Notas de Reynaldo Castro publicadas en diarios y revistas. La mayoría de estos textos abordan cuestiones relacionadas con la literatura, las memorias de la represión de la última dictadura y la ciudad de San Salvador de Jujuy (ubicada en el norte de Argentina, América del sur).
el primer poema que publiqué apareció en el suplemento literario que dirigía néstor groppa yo no quería reflexionar ni opinar sólo trataba de expresar lo que sentía y nada más
pero aquel texto trajo a otro que también ng publicó (él siempre fue generoso con los poetas iniciales) y así empecé a gozar de una sana marginalidad: me leía muy poca gente (a pesar de que el diario tenía un tirada mayor que la de cualquier libro de poemas) esos pocos lectores eran por lo tanto lectores de fierro algunos hasta se animaban a hacerme preguntas entre esas estaba la ya clásica cuestión: “¿por qué escribe usted?” a lo que yo contestaba: “escribo porque una palabra puede cambiar el mundo”
nunca decía cuál era esa palabra pero la buscaba incansablemente siempre tuve la vana ilusión de encontrarla (no se lo digan a nadie: creo que nunca la voy a encontrar) pero eso no invalida que siga escribiendo
escribir es como pelear sabiendo que uno será derrotado
hubo un tiempo en que yo creía que por mi boca podían hablar las bocas muertas lo creía sinceramente como creía en la revolución hasta que un día me puse a escribir sobre la masacre que vivimos entonces supe que el valor pasa por el cuerpo que lo que uno escribe (o dice) lo tiene que defender que nada nos ha sido dado de manera gratuita
a lo mejor por eso invadí varios géneros publiqué crónicas, historias privadas comentarios en blogs dudosos entrevistas a escritores, escribidores y otros sujetos de moral ligera investigaciones con tufillos académicos poemas para una mujer que nunca tendré graffitis, solicitadas y algunos panfletos
pero nada de eso fue suficiente y aquí estoy escribiendo un poema más
entonces que quede claro: escribo para saber por qué escribo
La poesía no se vende, dice un memorable poema de Guillermo Boido. Al mercado editorial le interesan solamente los libros que pueden convertirse rápidamente en dinero. ¿Por qué, entonces, persistir en una actividad que aparentemente no tiene posibilidades de persistencia?
Participé en el XVI Festival Internacional de Poesía que se realizó recientemente en Rosario. El primer día participé con una lectura junto a Sergio De Matteo y Clara Rebotaro. Después formé parte de un panel de editores de poesía junto a Alejandro Pidello (Papeles del Boulevard) y José Luis Volpogni (Universidad Nacional del Litoral). El título era un reconocimiento a la dificultad que tiene todo editor de poesía: “Editar poesía y no morir en el intento”. Significaba, además, reconocer que muchas editoriales de poesía se convirtieron en cadáveres.
Allá, comparé las ediciones regionales con las nacionales. Dije que nuestros autores centrales, Néstor Groppa y Héctor Tizón, son un buen ejemplo de esos alcances. Que el poeta edita sus libros con su propio sello editorial y con tiradas que no superan los cuatrocientos ejemplares. En tanto que el narrador llega a un público mayor ya que sus libros tienen una tiradas diez veces mayor. Los números de ambos, para un país que tiene más cuarenta millones de habitantes, inciden muy poco.
Llevé libros de la editorial de la Universidad Nacional de Jujuy, de la editorial alternativa Perro Pila y uno de Ernesto Aguirre. Vendí varios ejemplares (un Tizón, un Calvetti, un Aguirre, un Castro, una Encuesta a la literatura jujeña, un Tarja) y regalé otros (Nassr, Ortiz, Leguizamón, Osvaldo Aguirre, Castro). Recibí más de lo que di: Herejía Bermeja de Juan Carlos Bustriazo Ortiz (Ediciones en Danza y Espacio Hudson, Buenos Aires, 2008); La Vieja Usina: Cuentos y poemas de autores pampeanos (CPE, Santa Rosa, 2008); Nadie cerca o lejos: El centralismo cultural en la Argentina de Eduardo D’Anna (Identydad, Rosario, 2005); El prójimo: pieza maestra de mi universo de Sergio De Matteo (Fondo Editorial Pampeano, Santa Rosa, 2006); Soy fiestera de Mercedes Gómez de la Cruz (La creciente y Junco y Capulí, Córdoba, 2006); Las 40: Poetas santafesinas 1922-1981 de Concepción Bertone (compiladora) (Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2008); Poesía argentina contemporánea, Tomo I, parte decimoséptima de AAVV (Fundación Argentina para la Poesía, Buenos Aires, 2008); Un taxi a Bucarest de Cecilia Fontán (Papeles de Boulevard, Rosario, 2007); Estuario de Marisa Negri (Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2008); Áspero cielo de Jorge Isaías (Ciudad Gótica, Rosario, 2006), La demora de Carlos Battilana (Siesta, Buenos Aires, 2003); El lado ciego de Carlos Battilana (Siesta, Buenos Aires, 2005); Síndrome del verso libre de Alberto R. Bautista (Amaru, Lanas, 2006); Otra vez labranza de Mercedes Yapar (Papeles de Boulevard, Rosario, 2007); Zombar de Guilherme Zarvos (Mansalva, Buenos Aires, 2008); Contra o chao e o ventode Paulo Fichtner (Confraria do vento, Río de Janeiro, 2007); Estación de animales buenos de Alejandro Pidello (Papeles de Boulevard, Rosario, 2007); Manual del agua de Nora Hall (Papeles de Boulevard, Rosario, 2007); Desde el hastío de Victoria Novell (Papeles de Boulevard, Rosario, 2007); Capital de nada: Una historia literaria del Rosario / 1801-2000 de Eduardo D’Anna (Identydad, Rosario, 2007); A los amigos de Jorge Isaías (Ciudad Gótica, Rosario, 2007, 2ª ed.); Spoon in Rosario de Philip Meersman (DAstrugistenDA, Bélgica, 2008) , y también recibí varias revistas: La buhardilla de papel, editor: Enrique D. Gallero (Rosario) y Museo Salvaje, dirigida, editada y diseñada por Sergio De Matteo (Santa Rosa).
Algún día, alguien debería contabilizar la cantidad de dinero que circula en encuentros como el de Rosario. Me refiero al trueque de libros y a los libros que se regalan para que poesía camine.
Yo ya hice mi propio balance y ratifico lo ya escrito: el resultado es positivo. Puedo sobrevivir un tiempo más con la lectura de buenos poemas.
Sabíamos que estaba en los metros finales. Pero eso no calma la tristeza que tenemos. Hoy murió José Luis Mangieri.
Fue un poeta de verdad, un maestro de editores y, fundamentalmente, un amigo.
Estuvo pocas veces por Jujuy. Esas visitas fueron suficiente para apuntalar acciones poéticas y políticas. Vio como arrancó Tarja, editó gran parte de la obra de Andrés Fidalgo y también tres libros referidos a las memorias de la represión dictatorial en Jujuy.
En la fotografía, es el primero de la izquierda, el que mira al público que asiste a la presentación de uno de los libros que él editó. Lo acompañamos Pablo Baca, Inés Peña y yo. Más arriba, fotos de detenidos-desaparecidos de Jujuy.
Así fue su vida, un nexo entre los lectores, los escritores, la poesía, la memoria y la política.