... de los demás nunca más supimos... Aunque, de ellos tampoco, hasta que los encontré, claro... Estaban de pie, todos juntos y en fila, a modo de maniquíes, desnudos y con los ojos apoyados en la línea del horizonte, como atrapados por la sorpresa de mi irrupción en aquel sótano oscuro. Pese a ello y a los años transcurridos, no habían cambiado nada y los reconocí al instante. Todos estaban en perfecto estado. Sólo el mayor perdía un poco de serrín por las costuras...