"A todos de parte mia y de Noa, quien de seguro esta estudiando mucho para sus examenes, les deceamos un muy feliz fin de semana"
Amantes
Capitulo segundo
La luz
_Ha sido un día terrible, ¿O no?_ Se preguntaba así mismo una sombría figura_ ¿Pero no importa, realmente nada importa ahora, ni siquiera esto? dijo mientras terminaba de sellar un relicario donde el rostro de su mundo destrozado reposaba en una eterna sonrisa.
_Ahora mas allá en las sombras de la muerte, es donde esta mi corazón perdido_ Dijo suspirando.
Una vez terminada su labor, continuo su rutina diaria y fue a beber unos tragos con un buen amigo.
Luego en la noche negra, sentado en la sima de un rascacielos, observo la luna y mirando al cielo, recordó como siempre a quien ya nunca vería.
Esa ultima vez:
Aquel día había sido sorprendido, simplemente se apareció de la nada, por detrás, susurrándole al oído tiernas palabras, las cuales se veían entremezcladas con el adorable roce de esos dedos en su pálida piel.
Volteo recibiendo al instante esos labios ardientes sobre los suyos, mientras que sus manos buscaban asirse a su cuerpo para luego sujetarle con delicadeza y cariño.
_ ¿Sabes lo mucho que te amo?_ Le dijo en un murmullo.
A lo cual respondió_ Tanto como yo a ti_ Y sonrió.
_ ¿O por lo menos eso espero?_ Dijo volviendo a sonreír una vez mas, antes de aferrar con fuerza a su amante.
Anclándose ambos cuerpos uno en el otro se dejaron caer al placer de la seducción.
Una lagrima solitaria escapo de sus ojos.
Lamentaba solo poseer una lágrima, para llorarle, cada noche una lágrima, pues el resto de ellas se habían perdido el día en que murió.
Pensó en lo mucho que odiaba a quien le robo la vida misma.
Pensó en lo mucho que deseaba la venganza.
Pensó en muchas cosas espantosas que fue desechando una tras otra.
Una brisa suave bailo entre sus vestimentas, haciendo danzar a su cabello color de plata.
El casi podía jurar que eran las manos de su luminoso amor que venían prontas a consolarle y a decirle que esas cosas eran terribles y que no debería siquiera pensarlas.
Era como si su voz estuviera presente en aquella brisa.
En ese momento con esa idea tubo una extraña sensación, como si algo le estuviera llamando, desde muy dentro.
Pero también desde afuera y una especie de instinto primitivo emano furioso desde el fondo de su corazón clamando algo que no comprendía.
Estaba llegando el amanecer y sin haberse dado cuenta la noche había muerto, la luz del sol naciente como nunca antes le pareció brillante, muy brillante, demasiado…
Una rayo rebelde se coló entre las barras de acero de la construcción y por unos instantes encegueció al sombrío doliente, quien sintió el corazón arderle como si fuera de fuego...
***
Continuara
