hablen mis tripas es algo insólito; algo más increíble que la historia de la Morenita del Tepeyac, pensé, habrá que hacerle caso.

— Oye mamá, ¿me podrías convidar de tus búlgaros?, pero nomás una tacita. [No vaya ser que este cuate me avergüence en la noche y yo no estoy ni en mi cama, ni en mi casa].

Mi madre desacostumbrada de que alguno de sus hijos se acercara a pedirle de su comida me ofreció gustosa la tacita con búlgaros. Yo la bebí y me llevé la sorpresa de que, como se dice en estos casos: me cayó muy estomacal.

El fin de esta historia poco creíble de un intestino que habla para buscar su propio alimento terminó en un final feliz. Todos mis pesares se fueron, se acabaron las diarreas después de meses de tenerlas como secuela de una quimioterapia de ocho meses. No he vuelto a tener más diálogos con mi intestino desde entonces, supongo que está contento con el trato que le doy y con haberme alejado de “esos” que se visten de blanco, por fortuna.

¿Qué los búlgaros son una flojera para colarlos y cuidarlos? Puede ser, yo que soy tan vaga y no amanezco siempre en mi misma cama lo sé. Pero estas bacterias son tan nobles conmigo que se acostumbran a que los deje en el refrigerador cuando no los puedo cuidar. Los he dejado hasta una semana ahí y luego siguen igual, gordos, rechonchos como me gustan, felices y reproduciéndose. Estos gordos que tengo no son los mismos que tenía mi mamá hace cuatro años, he dejado de tenerlos y luego los vuelvo a recuperar, se regalan entre las amistades cuando se tienen muchos. Así que si nos llegan a aburrir ya sabemos quién tiene y le pedimos de nuevo.


Estos hijos míos realmente están gordos y rozagantes, tienen un tamaño increíble, parecen pequeños brotes de coliflor. Piquenle aquí para saber más de los búlgaros o kefir.



domingo, enero 18, 2009

Mi cocina está hasta al fondo y mi sala está en la entrada

Desde hace varios años le estoy coqueteando a otro domicilio, otra colonia, otro estado, otra ciudad. Pero no sé, ese coqueteo a veces se queda estancado por la comodidad y porque no me gusta mover los muebles de lugar, de sólo pensarlo me mareo. Dice Gonzalo que mientras más tiempo pasa uno viviendo en la misma casa más basura y mugres acumula. Tal vez sea ya tiempo del cambio que se ha venido postergando. Por eso tal vez lo escribo para que vaya mi cuerpo y mi entendimiento asimilándolo.

Entre esos flirteos esporádicos que tengo con algunas casas me he llevado bastantes sorpresas…soy una mujer hecha a la antigua y algunas modernidades no van conmigo.

¿Cómo está eso de que las casas de ahora tiene uno que entrar por la cocina? Según un tipo que me mostró una casa su-per-mo-der-naaaa dijo que en Europa es lo que se acostumbra. ¿A poco? ¿Y si tengo flojera de lavar los trastes?, ¿van a ver todo cochino mi lavaplatos? Si hice mis Roscas de Reyes y las dejé sobre la mesa para que reposen y leuden ¿qué va a pasar cuando abran la puerta y el aire frío las aplaste? ¿O se meta algún desconocido tentón y me las ponche?

Yo no sé si mis 3 amigas arquitectas y blogueras que me visitan puedan decirme que eso es verdad y que ahora el recibidor será la cocina. O será que esos departamentos se construyen para personas que no tienen el más leve deseo por cocinar. Yo prefiero que el olor de un pan en el horno o de algún guiso delicioso reciba a mis visitantes desde la puerta y no que vean el caos que tengo en mi cocina como principal bienvenida. La pulcritud y el orden mientras trabajo no se me da, ni modo que sea Paulino Cruz.

Es más, esas personas que saben del Feng-Shui y todas esas cosas sobre el alma de una casa creo que eso no está para nada permitido.

¿De dónde salió ese mal gusto absurdo?

jueves, enero 15, 2009

Virtudes y defectos

Nos miraba a todos con desconfianza.

