19 en el Aleph de Borges

"Una copita del seudo coñac - ordenó - y te zampuzarás en el sótano. Ya sabes, el decúbito dorsal es indispensable. También lo son la oscuridad, la inmovilidad, cierta acomodación ocular. Te acuestas en el piso de la baldosas y fijas los ojos en el decimonono escalón de la pertinente escalera. Me voy, bajo la trampa y te quedas solo. Algún roedor te mete miedo ¡fácil empresa! A los pocos minutos ves el Aleph. ¡El microcosmo de alquimistas y cabalistas, nuestro concreto amigo proverbial, el multum in parvo!

Repantiga en el suelo ese corpachón y cuenta diecinueve escalones.

¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Quizá los dioses no me negarían el hallazgo de una imagen equivalente, pero este informe quedaría contaminado de literatura, de falsedad. Cada cosa era infinitas cosas, porque yo claramente las veía desde todos los puntos del universo"


Artículo 19
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

* Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.



Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y la expansión denuncia la obra de sus manos.

Biblia, Libro 19 (Salmos), 19:1
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miércoles, 4 de marzo de 2009

El Asco como una de las bellas artes: los cigarros mentolados sublimados

La familia Lucena es asquerosa.



La primera cosa que me enseñó mi padre de la vida es que las cicatrices de moto duelen menos que cualquier otra cosa que te ocurra. Así que, si me miráis bien de arriba a abajo, podréis observar las huellas de esta premisa: las dos cejas partidas, el labio inferior abultado, varios botes de Betadine más en los brazos y mil y una herida en las rodillas. A pesar de la controversia, la mayoría de estas desavenencias simplemente ocurrían al bajarme de la moto, pues, aunque la mitad de mi tiempo estaba en el agua y la otra mitad en una Vespa o Lambretta, jamás tuve un accidente.


No sé si se puede considerar conducción temeraria el moverte en una Vespa con una niña de meses en tu regazo. La primera vez que monté en uno de esos trastos de los años sesenta cuyo rugido puedo reconocer y diferenciar de cualquier otra cosa con tubo de escape, aún no gozaba ni de dos meses, ni de raciocinio suficiente como para negarme, pero Dios (o sea, papá, como diría Freud) lo vio justo y necesario. Mi primera cicatriz será de unos dos años o tres, la de la ceja, bajando de la moto cuando veníamos de Córdoba. 


Así que la primera vista para sentencia que me enseñó mi padre fue que las cicatrices de moto son las que más asco dan de cuerpo para fuera y las más hermosas de cuerpo para dentro.


La segunda cosa es que el humo de un tren eléctrico no circula en ninguna dirección, porque no existe. No sé por qué de entre todas las cosas que podría enseñarme, mi padre se decantó por este dato que a ojos de todos podría resultar innecesario. Pero es que amaba los trenes tanto como a las motos y cuando no nadaba o Vespeaba, conducía trenes.


A raíz de esto, papá me enseñó un recorte de periódico en el que salía él. El recorte era una catástrofe; mi padre conducía con su hermano un tren, ésta vez de mercancías y se quedó sin frenos. Lo de los trenes es un poco como el Titanic, que no puedes abandonarlo si eres el capitán, por mucho iceberg que se cuele en tu camino, aunque sólo lleves mercancías.


Así que su hermano le dijo que saltara y él le dijo que no. En el último momento, mi tío empujó a mi padre y sacrificó su vida por la de su hermano (y por las mercancías, pero sin violinistas tocando hasta el hundimiento) Entonces me quedé sin tío y a mi padre no lo metieron en la cárcel porque se demostró que había sido empujado (no me preguntéis cómo)


Yo no hubiera saltado. No soy ningún cobarde. La gente cobarde me da asco, añadió.


Así que la segunda afirmación que me enseñó mi padre es que las cicatrices dan asco, pero no tanto como la gente cobarde. Y de paso, me inculcó el gusto por los trenes y las catástrofes, a igual escala.


