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viernes, 5 de agosto de 2011

YO TAMBIÉN TENGO UN SUEÑO.........

Escribo llorando tras leer el último artículo publicado en el blog Criando Amando Y me pregunto ¿Que cuernos nos pasa? ¿Como puede ser que medio planeta viva intentando adelgazar y destruyendo miles de toneladas de alimentos sobrantes mientras el otro medio se muere de hambre?

¡SE MUERE DE HAMBRE!

Es que ni nos imaginamos lo que eso significa, nosotros, que la mayoría de las noches nos vamos a la cama con el estómago pesado (Ayyy por que habré cenado tanto...), que estamos preocupados porque el peque hoy "no cenó nada" (aunque desayunó los choco krispies y sí, después picó pan con tomate, y se tomó una vaso de leche y unas galletas y ¡Ah!!! sí , melocotón y sandía después de  medio plato de arroz.....).

Nosotros, que nos morimos de puro gordos. Que nos enferman nuestros excesos.

Ayer, tras la cena, mi madre y yo tuvimos una sonora discusión (como son nuestras discusiones, siempre sonoras) porque ella le dijo a uno de mis hijos eso de "cómete todo porque no vamos a tirar comida, que hay muchos niños muriéndose de hambre" Y yo le dije que si mi hijo se lo come todo y nosotros no tiramos esos 25 mililitros de leche sobrante o esas dos croquetas esos niños se iban a estar muriendo igualmente, y ya vale con ese estúpido y trágico argumento que hemos oído ya ni sé la de generaciones de niños sobrealimentados. Como si sobrealimentarnos nosotros fuera la solución al hambre de ellos.

Ayer me enfadé con mi madre, conmigo misma, con todos nosotros - ciudadanos adultos del primer y tercer mundo - con nuestra ceguera y nuestra ignorancia voluntarias. Me enfadé por los convencionalismos y paternalismos de una sociedad rica frente a una parte de la humanidad que lucha por sobrevivir en unas condiciones insuperables. Condiciones que entre todos hemos creado y creamos día a día. Entre TODOS.

Lo que está ocurriendo en Somalia no es nuevo. Esta situación es crónica y se ha enquistado en un planeta donde unos están muy muy gordos y otros se mueren literalmente de hambre. Donde unos van al gimnasio y se gastan millonadas en adelgazar, y otros se mueren literalmente de hambre. Donde unos producen muchísimo más de lo que consumen y otros, repito,  SE MUEREN LITERALMENTE DE HAMBRE. Y mientras, en los países donde la gente se muere literalmente de hambre, una minoría de aprovechados saca tajada de las ayudas internacionales para sus guerras, conflictos y ambiciones, ciegos y sordos al dolor, la miseria y el hambre que les rodea.

Según UNICEF en Somalia hay ahora QUINIENTOS MIL niños en PELIGRO INMINENTE DE MUERTE.

QUINIENTOS MIL.

Y los engreídos-y-muy-orgullosos-de-nosotros-mismos bien alimentado occidentales fundamos ONG o grupos religiosos que en nombre de nuestra cultura o nuestro Dios, muy caritativamente, tratan de ayudar a esos pobres niños que se mueren literalmente de hambre. Pero ¿que queréis que os diga? Hace tiempo que dar el donativo de turno a una ONG  o a la iglesia  me deja con la sensación de no haber hecho nada o, al menos, muy poca cosa. Desde niña vengo oyendo y viendo que los "negritos de África" se mueren de hambre y viendo y oyendo como desde aquí la gente "caritativa" se preocupa y les mandamos dinero (sobrante que va a para ¿a donde?), y comida (sobrante y ¿¿caducada??) y medicamentos (caducados) y gafas (usadas). En el colegio había varias campañas al año, y allí íbamos las niñas, uniformadas y regordetas, cargadas con nuestra ropa (vieja), nuestros juguetes (viejos), o un sobrecito con dinero de nuestros papás (¿que porcentaje del patrimonio familiar?????).....

Pero, no. No quiero menospreciar en este post la labor de las ONG o de la iglesia, ni las aportaciones pequeñas y grandes que millones de personas hacemos cada día con la convicción sincera de que ayudamos. Seguro que han salvado de la hambruna a miles de seres humanos. Pero evidentemente en esto no está la solución definitiva porque allí, niños y adultos siguen muriéndose de hambre y de miseria y estas ayudas no pueden llegar a todos los confines del espacio y del tiempo. Aunque supongo que aquí podemos aplicar esta frase que leí en Facebook, en "El Faro" que decía:

EL MAYOR DE LOS ERRORES ESTRIBA EN NO HACER NADA
PORQUE SÓLO PUEDES HACER POCO.
Sidney Smith


Pero lo cierto es que yo añadiría: vale, vayamos haciendo poco, pero mientras tanto no nos durmamos en los laureles, ni nos sintamos demasiado satisfechos, porque hay que encontrar estrategias para poder hacer mucho, sino TODO, de una puñetera vez.

