Desde una azotea de un populoso barrio en plena ciudad de México, declaro formalmente inaugurada la recolección de jitomates hidropónicos. Al cortar la cosecha, sin proponérmelo viene la reflexión, la recapitulación de muchos cuidados, errores y ciertas faltas, pero finalmente aquí están los frutos radiantes y generosos, dispuestos a ser transformados y consumidos. Sobrevivieron al Carnaval, la Semana Santa, la influenza humana, las elecciones y, posiblemente, pese a todos los designios seguirán ahí reproduciéndose todavía después del informe presidencial del mediocre Felipillo.
Y en la planta baja, en el otro jardín macetero, ése sí con tierra, creció con muchos cuidados una planta de acuyo, mejor conocida como: momo, hierba santa, hoja santa, cordoncillo. Esta hoja tiene el poder de restaurar las fuerzas perdidas de las noches por calores agobiantes, malos tragos, búsquedas fallidas de trabajo, discusiones infernales, pésimos tacos, insípidos poetas, amigos mentirosos. Dicen que unas hojas de esta planta, arrimadas en cocimiento por las mañanas, hace hablar antes a los bebes y los inducen a avisar para ir al baño. El chocolate con agua aromatizado con hierba santa, si se les da de tomar a los ancianos, un estremecimiento recorrerá su cuerpo llenándolos de exquisito placer y sacaran de quién sabe dónde un montón de anécdotas y recuerdos olvidados, para que después su andar sea más ligero y ágil. Habrá que probarlo y comprobar los resultados.
Para conjugar la recolección de las cosechas, esta es la receta que se me ocurrió para festejar. Rollitos de Hoja Santa frita rellena de queso Oaxaca y queso de cabra en salsa de jitomate hidropónico y tomate verde. Acompañados de frijoles y un chile de agua que me trajeron de Oaxaca, el cual rellené con otro rollito. Quería rellenar después con ese chile de agua un chile ancho, luego una calabacita, para que así se fuera haciendo un conglomerado de rellenos, pero como no había nada de esas otras cosas a la mano, mejor le paré y ahí quedo listo.