19 en el Aleph de Borges

"Una copita del seudo coñac - ordenó - y te zampuzarás en el sótano. Ya sabes, el decúbito dorsal es indispensable. También lo son la oscuridad, la inmovilidad, cierta acomodación ocular. Te acuestas en el piso de la baldosas y fijas los ojos en el decimonono escalón de la pertinente escalera. Me voy, bajo la trampa y te quedas solo. Algún roedor te mete miedo ¡fácil empresa! A los pocos minutos ves el Aleph. ¡El microcosmo de alquimistas y cabalistas, nuestro concreto amigo proverbial, el multum in parvo!

Repantiga en el suelo ese corpachón y cuenta diecinueve escalones.

¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Quizá los dioses no me negarían el hallazgo de una imagen equivalente, pero este informe quedaría contaminado de literatura, de falsedad. Cada cosa era infinitas cosas, porque yo claramente las veía desde todos los puntos del universo"


Artículo 19
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

* Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.



Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y la expansión denuncia la obra de sus manos.

Biblia, Libro 19 (Salmos), 19:1
Mostrando entradas con la etiqueta chá (ahora con un 20% menos de sutilidad). Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta chá (ahora con un 20% menos de sutilidad). Mostrar todas las entradas

martes, 20 de enero de 2009

Sesiones Estúpidas vol.3 Lost in Translation

(Foto: elfa. Retoque y diseño:chá- para Deficientes Motoras Inc.)

Ya está recién horneadita la nueva sesión; un poco más larga e insufrible, como siempre, en www.lastfm.es/music/chá (apartado albumes) para escuchar y descargar.

Dedicada en un día tan especial a todo el 19 y, por supuesto a mi ya idolatrado muso Pepe el Mudo...

Repertorio:

1-.Gecko Turner - En la calle (on the Street)

2-.Gigatron - Te voy a petar el kakas. (cover translation)

3-.La Terremoto de Alcorcón - Me estoy poniendo morá (cover translation)

4-.Ojete Calor - Cero Sesenta

5-.Soma - Super Bwana

6-.Tamara - A por ti

7-.Paco Clavel - Palomitas de maíz (cover translation)

8-.Encarnita Polo - Paco

9-.Vainica Doble - Las doce caras de Eva

10-.Hermanos Calatrava - Space oddity (cover translation)

11-.Bibi Andersen - Sálvame

12-.Falete - Señora (Chá Remix)

13-.Borrachas Provincianas - Jabata y Salvaje (Nacho Canut Remix)

14-.Borrachas Provincianas - Labios de mujer

15-.Cristinita Percances - Amor Fallero

16-.Jarcha - Polución

17-.Payo Juan Manuel - El mejillón

18-.El Gitano de Balaguer - La farlopa del cajón

19-.Raphael y David Bisbal - Escándalo

20-.Onda Vaselina - Te rogamos señor

21-.Hidrogenesse - así se baila el siglo XX

22-.Superputa - SuperNintendo Futura (2)

23-.Austrohúngaro - Ya estoy mejor (The CongoSound Remix)




Besos por doquier

lunes, 24 de noviembre de 2008

Euforia c.6

6 El casteller.


Para ti los demás siempre lo hacían mejor que yo.


Tal vez no querías pensar eso, pero siempre actuabas como tal. Y los demás se daban cuenta y yo me daba cuenta y hasta tus excusas de mierda se daban cuenta. Puede que tu subconsciente te tomase el pelo. Quizá aceptase un pacto entre caballeros con tu moral, y acto seguido se enterase de que es una mujer pero decidiese hacer mutis por el foro por esta vez. Quizá cuando lo pensabas te ponías a limpiar a fondo la escultura de arcilla que te regalé y que tenías guardada en el segundo cajón de tu escritorio porque no pegaba con tu salón.


Nunca te lo quise decir, pero no fue comprada en ningún rastrillo. Me pasé toda esa noche en la que estabas tan triste y las otras tres que le siguieron maldiciendo las formas que no me salían, que se desmoronaban del conjunto una y otra vez, como el casteller que nunca gozó de buena psicomotricidad. Pero al final la terminé y te la regalé, y es cierto, era fea de cojones. Pero era lo mejor que sabía hacer.


Siempre esa sensación aplastándome la última vértebra. Y quizá si me lo transmite mi madre me dan ganas de mejorar, contigo me vienen los vómitos y los ardores.


El casteller se empeña en dar forma a esa montaña humana. Y los otros que van vestidos como él se le derraman. Y él no puede evitar pensar cómo la ha cagado, como todo se ha ido a la mierda por su culpa, pero luego recuerda que sólo estaba allí para contentar a Ricardo y deriva las culpas.


La magnitud de la culpa hace que se mastique con dificultad.