Tenía el cabello crespo y la piel muy oscura. Su mirada era penetrante. Llevaba una charola redonda de metal y alrededor había apilado sus empanadas, las tapó con una servilleta bordada, ella les llamaba empanadillas de pescado. Estaban hechas con masa de maíz, rociadas con queso rallado y una salsa roja de chile. Me entregó una servilleta y yo misma tomé la que me iba a comer. La devoré con rapidez como es mi costumbre, estaba deliciosa y tenía hambre. Le pedí otra empanadilla y los demás también tomaron una. Se acercó al grupo otra vendedora, una muchacha mucho más alegre con grandes senos que se apretujaban bajo su blusa. Ella ofrecía plátanos fritos que rociaba con leche condensada, dos rebanadas de plátano a diez pesos el plato. Las empanadillas costaban cinco pesos, ¡vaya que hasta en el precio eran un deleite! Eran con masa de maíz blanco, inmaculado; luego venía esa salsa de chile costeño con ligero toque a ajo y orégano que conjugaba todos los sabores en armonía. Las empanadas estaban todavía calientes, seguro las terminó de hacer y corrió a venderlas.

Sin embargo algo había en esa mujer, sus pupilas saltonas mostraban recelo, como un animal precavido y huraño que se mueve lentamente. Esta conducta no correspondía a alguien que vendía algo tan delicado.

Pasaron varios minutos y seguimos parados alrededor de estas mujeres que nos alimentaban. Unos pidieron plátanos y otros seguíamos comiendo empanadillas. Al final hicimos la cuenta con ambas de lo que comimos. Fue ahí cuando la muchacha de los ojos saltones dio paso a una actitud de buscar protección pero a la vez de rivalidad hacia la compañera que vendía plátanos. La chica de las empanadas no sabía cuanto tenía que cobrar por siete empanadas, la de los plátanos le dijo: son treinta y cinco pesos y de lo mío son cincuenta pesos. No sé porque llegó a mi mente con esa postura de la vendedora todo el trabajo que implicaba hacer esas empanadillas: poner a cocer el maíz, llevarlo a moler, hacer el relleno de pescado, la salsa, rallar el queso, moldear las empanadas, freírlas y luego salir a venderlas. Mientras la otra chica sólo peló los plátanos, los rebanó y los frió sobre el aceite. Había una diferencia en el precio y en el trabajo. Nosotros también afirmamos con ella la cantidad consumida y el costo para que bajara un poco el recelo que manifestaba, pero esta chica tampoco sabía dar cambio de un billete de cien pesos. En ese momento el desamparo de la muchacha fue mayor. Entregó todo el dinero que traía a la vendedora de plátanos para que ella decidiera que hacer y cómo dar el cambio. Ignoro si la chica recibió su dinero correspondiente, sólo vi que ambas discutían. Nos alejamos de ahí y yo me quedé con una sensación muy triste. Esa muchacha hacía garnachas de pescado más ricas que he probado, sin embargo para sobrevivir en este mundo eso no era suficiente.

jueves, enero 08, 2009

Ya me piqué

Dicen que hay un alto índice de personas que en las fiestas de fin de año adquieren una adicción. Yo desde hace cinco días vengo padeciendo algo que podría llamarse una dependencia. Sucede que al caer la tarde, cuando la temperatura baja me doy cuenta que mi cuerpo se encuentra atrapado en una necesidad por satisfacer un antojo especial. Me pide nada más y nada menos que una tlayuda. Oh sí, ese tostadón enorme que untan de grasita y frijoles, encima tasajo y quesillo.

Las vacaciones en Oaxaca fueron las causantes de que yo genere y degenere en una TLAYUDADICTA.

Todo empezó el 24 de diciembre comiendo en el mercado mi taco placero que es tradición en este lugar. El mecanismo para que uno coma es de lo más correcto y elaborado. Igual que en el mercado de Toluca. Uno llega pide su tasajo o sus chorizos que se va a comer con el marchante de la carne, ellos mismos lo cocen a las brazas, con otros vendedores se piden las tortillas enooormes que se comen acá, luego más allá alguien te ofrece donde sentarte y que beber, por ahí te acercan las cebollas de cambray, rabanitos, aguacate, limónes y nopales para que acompañen la carne. Una maquila gastronómica perfectamente bien coordinada para que al final uno termine sintiéndose completamente satisfecho y feliz por venir a comer al mercado.