No todos los días conoce una a un padre kamikaze, capaz de estrellarse antes que reducir su honor a la altura de la mierda. Mi boceto de conclusiones comienza por una idea como ésta: la velocidad quizá pueda correr más que los problemas, en todos sus formatos. Para denotar una base empírica, cuando mi padre o yo estábamos preocupados por algo, cogíamos la moto y rodábamos.


Papá, ¿esto no es una forma más de huir de los problemas? ¿esto no nos convierte en cobardes?


¿tienes sensación de huida o de libertad?


Punto pelota.


Papá me enseñó otras cosas, como que nunca debes tatuarte el nombre de alguien que conoces de una noche por un impulso de “amor a primera vista” porque luego te pasas la vida entera luciendo en el brazo el nombre de una desconocida que nunca más volviste a ver. También a hacer flexiones dando una palmada en medio y a hacer la voltereta en el aire. Cuando tenía cinco años me compró un cigarro de esos mentolado de las farmacias. ¿está asqueroso no? Pues si no quieres tener que volverlo a probar, no empieces a fumar.


Es como lo de dar cera, pulir cera pero en versión cordobesa.


Luego se murió y me dejó el resto de análisis para mi solita. Así que la primera noción que la edad y mi padre me pudieron dar del asco fue ésta:


Las cicatrices que no son de moto dan asco. 


Los kamikazes dan asco, pero no tanto como los cobardes. 


Tanto no saltar como hacerlo, dan bastante asco.


Si huyes buscando libertad, no eres un cobarde, porque la opresión da asco.


Tanto el amor a primera vista como tu amigo borracho tatuador son ejemplificaciones incipientes del asco, pero no tanto como los productos de venta en farmacias.


La cosa más asquerosa que tiene la vida es que personas importantes que un día están a tu lado al día siguiente no lo están, sin previo aviso, sin pedir permiso.


Por tanto, echar de menos es quizás, una de las cosas más crueles que tiene el asco.


El asco, en cualquier caso, es una catástrofe que quizá no deje cicatrices aparentes, pero consigue inmunizarnos de la cosa más bella y a la vez más asquerosa que tiene este mundo.


La propia Humanidad.


Y si ésta dicotomía no da el suficiente asco, que venga Dios (papá) y me lo explique.



**A papá y a su hermano...y a la Conchi del tatuaje de mi padre.

miércoles, 7 de enero de 2009

Cristo del perdón

Hola a todos...  he estado (y estaré) algo ausente, pero os dejo aquí una muestra de que sigo viva para los que aún no la habéis oído... espero que os guste, y a ti, que la tararees de vez en cuando...

Gracias a todos los que habéis hecho de esta Navidad algo sublime sin interrupción....a mi compañera en Deficientes Motrices (próximamente en tu ciudad), a "Virgen por delante, Mártir por detrás" (alias Joss),  Ruper, Ordo....y a mi familia.

Especialmente a Tere por sus primeras navidades en España (Madoneta Real Love!)...

Ah! Bienvenidos los nuevos...¿habéis tenido ya brotecitos?


lunes, 15 de diciembre de 2008

Pase VIP

Vienes y adoptas la pose del diablo y esperamos que te salga fuego de la espalda. En medio hablas como si hubieses inventado tú las palabras y me alegra, me alegra oír de tus labios mi suicidio parcial.

Que la próxima vez que nos veamos podamos volver a mirarnos a igual altura. Es lo mejor que podría pasarme. El tiempo juega ahora a repartir pases VIP a quien lo merece...

Naturalizándome desde ahora y hasta siempre. Tú sabes, Tremendo al habla...disertando.

Soooooooouuuuuund...........fluyan como flyers.


lunes, 24 de noviembre de 2008

Euforia c.6

6 El casteller.


Para ti los demás siempre lo hacían mejor que yo.


