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jueves, 16 de octubre de 2014

Extrañitud

Pues resulta que ahora la gente no puede hacerse Extraña. Estamos obligados a ser conocidos, a no tener un pasado oculto, un viaje sin explicación, unos reglones tachados con trazos negros y gruesos en nuestro expediente. Aquél viejo anhelo de desaparecer, hundirse en las brumas de la memoria familiar, perderse en una isla cocotera son imposibles. Estamos condenados a Saber Que Es De Los Otros, a que los Otros siempre sepan quienes somos. Hemos renunciado al principio básico de la ignorancia sobre los demás.
Hubo un tiempo donde las familias le perdían la pista a alguno de sus familiares. Se hacían fantasmagóricos, medio invisibles, protagonizaban extrañas, maravillosas, turbias historias. Ellos debían, porque así es su naturaleza, permanecer alejados del núcleo familiar espoleando la imaginación de los pequeños, llenando de silencios la vida de los adultos. 


Los Extraños de Vicente Valero nos cuenta la historia de aquellos que no están y que por tanto nos cuentan mucho de los que si, de los que se quedaron. Magnífico libro, lleno de brumas, con secretos y verdades a media, con verdades medidas. Extraños que hacen reconocibles a los Conocidos. Viajes lineales que terminan (aquí tendrían que intervenir los físicos teóricos) en el punto de partida. Libro engañoso que se lee rápido pero de mecha corta, que tranquilo aguarda, espera confiado, sabedor que detonará, que nos llevará a nuestros propios Extraños a aquellos que nos pueden explicar mejor quienes somos.  


lunes, 4 de agosto de 2014

Parque

Escena uno

Una mujer, vestida a la manera tradicional africana, levanta los brazos y los deja caer violentamente. Mientras los brazos caen, ella va abriendo más y más los ojos. Un instante antes de que los brazos caigan del todo, ella cierra los ojos, para abrirlos aún más. A escasos centímetros dos mujeres, también vestidas con colores chillones y estampados geométricos, están muy atentas a la explicación. Me acerco intrigado. La mujer dice en un inglés tallado de manera rústica, they blow it, they blow it. Miro a donde ella nos señala. Hay un solar gigantesco, un hueco inmenso, una verja llena de flores, unas fotos, mensajes escritos a manos. Una vez han comprendido, las mujeres se paran, sonríen, son fotografiadas. Un marco incomparable, pensará alguno. 

 Escena uno (doce años después) 

Abro mi cuenta de twitter. Niños descuartizados mientras se refugiaban en escuelas. Perros, algún caballo también, maltratados, famélicos, llevados hasta la muerte. Ladrones brasileños ajusticiados por sus víctimas. Niños asesinados por sus padres. Mujeres asesinadas por sus parejas. Niñas violadas, luego repudiadas por su familia y finalmente ahorcadas. Terremotos en China. Aviones que explotan. Trozos de cuerpos. Veo todo por encima. Lo cierro y abro el Marca. 

Escena uno (un libro, en cualquier momento)

Le Park no es más que un delirio. Le Park es un Parque. El Entretenimiento lo es todo. Diversión. Experiencias. Le Park sucede a diario. Una feria de Maravillas (¿?) Le Park es un reportaje periodístico. Le Park es una Maravilla. Un Locus Solus 2.0. Un Jurassic Park humano. Es la isla que no es isla (no olvide que no somos islas!) Le Park. Le Park. Le Park. 


sábado, 24 de mayo de 2014

Paseando

La pantalla mostraba el espectáculo, el decorado cambiante, los extras miles. La banda sonora extraña, llena de ambiente, de diálogos cortados, cogidos al vuelo, palabras sueltas, picas que ayudaban a escalar, a entender. Un presupuesto inimaginable.
Imposible no sucumbir al embrujo, a la hipnótica coreografía que se desarrollaba, incesante y vital, a lo largo del trayecto. Salida de emergencia, leo un poco más arriba. El 27 busca la grande, la última, la de Plaza Castilla para poder girar en redondo e ir para abajo, atravesar todas las rotondas, los cruces, las fuentes y llegar hasta Embajadores y volver a empezar. 
Enamorarse al ritmo bamboleante, ver la ciudad, enamorarse con el ronroneo del motor, las caras, los comercios, la ciudad y su gente. El 27. Todo por un euro cincuenta, pienso con el ticket en la mano, con el libro abierto que no leeré: la ciudad no lo permite, te obliga a mirarla. 