Lo cierto es que me siento impotente cuando veo que ni las ONG, ni las donaciones, ni el porcentaje que dedican los países ricos a los pobres, ni nada de nada de lo que se hace desde aquí, acaba con la tragedia que sucede allá. Hagamos lo que hagamos continúa la hambruna alimentada por las guerras y la corrupción del tercer mundo, junto con el dominio aplastante y sofocante del primer mundo, y las catástrofes naturales en un planeta enfermo de civilización occidental. Una civilización que se ha extendido como un melanoma maligno a base de conquistas, colonizaciones, expoliaciones y destrucción. Una civilización que está poniendo en jaque-mate al ecosistema necesario para su propia supervivencia, para la supervivencia de la humanidad entera.

Y luego también me cuestiono ¿Pero es cierto que los occidentales, con nuestros derechos humanos, nuestra búsqueda del bienestar y la igualdad de todos, nuestras libertades, nuestra tecnología, nuestra ciencia y nuestro arte, somos tan malos?

Y entonces leo noticias sobre las guerras tribales en África, por ejemplo, sobre la extrema crueldad de sus soldados capaces de violar mujeres y niños, matando a destajo incluso a bebés, o lesionándolos gravemente amputándoles miembros, provocando con sus guerras la miseria y la muerte de miles de sus propios conciudadanos ¿Es esto culpa de occidente?

Desde luego parece evidente que esta situación tan dramática se produce porque muchos actores están interpretando muy mal su papel. Aquí no hay un único culpable. Ciertamente occidente, o el llamado primer mundo -  con nuestro complejo de superioridad, ayudando a esas culturas "inferiores" y "atrasadas", dándoles comida por un lado mientras, por el otro, expoliamos su tierra, sus recursos, su cultura y sus posibilidades de autosuficiencia - tenemos una parte muy importante de la culpa. Pero los propios habitantes del "tercer mundo" - algunos de los cuales se han subido al carro de la corrupción y la explotación de sus conciudadanos, destrozando vidas, encendiendo guerras y arruinando su tierra con el único objetivo de enriquecerse - también. Y en medio de todo quedan estos niños, los únicos que no son culpables de nada pero que lo están pagando todo, y todas esas buenas personas que, a pesar de su buena voluntad y sus grandes capacidades, se han quedado sin recursos, y con las manos atadas, incapaces de salir adelante. Y entre estas personas están estas madres y estos padres que tienen que ver morir a sus hijos en sus brazos, incapaces de hacer nada por ellos. Madres y padres, mujeres y hombres, que no necesitan  caridad, sólo JUSTICIA. Sólo que les dejen en paz, que les dejen trabajar en su tierra y por su familia. Que no les roben para luego darles limosna.

Pero, sobretodo, los niños.  Estos niños famélicos y desnutridos, que no tiene cubiertos sus derechos más fundamentales. Como individuo adulto de la humanidad ¿No soy yo también responsable de su bienestar? No puedo hacer nada más que algunas donaciones, me digo, confiando en que el dinero se invierta en los que lo necesitan y se les den cosas que realmente les ayude. Pequeñas donaciones que no dejan de ser microgotas de justicia, que no caridad, porque darle a alguien algo a lo que tiene derecho no es caridad, es justicia.Y si luego, en mi día a día, consumo comida o compro bienes que contribuyen a su miseria ¿Debo sentirme culpable si no puedo evitarlo? ¿Debo sentirme culpable a miles de kilómetros de ellos, sin estar segura de hasta que punto les afecta mi nivel de vida? ¿Debo sentirme culpable si la sequía (o los huracanes, o las lluvias torrenciales) es en parte producto de un cambio climático que la excesiva industrialización, que por otra parte es la base de mi bienestar, ha contribuido a provocar?

No sé hasta que punto debo sentirme culpable pero lo cierto es que cuando veo estas fotos de niños en un estado de extrema desnutrición, me siento muy culpable. Impotente y, sí, responsable. ¿Que puedo hacer por ellos? Seguramente, por el niño de la foto, nada. Lo más probable es que ya esté muerto, pienso. Y entonces se me encoje el alma porque tanto dolor me resulta inimaginable.

