Una sola flecha.

Quería llorar mientras veía la ciudad desde lo más alto, por eso ella eligió la noria de entre todas las atracciones. El ruido de la feria era insoportable y ni llevando los auriculares puestos Nuria lograba aislarse de él. "Quizás cuando esté arriba, en lo más alto, no oiga nada", pensó mientras entregaba el ticket al encargado que la acomodó en su cesta. Siempre el ruido; el ruido de la ciudad, el ruido de la naturaleza, el ruido de las voces; no lo soportaba, le dolía como puñales entrando en sus músculos. ¿Cuántas veces tuvo que explicar que solo el silencio le dejaba respirar? En el colegio, en la universidad, con los amigos; siempre tenía que pedirlo una vez al día; "por favor, menos ruido". Hipersensibilidad acústica lo llamaban. Y mientras tanto ella tuvo que buscar una carrera y un trabajo que le permitiera trabajar sin tener que salir de casa, eso fue fácil. Tuvo que buscar amigos que la comprendieran y respetaran; eso fue más difícil. Y tuvo que buscar a un hombre que la quisiera y comprendiera; y eso fue casi imposible. "Casi", musitó ella mientras esperaba que el artefacto se pusiera en marcha. A Luis solo tuvo que decirle una vez su problema y él lo entendió sin asombro; de la misma manera que los niños comprenden todo aquello que de mayores convierten en prejuicios. "Vale", le dijo él, "no hay problema porque se puede besar en silencio, y eso es todo lo que me apetece hacer ahora mismo". Jamás tuvo que volver a explicárselo; aunque en ese momento aunque ella no lo sabía, intuyó que si se lo tenía que explicar por segunda vez sería la última vez para ambos. Y así es como se acabó, con un adiós. "Adiós" gritaban unos chicos desde el suelo a una pareja que estaban en una cesta de noria mientras ésta empezaba a moverse. Despacio, muy despacio. Nuria cerró los ojos y esperó a estar arriba para abrirlos. Cuando llegó a lo más alto la noria se detuvo. Contó el silencio con los dedos, "es cierto, casi no hay ruido aquí arriba". La noche era cálida y la brisa nocturna apenas desordenaba su pelo. Podría quedarme aquí toda la vida. Estiró su mano buscando otra a su lado y aunque sabía que sería un viaje inútil, no le importó porque el instante en lo que sonrió mientras las movía compensaba la eternidad de decepción que vendría después. El silencio la abrazaba, la envolvía como los labios a un beso "quiero a alguien para compartir esto", dijo al aire. Luego abrió los ojos y pudo ver volar hacia ella aquello que ya no le dejó ver más.


La feria se mostraba sobre el campo y a los pies de unas montañas como una nave espacial a punto de despegar. Al joven rubio le resultaba obscena y ostentosa. Como un sarpullido rojo y brillante en la espalda de un niño. Algo que da gusto rascar, pero que acabará haciéndote daño si lo haces. Así son estos sitios, muy bonitos en las fotos, pero al final solo dejan suciedad y porquería en el suelo. Al menos esta vez no le tocó ir a ella y pudo hacer su trabajo desde allí. LLevaba allí unos 15 minutos que a él le parecieron mil años humanos, pero en todo ese tiempo no se molestó en preparar el equipo, ya lo haría sobre la marcha, "son muchos años haciendo ese trabajo, podría hacerlo hasta dormido", se decía mientras seguía con el ceño fruncido ante esa monstruosidad de luces, risas y fritanga. Calculó la distancia, unos 1.100 metros y esperó a que Nuria llegara a lo más alto de la noria. No le hacían falta los prismáticos, podía verla a ella y a su angustia desde allí. Cuando la noria se detuvo cogió su arco, puso una flecha, tensó la cuerda y contó hasta tres. "Uno..., quiero a alguien..., dos... para compartir esto..., y tres". La flecha recorrió los 1.100 metros y llegó al pecho de Nuria y abriéndose paso por su corazón. Pese a que no era su primera vez y esto ya era algo rutinario, el joven no podía evitar sonreir cada vez que acertaba. "Con una sola flecha bastará".
Sin prisa comenzó a recoger su equipo del suelo para luego alejarse de allí. Marcos daba vueltas al café en la mesa del comedor del hospital mientras veía cómo se formaba un remolino en él.