Paseos con mi madre de Javier Pérez Andújar es una oda al extraradio, a lo marginal, a lo que no brilla en oropel. Llena de humor, de frases redondas que son un mundo en si mismas, que no admiten réplica. La Historia no es más que una sucesión de pequeñas historias, que mueren en el olvido, en los salones reducidos de esos minipisos infernales de las ciudad dormitorios. Calles que cambian de nombre. Nombres que cambian de significado. Ricos que son ricos de siempre. Pobres que nunca tuvieron un chance. Un libro breve en extensión y largo en ideas. Una declaración constante de principios. Un decir aquí estoy, así soy y así ha sido la historia nuestra. Una declaración constante de Amor. Una declaración de Odio constante. Un libro breve que es la bomba. 

"Los hombres desaparecen amontonados unos encima de otros y aparecen convertidos en calles, y luego las calles desaparecen también unas encima de otras, y se convierten en substrato o en arqueología. Hoy, las tres chimeneas de la térmica se han cerrado porque su trabajo ya no es necesario. Pero continúan siendo algo extraño que se ve desde lo lejos. Ahora el ayuntamiento de San Adrián no sabe bien qué hacer con ellas, si derribarlas o convertirlas en hoteles o museos. Convocó un referéndum para preguntar a los vecinos qué les parecía mejor, y no fue nadie a votar"

Paseos con mi madre
Javier Pérez Andújar

jueves, 22 de mayo de 2014

Miente, miente que es lo que les jode.

No somos más que una sucesión de mentiras. Mentiras que superponemos, con las que nos vestimos, con las que intentamos irnos lejos de aquél que somos. Mentiras oficiosas, mentiritas blancas. Ya sabes, mentir hasta que sea verdad. No somos nada, dicen. Mentiras somos y seremos, digo. Mentiras fuimos reza nuestro epitafio.

Hay gente muy tremendista. Oiga que mentir esta muy mal, gritan al unísono. Pesadez de gente. Los hay peores, también, los hay que se disgustan ante sus propias mentiras. Horrible la vida que tienen ¡Ser presos de la dicotomía entre la Verdad del Yo y la Mentira del Yo!  

Diferenciar entre el que somos y el que creemos ser, el que decimos y el que hacemos, el que somos en la profundidad del sueño y el que somos en el hipotecado atasco en el que vivimos. Y no hay otra, no puede haber más salida, al encontrar las siete diferencias debemos reírnos, reírnos y reírnos. 



"me puse a intentar escribir algo propio. Pronto descubrí que aunque se me consideraba un conversador ingenioso y divertido, talento muy admirado en los círculos sociales en los que me movía, en realidad no tenía nada que decir. Hasta mi talento como conversador era el de alguien capaz de responder a las ideas ajenas pero no de iniciar ideas propias. Parecía que me faltaban tanto el talento como el impulso creativos necesarios para ser escritor"

Karoo
Steve Tesich

lunes, 27 de enero de 2014

Grandeza

Las cosas son así:
Por razones desconocidas no había leído Aire de Dylan. Hoy lo hice.
Por razones desconocidas no había visto La gran belleza. Hoy lo hice.


Jeb Gambardella podría pasearse por las hojas escritas por Vila-Matas. Podríamos disfrutar de este ágrafo cínico y festivo. Rey de los mundanos. Viejo procaz que se pasea admirando las bellezas de Roma, ocultas tras pesadas puertas, iluminadas por poca luz. Un Jeb sabio que sabe que todos "cuando oscurece, siempre necesitamos a alguien". 
Tampoco es complicado imaginar al joven Vilnus asistiendo a fiestas decadentes, dando entrevistas donde su "arte" no necesite explicaciones, extasiado frente a un mural pintado por una niña de ocho años, enloquecido por sangre falsa que adorna velos. Un joven que pasaría horas "buscando a alguien que la escribiera, alguien de la vieja escuela de la cultura del esfuerzo".
Las cosas son así:
Libros que son películas. Películas de libros. Canciones que pueblan libros. Películas a ritmo de canciones. Canciones que son de Libro. Libros que no salen en la película. Películas y Libros.
Así es.


No somos más que la búsqueda de la belleza, del amor primario, fuego incombustible que nos arropa al atardecer, que nos despierta al alba.