Dan ganas de traerlos, ¿Verdad? Como tantas veces he oído a las parejas que quieren ser padres y se encuentran sumergidas en los inacabables trámites de la adopción: ¡Con todos los niños que hay muriéndose de hambre y nosotros aquí, con todo lo que podemos darles!!!! Y es difícil no caer en la tentación de sentir que eso sería lo mejor para ellos y, regodeándonos en nuestra ceguera, queremos traernos aquí a estos niños, pensando que se criarán mejor en nuestra riqueza porque no se morirán de hambre, y tendrán los mejores colegios y la mejor bicicleta. Pero los acostaremos en su cuna de lazos azules o rosas con el móvil de abejitas girando sobre sus caritas asustadas, mientras ellos extrañan el cuerpo delgado y los pechos llenos de leche de aquella madre hambrienta, violada y destruida por la guerra y la miseria, que tuvo que abandonarlos para darles una posibilidad de sobrevivir. No, ahí tampoco está la solución.

La solución, evidentemente, es complejísima porque, si no, me imagino que ya no habría nadie muriéndose de hambre en un mundo que seguro que tiene recursos suficientes para garantizar la alimentación de toda su humanidad. Parece que una historia de dominio e imperialismo de una parte del mundo sobre la otra nos ha dejado en herencia la actual situación política y social en los países del tercer mundo, sumergidos en la corrupción y las guerras. Actualmente, desde el primer mundo podemos dedicar todo el dinero que queramos a solucionar los problemas del tercero, que si en ellos no hay unos gobiernos honestos dispuestos a mantener la paz y a trabajar por el bien de sus ciudadanos, no conseguiremos más que alimentarlos y armarlos a ellos, los corruptos, y a sus ejércitos, para que continúen con sus guerras, mientras nuestro objetivo: esos niños famélicos y moribundos, siguen muriendo como moscas en brazos de sus esqueléticas madre

Yo, como Martin Luther King en su día, también tengo un sueño. Imagino una humanidad que pone  las necesidades de sus bebés, de sus niñas y niños, por delante de todo lo demás y por encima de todas sus diferencias culturales o religiosas. Un mundo donde todas las sociedades priorizarán el bienestar de los más pequeños. Si la ayuda al tercer mundo fuera primordialmente dedicada a alimentar y educar a las familias para que sus niños crezcan satisfechos y sin carencias, dentro de su propia familia, de su propia cultura, de su propia gente y en su propia  tierra; entonces, seguramente, las siguientes generaciones dejarían de necesitar ayuda externa para sacar su comunidad y su país adelante.  Claro que, para esto, los adultos del tercer mundo de hoy en día deberían permitirlo dejando de lado, no sólo  la corrupción y las guerras, sino también muchas conductas aceptadas tradicionalmente que ignoran absolutamente los derechos humanos más fundamentales, y que tanta miseria e injusticia están generando.  Y supongo que muchas culturas tendrían que aprender a respetar a sus niños y sus necesidades tanto como tenemos que aprender nosotros, los occidentales, que también andamos bastante cojos en este aspecto.

Y el primer mundo debería dejar respirar al tercero sin asfixiarlo, ni dominarlo, ni expoliarlo. Respetándolo y valorándolo de igual a igual. Los occidentales somos una gran cultura y hemos conseguido cosas muy buenas. Podemos aportar mucho de manera respetuosa y aceptando también que tenemos mucho que aprender. También nos toca compensar algunos graves abusos y errores del pasado.

En este planeta hay recursos para todos. ¿Conseguiremos algún día algo tan maravilloso como que nadie pase hambre en ningún rincón del mundo? Somos una especie que ha logrado logros maravillosos, ¿Tan difícil es ponernos de acuerdo para cuidar de nuestros niños? ¿De todos nuestros niños?

Sueño con un mundo donde ningún niño esté en las condiciones en las que se encuentran estos pequeños de las fotos. Sueño con un mundo en el que a cada criatura que nace se le respeten todos sus derechos. Sueño con un mundo de seres humanos amorosos, empáticos, libres y capaces de sacar la humanidad y su hogar - el planeta tierra - adelante durante generaciones y generaciones de paz y felicidad global.

Si, yo también tengo un sueño......... y estoy segura de que tú lo compartes.......

Seamos esa gran tribu mundial que, por encima de todas sus diferencias prioriza el cuidado de sus niños.

¿Vamos a poner todos nuestro pequeño o gran granito de arena para conseguirlo?

Podemos  empezar con lo de siempre: nuestra pequeña ayuda económica. Aquí tenéis el enlace de UNICEF donde podéis contribuir. Pero no nos quedemos ahí porque "hacer poco" o "no hacer suficiente" no es el objetivo.

lunes, 1 de agosto de 2011

UNOS MOSTRUOS SUPERSANOS ................Y MAMÍFEROS


Hace poco más de un año  me enteré de que el famoso cardiólogo catalán Valentín Fuster acababa de fundar SHE (Science, Health and Education), una fundación cuyo objetivo era enseñar a los niños a llevar una alimentación sana basada en frutas y verduras, con el objetivo de prevenir la aparición de las enfermedades cardiovasculares desde sus orígenes, esto es, desde la más tierna infancia. Teniendo en cuenta que este tipo de enfermedades son la principal causa de muerte en los países del primer mundo, a la vez que aumentan descontroladamente en los del tercero, la idea del doctor Fuster me pareció acertadísima, y  me encantó que un científico de su prestigio dedicara tanto esfuerzo y tiempo a la infancia, con el objetivo de conseguir en el futuro adultos más sanos y, por ende, más felices.