Tal vez no querías pensar eso, pero siempre actuabas como tal. Y los demás se daban cuenta y yo me daba cuenta y hasta tus excusas de mierda se daban cuenta. Puede que tu subconsciente te tomase el pelo. Quizá aceptase un pacto entre caballeros con tu moral, y acto seguido se enterase de que es una mujer pero decidiese hacer mutis por el foro por esta vez. Quizá cuando lo pensabas te ponías a limpiar a fondo la escultura de arcilla que te regalé y que tenías guardada en el segundo cajón de tu escritorio porque no pegaba con tu salón.


Nunca te lo quise decir, pero no fue comprada en ningún rastrillo. Me pasé toda esa noche en la que estabas tan triste y las otras tres que le siguieron maldiciendo las formas que no me salían, que se desmoronaban del conjunto una y otra vez, como el casteller que nunca gozó de buena psicomotricidad. Pero al final la terminé y te la regalé, y es cierto, era fea de cojones. Pero era lo mejor que sabía hacer.


Siempre esa sensación aplastándome la última vértebra. Y quizá si me lo transmite mi madre me dan ganas de mejorar, contigo me vienen los vómitos y los ardores.


El casteller se empeña en dar forma a esa montaña humana. Y los otros que van vestidos como él se le derraman. Y él no puede evitar pensar cómo la ha cagado, como todo se ha ido a la mierda por su culpa, pero luego recuerda que sólo estaba allí para contentar a Ricardo y deriva las culpas.


La magnitud de la culpa hace que se mastique con dificultad.


Ahora sé que tienes miedo, porque el miedo huele a ventisca de otoño que no ha sido para tanto. Y con el miedo llega la desesperación. Porque nadie sabe nada, se hacen los suecos. Se beben tus dudas y hacen gárgaras con tus preguntas, como si tú no estuvieras delante. Hay cosas para las que tú no estás preparada por mucho que te estudies la teoría día y noche desde hace años, porque hay cosas para las que nadie está preparado. Y ahora te preguntas delante del manual al que has ido a informarte dónde hostias está la página donde habla de lo que sientes, todos esos pensamientos nuevos, que a santo de qué aparecen ahora por tus sinapsis. Pensamientos que siempre nos acostumbramos a poner en otra cara, nunca en la nuestra, nunca en ninguna que hayamos visto más de una vez, a no ser que sea por la tele. Porque creemos que nunca tendremos la necesidad de pensarlos. Nosotros no.


Y las verdades te rondan como una tuna y tú les sacas brillo. 


Una vez y otra vez y otra vez más.


Me gustaría decirte que viajar por cinco minutos al pasado sale por una pasta. Aún así, he mirado vuelos. Me carcome cada individuo que te mira con cara de pena, como contemplando todas las cosas que a partir de ahora deben hacer para curar su culpa, para curar su herida, porque hasta en el peor de los casos los que consideramos más cercanos luchan por salvar su culo. Y su conciencia, por todas aquellas veces que lo hicieron mal. Por no tener que vivir toda la vida con una idea que provoca cefaleas en código Morse.


Parece ser que todo el mundo huele a muerto y debo ser la única ilusa que recuerda que mañana aún olerá mal el pis de gato. Yo aún no he visto a nadie estirar la pata. Es más, la cosa más muerta que conozco soy yo misma y aún huelo el pis de gato. Deberíais ir todos al médico a ver qué os cuenta de vuestra congestión nasal.


¿mientras, qué haces? Fingir que no pasa nada, bromear sobre lo mal que saben las pastillas y ponerte muy violenta cuando te hablan de la mejor manera de lavar las lechugas. Sabes que lo que menos aguantarás es el "Deja, deja ya lo hago yo". Querrás tener cerca un rifle y ser un sheriff del Oeste para poder matarlos a todos sin mediar palabra. Estallar tienen un precio que a veces hay que pagar con la propia vida, pero es peor dejarlo para luego, para cuando no exista el miedo.