Ahora sé que tienes miedo, porque el miedo huele a ventisca de otoño que no ha sido para tanto. Y con el miedo llega la desesperación. Porque nadie sabe nada, se hacen los suecos. Se beben tus dudas y hacen gárgaras con tus preguntas, como si tú no estuvieras delante. Hay cosas para las que tú no estás preparada por mucho que te estudies la teoría día y noche desde hace años, porque hay cosas para las que nadie está preparado. Y ahora te preguntas delante del manual al que has ido a informarte dónde hostias está la página donde habla de lo que sientes, todos esos pensamientos nuevos, que a santo de qué aparecen ahora por tus sinapsis. Pensamientos que siempre nos acostumbramos a poner en otra cara, nunca en la nuestra, nunca en ninguna que hayamos visto más de una vez, a no ser que sea por la tele. Porque creemos que nunca tendremos la necesidad de pensarlos. Nosotros no.


Y las verdades te rondan como una tuna y tú les sacas brillo. 


Una vez y otra vez y otra vez más.


Me gustaría decirte que viajar por cinco minutos al pasado sale por una pasta. Aún así, he mirado vuelos. Me carcome cada individuo que te mira con cara de pena, como contemplando todas las cosas que a partir de ahora deben hacer para curar su culpa, para curar su herida, porque hasta en el peor de los casos los que consideramos más cercanos luchan por salvar su culo. Y su conciencia, por todas aquellas veces que lo hicieron mal. Por no tener que vivir toda la vida con una idea que provoca cefaleas en código Morse.


Parece ser que todo el mundo huele a muerto y debo ser la única ilusa que recuerda que mañana aún olerá mal el pis de gato. Yo aún no he visto a nadie estirar la pata. Es más, la cosa más muerta que conozco soy yo misma y aún huelo el pis de gato. Deberíais ir todos al médico a ver qué os cuenta de vuestra congestión nasal.


¿mientras, qué haces? Fingir que no pasa nada, bromear sobre lo mal que saben las pastillas y ponerte muy violenta cuando te hablan de la mejor manera de lavar las lechugas. Sabes que lo que menos aguantarás es el "Deja, deja ya lo hago yo". Querrás tener cerca un rifle y ser un sheriff del Oeste para poder matarlos a todos sin mediar palabra. Estallar tienen un precio que a veces hay que pagar con la propia vida, pero es peor dejarlo para luego, para cuando no exista el miedo.


Creo que tu miedo ya ha hecho bastante por todos. Y, lejos de salvarte, te va crucificando sin prisas, transformando todo lo que se mueve en serigrafía barata.


Puedes auto-convencerte hasta que aprecies la serigrafía barata, pero ya has salido del mito de la caverna y el volver no te dejará dormir por las noches observando las sombras.


Siempre te gustó pensar que las cosas surgen. Casualidad. Azar. Pero esto no es un puto bingo de barrio y comer tierra de las macetas nunca fue el mejor remedio para curar la sed. Todo es elegible. Y lo que no es elegible, al menos sí lo es en el sentido de cómo sobrellevarlo.


Deberías seguir lamentándote y seguir cagándote de miedo. Deberías hacer eso hasta que estés tan paralizada que con cada palabra que intentes decir debas evitar el romperte a llorar, como cuando eras pequeña y Carlota no te invitó a su cumpleaños. Deberías hacer eso antes de aceptar que nadie puede cargar con tus vasos rotos sin romperse unos cuantos de los sanguíneos. Siempre es mejor que llamarme a estas horas tan inapropiadas para ir a tirar piedras al pantano hasta que consigan rebotar cuatro veces. Y luego volver a casa sin más, sabiendo que el tiempo no corre en tu contra, sólo pasea.


Deberías hacer eso en vez de dejar que te lleve al pantano, porque en cuanto consiguiésemos cuatro rebotes yo me lanzaría a ese agua sucia y llena de corrientes a buscar la piedra exitosa, sólo para después desde allí mismo tirártela a la cabeza para recordarte que estás viva.


Tranquila. Tropezaría en el intento. Psicomotricidad.


Parece que lo mejor es que sigas creyendo que yo nunca quise ayudarte, que no se puede contar conmigo, que lo hago todo al revés. Soy el casteller que todo el mundo pensó egoísta porque no supo sujetar a los demás. La lata de maíz que empujó la mujer del fontanero con el carrito y jodió toda la pirámide de la oferta 2x1.


No. Mi oficio no era ése. Mi oficio era hacerte esculturas con arcilla de madrugada, mientras tarareaba la última canción que habíamos descubierto, y tú me pedías que te leyese de nuevo "El Pequeño Nicolás". Yo nunca supe comportarme, hacer las cosas "como hay que hacerlas", nunca supe que existía una ley divina de cómo actuar y que yo no me leí, aunque de haberlo sabido tampoco me la hubiese leído. Comportarme como una perfecta marioneta nunca fue mi manera de ayudar a nadie, yo no soy un manual. Sólo sabía que la mejor manera de ayudarte era intentar siempre que no olvidaras sonreír, hasta cuando ya te están dando calambres de hacerlo. Que le jodan a la risoterapia.