Pero desde que conocí la fundación SHE tengo una "espinita"clavada, y esta no es otra que la ausencia de la lactancia materna en un proyecto cuyo principal objetivo es la prevención  de unas enfermedades cuya tendencia a sufrirlas se desarrolla silenciosamente desde  la época prenatal. Entiendo que tal vez el doctor Fuster haya querido centrarse en una población infantil en edad escolar, ya que el objetivo de la fundación, tal y como indica su nombre, es la educación. Pero, por otro lado, creo que la manera en que una persona es alimentada durante los dos o tres primeros años de su vida - con especial importancia de los primeros seis meses en los que la lactancia, o la leche de fórmula, debería ser la única fuente de nutrientes - no puede pasar desapercibida en un proyecto cuyo objetivo es la prevención.

Como esta semana se celebra la Semana Mundial de la Lactancia Materna he decidido retomar este tema que tenía aparcado para unirme al carnaval de blogs organizado por Amor Maternal, para celebrarla e invitar a la reflexión acerca de todas las dimensiones en las cuales podemos concebir la lactancia materna, todos los ámbitos de la vida en los cuales puede afectar tanto al ser humano, como a la sociedad, al planeta, las relaciones interpersonales, etc.

He empezado dedicando unas horitas a sumergirme en el Medline buscando los últimos trabajos de investigación que profundicen en el papel de la lactancia materna en el desarrollo de enfermedades cardiovasculares futuras. Como suele ocurrir cuando buscas trabajos originales y revisiones sobre un tema en concreto en las revistas científicas especializadas, hay resultados para todos los gustos: desde un efecto beneficioso(1, *, *,*,*, *,*,*,*,*,*,*,*,*, *,*) pasando por ningún efecto (*,*,*,*) o incluso un efecto negativo (*,*,*,). Esta diversidad de resultados no me sorprende en absoluto dada la gran variabilidad de criterios a la hora de definir lactancia materna a demanda y exclusiva  y su duración, así como las limitaciones asociadas a los estudios estadísticos realizados en poblaciones humanas. En cualquier caso, la tendencia general de la gran mayoría de estos trabajos, y especialmente de los de mejor calidad o de los realizados en modelos animales (que permiten un diseño experimental que, por motivos de ética, no es posible aplicar en poblaciones humanas), apunta a que la lactancia materna tiene un efecto beneficioso a la hora de prevenir el desarrollo de los factores de riesgo que en el futuro se asociaran a este tipo de enfermedades (*, 1), como son la hipertensión (*,*), la hiperlipemia (*), la diabetes (*) o la obesidad (*,*,*,*,*,*) no sólo en el bebé, sino también en su madre (*,*).

En la relación lactancia-obesidad en doctor Manuel Bueno, pediatra, investigador y profesor emérito de la Universidad de Zaragoza, ofreció recientemente en el periódico El País una entrevista que he conocido gracias a un artículo publicado en el blog Tenemos tetas, y en el que hizo las siguientes declaraciones:

"Aparte de los componentes nutricionales beneficiosos que ya se han investigado, se ha descubierto que también contiene microcomponentes y que posee un efecto protector que sensibiliza a las células de la grasa para que no la almacenen. Este es un aspecto muy novedoso que cuenta con marcadores genéticos.

....la OMS.... habla de un tiempo mínimo de cuatro meses de alimentación exclusiva, aunque no existe ninguna contraindicación para seguir más tiempo ...... Las mamás esquimales les dan el pecho a sus hijos hasta los tres años y sus índices de obesidad son muy bajos."

Supongo que los componentes de los que habla el doctor Bueno son, entre otros, la leptina (*), la adiponectina (*), el factor de crecimiento tipo insulina -I (IGF-I) y la ghrelina, además de  hormonas descubiertas más recientemente como la obestatina y la resistina, las cuales están involucradas en la regulación del apetito y del equilibrio energético (*, *). Parece ser, por lo que apuntan los trabajos que relacionan obesidad y alimentación con leche de fórmula, que la leche materna no tiene sólo la calidad y cantidad de nutrientes adecuados para cubrir las necesidades del lactante (*), sino que además todas las hormonas antes citadas van a ayudar a que la criatura (alimentada realmente a demanda) coma exactamente lo que necesita, ni más ni menos y sin sobrealimentarse. Las diferencias entre las curvas de crecimiento entre los bebés amamantados y los alimentados con biberón parecen mostrar una clara sobrealimentación de estos últimos; sobrealimentación que se traduce en un  aumento de peso excesivo el cual, tal y como apuntan muchos estudios, podría estar relacionado con una tendencia futura a la obesidad, la diabetes o las dislipemias (*,*,*).

