¡SE MUERE DE HAMBRE!
Es que ni nos imaginamos lo que eso significa, nosotros, que la mayoría de las noches nos vamos a la cama con el estómago pesado (Ayyy por que habré cenado tanto...), que estamos preocupados porque el peque hoy "no cenó nada" (aunque desayunó los choco krispies y sí, después picó pan con tomate, y se tomó una vaso de leche y unas galletas y ¡Ah!!! sí , melocotón y sandía después de medio plato de arroz.....).
Nosotros, que nos morimos de puro gordos. Que nos enferman nuestros excesos.
Ayer, tras la cena, mi madre y yo tuvimos una sonora discusión (como son nuestras discusiones, siempre sonoras) porque ella le dijo a uno de mis hijos eso de "cómete todo porque no vamos a tirar comida, que hay muchos niños muriéndose de hambre" Y yo le dije que si mi hijo se lo come todo y nosotros no tiramos esos 25 mililitros de leche sobrante o esas dos croquetas esos niños se iban a estar muriendo igualmente, y ya vale con ese estúpido y trágico argumento que hemos oído ya ni sé la de generaciones de niños sobrealimentados. Como si sobrealimentarnos nosotros fuera la solución al hambre de ellos.
Ayer me enfadé con mi madre, conmigo misma, con todos nosotros - ciudadanos adultos del primer y tercer mundo - con nuestra ceguera y nuestra ignorancia voluntarias. Me enfadé por los convencionalismos y paternalismos de una sociedad rica frente a una parte de la humanidad que lucha por sobrevivir en unas condiciones insuperables. Condiciones que entre todos hemos creado y creamos día a día. Entre TODOS.
Lo que está ocurriendo en Somalia no es nuevo. Esta situación es crónica y se ha enquistado en un planeta donde unos están muy muy gordos y otros se mueren literalmente de hambre. Donde unos van al gimnasio y se gastan millonadas en adelgazar, y otros se mueren literalmente de hambre. Donde unos producen muchísimo más de lo que consumen y otros, repito, SE MUEREN LITERALMENTE DE HAMBRE. Y mientras, en los países donde la gente se muere literalmente de hambre, una minoría de aprovechados saca tajada de las ayudas internacionales para sus guerras, conflictos y ambiciones, ciegos y sordos al dolor, la miseria y el hambre que les rodea.
Según UNICEF en Somalia hay ahora QUINIENTOS MIL niños en PELIGRO INMINENTE DE MUERTE.
QUINIENTOS MIL.
Y los engreídos-y-muy-orgullosos-de-nosotros-mismos bien alimentado occidentales fundamos ONG o grupos religiosos que en nombre de nuestra cultura o nuestro Dios, muy caritativamente, tratan de ayudar a esos pobres niños que se mueren literalmente de hambre. Pero ¿que queréis que os diga? Hace tiempo que dar el donativo de turno a una ONG o a la iglesia me deja con la sensación de no haber hecho nada o, al menos, muy poca cosa. Desde niña vengo oyendo y viendo que los "negritos de África" se mueren de hambre y viendo y oyendo como desde aquí la gente "caritativa" se preocupa y les mandamos dinero (sobrante que va a para ¿a donde?), y comida (sobrante y ¿¿caducada??) y medicamentos (caducados) y gafas (usadas). En el colegio había varias campañas al año, y allí íbamos las niñas, uniformadas y regordetas, cargadas con nuestra ropa (vieja), nuestros juguetes (viejos), o un sobrecito con dinero de nuestros papás (¿que porcentaje del patrimonio familiar?????).....
Pero, no. No quiero menospreciar en este post la labor de las ONG o de la iglesia, ni las aportaciones pequeñas y grandes que millones de personas hacemos cada día con la convicción sincera de que ayudamos. Seguro que han salvado de la hambruna a miles de seres humanos. Pero evidentemente en esto no está la solución definitiva porque allí, niños y adultos siguen muriéndose de hambre y de miseria y estas ayudas no pueden llegar a todos los confines del espacio y del tiempo. Aunque supongo que aquí podemos aplicar esta frase que leí en Facebook, en "El Faro" que decía:
EL MAYOR DE LOS ERRORES ESTRIBA EN NO HACER NADA
PORQUE SÓLO PUEDES HACER POCO.
Sidney Smith
PORQUE SÓLO PUEDES HACER POCO.