Porque todo se va a la mierda. Ofertas 2x1. La tuna. El maíz. La colla castellera. El pequeño Nicolás. La euforia. Todo menos el olor a pis de gato.


Te daré un buen dinero para que no tengas que guardar la escultura horrible en un cajón. He estado ahorrando todo este tiempo, y con todos los céntimos que no he gastado desde que decidí enclaustrarme en mi cuarto podrás comprar una escultura que pegue con tus cortinas. Será mejor regalo, dónde va a parar.


Mi oficio no era ser una lata de maíz con 2x1.


Mi oficio era hacerte esculturas de arcilla.


Pero para ti los demás siempre lo hacían mejor que yo.







"Una palabra tuya bastará para sanarme" Mateo 8,8.


(suena Dorian "Te echamos de menos", por segunda vez...)



lunes, 17 de noviembre de 2008

Euforia c.3

3 Salamandra


Estoy pensando en un nombre de insecto. Un nombre de insecto verde de seis patas y dos antenas que guardan dos ojos. Estoy pensando pero aún no sé si existe, aunque con esa descripción podría ser casi cualquiera, insecto o no.


Se me viene a la cabeza la palabra salamandra. Toda esta vuelta de tuerca era para descubrir ese nombre: salamandra. Se me viene a la cabeza pero no consigo dispararlo hacía mi lengua, cuerdas vocales prostitutas del olvido, la salamandra está en todos lados menos donde tiene que estar. Matarile rile rile, matarile rile ron. Chim pón. Tilde diacrítica. 


A estar alturas no me he parado ni a pensar que la salamandra no tiene nombre de insecto, sino de anfibio. Ni rastro de las seis patas y dos antenas que guardan dos ojos que aguardan atentos para salir guapos en el documental de la 2.


Hoy es uno de esos días en los que te propones hacer algo y cambiarlo todo, ser la persona que siempre has querido, a lo que has aspirado siempre. La persona que imaginas momentos antes de dormir. Cambiarlo todo. Pero hasta el vuelo de una mosca te hace dudar. Y te sientes gilipollas y te dices que estás harta de tomarte el pelo a ti misma. Sí, hoy es ese día en el que hay que luchar sobre demasiadas cosas estando demasiado enterrada en barro húmedo. El día "soy una cáscara de plátano tirada en el suelo"  El día en que deberías plantearte inútil salir de tu escondrijo, pero lo haces. A riesgo de escurrir, a riesgo de romperle a alguien la cadera, a riesgo de acabar confundida con una mierda, y envejecer con complejo de mierda seca de perro en un adoquín de tu calle.


Plátano.


Llevo muchos días aquí metida, pensando en cómo cambiar el mundo por euforia y disforia. Lo hago mientras me auto-destruyo, auto-reconociéndome imposible. Inasible notaria del trueque. No hay mañana ni noche, ni lunes ni domingo, todo es igual y nunca sabes cuándo pasa el tiempo, o si ha dejado de pasar. Nunca sabes si la gente ahí fuera sigue sacándose mocos en los semáforos con total impunidad.


Pero sí sabes de lo que hablo, sí. Tienes en la cabeza ahora mismo cuando fue la última vez que te ocurrió eso. Es cuando si eres un tío te rascas la barba con la mano y ya no está de punta, cada pelo empieza a doblegarse en una especie de pelusilla. Y el final de cada uno de esos pelos de tu incipiente barba comienza a ser de otro color, da igual cual, es caso es que es como para sorprenderse. Del tipo "hostia, soy rubio" u "hostia, me estoy haciendo viejo" . Una barba de siete días anómala, malformada, poliomielítica.


Y te decides a salir de manera impulsiva, como si Ingmar Bergman te dijera ahora o nunca, o lo haces o te vienes conmigo. Y te levantas y sabes que será por poco tiempo pero te levantas.


Y te vas.


Vaya que si te vas.


Te vas y te pones las zapatillas menos rotas. Es tu manera de decirle al mundo que estás engalanada. Lo primero que experimentas es esa luz extrañamente no artificial que te parece la condensación perfecta de la libertad.


Sabes de lo que hablo.


Entonces imagina lo que siento.


Voy caminando tirándome a todo el mundo con los ojos e imaginándome lo malos que son sus amantes en la cama. Corriéndome en cada ruido, como si esos seres humanos fuesen nuevos, en un tiempo en el que sólo están ellos y Walt Disney descongelado, pero no nadie que yo conozca, ni que tú conozcas ni de lejos. Y sus amantes son realmente malos y por eso nadie mira con cara de querer pisar las hojas. Los miro y noto el frío en sus manos, el que les penetra desde donde acaba la cremallera del abrigo hasta el mentón. Es el mismo frío que me desvirga a mí, que me azulea las orejas, a modo de recordatorio de que estoy viva, cortándome el pelo, los pulmones y el páncreas. 


