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sábado, 26 de septiembre de 2009

Réferi

“Joaquín Hinostroza Bellmont, quien habría de estremecer los estadios, no metiendo goles ni atajando penales sino arbitrando partidos de fútbol, y cuya sed de alcohol dejaría huella y deudas en los bares de Lima…” (La Tía Julia y el Escribidor de Vargas Llosa)

El Chato es el de Negro y Pelé es el Negro

En el Olimpo de los Trencillas encontramos al colmbiano Guillermo "Chato" Velázquez. Implacable justiciero, su rectitud y ansía por hacer cumplir las normas, lo llevo a utilizar sus puños para hacer respetar el reglamento en más de una ocasión. Para desgracia de los infractores el Chato había sido púgil antes que réferi. Mando a dormir al menos a cinco futbolistas.

El 17 de Julio de 1968 el Santos de Pelé se enfrento a la selección Colombia. El árbitro designado fue el Chato. El partido se fue calentando. El Chato decide expulsar a Lima. Los brasileños se sienten robados, perseguidos. Sigue el juego. Antes del descanso Pelé reclama un penalty. El Chato le dice que nanay, que jueguen, jueguen. Pelé le suelta todos los insultos posibles. El Chato lo expulsa.
Y comienza la pelea.
Aunque buen fajador el Chato ve imposible defenderse contra los 25 miembros de la delegación brasileña que se abalanzan sobre él. Lo imaginamos soltando algún puñetazo, un cabezazo, tal vez. Pero al final sucumbe. Le dan una soberana paliza. Todos menos Pelé, el médico y un periodista me dieron, confesaría años después. Tuvo que ser retirado en camilla.

El juez de línea tomo las riendas del partido. Pero el público, una muchedumbre embrutecida y sedienta de insultos, amenazaba con invadir el campo. Hemos venido a ver a Pelé, pensaban. Y los organizadores del partido, también. No es difícil imaginar a la grada gritando ¡Árbitro Hijueputa! o ¡se cago el partido el hijueputa! El miedo (real y factible) de ser linchados por la turba, hizo que los directivos dejasen que Pelé volviese a jugar para delirio de espectadores e indignación del Chato.


Años después Pelé invitaría al Chato a su homenaje.