Era una maravillosa tarde de verano. Cloé y Antoine están sentados en una terraza del centro, muy cerca del Sena.Llevan tres meses desde que se conocieron, y esta es su primera cita.Entre ellos un minúscula mesa y dos vasos de té helado con limón. Antoine enciende un cigarrillo mientras mira a Cloé a los ojos. Ella no baja la mirada y también le mira intensamente. Una de aquellas miradas suyas con las cuales no se necesita hablar. Antoine huele a fresco y lleva una camisa blanca ,desabrochada en el pecho, tiene el perfil griego y su pelo ondea un poco revuelto con la brisa. Cloé piensa que tiene un aire a James Dean en "Gigante", esa mirada de hombre-niño desamparado.Él aparenta seguridad pero se mueve nervioso en la silla, y apenas articula frases coherentes,por lo que ella toma la iniciativa de la conversación. Cloé le habla del tiempo, luego de sus amigas del trabajo, cosas insustanciales. Pero el verdadero diálogo está sucediendo en otro plano, como sumergido en su gestos, lo real está en sus ojos, en las miradas que se cruzan, en la forma de acercarse a coger el vaso, en el gesto lento de llevárselo a los labios, hasta apoyar la mano en la mesa tiene un significado. De repente Clóe se decide a coger la mano de él mientras le da la vuelta para mirarle la palma.
-¿Te han leido alguna vez la mano?- le dice, con gesto divertido.
-No , nunca
-Veras-le dice- acercando su silla más aún si cabe, y rozando ahora su rodilla con la suya.
De repente Antoine sólo escucha su voz y los latidos de su sien. Al fondo el ruido amortiguado del mundo, el zumbido del tráfico, el murmullo de las conversaciones en las mesas contiguas, una puerta de un coche que se cierra de golpe, unos niños que pasan corriendo por su lado. Todo de repente es superfluo, superficial y sin sentido. Sólo existe el cálido contacto con su piel, y su dedo índice recorriendo,casi acariciando, los trazos rosados que aparecen en su mano vencida, postrada sobre la suya.
-Mira- dice Cloé solemnemente-esta es la línea de la vida, es muy larga, lo ves, eso significa que vivirás mucho, o que harás algo que trascenderá más allá de ti. Da un poco de miedo la eternidad, yo no se si querría vivir eternamente,¿ y tú?
Aquellas manos de princesa sujetando las suyas,ese rostro hermoso hasta la extenuación,esos ojos verde-líquido con su aire triste , y esa ternura erótica casi insoportable con que lo atraviesa su mirada, lo mantiene deslumbrado, hipnotizado, y casi sin respiración. Le duele el pecho, y siente una garra que le oprime el estómago.
Antoine la mira desarmado,y le responde con los ojos: -sólo si fuera contigo-.
-¿Te han leido alguna vez la mano?- le dice, con gesto divertido.
-No , nunca
-Veras-le dice- acercando su silla más aún si cabe, y rozando ahora su rodilla con la suya.
De repente Antoine sólo escucha su voz y los latidos de su sien. Al fondo el ruido amortiguado del mundo, el zumbido del tráfico, el murmullo de las conversaciones en las mesas contiguas, una puerta de un coche que se cierra de golpe, unos niños que pasan corriendo por su lado. Todo de repente es superfluo, superficial y sin sentido. Sólo existe el cálido contacto con su piel, y su dedo índice recorriendo,casi acariciando, los trazos rosados que aparecen en su mano vencida, postrada sobre la suya.
-Mira- dice Cloé solemnemente-esta es la línea de la vida, es muy larga, lo ves, eso significa que vivirás mucho, o que harás algo que trascenderá más allá de ti. Da un poco de miedo la eternidad, yo no se si querría vivir eternamente,¿ y tú?
Aquellas manos de princesa sujetando las suyas,ese rostro hermoso hasta la extenuación,esos ojos verde-líquido con su aire triste , y esa ternura erótica casi insoportable con que lo atraviesa su mirada, lo mantiene deslumbrado, hipnotizado, y casi sin respiración. Le duele el pecho, y siente una garra que le oprime el estómago.
Antoine la mira desarmado,y le responde con los ojos: -sólo si fuera contigo-.