Y es que a medida que vamos descubriendo los diferentes componentes de la leche materna, y a la vez que elucidamos sus funciones, no podemos más que asombrarnos de este líquido perfecto, diseñado en exclusiva para nuestras crías humanas por miles de años de evolución, desde los primeros mamíferos allá por el triásico. Tal y como dice el doctor Jose María Patricio Talayero en el libro "Lactancia Materna: guía para la profesión médica" de la Asociación Española de Pediatría:

"En torno al inicio del siglo XX se inicia el mayor experimento a gran escala en una especie animal y sin comprobaciones previas de los posibles resultados: a la especie humana se le cambia su forma de alimentación inicial: centenares de miles de niños pasan a ser alimentados con leche modificada de una especia distinta. Las consecuencias, que no se previeron, han sido desastrosas en el mundo expoliado (miles de muertos por infecciones y desnutrición) y muy graves y posiblemente no del todo conocidas en las sociedades enriquecidas de la tierra (aumento de enfermedades infecciosas e inmunitarias, de consultas médicas y de hospitalizaciones). Aún queriendo y con más conocimientos, no es fácil enmendar el yerro producido: en efecto, más de una generación de mujeres no han amamantado a sus hijos, interrumpiéndose la transmisión de conocimientos intergeneracional, perdiéndose una cultura."

Por todo esto, desde este blog escrito por una doctora en Biología que hizo su tesis precisamente en el mundo de la investigación Cardiovascular (*), pero sobretodo por una madre que lee y estudia y se toma su maternidad como una profesión que requiere formación continuada y nueva información constante, me gustaría hacer una llamada al doctor Fuster y a todos los profesionales que se preocupan de nuestra infancia y de sus hábitos alimenticios, para prevenir enfermedades que, en el futuro, cuando sean ya adultos, mermarán muchísimo su calidad de vida y su longevidad. Me gustaría pedirles que no ignoren la importancia de la lactancia materna en la salud de nuestros niños. Porque la lactancia materna es mucho más que leche: es toda una "filosofía" de nutrición con consecuencias para toda la vida.

En apariencia puede parecer estupendo que los niños aprendan que tienen  que comer más frutas y verduras y menos galletas, siguiendo el ejemplo de sus héroes favoritos pero, bien mirado, también es una pena que necesiten hacerlo. Si el bebé humano, cuando nace, es capaz de pedir exactamente lo que necesita y recibirlo del pecho de su madre ¿En que momento de nuestro desarrollo perdemos esta capacidad innata para comer lo que nos conviene y en la cantidad adecuada? Tal vez sea porque, por motivos puramente culturales y nada científicos, desde recién nacidos obligamos a nuestros bebés a tomar los biberones que el pediatra de turno ha estipulado y a las horas que ha determinado, independientemente de si tenían hambre o no. Los que estuvieron alimentados a pecho se vieron obligados a crecer según unas curvas que, como ya se ha demostrado, no correspondían en absoluto al ritmo natural de crecimiento de los niños sanos amamantados, por lo que una gran mayoría recibió suplementos de leche artificial que no necesitaban, o sufrieron un adelanto, también innecesario, en la introducción de sólidos. Después les hemos metido las papillas multicarnes-multicereales-miltifrutas y cargadas de galletas azucaradas porque "así lo comen mejor" y tenían que comer una cucharadita "por mamá" otra "por la abuelita" y otra "por la vecina del tercero" y la última "si querían bajar al parque". Así les lanzamos el mensaje de que lo que su cuerpo les pide lo tienen que ignorar para adaptarse a nuestros requerimientos. En las fiestas de cumpleaños y en las ocasiones especiales les atiborramos a "chuches" y bebidas gasificadas o pseudozumos repletos de todo menos fruta. Y luego nos extraña que  relacionen placer con comida basura.

Que diferente sería si desde el momento de su nacimiento empezáramos una dinámica totalmente distinta en la que el bebé toma lo que quiere y cuando quiere, algo sólo posible con la lactancia materna a demanda. No forzamos la introducción de sólidos, sino que le vamos ofreciendo comida sana y adaptada a sus capacidades hasta que él muestra interés y poquito a poco la va probando. Alimentos sanos, poco o nada procesados, que van educando sus tendencias alimentarias mientras su principal fuente de nutrición sigue siendo la lactancia materna. Así es mucho más probable que lleguemos a criar un niño que come de todo, más o menos (creo que nadie en este mundo "come de todo". Todos tenemos nuestras preferencias y, seguramente, estas tendrán una base biológica que debería ser respetada), siempre sano, siempre ajustándose a las necesidades de su cuerpo en las cantidades que realmente necesita, porque ha aprendido a escucharse y dar importancia a lo que su cuerpo le pide. Sabe cuando está saciado y cuando tiene hambre y de que (2).

