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Wednesday, June 25, 2008

COUNTRY SOUL – Primera parte: lecturas imprescindibles

A lo largo de la vida del aficionado a la música uno pasa por muy diversas fases. Creo que convendremos en que las primeras son aquellas que dejan una huella más profunda a todos los niveles, sobre todo porque son esos primeros fogonazos los que marcarán y condicionarán a corto y medio plazo nuestra orientación musical. E indudablemente ésta nos puede desviar o alejar de otros caminos, o llevarnos a un mismo destino pero por el camino más largo.

Desgraciadamente la música negra, en general, no era una prioridad en los más inmediatos intereses de aquel joven aficionado que fui. Sí, estaban los Miracles y Redding, Cooke y los Drifters, pero en general la aproximación era excesivamente selectiva y superficial. Sin embargo, con el paso del tiempo, uno va atreviéndose con los géneros o estilos que poco o ningún interés revestían inicialmente. Aunque a veces a una velocidad exasperantemente lenta -yo siempre prefería hacerme con un disco más de Love que con uno de los Temptations-, lo cierto es que al final uno acabó entrando de lleno en aquello que llamábamos “música negra” o, más precisamente, y en este caso música soul.

Y ocurre que la emoción de esos primeros descubrimientos musicales, tan urgente y absorbente, fascinante y embriagadora, fue lo que experimenté cuando, poco a poco, fui uniendo y relacionando las distintas partes de lo que ha venido en denominarse “country soul”, la música que durante los años 60 y hasta primeros de los 70 se fraguó en el Sur de Estados Unidos, principalmente en una serie de legendarios estudios del área de Muscle Shoals (Muscle Shoals no es sino el mayor de cuatro pueblos –junto a Florence, Sheffield y Tuscumbia- situados en un rincón al noroeste del estado de Alabama) y la cercana ciudad de Memphis (Tennessee). Primero fuimos descubriendo las canciones, luego sus compositores (blancos, en su mayoría), la relación entre éstos y los interpretes (negros), los músicos, arreglistas y productores (blancos y negros), y finalmente fuimos conociendo como el legado musical que unos y otros llevaban consigo –estamos hablando de la música country, por un lado, y el blues y gospel, por otro- ni eran tan antagónicos como pudiera parecer, ni las diferencias sociales y raciales que los mantenían aparentemente separados tan fuertes como para no dar fruto en lo que más tarde se llamó “country soul”.

Por poner algunos nombres a todo esto: Dan Penn, Spooner Oldham, Eddie Hinton, Donnie Fritts, Chips Moman, Irma Thomas, Percy Sledge, Aretha Franklin, James Carr, Arthur Alexander, Joe Tex, Bobby “Blue” Bland, Solomon Burke, Otis Redding… ¿Pillas la idea?

Queríamos empezar esta serie de entradas que vamos a dedicar a este sonido reseñando los que se pueden considerar como las dos piezas bibliográficas fundamentales para cualquiera aficionado con un mínimo interés en el asunto. Desde un plano más amplio y general SWEET SOUL MUSIC, de Peter Guralnick, se erige como una de las grandes obras escritas sobre la música popular americana en el siglo XX, y junto a “Feel Like Going Home” y “Lost Highway” forma una trilogía imprescindible sobre el blues, el rockabilly/country y el soul. Guralnick es el autor también de las dos imprescindibles obras que sobre Elvis Presley se acaban de traducir al castellano, “Last Traint to Memphis” y “Careless Love”. Sweet Soul Music es una obra totalmente pionera en la materia, tanto por el tratamiento global del fenómeno de la música soul de los años 60, como por lo minucioso, revelador y lúcido que resulta. Publicada originalmente en 1986 recoge el trabajo que a lo largo de más de cuatro años le llevó de Los Angeles a Mississippi, y de Georgia a New York, Alabama, Philadelphia y Tennessee, y a entrevistar a literalmente cientos de personajes para trazar la historia de este movimiento musical y el entorno social en el que se desarrolló. Dividido en doce capítulos, más una introducción y un epílogo, el texto va avanzando primero temporalmente, con los “comienzos” del género (mediados de los 50, primeros sesenta), para poco a poco ir examinando en paralelo las distintas escenas y personajes centrales de la historia: de Solomon Burke a Aretha Franklin, pasando por los sellos, los estudios… el periodo de máximo esplendor de los años 65-66, para llegar a primeros de los 70 sin apenas ya fuerza ni energía. Una curva temporal que compartiría, y no casualmente, con la del Movimiento de Derechos Civiles. La lectura resulta tan apasionante que resulta difícil dejarla y constituye una guía esencial tanto para el iniciado como para el neófito (incluye una útil discografía esencial

Por su parte SAY IT ONE MORE TIME FOR THE BROKENHEARTED de Barney Hoskyns apareció originalmente en 1987 y hoy se encuentra disponible en una edición revisada de 1998. Menos ambicioso que Sweet Soul Music, en cuanto que se centra en el “country soul”, resulta igualmente esencial. Hoskyns utiliza una estructura similar a la empleada por Guralnick: una sesuda introducción sobre la interrelación entre las tradiciones musicales blanca y negra, las distintas escenas (Memphis, Muscle Shoals y Nashville) y sus principales actores (músicos, compositores, cantentes…) y termina a comienzos de los años 70 con el “final del sueño”. Mención aparte merecen las fotografías contenidas en el libro. Encargadas ex profeso para este trabajo son obra de Mur MacKean, quién junto a Hoskyns se embarcó en 1985 en un viaje de tres meses de duración que les llevó por los principales hitos geográficos (todos los citados hasta ahora), consiguiendo entrevistarse con todos los principales personajes de esta apasionante historia. Por tanto y en lo que aquí nos ocupa, el country soul, Say It One More Time… se nos antoja obligatorio.


Y como uno piensa que no hay mejor manera de expresarlo, le cedo la última palabra a Barney Hoskyns: “Recuerdo que hubo un punto de inflexión para mí cuando empecé a escuchar más ávidamente baladas que uptempo soul songs. Había un tipo de balada soul sureña que me obsesionaba: normalmente en tiempo de 6/8, con increíbles líneas de voz gospel sobre un acompañamiento preciso y comedido. Más y más de estas canciones se revelaron como temas country, o canciones escritas por hombres blancos como Dan Penn y Spooner Oldham. Quería saber tanto de Penn y Oldham como de James Carr y Bettye Swann. Quería conocer cosas sobre Eddie Hinton, al que presuponía negro. Y quería ir a los estudios Fame en Muscle Shoals, Alabama y estar en la misma instancia donde Aretha Franklin grabó “I Never Loved A Man (The Way I Love You)”… Créeme, si nunca llegas a escuchar a James Carr cantando “That’s The Way Love Turned Out For Me” tu vida será mucho más pobre por ello.”