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viernes, 29 de enero de 2010

La primera cita


Era una maravillosa tarde de verano. Cloé y Antoine están sentados en una terraza del centro, muy cerca del Sena.Llevan tres meses desde que se conocieron, y esta es su primera cita.Entre ellos un minúscula mesa y dos vasos de té helado con limón. Antoine enciende un cigarrillo mientras mira a Cloé a los ojos. Ella no baja la mirada y también le mira intensamente. Una de aquellas miradas suyas con las cuales no se necesita hablar. Antoine huele a fresco y lleva una camisa blanca ,desabrochada en el pecho, tiene el perfil griego y su pelo ondea un poco revuelto con la brisa. Cloé piensa que tiene un aire a James Dean en "Gigante", esa mirada de hombre-niño desamparado.Él aparenta seguridad pero se mueve nervioso en la silla, y apenas articula frases coherentes,por lo que ella toma la iniciativa de la conversación. Cloé le habla del tiempo, luego de sus amigas del trabajo, cosas insustanciales. Pero el verdadero diálogo está sucediendo en otro plano, como sumergido en su gestos, lo real está en sus ojos, en las miradas que se cruzan, en la forma de acercarse a coger el vaso, en el gesto lento de llevárselo a los labios, hasta apoyar la mano en la mesa tiene un significado. De repente Clóe se decide a coger la mano de él mientras le da la vuelta para mirarle la palma.
-¿Te han leido alguna vez la mano?- le dice, con gesto divertido.
-No , nunca
-Veras-le dice- acercando su silla más aún si cabe, y rozando ahora su rodilla con la suya.
De repente Antoine sólo escucha su voz y los latidos de su sien. Al fondo el ruido amortiguado del mundo, el zumbido del tráfico, el murmullo de las conversaciones en las mesas contiguas, una puerta de un coche que se cierra de golpe, unos niños que pasan corriendo por su lado. Todo de repente es superfluo, superficial y sin sentido. Sólo existe el cálido contacto con su piel, y su dedo índice recorriendo,casi acariciando, los trazos rosados que aparecen en su mano vencida, postrada sobre la suya.
-Mira- dice Cloé solemnemente-esta es la línea de la vida, es muy larga, lo ves, eso significa que vivirás mucho, o que harás algo que trascenderá más allá de ti. Da un poco de miedo la eternidad, yo no se si querría vivir eternamente,¿ y tú?
Aquellas manos de princesa sujetando las suyas,ese rostro hermoso hasta la extenuación,esos ojos verde-líquido con su aire triste , y esa ternura erótica casi insoportable con que lo atraviesa su mirada, lo mantiene deslumbrado, hipnotizado, y casi sin respiración. Le duele el pecho, y siente una garra que le oprime el estómago.
Antoine la mira desarmado,y le responde con los ojos: -sólo si fuera contigo-.

sábado, 16 de enero de 2010

El beso en la place de l’hotel de ville


Cloé se miró las medias mientras movía nerviosa su pié . Tenía una pequeña carrera justo a la altura del tobillo. Pensó que apenas se notaba. Cuando era pequeña le gustaba sentarse en una butaca de piel, baja y antigua, que siempre recordó estaba en el dormitorio principal, mientras su madre se vestía para irse a trabajar. Todo aquel ritual de corsés, ligueros , medias y tacones. Luego aquellas maravillosas faldas plicadas y las blusas blancas. Ese olor a recién planchadas y a perfume fresco. Le gustaba también observarla cuando se pintaba,ella le lanzaba miradas de reojo, y le decía vuelve a la cama, que aún es pronto. Era la mujer más bella que jamás había nacido en aquel pueblo de agricultores. Y Cloé , según decían , había heredado esa belleza.Ahora recordaba el día que decidió irse a París.Fué tres días después que su madre muriera. Llevaba el pecho lleno de odio y rencor, y la certeza de que aquello no había ocurrido nunca, que había sido solo una pesadilla.Al principio,cada vez que cerraba los ojos veía a su padre con la cara ensangrentada.Sus manos grandes, de trabajar en el campo,ensangrentadas, rojas de horror y sangre, tapándole los ojos.Lloraba como un niño y gritaba, gritaba con un grito sordo y roto que salía del fondo de su pecho, del fondo de su oscura y asquerosa alma: Stella, Stella,¿ porque me has obligado?
Lo siguiente fue el frío y la humedad.Cloé corrió y corrió hasta que le dolieron las piernas,los brazos, los pies, y los ojos de tanto llorar.La lluvia le quebró los huesos y el alma para ya nunca ser la misma. La encontraron horas después debajo del puente del río , quieta,pálida y empapada, llamando a su madre en susurros. Tenía 16 años.
De aquello habían pasado ya 10 años.Nunca pensó más en aquel día. Lo borró completamente de su mente. Nunca existió. Se inventó un pasado donde no cabía ese pueblo ni esa familia. Sólo guardó el recuerdo, siempre,como un talismán, de su madre vistiéndose cada mañana mientras se miraba al espejo.
No comprendió, ni quiso pensar porqué después de tantos años, era la primera vez que recordaba a su padre. Tampoco quiso pensar porqué sucedió justo cuando él apareció por la esquina del Hotel de Ville. Solo un relámpago de la mente, como una idea fugaz, que no llegó a cuajar.
Antoine camina tranquilo, seguro y atento.Lleva un cigarrillo en la mano y le da pequeñas caladas nerviosas de cuando en cuando. Un hombre apuesto que mira a lo lejos hasta distinguir a la dama que le espera al otro lado de la plaza, sentada en el café. Se le ve feliz y apresura el paso al saberse esperado.Cloé lo mira con una sonrisa en los labios y recuerda la primera vez que lo vio. El estaba al otro lado del mostrador de aquel pequeño café que ella y sus compañeras del trabajo solían frecuentar cada mañana.A él le bastó poner los ojos una vez en ella para saber que sería la mujer de su vida. A ella en cambio, le pareció una impertinencia la manera atrevida de mirarla.Siempre le pareció demasiado engreído para ser un simple camarero. Ahora Cloé recordaba aquellos días y sonreía.
Antoine ya está a su lado en la mesa. Le dice ,vamos, cogiéndola de la mano. Paga dejando una propina y se encaminan hacia la calle. En un momento dado él la agarra por el hombro, y le susurra al oído:Perdona amor mío, no te he dado un beso. Y la besa sin soltarla, un beso dulce y apasionado, un beso tal vez triste .