Aunque, evidentemente, no es el único factor implicado, en la lactancia materna está la semilla de los buenos hábitos alimentarios. No la ignore en su proyecto, doctor Fuster. Hábleles de su importancia a los habitantes de Barrio Sésamo - sus aliados en esta aventura - para que ellos se lo digan a los niños, los futuros padres de una nueva generación.

¿Que tal si convierte a estos divertidos personajes en verdaderos MAMÍMEROS?


BIBLIOGRAFÍA IMPRESA

1- Ruth A. Lawrence, Robert M. Lawrence. Lactancia Materna: Una guía para la profesión médica. Editorial Elservier Mosby, 2007.

2- Carlos González. Mi niño no me come.Editorial Temas de Hoy, Octubre 2004.




jueves, 30 de junio de 2011

LA CRIANZA CORPORAL: UNA CUESTIÓN DE CONFIANZA


Ante el interés de las componentes de los grupos nacional e internacional de la causa de Habiba sobre si madre e hija iban a seguir con la lactancia, la doctora Ibone Olza escribía lo siguiente:

"Sobre la lactancia de Alma. Lo están intentando. Alma lo ha debido pasar muy mal, y tal vez le enseñaron a evitar el pecho, esa es mi impresión. Habiba es una madre estupenda, todo corazón, pero el trauma de la separación está ahí. Las dos tienen mucha ayuda, pero llevará tiempo. Hay que confiar y volver a confiar y seguir confiando...al fin y al cabo eso es la lactancia, confiar y amar."


Estas palabras me recordaron otras que oí hace ya casi seis años, cuando le expresaba mis dudas a mi comadrona sobre mi capacidad para alimentar a mi primer bebé sólo con mi pecho. Ella sólo me dijo: "la lactancia es una cuestión de confianza. Si confías en que puedes podrás y lo harás bien".

Pero como me costó creerla. Yo estaba ahí, sobrepasada por las circunstancias, convencida de mi incapacidad para hacer todo bien. No confié. No pude. Me dejé engañar por la accesibilidad de la leche de fórmula y di a mi hijo un refuerzo de biberón aquellas primeras noches en casa, a esa hora en la que TODOS los bebés se ponen un poquitín más nerviosos y parece que piden teta continuamente. Me dijeron que se quedaba con hambre, que no debía tener suficiente leche (a pesar de mis pechos congestionados y "goteantes"), que necesitaba este refuerzo, que todos necesitaban un refuerzo, que la leche del pecho nunca era suficiente.

Y yo me lo creí todo y no confié en mí, en mi deseo maternal, en esa sabiduría que me decía que era un error darle a mi hijo nada que no saliera de mi pecho. Y ese sólo fue el primer paso para interrumpir todo un flujo de deseo entre mi hijo y yo y que tuvo unas repercusiones que sólo hoy en día, tras haber criado 2 bebés más y haber aprendido a confiar ciegamente en mí, en mi deseo y en mi cuerpo, soy capaz de vislumbrar.

Cuando una mujer tiene toda la información sobre los inconvenientes de la leche de fórmula en sus manos - o sea, está debidamente informada - en condiciones normales y saludables ya sólo necesitará Amor y Confianza para que su lactancia sea un éxito.

Entonces ¿Por qué fracasan tantas lactancias? Evidentemente no es por falta de Amor así que sólo nos queda la falta de confianza. Por eso desde aquí quiero repetiros el mensaje que me mandó aquella primera comadrona:

¡Confiad!

Confiad en vuestro deseo maternal que os grita claramente que lo único que necesita vuestro bebé es vuestro pecho, vuestro calor, vuestros brazos, vuestra presencia y todo ello absolutamente a demanda. Sin horarios, sin normas, sin protocolos.

Confiad en vuestros pechos que saben producir lo que necesita vuestro hijo en la calidad y en la cantidad necesarias en cada momento. No os creáis a quien os diga que el calostro "no es importante y no alimenta". El calostro es fundamental, aunque sólo sean unos ridículos mililitros que parecen que son nada. Es lo que necesita vuestro recién nacido: calostro a demanda. Ni suero glucosado ni mucho menos leche de fórmula. Sólo acceso ilimitado a vuestro pecho, contacto físico permanente con la teta al alcance y ya está. Él tomará lo que necesite.

No os preocupéis si el bebé está continuamente enganchado al principio, es normal. Veréis que si le dejáis acceso libre al pecho desde el primer momento la bajada (o subida) de la leche no os producirá ni una congestión excesiva, ni  esas tan aceptadas décimas de fiebre. De nuevo confiad más en vuestro cuerpo que en los mitos populares.