Sidney Smith
Pero lo cierto es que yo añadiría: vale, vayamos haciendo poco, pero mientras tanto no nos durmamos en los laureles, ni nos sintamos demasiado satisfechos, porque hay que encontrar estrategias para poder hacer mucho, sino TODO, de una puñetera vez.
Lo cierto es que me siento impotente cuando veo que ni las ONG, ni las donaciones, ni el porcentaje que dedican los países ricos a los pobres, ni nada de nada de lo que se hace desde aquí, acaba con la tragedia que sucede allá. Hagamos lo que hagamos continúa la hambruna alimentada por las guerras y la corrupción del tercer mundo, junto con el dominio aplastante y sofocante del primer mundo, y las catástrofes naturales en un planeta enfermo de civilización occidental. Una civilización que se ha extendido como un melanoma maligno a base de conquistas, colonizaciones, expoliaciones y destrucción. Una civilización que está poniendo en jaque-mate al ecosistema necesario para su propia supervivencia, para la supervivencia de la humanidad entera.
Y luego también me cuestiono ¿Pero es cierto que los occidentales, con nuestros derechos humanos, nuestra búsqueda del bienestar y la igualdad de todos, nuestras libertades, nuestra tecnología, nuestra ciencia y nuestro arte, somos tan malos?
Y entonces leo noticias sobre las guerras tribales en África, por ejemplo, sobre la extrema crueldad de sus soldados capaces de violar mujeres y niños, matando a destajo incluso a bebés, o lesionándolos gravemente amputándoles miembros, provocando con sus guerras la miseria y la muerte de miles de sus propios conciudadanos ¿Es esto culpa de occidente?
Desde luego parece evidente que esta situación tan dramática se produce porque muchos actores están interpretando muy mal su papel. Aquí no hay un único culpable. Ciertamente occidente, o el llamado primer mundo - con nuestro complejo de superioridad, ayudando a esas culturas "inferiores" y "atrasadas", dándoles comida por un lado mientras, por el otro, expoliamos su tierra, sus recursos, su cultura y sus posibilidades de autosuficiencia - tenemos una parte muy importante de la culpa. Pero los propios habitantes del "tercer mundo" - algunos de los cuales se han subido al carro de la corrupción y la explotación de sus conciudadanos, destrozando vidas, encendiendo guerras y arruinando su tierra con el único objetivo de enriquecerse - también. Y en medio de todo quedan estos niños, los únicos que no son culpables de nada pero que lo están pagando todo, y todas esas buenas personas que, a pesar de su buena voluntad y sus grandes capacidades, se han quedado sin recursos, y con las manos atadas, incapaces de salir adelante. Y entre estas personas están estas madres y estos padres que tienen que ver morir a sus hijos en sus brazos, incapaces de hacer nada por ellos. Madres y padres, mujeres y hombres, que no necesitan caridad, sólo JUSTICIA. Sólo que les dejen en paz, que les dejen trabajar en su tierra y por su familia. Que no les roben para luego darles limosna.
Pero, sobretodo, los niños. Estos niños famélicos y desnutridos, que no tiene cubiertos sus derechos más fundamentales. Como individuo adulto de la humanidad ¿No soy yo también responsable de su bienestar? No puedo hacer nada más que algunas donaciones, me digo, confiando en que el dinero se invierta en los que lo necesitan y se les den cosas que realmente les ayude. Pequeñas donaciones que no dejan de ser microgotas de justicia, que no caridad, porque darle a alguien algo a lo que tiene derecho no es caridad, es justicia.Y si luego, en mi día a día, consumo comida o compro bienes que contribuyen a su miseria ¿Debo sentirme culpable si no puedo evitarlo? ¿Debo sentirme culpable a miles de kilómetros de ellos, sin estar segura de hasta que punto les afecta mi nivel de vida? ¿Debo sentirme culpable si la sequía (o los huracanes, o las lluvias torrenciales) es en parte producto de un cambio climático que la excesiva industrialización, que por otra parte es la base de mi bienestar, ha contribuido a provocar?
No sé hasta que punto debo sentirme culpable pero lo cierto es que cuando veo estas fotos de niños en un estado de extrema desnutrición, me siento muy culpable. Impotente y, sí, responsable. ¿Que puedo hacer por ellos? Seguramente, por el niño de la foto, nada. Lo más probable es que ya esté muerto, pienso. Y entonces se me encoje el alma porque tanto dolor me resulta inimaginable.
