Sopa de lentejas con espinacas
Hamburguesas de tofu y cereales (cebada, trigo, avena)
Pay de ciruela y dátil, con limón y clavo.
Vino Santa Rita, Cabernet Sauvignon, 2000
(los maridajes, no me importan)
Mi madre dice que si después de los setenta años no te duele algo es porque estás muerto.
Qué tu alimento sea tu medicina, es el precepto que se da. La edad está regida no por los años que uno tenga, sino por lo que comes y no te hace daño.
Alabados sean los que soportan los lácteos, grasa, harinas, cítricos, carnes rojas, alcohol, alcohol, más alcohol.
La vida se nos va de las manos en menos que lo cuento. Ay, el tiempo ese tirano que nos acecha irremediablemente.
Esta es la mesa puesta para todos, ésta es la carne para el hombre
natural;
Es para el malvado no menos que para el justo, a todos he invitado,
No permitiré que una sola persona sea desairada o excluida,
La mantenida, el parásito, el ladrón, están aquí invitados.
El esclavo de labios gruesos está invitado, el enfermo venéreo está invitado,
No se hará la menor diferencia entre ellos y los otros.
Este es el roce de una mano esquiva, ésta es la impresión y el olor
del pelo,
Este es el contacto de mis labios y de los tuyos, éste el murmullo
del anhelo,
Esta es la remota profundidad y la altura reflejando mi cara,
Esta es la voluntaria fusión de mi ser y otra vez la salida.
¿Sospechas en mí un propósito oculto?
Sí, lo tengo, porque lo tienen los aguaceros de abril, y la mica de las
rocas lo tiene.
¿Crees que quiero asombrar?
¿Asombra, acaso el día? ¿Asombra acaso, el pájaro que canta
temprano en el bosque?
¿Asombro yo más que ellos?
Ahora estoy hablando de la intimidad,
no diría estas cosas a los otros, pero a ti te las digo.
de Canto a mí mismo.
Hojas de Hierba.
Walt Whitman
Mi Poeta especial para ser administrado por vía intravenosa para resarcir periodos violentos, trágicos y depresivos.
El pan campesino y un queso de cabra
Los calamares en la olla, sólo con ajo, sal y aceite de oliva
La tapa de pan campesino, ensalada de arúgula y los calamares.
Si mi maestro de Literatura Latinomericana leyera el Libro de Buscando Alaska de John Green tal vez lo ningunearía frente a los otros libros que hemos tenído que leer en su clase este semestre. Independientemente de eso considero que Buscando Alaska para ser la primera novela de este autor me ha dejado buenas razones para recomendarlo, me encantó su humor, su ironía, pero también me hizo llorar, y me hizo pensar en el desamparo y la incomprensión que es asunto obligado en la vida de todo adolescente, en las culpas que algunos arrastran desde la niñez, en el deseo de ser el más popular entre los amigos, entender a los padres y asumirse en la autoridad. Por supuesto que me movió cosas de mi propia adolescencia y lo que es peor, lamenté considerablemente no haber tenido un libro como este para que me hiciera compañía en esa época.
¿Cuál es la naturaleza del ser de una persona?
¿Cuál es la mejor manera de ser una persona?
¿Cómo llegaremos a ser y que será de nosotros cuando ya no seamos?
¿Qué es lo que busca un joven adolescente en su vida?
¿Por qué a las personas buenas les tocan vidas de mierda?
¿Cómo te escapas del laberinto del sufrimiento?
¿Cuál es la razón para tener una esperanza?
Estas son varias de las preguntas que se hacen Miles Halter y Alaska los protagonistas de esta novela. Adolescentes que estudian la prepa en un internado en Alabama, que no le temen a la grasa ni al colesterol en sus vidas, cenando bufritos, pays cremosos de avena, y la comida de McIncomible.
Hay muchas cosas más, pero no tengo el mal gusto de contar el meollo de una novela como esta que está dividida en un ANTES y un DESPUÉS, que dividen completamente la historia. Léanla y dénsela a un adolescente. Nada que ver con esos libros aberrantes del guey mocho y moralista ese del Carlos Cuauhtemoc.
