1. Voy por la vida buscando atribuciones humanas a los alimentos, en cada vegetal aparecen bien marcados los rasgos del centro de su origen, su pertenencia a la naturaleza femenina de la tierra. Nos delatan que no son objetos perfectos, tienen mácula o cicatriz. Siempre está ahí la huella de la matriz donde se nutrió, de donde obtuvo la energía para crecer.
El ombligo: ese centro desde el cual es alimentado el ser humano antes de salir del vientre materno, el ombligo: que nos demuestra gratamente que no somos hijos de Adán y Eva, que no somos extraterrestres ni seres de generación espontánea. Cicatriz que demuestra que estamos anclados a la tierra, al tallo prenatal.
2. Al significado de la palabra México, le han dado más de veinte etimologías, entre ellas la más conocida es: metztli (luna), xictli (ombligo) y co (lugar) o sea que
México significa: en el ombligo de la luna. Y aunque estemos lejos nuestros vínculos siguen ese centro, en la patria, que por alguna razón se proyecta en una imagen femenina.
Al xitomatl, el jitomate de ombligo, los mexicanos lo llamamos por su nombre original y es la manera de diferenciarlo de tomate verde de cáscara. Pero, no hay que dejarse vencer por la desmemoria; las plantas del continente americano como la papa, el chile y el jitomate no fueron bien recibidas en Europa, éstas fueron objeto de gran desconfianza por pertenecer a la familia de las solanáceas. Los europeos ya conocían algunos miembros venenosos y alucinógenos de este tipo de plantas. Cayó la “maldición de la dulcamara” antes de ser aceptadas en las dietas europeas. Muchas plantas comestibles americanas sirvieron mejor como plantas de ornato antes de ser llevadas a la mesa. Fue así lo que sucedió con los jitomates mexicanos. Cito a Janet Long en su libro Conquista y Comida:
“Hay que reconocer que el jitomate grande, de color rojo vivo, liso y jugoso que conocemos hoy en día, tiene poco que ver con el fruto pálido, de sabor ácido y olor desagradable que llegó a Europa inicialmente. Los primeros grabados del herbario de Pietro Andrea Matrioli muestran un fruto pequeño, arrugado, duro y poco apetecible. Debemos el mejoramiento del jitomate a las cuidadosas manos de los jardineros italianos”.
La aceptación de las plantas tiene que ver de acuerdo a la necesidad del hambre que tenga el pueblo. Se burlan de mí porque como infinidad de insectos y flores cuando debería ser ya una manera más accesible para alimentarse en un futuro.
3. En 1529 en un recetario de cocina ya se muestra la salsa de jitomate. Pero la combinación proverbial, hoy casi incuestionable, de la pasta y la salsa de jitomate ya era popular en Nápoles en la segunda mitad del siglo XVIII.
En la provincia de Buñol, España, a treinta kilómetros de Valencia el último miércoles de agosto se escenifica una batalla campal de jitomates usados como proyectiles. Allá vuelan y se estrellan los rojos ombigos vegetales contra otros ombligos humanos. Elaboran la más grande salsa de jitomate aderezada con sudores humanos y cocinada al calor del asfalto.
4. Me gusta picar ombligos, pero respeto a las personas pues no es algo muy grato para algunas, sin embargo en una masa fermentada de pan ésta lo apetece, es tan gracioso oir como suelta una tímida y sutil risita al ponchar la altura de su panza.
Pero ahora...
Muéstreme su ombligo señor, muéstreme ese cuenco profundo, pequeño recipiente donde bebo el xoma de pasión, el orificio en donde reposa la canica de mis pensamientos que ruedan por su cuerpo, el florero improvisado que humedezco con mi lengua para provocar su risa.