Creo que tu miedo ya ha hecho bastante por todos. Y, lejos de salvarte, te va crucificando sin prisas, transformando todo lo que se mueve en serigrafía barata.


Puedes auto-convencerte hasta que aprecies la serigrafía barata, pero ya has salido del mito de la caverna y el volver no te dejará dormir por las noches observando las sombras.


Siempre te gustó pensar que las cosas surgen. Casualidad. Azar. Pero esto no es un puto bingo de barrio y comer tierra de las macetas nunca fue el mejor remedio para curar la sed. Todo es elegible. Y lo que no es elegible, al menos sí lo es en el sentido de cómo sobrellevarlo.


Deberías seguir lamentándote y seguir cagándote de miedo. Deberías hacer eso hasta que estés tan paralizada que con cada palabra que intentes decir debas evitar el romperte a llorar, como cuando eras pequeña y Carlota no te invitó a su cumpleaños. Deberías hacer eso antes de aceptar que nadie puede cargar con tus vasos rotos sin romperse unos cuantos de los sanguíneos. Siempre es mejor que llamarme a estas horas tan inapropiadas para ir a tirar piedras al pantano hasta que consigan rebotar cuatro veces. Y luego volver a casa sin más, sabiendo que el tiempo no corre en tu contra, sólo pasea.


Deberías hacer eso en vez de dejar que te lleve al pantano, porque en cuanto consiguiésemos cuatro rebotes yo me lanzaría a ese agua sucia y llena de corrientes a buscar la piedra exitosa, sólo para después desde allí mismo tirártela a la cabeza para recordarte que estás viva.


Tranquila. Tropezaría en el intento. Psicomotricidad.


Parece que lo mejor es que sigas creyendo que yo nunca quise ayudarte, que no se puede contar conmigo, que lo hago todo al revés. Soy el casteller que todo el mundo pensó egoísta porque no supo sujetar a los demás. La lata de maíz que empujó la mujer del fontanero con el carrito y jodió toda la pirámide de la oferta 2x1.


No. Mi oficio no era ése. Mi oficio era hacerte esculturas con arcilla de madrugada, mientras tarareaba la última canción que habíamos descubierto, y tú me pedías que te leyese de nuevo "El Pequeño Nicolás". Yo nunca supe comportarme, hacer las cosas "como hay que hacerlas", nunca supe que existía una ley divina de cómo actuar y que yo no me leí, aunque de haberlo sabido tampoco me la hubiese leído. Comportarme como una perfecta marioneta nunca fue mi manera de ayudar a nadie, yo no soy un manual. Sólo sabía que la mejor manera de ayudarte era intentar siempre que no olvidaras sonreír, hasta cuando ya te están dando calambres de hacerlo. Que le jodan a la risoterapia.


Porque todo se va a la mierda. Ofertas 2x1. La tuna. El maíz. La colla castellera. El pequeño Nicolás. La euforia. Todo menos el olor a pis de gato.


Te daré un buen dinero para que no tengas que guardar la escultura horrible en un cajón. He estado ahorrando todo este tiempo, y con todos los céntimos que no he gastado desde que decidí enclaustrarme en mi cuarto podrás comprar una escultura que pegue con tus cortinas. Será mejor regalo, dónde va a parar.


Mi oficio no era ser una lata de maíz con 2x1.


Mi oficio era hacerte esculturas de arcilla.


Pero para ti los demás siempre lo hacían mejor que yo.







"Una palabra tuya bastará para sanarme" Mateo 8,8.


(suena Dorian "Te echamos de menos", por segunda vez...)



lunes, 17 de noviembre de 2008

Euforia c.3

3 Salamandra


Estoy pensando en un nombre de insecto. Un nombre de insecto verde de seis patas y dos antenas que guardan dos ojos. Estoy pensando pero aún no sé si existe, aunque con esa descripción podría ser casi cualquiera, insecto o no.