Dan ganas de traerlos, ¿Verdad? Como tantas veces he oído a las parejas que quieren ser padres y se encuentran sumergidas en los inacabables trámites de la adopción: ¡Con todos los niños que hay muriéndose de hambre y nosotros aquí, con todo lo que podemos darles!!!! Y es difícil no caer en la tentación de sentir que eso sería lo mejor para ellos y, regodeándonos en nuestra ceguera, queremos traernos aquí a estos niños, pensando que se criarán mejor en nuestra riqueza porque no se morirán de hambre, y tendrán los mejores colegios y la mejor bicicleta. Pero los acostaremos en su cuna de lazos azules o rosas con el móvil de abejitas girando sobre sus caritas asustadas, mientras ellos extrañan el cuerpo delgado y los pechos llenos de leche de aquella madre hambrienta, violada y destruida por la guerra y la miseria, que tuvo que abandonarlos para darles una posibilidad de sobrevivir. No, ahí tampoco está la solución.
La solución, evidentemente, es complejísima porque, si no, me imagino que ya no habría nadie muriéndose de hambre en un mundo que seguro que tiene recursos suficientes para garantizar la alimentación de toda su humanidad. Parece que una historia de dominio e imperialismo de una parte del mundo sobre la otra nos ha dejado en herencia la actual situación política y social en los países del tercer mundo, sumergidos en la corrupción y las guerras. Actualmente, desde el primer mundo podemos dedicar todo el dinero que queramos a solucionar los problemas del tercero, que si en ellos no hay unos gobiernos honestos dispuestos a mantener la paz y a trabajar por el bien de sus ciudadanos, no conseguiremos más que alimentarlos y armarlos a ellos, los corruptos, y a sus ejércitos, para que continúen con sus guerras, mientras nuestro objetivo: esos niños famélicos y moribundos, siguen muriendo como moscas en brazos de sus esqueléticas madre
Yo, como Martin Luther King en su día, también tengo un sueño. Imagino una humanidad que pone las necesidades de sus bebés, de sus niñas y niños, por delante de todo lo demás y por encima de todas sus diferencias culturales o religiosas. Un mundo donde todas las sociedades priorizarán el bienestar de los más pequeños. Si la ayuda al tercer mundo fuera primordialmente dedicada a alimentar y educar a las familias para que sus niños crezcan satisfechos y sin carencias, dentro de su propia familia, de su propia cultura, de su propia gente y en su propia tierra; entonces, seguramente, las siguientes generaciones dejarían de necesitar ayuda externa para sacar su comunidad y su país adelante. Claro que, para esto, los adultos del tercer mundo de hoy en día deberían permitirlo dejando de lado, no sólo la corrupción y las guerras, sino también muchas conductas aceptadas tradicionalmente que ignoran absolutamente los derechos humanos más fundamentales, y que tanta miseria e injusticia están generando. Y supongo que muchas culturas tendrían que aprender a respetar a sus niños y sus necesidades tanto como tenemos que aprender nosotros, los occidentales, que también andamos bastante cojos en este aspecto.
Y el primer mundo debería dejar respirar al tercero sin asfixiarlo, ni dominarlo, ni expoliarlo. Respetándolo y valorándolo de igual a igual. Los occidentales somos una gran cultura y hemos conseguido cosas muy buenas. Podemos aportar mucho de manera respetuosa y aceptando también que tenemos mucho que aprender. También nos toca compensar algunos graves abusos y errores del pasado.
En este planeta hay recursos para todos. ¿Conseguiremos algún día algo tan maravilloso como que nadie pase hambre en ningún rincón del mundo? Somos una especie que ha logrado logros maravillosos, ¿Tan difícil es ponernos de acuerdo para cuidar de nuestros niños? ¿De todos nuestros niños?
Sueño con un mundo donde ningún niño esté en las condiciones en las que se encuentran estos pequeños de las fotos. Sueño con un mundo en el que a cada criatura que nace se le respeten todos sus derechos. Sueño con un mundo de seres humanos amorosos, empáticos, libres y capaces de sacar la humanidad y su hogar - el planeta tierra - adelante durante generaciones y generaciones de paz y felicidad global.
Si, yo también tengo un sueño......... y estoy segura de que tú lo compartes.......
Seamos esa gran tribu mundial que, por encima de todas sus diferencias prioriza el cuidado de sus niños.
¿Vamos a poner todos nuestro pequeño o gran granito de arena para conseguirlo?
Podemos empezar con lo de siempre: nuestra pequeña ayuda económica. Aquí tenéis el enlace de UNICEF donde podéis contribuir. Pero no nos quedemos ahí porque "hacer poco" o "no hacer suficiente" no es el objetivo.