Pero esta vez no hubo tiempo suficiente para hacer los honores a los siete moles oaxaqueños, nos tuvimos que ir a la costa. Así como los pachuqueños comen una o dos veces a la semana pastes, igualito les sucede a los oaxaqueños, lo más recurrente y fácil de encontrar para alimentarse: pues una tlayuda. Y ahí empezó todo en Puerto Escondido:


primero la tlayuda del sábado

la del lunes


la del martes

Hubiera podido ilustrar la del jueves pero ese día como era fin de año no vendían casi nada y como estabamos en la playa, ésta de abajo fue nuestra cena de fin de año: unos tacos de bistec comprados con un taquero en la única calle de Zicatela. Que casi casi era un taquero oaxaqueño al borde de un ataque de nervios, su capacidad para atender a tanto chilango hambriento lo rebasó, ni aguanta nada, pobre.
Cuando yo veo esas cosas me da harta pena, aquí en la ciudad uno va con su taquero favorito y pide fácilmente su hora de tacos, en donde te despachan de a 18 o 25 tacos en 10 minútos. Por eso allá luego llegan los chilangos, (yo no, aunque no lo crean soy bien prudente y educada en casos así, no ando haciendo panchos e irigotes como acostumbran los demás, lo hago sí, pero acá en mi tierra) y quieren que los atiendan a la voz de ¡ya!, exigiendo lo imposible. Yo me quedé fácilmente como media hora esperando mis 10 taquitos muy tranquila hasta que el buen hombre pudiera sacarlos y así nos dió la medianoche, él sudando la gota gorda y secándose con el delantal aprovechó: qué mengache pá acá señito, un abrazo de año nuevo, felicidades, por fin, ahí están sus taquitos. Llegué con mis tacos hasta la playa donde me estaban esperando, con una lámpara improvisada hecha con una veladora adentro de una bolsa de papel con arena y así recibimos el año nuevo. Los tacos estuvieron re feos, mientras más mascaba esa carne dura, más ganas tenía de una tlayuda. Pero mañana me cansó que me como una, pensé. Aunque sea la última de este recorrido. Pero no hubo tlayuda, ni nada, fin de la vacación.
Ahora aquí, a estas horas de la noche, en esta soledad de mis palabras, yo necesito con urgencia, sí, una dosis intravenosa de ¡TLAYUDAAAAAS!

domingo, enero 04, 2009

Ya vine de dónde andaba, se me concedió volver

Diciembre me gustó pa´que no exista.
Enero para temblar sobre el futuro.

Nunca he hecho propósitos de buenas intenciones para el año nuevo.
Nunca he hecho una dieta.
Con el propio domador que llevo dentro de mí es suficiente para seguir órdenes o tener aspiraciones. Tengo un purgatorio interior con reminiscencias del Santo Oficio, así qué...nunca lo hago.
Sin embargo hay dos palabras que si las junto me ponen a temblar cuando se trata de hablar de planes a futuro, mi respiración cambia, me sudan las manos y comienza una terrible ansiedad sobre mi pecho. Mi amigo Enrique Escalona y mi amiga Nicole saben bien de lo que hablo. PROYECTO LITERARIO, esas son las palabras que se me atraviesan en la garganta cual camote seco relleno de pinole. ¿Cuál es tú proyecto literario? Ayy Dios, ¿así en enero? Esteeeeeeee, pueeeees, ¿ahoritaaaaaa, yaaa? Pero si muchos proyectos literarios no son para realizarse en un año.

Me quejo mucho de mí misma, y eso es de lo peor; la mayoría de la gente que conozco se la pasa echándose porras, bravos y vivas sobre lo chingones que son y sobre sus logros alcanzados. Yo, la verdad es que necesito rodearme de amigos que me hagan enfrentarme y me mire con menos severidad para que pueda reconocer mis logros. No sé si eso ayude de mucho pero al menos es un pequeño termómetro que me orienta e impulsa a seguir en la brega.

Claro que al momento de tener delante de mí la pantalla de Word limpia, acabada de prender me falta una buena cantidad de lubricante intelectual que permita salir el torrente de ideas que (carajo) me viene en oleadas frenéticas cuando estoy tratando de dormir. Pinche trabajo creativo, pinche duro y dale que dale para exprimir mis dos neuronas sifilíticas.

Más bien enero es un mes de culpas.

