“Cogen
el coche y se dirigen a una cafetería llamada Sammy J’s y piden dos cervezas
más, pastel de pescado y judías pintas. El pastel de pescado es el favorito de
Bobby, y es seguro que no volverá a tomarlo hasta que regrese. Lo último que un
pescador quiere comer mientras está en el mar es pescado.”
LA TORMENTA PERFECTA
Sebastian
Junger
Debolsillo,
2000
SINOPSIS: Fue la tormenta del siglo, una
tempestad con olas de más de treinta metros de altura, producto de una extraña
combinación de factores que los meteorólogos llamaron «la tormenta perfecta».
Estalló, en octubre de 1991, sin que nadie hubiera podido presagiarla. Con la
tensión narrativa de la propia furia de los elementos, Junger nos lleva al
corazón de la tormenta, describiendo con gran fuerza el valor, el temor y el
pánico que se desatan ante un fenómeno de estas características. Recrea los
últimos momentos de la tripulación del “Andrea Gail” y relata la valentía de unos
rescates en alta mar que dejaron héroes y víctimas, entretejiendo la historia
de la industria pesquera, la meteorología y los testimonios de personas que se
vieron afectadas por la tormenta.
“La tormenta perfecta” nos deja un sabor a
mar y nos transmite el desamparo que se siente cuando se está dominado por una
fuerza de la naturaleza que escapa a nuestro conocimiento y control.
De todos los libros que he leído en mi vida, sólo
éste me ha provocado escalofríos. Varias veces he tenido que interrumpir la
lectura porque se me ponía la carne de gallina. Seguramente porque desde el comienzo
sabía que los durísimos episodios que narra Junger, con rigor y sin
aspavientos, eran sucesos verídicos.
A pesar de que odio viajar en barco —o quizá
por ello— me fascina todo lo referente a la náutica, en especial películas y
libros que abordan el tema. Esta novela, que muestra la cara menos amable de
las costas de Nueva Inglaterra, está narrada como un documental; es increíble
la cantidad de información que contiene en torno a la pesca de altura. Pero
Junger no aburre, todo lo contrario; la tensión narrativa crece conforme
aumenta la situación crítica para la flota pesquera y las unidades de rescate
en medio de un mar embravecido e inclemente como el infierno.
Pese a ser un relato riguroso de hechos reales
en el que se evita la implicación emocional —de otro modo, la lectura se
convertiría en un sufrimiento—, el autor nos presenta en el primer capítulo a
los protagonistas de la tragedia. Logra ponernos en la piel de esos hombre
duros de la mar «a los que puedes golpear con un martillo y no les saldrá un
cardenal» que se enrolan en los pesqueros conscientes de que existen muchas
posibilidades de no volver con vida; los capitanes por vocación, los pescadores
casi siempre por dinero.
La historia fue llevada al cine y me alegro
de no haber visto la película porque dudo que supere esta soberbia novela que,
además de hacer un repaso a la historia de la pesca en los Grandes Bancos de
Terranova desde 1600 hasta hoy, aporta datos curiosos sobre los desastres
marítimos y transmite al lector sensaciones tan indescriptibles como el
desamparo y estupor de un hombre que sabe que va a morir o la valentía, e
impotencia también, de los equipos de rescate predispuestos a jugarse la vida
por salvar una ajena. Especialmente conmovedora resulta la distinta manera conque
los familiares asumen la pérdida de un ser querido, el lastre angustioso de los
supervivientes para continuar con su vida, junto con la sensación de culpa y
remordimientos del autor por hurgar en esa herida que nunca acaba de cerrar.
Horas antes de embarcar, Bobby Shatford y su
novia Christina, se enfrentan a la tensión ante ese viaje incierto que a los
dos les da mala espina. La última comida que compartieron fue un pastel de
pescado antes de que el mar los separara para siempre.
PASTEL DE PESCADO FRESCO,
DESAYUNO Y BRUNCH TÍPICO DE NUEVA INGLATERRA
½ Kg de filete de bacalao
fresco escalfado
½ Kg de patatas
peladas y cocidas
2 cucharadas de
mantequilla
¼ de taza de leche
½ cebolla picada
(mejor tierna, entonces 1 entera), o cebollino
2 huevos para cubrir las
empanadas
1 taza de pan rallado
grueso
Aceite abundante para
freír
Sal y pimienta
Triturar las patatas con un tenedor y añadir la mantequilla.
Ir añadiendo la leche, pero debe quedar una pasta consistente. Agregar la
cebolleta o cebollino picados. Escalfar el pescado en una sartén con agua,
salpimentados, durante diez minutos (hasta que blanqueen). Enfriar, desmenuzar
y mezclar con las patatas. Rectificar de sal y pimienta y hacer una tortas
redondas como hamburguesas gruesas.
Batir el huevo, rebozar con él las tortas y pasar bien por
pan rallado (repetir el rebozado dos veces). Meter diez minutos en el
congelador para que el pan se agarre a las empañadas. Freír en aceite bien
caliente y sacar de la sartén sobre un plato con papel de cocina. En Nueva Inglaterra
se sirven con salsa de tomate, salsa picante o un huevo escalfado y Boston Baked Beans, las judías pintas
típicas de Boston.
Buen provecho y feliz lectura.
OLIVIA ARDEY
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