Y confiad en el dolor. Ese dolor punzante que algunas sentimos al principio al dar de mamar y que nos indica que algo no está bien. La lactancia debe de ser placentera. Si es dolorosa, sobretodo si es tan dolorosa que os hace temer las tomas o dar el pecho mordiendo una toalla para no llorar, confíad en vuestro cuerpo, en sus mensajes: Algo no está funcionando bien. Es hora de buscar la ayuda necesaria para solucionar el problema. Existe solución, y esta no es dar de mamar como una mártir, ni sufrir estoicamente las grietas o, lo que es peor, las mastitis. A veces la solución es tan sencilla como aprender a ponerte el niño correctamente, otras puede requerir una pequeña intervención, como cortar un frenillo lingual excesivamente corto. Pero no os quedéis paradas, sufriendo y soñando con que se acabe esa toma y todas las demás. Actuad, buscad una  asociación de ayuda a la lactancia donde os ayudarán a encontrar vuestra solución.

Seguid confiando cuando a las pocas semanas vuestros pechos parezcan vacíos porque ya no los sentís terriblemente llenos y no gotean continuamente. No, no se os ha acabado la leche. Esto también es normal y, de hecho, es  una prueba más de la gran sabiduría de la naturaleza ya que sólo indica que vuestros pechos y vuestro hijo se han sincronizado y ya sólo producís la leche que él necesita. Ni más ni menos. Así que ya veis, lo que, cuando falla la confianza, parece un síntoma de que algo no funciona, es en realidad una prueba de todo lo contrario: de que todo funciona correctamente.

Y no dejéis de confiar cuando alrededor de las dos, tres, seis semanas y tres meses de edad (más o menos, unos serán antes y otros después) vuestro bebé parece que se queda con hambre y sólo quiere teta continuamente. Es NORMAL y episodios como este tendréis varios  mientras dure la lactancia. Son los llamados "etapas de crecimiento rápido" o "crisis de crecimiento", unos días en los que el bebé va a necesitar estimular mucho vuestros pechos para que aumentéis la producción porque está sufriendo un típico "estirón". Al menos esta es la interpretación más general de unos episodios que nos pasan a TODAS las madres lactantes.

Confiad en vuestro hijo. En su instinto, desarrollado durante los últimos 250 millones de años (desde la aparición de los primeros mamíferos a finales del triásico), que le dirá cuando y cuanto mamar. Confiad en sus ojos brillantes, su cuerpecito feliz e inquieto, su piel tersa e hidratada, su sueño tranquilo y su despertar feliz y alerta. Confiad en su capacidad para deciros lo que necesita con sus llantos, gorgoritos, miradas y expresiones;  pero, sobretodo, confiad en vuestra capacidad para entenderle. Tal vez creáis que es imposible comprender este viejo idioma, sin palabras pero tan lleno de información. No os preocupéis, estáis "programadas" para entenderlo. Lo que ocurre es que esta comprensión no reside en la parte más racional de nuestro cerebro, sino en partes más antiguas donde se alojan los instintos y las emociones y que, a veces, están excesivamente controladas y silenciadas por nuestro neocortex racional (y el de los demás).

Y seguid confiando en vuestro hijo cuando alrededor de los cuatro meses, al intentar darle la primera papilla de zanahoria, patata o plátano - tal y como os ha indicado probablemente vuestro pediatra de la antigua escuela, o la vecina del tercero que os preguntó asombrada si "todavía sólo mamaba" -  el crió la utilizó para decorar las paredes del salón, su pelo y vuestra cara sin permitir que una triste cucharadita llegara a su estómago. Y seguid confiando cuando a los 6, 8, 12 o más meses siga sin comer lo que esperaríais. Ni de milagro se mete la papilla de plátano-naranja-pera-quesito-galletasMaría de la merienda y la cena de patata-zanahoria-pechugadepollo-aceitedeoliva, sigue casi intacta en su plato porque él, feliz de la vida, prefiere mamar glotonamente el mejor alimento del mundo, vuestra leche, después de haber picoteado de vuestro plato de ensalada, carne a la brasa o cocido madrileño, mientras se le cierran los ojitos y cae en un profundo y reparador sueño. Confiad en su capacidad para saber cuanto comer e, incluso, que comer, siempre y cuando tu le ofrezcas alimentos naturales, sanos y lo menos procesados posibles.