Se me viene a la cabeza la palabra salamandra. Toda esta vuelta de tuerca era para descubrir ese nombre: salamandra. Se me viene a la cabeza pero no consigo dispararlo hacía mi lengua, cuerdas vocales prostitutas del olvido, la salamandra está en todos lados menos donde tiene que estar. Matarile rile rile, matarile rile ron. Chim pón. Tilde diacrítica. 


A estar alturas no me he parado ni a pensar que la salamandra no tiene nombre de insecto, sino de anfibio. Ni rastro de las seis patas y dos antenas que guardan dos ojos que aguardan atentos para salir guapos en el documental de la 2.


Hoy es uno de esos días en los que te propones hacer algo y cambiarlo todo, ser la persona que siempre has querido, a lo que has aspirado siempre. La persona que imaginas momentos antes de dormir. Cambiarlo todo. Pero hasta el vuelo de una mosca te hace dudar. Y te sientes gilipollas y te dices que estás harta de tomarte el pelo a ti misma. Sí, hoy es ese día en el que hay que luchar sobre demasiadas cosas estando demasiado enterrada en barro húmedo. El día "soy una cáscara de plátano tirada en el suelo"  El día en que deberías plantearte inútil salir de tu escondrijo, pero lo haces. A riesgo de escurrir, a riesgo de romperle a alguien la cadera, a riesgo de acabar confundida con una mierda, y envejecer con complejo de mierda seca de perro en un adoquín de tu calle.


Plátano.


Llevo muchos días aquí metida, pensando en cómo cambiar el mundo por euforia y disforia. Lo hago mientras me auto-destruyo, auto-reconociéndome imposible. Inasible notaria del trueque. No hay mañana ni noche, ni lunes ni domingo, todo es igual y nunca sabes cuándo pasa el tiempo, o si ha dejado de pasar. Nunca sabes si la gente ahí fuera sigue sacándose mocos en los semáforos con total impunidad.


Pero sí sabes de lo que hablo, sí. Tienes en la cabeza ahora mismo cuando fue la última vez que te ocurrió eso. Es cuando si eres un tío te rascas la barba con la mano y ya no está de punta, cada pelo empieza a doblegarse en una especie de pelusilla. Y el final de cada uno de esos pelos de tu incipiente barba comienza a ser de otro color, da igual cual, es caso es que es como para sorprenderse. Del tipo "hostia, soy rubio" u "hostia, me estoy haciendo viejo" . Una barba de siete días anómala, malformada, poliomielítica.


Y te decides a salir de manera impulsiva, como si Ingmar Bergman te dijera ahora o nunca, o lo haces o te vienes conmigo. Y te levantas y sabes que será por poco tiempo pero te levantas.


Y te vas.


Vaya que si te vas.


Te vas y te pones las zapatillas menos rotas. Es tu manera de decirle al mundo que estás engalanada. Lo primero que experimentas es esa luz extrañamente no artificial que te parece la condensación perfecta de la libertad.


Sabes de lo que hablo.


Entonces imagina lo que siento.


Voy caminando tirándome a todo el mundo con los ojos e imaginándome lo malos que son sus amantes en la cama. Corriéndome en cada ruido, como si esos seres humanos fuesen nuevos, en un tiempo en el que sólo están ellos y Walt Disney descongelado, pero no nadie que yo conozca, ni que tú conozcas ni de lejos. Y sus amantes son realmente malos y por eso nadie mira con cara de querer pisar las hojas. Los miro y noto el frío en sus manos, el que les penetra desde donde acaba la cremallera del abrigo hasta el mentón. Es el mismo frío que me desvirga a mí, que me azulea las orejas, a modo de recordatorio de que estoy viva, cortándome el pelo, los pulmones y el páncreas. 


Pero sigo teniendo calor.