A su alrededor la gente terminaba de comer y charlaban entre ellos. Julia entró en la sala y se dirigió hacia él. Ella sabía que tenía que medir bien las palabras con él, que no tenga que hablar mucho y así terminamos cuanto antes. Marcos vió que ella se dirigía a su mesa y antes de que éste pudiera levantar del todo la cabeza ella comenzó. "Marcos, tienes un cuerpo en la sala. La policía quiere que le hagas la autopsia cuanto antes. Es un asesinato. ¿A qué hora podrías? ¿A las cuatro está bien?". "Si. A, a, a las cu, cu, cu, cua tro está bi bien". Julia se dio la vuelta, "Gracias Marcos. Me cuentas cuando acabes" dijo mientras se iba. Marcos sabía que ella había medido todas y cada una de sus palabras para que él no tuviera oportunidad de hablar mucho y así no tartamudear, pero lo que Julia no sabía era que hacer eso provocaba que él tartamudeara más. Solo había una cosa que a Marcos le molestara más que la gente que termina sus palabras cuando tartamudea, es la gente que no le quiere dar ni esa oportunidad. Para él hablar era un dolor que prefería no hacer. Ojalá solo poder comunicarse sin palabras, sin sonidos, se decía muchas veces. Resignado se levantó de la mesa y se dirigió a la sala de autopsias.
Solo cuando Marcos cerró la puerta fue cuando notó que en la sala había un silencio que hasta entonces no había notado. Años trabajando allí y era la primera vez que se sentía a gusto. Y no se trataba solo del silencio, sino de la falta de ruido. Estar alli era como estar bajo el agua. Sabía que tarde o temprano llegaría el día en el que comenzaría a estar cómodo con su trabajo, y quién le iba a decir que ese día sería hoy. Pero cuando vio el cuerpo de Nuria sobre la mesa entendió que se trataba de ella. Separó un poco el pelo de su frente para observar todo su rostro y el silencio pareció inundar completamente el lugar. Si hubiera sido otra mujer le habría dicho que era muy guapa, que le gustaba el color de su pelo, o la forma de sus labios; pero lo habría dicho tartamudeando, torpe y con miedo de que se riera de él. Pero con ella no, no había ese miedo, porque sentía que ella no quería estar con él por sus palabras, sino porque no podía decirlas. La mano de Nuria pendía del borde de la mesa, Marcos cerró la puerta de la sala con llave, se acercó a ella y tomó su mano. Enredó sus dedos entre los suyos y cerró los ojos muy fuerte esperando no tener que abrirlos nunca más, porque sabía que al hacerlo ese instante perfecto terminaría para siempre. Minutos después Marcos salió de la sala y mientras caminaba por un largo pasillo se cruzó con el joven rubio que vió cómo Marcos andaba de esa manera que anda la gente enamorada; capaces de hacerlo todo. El médico entró en el despacho de Julia. "Aquí tienes el informe de la autopsia, si la policía necesita hablar conmigo estaré en la sala 2 recogiendo y limpiando", dijo sin titubear ni una sola vez. Julia no había terminado de asombrarse ante lo sucedido y Marcos ya había salido de la habitación. El joven rubio había oído todo desde el fondo el pasillo, no le hacía falta ningún aparato para hacerlo, al fin y al cabo son ya muchos años haciendo su trabajo. No pudo evitar sonreir cuando el forense pasó a su lado, "Ya sabía yo que con una sola flecha bastaba".

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