Los jóvenes tienen dificultades para identificar las agresiones machistas y creen que son algo ajeno, o que ocurre a madres o mujeres casadas, pero las cifras no dicen eso: una de cada cuatro mujeres asesinadas por sus parejas tienen menos de 30 años.
Otro dato que demuestra el impacto real de este fenómeno en los jóvenes es el hecho de que el 40% de las órdenes de protección dictadas por los jueces el pasado año eran de mujeres de esa edad.
Muchas mujeres adultas maltratadas descubres que la violencia en sus parejas había comenzado en el noviazgo a pesar que nunca lo habían percibido de ese modo. Eran muy jóvenes, llenas de vida y no las ataban ningún compromiso legal ni económico con su novio. Sin embargo, vivieron como parte normal de su noviazgo malas contestaciones, insultos, gritos, amenazas y situaciones límites.
Las adolescentes soportan empujones, tirones de pelo, burlas o insultos. Que si bien se presentan más habituales de lo esperado, entre los adolescentes pasan desapercibidas o se las interpreta como juegos o expresiones de afecto; son sin duda comportamientos violentos y la repetición de este tipo de conductas es la característica de una "relación violenta".
De la misma manera, entre los adolescentes es muy frecuente también el maltrato emocional, cuyos indicadores son, en general, amenazas de terminar la relación, acusaciones, descalificaciones y/o celos excesivos. En estos casos, al no haber golpes físicos, las adolescentes perciben aún menos que están viviendo una relación violenta y muchas hasta identifican esas conductas como indicadores de cariño.
Pero en concreto los noviazgos con violencia, tienen un patrón de conducta controladora, abusiva y agresiva que el varón utiliza para obtener el poder físico y el control psicológico en una relación amorosa. Y todas las adolescentes que viven una relación de noviazgo violenta, pasan por un primera etapa, en la que se manifiestan insultos, reproches, escenas de celos y control, silencios prolongados, burlas, malestar constante y en aumento .... Se agregan incidentes que pueden incluir algunas formas de maltrato físico como empujones, apretones de brazo, o de cuello, tirones de cabello, etc. Pasan luego a una etapa de estallido de violencia que donde ocurren incidentes con todo tipo de agresión física, golpes, rotura de objetos y amenazas. Seguidamente se manifiestan expresiones de perdón, promesas de cambio, interés sexual, regalos y “tranquilidad”. Se establece así una cronicidad violenta, este ciclo se sucede, una y otra vez, donde el sistema de relación va construyendo una espiral y el tránsito entre las diferentes etapas es más rápido, modificando el grado de violencia en cada fase.
Ahora bien, cuando se pregunta a un adolescente maltratada ¿Por qué permanece con su novio?. En general, lo primero que contestan es que los quieren, pero luego hablan de su inseguridad, manifiestan sentirse culpables de no ser la mujer esperada por él y además les tienen miedo. Pero también piensan que nadie les va a creer porque el novio es bueno con todo el mundo y se culpan pensando que algo habrán hecho para merecer el maltrato. Este es un cuadro de situación muy típico porque la persona abusiva desarrolla su comportamiento en privado mostrando hacia el exterior una fachada respetable que hace que las posibles denuncias en su contra sean poco creíbles y carezcan de verosimilitud.
Debemos prevenir situaciones de violencia en los noviazgos, detectar signos de “alerta” y revisar la relación en el interior de las familias involucradas. El adolescente está muy desprotegido y no reflexiona en cuanto a su persona y su autocuidado. Tampoco se lo ha educado para pensar en los mandatos culturales ni en el cuestionamiento de los modelos de relación de su propia familia.
Esa es una de nuestras tareas como adultos responsables de personas jóvenes. La sensibilización y prevención dirigida a las y los adolescentes que están construyendo un vínculo con el proyecto de vivir juntos.
Debemos poder transmitirles que una persona no es violenta de la noche a la mañana, que existen actitudes que son síntomas, y que si son detectados, pueden evitar situaciones de riesgo o futuras uniones más difíciles, como la convivencia o el casamiento. Y que para poder analizar estas actitudes es indispensable que desde el principio les ayudemos a separar el amor de la posesión, donde el factor de los celos abusivos suele ser confundido con un positivo exceso de cariño.
Debemos también reflexionar con los sobre que la violencia es una conducta aprendida, previa a la formación de la pareja y no cambia espontáneamente por la voluntad o las promesas (Puede servir tomar conciencia de que el 25% de las mujeres asesinadas por su pareja son novias entre 14 y 25 años que creyeron en el amor romántico en lugar de velar por su seguridad).
Sucede habitualmente además, que las adolescentes involucradas no se reconocen inmersas en un cuadro de violencia, pues muchas de sus características coinciden con el perfil tradicional de sus antiguas familias en las que un varón ejercía el poder absoluto sobre los demás miembros, naturalizando la violencia.
En definitiva el trabajo preventivo exigirá evitar el menosprecio de la situación. la violencia en los noviazgos adolescentes es igual de seria que la violencia doméstica entre adultos y puede llegar a ser también fatal.
Quizás, con paciencia y tesón, somos capaces de abrir los ojos a nuestra juventud y sepan diferenciar el amor de la presión de la violencia.
ResponderEliminarMuchos jóvenes deberían leerlo, buena información Su.
Petons
Hola Basileia, tengo al sensación de que los jóvenes de ahora en sus relaciones personales son muy posesivos evidentemente no todos, pero es una percepción que tengo. Ojalá esté equivocado.
ResponderEliminarBesos