Sí, claro, no me digan que no, y que evaden esa palabra porque tiene una carga muuuuy negativa. ¿Entonces por qué tanta importancia en hacer propósitos de año nuevo? La culpa es lo mismo y tiene el mismo fin: Revisar los pasos sobre lo andado y de ahí redireccionar un poco la vida (si es que aun tiene remedio, ja, ilusa).
Ah, sí, las fiestas alientan el espíritu retozón y goloso. Por ejemplo mi vientre en estas vacaciones se ha relajado y la cintura ha crecido a manera de llanta de motocicleta, me desparramo cual fuente de carne por arriba de la pretina de mi falda o pantalón. Asumo las consecuencias de mis actos ominosos y etílicos. Les doy importancia, conste, pero no me digan que haga dieta. El maratón Lupe-Reyes no ha terminado aun y por lo pronto a hornear roscas de reyes. Los que compraron mi recetario no sean flojos y preparen alguna. Díganme que les quedó deliciosa, que son unos expertos panaderos. Mientras, entreno con mi propia sombra un combate sobre algún proyecto literario.

acabaditas de sacar de mi horno, hace unas horas, aunque medio doradas por estar hablando con Rocío

domingo, diciembre 21, 2008







Sean felices, coman rico, escriban más, cocinen con todos los sentidos y regalen afecto.

martes, diciembre 16, 2008

Visitando Tlaxcala

Hace unos días estuve en Tlaxcala, conocía otros lugares de ese estado como Santa Ana, Huamantla, Apizaco,El Carmen, Calpulalpan, pero en la capital no. Y que desperdicio porque es bien interesante pasear por Tlaxcala. Tiene un Palacio de Gobierno con unos hermosísimos murales en donde cuentan la historia de Tlaxcala.

Tlaxcala es famosa porque gracias a su ayuda Hernán Cortés subyugó a los mexicas. La etimología del nombre de Tlaxcala está hasta en sus murales. Tlaxcalli: tortilla de maíz o pan. "Grandes cultivadores de maíz dieron a su patria el nombre de Tlaxcallan que es tanto como decir tierra de los tlaxcallis"


Cuenta la historia que había un bloqueo de los mexicas sobre los tlaxcaltecas, ¿cuál podría ser ese bloqueo que los tendría hartos de ellos y de los tributos que tenían que pagarles como para unirse con los gachupines? Ah, pues entre las muchas afrentas que sufrían eran no darles sal. Imagínense, la capital de los tlaxcallis y sin sal, claro provocaron su hartazgo.¿Qué tal esta personificación de Quetzalcóatl? Nunca había visto algo igual. El famoso Dios barbado.

Claro además de ser lugar de tortillas y maíz, Tlaxcala formó parte de la región pulquera del altiplano, y tuvo gran auge gracias a la aparición del ferrocarril en el siglo XIX.

Sí, a esta cocinera le gusta el pulque, y si es natural mejor, tomarlo en Tlaxcala es lugar obligado. Y así preguntando y preguntando llegué a este lugar en el mero centro de la ciudad.

"La Tía Yola" es una pulquería atendida los fines de semana por Gabriel Ramos. También cuenta con un bazar y una cafetería. El lugar es muy agradable, se puede tomar el pulque en la calle, bajo un resplandeciente sol invernal o refugiarse adentro. Ese día no había pulque natural, sólo dos curados: piñon y guanábana.


Cada bebida tiene su propio recipiente para beber. Se busca la estética conjugada con el sabor. El pulque no podía ser menos. "Chivo", "catrina", "cacariza", "camión", "tripa", "viola", "maceta", "tornillo". Todos en vidrio verde moldeado, cada nombre que reciben es de acuerdo a la forma y capacidad del vaso, cada uno especial para beber el: "octli", "tlachique", "tlachicotón", "neutle", "caldo de oso", "pulmex", "babadray", "cara blanca", "pulmón", "elixir de los dioses", "siete hebras", ¡puff!, es tan amplia la manera de nombrar al pulque en el caló popular.

En esta pulquería rescatan algunos de esos vasos para que sea más grato beberlo. Ahi compré un "chivo" para la colección de vasos y jarras pulqueras que acumulo.

A pesar de que la industria pulquera está en decadencia por inmumerables razones, hay gente que continúa apostando por su consumo, como esta pulquería en Tlaxcala y varias empresas en el estado que hacen pulque destilado y pulque enlatado. Por lo pronto aproveché para llevarme varias latas y utilizarlas para guisar. El sabor que le imprime el pulque a los alimentos es sumamente grato y único. Claro que fresco es lo mejor, pero si no hay manera de conseguirlo pues unas latas ayudan, aunque el sabor no será tan profundo.

Mientras tanto, aquí hay que cuidarse en estas fechas decembrinas con el alcoholímetro. Puros festejos, caray. A partir de hoy va a estar las 24 horas en vigencia, así que busquen a su conductor designado.


viernes, diciembre 12, 2008

Mis ciudades invisibles

Me pierdo día a día
en ciudades sutiles
ciudades sin rostros

ciudades del sabor

ciudades de fuego

ciudades metálicas