Mañana nos las piramos para Mallorca, a zamparnos todas las ensaimadas y quelitas que encontremos a nuestro paso.
Y vamos a Mallorca porque es el cumpleaños del Jordi.
Y el Jordi es un tipo con el que estuvimos viviendo casi trescientos sesenta y cinco días (un viaje a Tailandia impidió que se completara el ciclo)
Parece ayer cuando nos sentamos en el Black Lion a sellar un pacto entre caballeros regándolo con un par de pintas o cuando me dio la vara con lo de que su novia cocinaba que daba miedo.
Qué decir del Jordi aparte de que es un paná jugando al Risk, que adoraba los noodles de Maree, que le encanta la fashion a lo Borat, que no hace más que escuchar Limp Bizckit (o como carajo se escriba), que no entiende un pimiento de cine, que nunca friega los platos, que dice que toca la guitarra y se compra una maquinita que hace loops para repetir quinientas veces "Alvaro es gay, Alvaro es gay, Alvaro es gay...", eso sí, al ajedrez le daba unas tundas al David que teníamos al chiquillo sin comer varios días, y por supuesto como buen informático compartía ese denominador común que debe ser como un juramento que todos ellos contraen en cuanto se licencian, es decir: cuando tienes un problema en el ordenador se cruzan de hombros y sueltan la retaila de que ese no es su campo.
Entre el Jordi y yo quedó en papel mojado un proyecto para desarrollar una aplicación para los smartphones que nunca llegará a buen puerto. Pero por ahí tengo todavía el papel firmado por si el muy mamón se forra con ello.
Y para que os hagáis una buena idea de como se las gastas, justo antes de que lleguemos el nota va y se parte la pierna. Tibia y peroné.
El Jordi es un parguela de mucho cuidao.
Pero se le echa taco de menos.
Te veo pronto amigo.
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