Es una sensación de poliéster. Camino observando cada metro cuadrado para cerciorarme de que nada ha cambiado. Enhorabuena, acabas de descubrir que el mundo no acaba sin ti. A continuación empiezo a escuchar la música que derrite mis cascos y disfruto de las mil sensaciones de recién nacido que el día me ofrece. Y comienzo a andar rápido, como si tuviese mucha prisa por llegar a algún lugar. A qué lugar, joder, si voy sin rumbo y me da igual torcer aquí o romperme allá. 


Estoy pensando en la salamandra pero no recuerdo el nombre, sólo imagino la sensación que me produce esa palabra olvidada. Y el recuerdo de un verde fértil, gaseoso, olímpico.


Tengo mucha prisa, tengo que llegar...miro a todas esas personas con un desdén de "Esta ciudad es mía, hijos de puta." Los miro y pienso que si ellos supieran, si ellos tan sólo imaginasen qué está sintiendo la chica anónima con la que se cruzan por la calle... pero siguen su camino porque yo no quiero que ninguno ni tan siquiera sospeche que ésta ha dejado de ser mi ciudad por un tiempo, que no la piso , que no la huelo, que la abandoné en una cuneta, que es extraña como follar con tu novio del instituto, cuando la efectividad es lo de menos. Mi ciudad, la que yo he parido, en la que yo me he meado en cada esquina para que fuese mía, con orina de recuerdos oliendo a ácido y momentos que describen el contorno de las sonrisas.


Yo tenía que aparentar por mi coño que todo estaba bien.








viernes, 14 de noviembre de 2008

Euforia - c.1



Hace tiempo comencé a escribir esto...ahora le he puesto título y, cuando se me acabe (oh Joss dame fuerzas) planeo continuarlo, aunque ya aviso que soy muy mala para acabar las cosas...en fin, que espero críticas destructivas o constructivas, según convenga...


1 Jorge Bucay



Las mejores palabras para empezar a contar algo ya están pilladas. Esto me desmoraliza ya de entrada. Pienso que después de "puedo escribir los versos más tristes esta noche"  la gente se ha vuelto loca y se lo ha tomado todo demasiado en serio, creyendo que jamás podrán escribir versos aún más tristes, o que hay un tipo del estilo Jorge Bucay susurrándole a todo el mundo "ey, tio, eres el número uno, tú puedes"


No, tú no puedes, porque tú no existes. Dejaste de existir ese fatídico día, no, no murió nadie importante, simplemente, te dejó. Te dejó y ya no puedes existir, oh, Dios mío, muy bien, ahora ve a dar charlas acerca del aborto a los institutos de tu barrio.


Pero no intentes escribir los versos más tristes esta noche porque están sobrevalorados.


No quiero ponerme borde contigo, al fin y al cabo estás perdiendo tu tiempo leyéndome. Pero hay algo que debes saber. Quiero decir, no vas a morirte si no lo sabes, pero si te importa algo por qué escribo toda esta parrafada deberías guardar un momento para escucharme.


Yo sólo escribo de una cosa: de mí. Vaya, ahora pensarás que soy el ser más estúpido, arrogante y egoísta que te has cruzado en mucho tiempo. Seguramente. Pero no escribo de mí por eso, aunque debiera; escribo de mí simplemente porque una vez me dijeron que sólo se puede escribir de las cosas que conoces de verdad. Bien, yo sólo conozco de verdad lo que ocurre en mi cabeza. el resto podría no estar pasando. Y a ti no te conozco. Si no también hablaría de ti. O tal vez no. Tengo mis dudas. Pero lo que desde luego sé es que desconozco totalmente si podría o no escribir los versos más tristes esta noche. Supongo que dependerá de lo que entendamos por escribir y lo que se alargue la noche.