Ya sé que en nuestra cultura actual es difícil pero, de verdad, confiad en vosotras mismas cuando sentís que el bebé come mejor lo que os ve comer a vosotras, incluso le gusta más picar de vuestro plato que tener el suyo propio (no sabéis como facilitó mi vida y la de mis hijos este descubrimiento), y sentís el impulso de ir dándole pedacitos de comida para que pruebe, sin obsesionaros por preparar papillas que, seamos sinceros, ningún adulto se comería por gusto. A esto se le llama Baby led weaning y ya se está demostrando que es la manera más sana y natural de introducir la alimentación complementaria, muy a pesar de abuelas, suegras, pediatras de la vieja escuela y vecinas varias. Aquello de 3 horas con el niño sentado en una trona llorando de impotencia y saciedad mientras su madre frustrada, enfadada y aterrada intenta meterle una comida que ni necesita ni le gusta, debería haber acabado ya con la generación anterior, dando paso a una madre feliz y confiada que ofrece pedacitos de comida sana y natural de su propio plato a su niño que, sentadito en su regazo, va probando nuevos sabores mientras que, de cuando en cuando, da una chupadita al pezón de su madre.

Pero no sólo la lactancia. Todo un sistema de crianza basado en el respeto por las necesidades de los hijos y su evolución personal y que se cimienta en la llamada "crianza corporal", se pone en peligro por la falta de confianza. Y esta confianza tan necesaria es aniquilada por dos factores principales: la ignorancia propia de los padres sobre nuestro verdadero "YO",  nuestra verdadera naturaleza y nuestras verdaderas necesidades, y la ignorancia de los que supuestamente más deberían saber y en los cuales los padres, a falta de confianza en nosotros mismos, necesitamos confiar.

Dado el número creciente de estudios cuyos resultados son perfectamente accesibles a todos las personas responsables de tratar, informar y formar a las nuevas madres y a los nuevos padres, parece increíble  que todavía haya  por ahí los más diversos profesionales médicos, psicólogos o pedagogos escribiendo libros, grabando programas televisivos o, lo que es  peor, con la responsabilidad de "educar" a jóvenes madres en peligro de exclusión social, basando su trabajo en métodos conductistas y pautas de crianza, alimentación o sueño que no sólo nunca han demostrado a nadie ningún beneficio, y mucho menos a la comunidad científica, sino que en muchos casos se han manifestado como claramente dañinos. Es imprescindible cambiar esto cuanto antes, no sólo para que no se repitan casos tan trágicos como el de Habiba y Alma, sino para salvar la lactancia y la crianza corporal de miles de madres/padres e hijos a los que el trato con este tipo de "profesionales" les va minando la confianza a la vez que les hace suponerse demasiado estúpidos para cuestionarles y conseguir por sí mismos información más acorde con lo que actualmente recomiendan organismos oficiales como la OMS o las diferentes asociaciones de pediatría.

Sí amigos, en cuestión de crianza todo es una cuestión de confianza. Confianza en nosotros mismos y en nuestros deseos más profundos y verdaderos. Si dejáramos de buscar fuera las respuestas que ya tenemos dentro, la crianza de nuestros hijos se convertiría en algo mucho más placentero y feliz para todos. También empezaríamos a trabajar muy seriamente para conseguir una sociedad que, no sólo nos permita, sino que sobretodo nos sostenga a la hora de ejercer la maternidad/paternidad que realmente queremos y todos necesitamos. Sólo así podríamos ser los padres que realmente necesitan nuestros hijos.

Pero desgraciadamente, desde afuera, el sistema parece dedicado a destruir nuestra confianza, haciéndonos tan dependientes de sus normas y directrices que no nos deja espacio para profundizar en nuestro interior y buscar las verdaderas respuestas a todas las cuestiones que se nos plantean desde el momento en que nos enteramos de que está creciendo un nuevo ser humano en nuestro vientre.

Parece lógico porque este sistema, enfermo y corrompido, formado por adultos heridos y llenos de carencias, se pondría gravemente en peligro cuando lo invadiera una nueva generación de seres humanos satisfechos, equilibrados, libres y sanos. Seres humanos que desde pequeños han visto cubiertas todas sus necesidades físicas y espirituales por unos padres que, a pesar de los pesares y con un gran esfuerzo, han ido consiguiendo liberarse de esa pesada carga que el sistema intentaba imponerles con sus horarios y sus normas y que, disfrazada de "crianza moderna", se viste con miles de artefactos de "primera necesidad" como cunas que se balancean solas, cochecitos superligeros, móviles multicolores y multimusicales, leches de veinte tipos diferentes y biberones con tetinas ergonómicas; intentando con todo ello acallar nuestra sabia voz interior que nos grita que nuestro hijo no necesita nada de esto, que sólo necesita nuestro pecho, nuestro regazo y nuestros brazos y que, si estos últimos faltan, nada de nada podrá nunca sustituirlos ni compensar la herida que su falta generará.

Si una amiga embarazada me preguntara ahora mismo que necesita preparar para su parto y la llegada de su bebé le diría: CONFIANZA PLENA EN TI MISMA. Y, a partir de ahí, empieza a buscar información............... Y tendría una buena lista de bibliografía para darle.