Escribo de mí y dentro de esta desfachatez me desgloso en dos temas: la autodestrucción y la euforia. Así que puedo resultarte lo más aburrido del mundo, si ninguno de estos temas te tocan demasiado dentro.  En el caso contrario todo esto que cuento también lo estoy contando por ti, ya que se ve que tú tienes cosas mejores que hacer. Así que lo hago, y, de paso, me empiezo a ganar tu desconfianza y tu desdén, que es algo que me divierte sobremanera. Me divierte parecer una prepotente de mierda y, a pesar de ello, que todos sepamos que llevo razón. Todo va bien hasta que alguien se entera de que hay tongo y todo es un disfraz, entonces la hemos liado y sí, entonces si que puedo escribir tranquilamente la cosa más jodidamente triste esta noche. 


Por gilipollas.


Pues eso,  no es que te vaya a contar algo que no sepas, pero de vez en cuando viene bien que le recuerden a uno varios dogmas:


1-. La euforia es genial y hay que disfrutarla, porque luego viene la disforia y es una mierda.


2-. La disforia se transcribe generalmente en forma de autodestrucción. Ergo, la autodestrucción es la misma mierda.


Para los que hayáis leído mi historia de "Belfast y las que tienen trocitos" sabréis de qué hablo. Lo malo de la autodestrucción es que no puedo salir de ella: sólo puede sacarme la euforia. Lo bueno es que es cuando mejor escribo. Supongo que con la euforia estoy demasiado ocupada flipándolo.


Y ya está, no hay más: o euforia o autodestrucción, soy así de simple y no te voy a hablar de otra cosa. Para eso ya está Antonio Machado. Yo me limito a mi parcela de sabiduría y me basta.


No quiero expandirme ni experimentar. No me apetece. Porque sólo me apetece escribir de lo que conozco bien, y lo que conozco bien es esto:


Hay que ser muy estúpido para destruirse, pudiendo destruir a los demás.


Entre mis planes está dejar de ser estúpida.


Música, por favor...


(suena "The Clash - Should I Stay or go")




Piedras


Extirpar de raíz o malgastar lo que queda. Inventar excusas o loar descaradamente. Los sentimientos...nunca sabemos cuando hay que esconderlos, tirarlos a la basura o elevarlos  la categoría de dioses supremos portadores de la sabiduría...no lo sabemos o no lo queremos saber, que es lo que nos convierte en idiotas....más aún....

...pero, los peores, los peores sin duda, son los sentimientos hacia alguien, hacia alguien en concreto.

Hacia ti.

Hacia ese "tú" que todo el mundo tiene.

Da igual que sean buenos o malos, si son buenos-malos y son muchos la has liado de verdad. Básicamente es como contagiarse de alguna enfermedad venérea y dejarse llevar. Porque, realmente, lo único que puedes hacer es eso, dejarte llevar. Porque resulta inútil intentar hacer algo por doblegarlos, someterlos....nada, sólo consigues quedar con cara de haber perdido el tiempo, de estar, otra vez en el punto cero.

Y así hasta que llega un día en el que te levantas y, sospechosamente, todo ha cambiado, ya no piensas tanto, ya no te atormentas, es más, te la trae al pairo la otra persona, con un poco de suerte dos veces al año la echas de menos.

Enhorabuena, ha llegado el olvido.

Ahora sólo tienes que esperar a volver a sentir algo parecido, para poder caer, tranquilamente y con todo el proceso en la misma piedra...

Porque a los sentimientos llega un punto en el que les da igual la persona, sólo quieren proyectarse, verse en un reflejo de los sueños que tuviste ayer, aunque estén mal enfocados, en la persona equivocada, en el momento equivocado, en el lugar erróneo...o, tal vez,  ni tan sólo sea lo que quieres de verdad, sólo lo que necesitas.

Y ahora, imbécil de mí, sólo me gustaría saber cuantas piedras hacen falta para tapar un sentimiento. Por favor, el que esté libre de pecado, que me tire la primera, a ver si poco a poco...


**dedicado a todos los que juré olvidar alguna vez...