Pero sigo teniendo calor.


Es una sensación de poliéster. Camino observando cada metro cuadrado para cerciorarme de que nada ha cambiado. Enhorabuena, acabas de descubrir que el mundo no acaba sin ti. A continuación empiezo a escuchar la música que derrite mis cascos y disfruto de las mil sensaciones de recién nacido que el día me ofrece. Y comienzo a andar rápido, como si tuviese mucha prisa por llegar a algún lugar. A qué lugar, joder, si voy sin rumbo y me da igual torcer aquí o romperme allá. 


Estoy pensando en la salamandra pero no recuerdo el nombre, sólo imagino la sensación que me produce esa palabra olvidada. Y el recuerdo de un verde fértil, gaseoso, olímpico.


Tengo mucha prisa, tengo que llegar...miro a todas esas personas con un desdén de "Esta ciudad es mía, hijos de puta." Los miro y pienso que si ellos supieran, si ellos tan sólo imaginasen qué está sintiendo la chica anónima con la que se cruzan por la calle... pero siguen su camino porque yo no quiero que ninguno ni tan siquiera sospeche que ésta ha dejado de ser mi ciudad por un tiempo, que no la piso , que no la huelo, que la abandoné en una cuneta, que es extraña como follar con tu novio del instituto, cuando la efectividad es lo de menos. Mi ciudad, la que yo he parido, en la que yo me he meado en cada esquina para que fuese mía, con orina de recuerdos oliendo a ácido y momentos que describen el contorno de las sonrisas.


Yo tenía que aparentar por mi coño que todo estaba bien.








domingo, 16 de noviembre de 2008

Euforia c.2

2 El hombre del saco.

Cuando somos niños, nos gusta que nos cuenten historias antes de dormir. Los más mediocres se conforman con escuchar una y otra vez aquella historia de la tipa con los enanitos y el principe que la salva. O aquella otra de la princesa encerrada y el príncipe que la salva. O la de las trenzas largas y el príncipe que la salva. Vamos, que casi hay que dar las gracias a Caperucita Roja por saber salvarse sola, aunque circula por ahí un final alternativo en el que aparece de la nada un fornido leñador y salva a Caperucita y a su abuela, ambas dentro del estómago del lobo pero no digeridas. Vale, al menos no es un príncipe, algo hemos avanzado.


Pero en realidad el único príncipe que ha salvado a todo el mundo es el Principito. El Principito gusta a los no mediocres, y no me puedo creer que todavía haya gente por ahí que no se lo haya leído al menos una vez. Pero existen. Y luego se quejan de que su matrimonio los subyuga. El Principito era un príncipe de verdad, que podría haber sido profeta si no fuera porque en su asteroide, b612, el único que vivía que no fuese una rosa, un cordero o un baobab era él mismo. Así que lo de profeta se le quedaba obtuso, quieras que no.


En un afán de huida de lo repetitivo, descarté la opción de las princesas salvadas por príncipes amanerados desde casi el primer momento, e indagué en otras historias. Cuando no estaba leyendo El Principito, me gustaba escuchar los cuentos que contaban diversos miembros de mi familia. Y ahora recuerdo aquella noche en la que mi hermano me contó la historia del hombre del saco.


El hombre del saco era un tío que frecuentaba las entradas de las discotecas de moda cuando yo era una niña. Mi hermano me contaba cosas de esas entradas, cosas de la gente que se iba allí y en las barandillas de aquellas largas escaleras se hacían rayas que iban del primer al último escalón. Me intentaba decir un precio aproximado de lo que podía valer aquella raya, pero no lograba acertarlo. Calculábamos juntos a cómo estaba el gramo. El caso es que esa gente estaba allí tan eufórica y luego aparecía el hombre del saco. El hombre del saco, quiero decir, tendríais que escuchar a mi hermano porque lo explicó tan bien que sería imposible superarlo. Imaginaos a un tipo que es casi un fantasma, que no rellena ni pasando tres veces la ropa que se pone y que no huele del todo mal. Tiene unos pantalones hechos mierda pero de los que se puede apreciar si te fijas bien que en su momento costaron la paga de toda tu adolescencia. Tiene los ojos desencajados y en general todo en él está desencajado, como lanzado de un quinto piso y tal como cayese así se iba a quedar. El hombre del saco tenía una voz ronca, luxada, escurridiza. Y barba de días, de unos cuantos días. El hombre del saco se acercaba a la puerta, y con toda la naturalidad del mundo, como si estuviese ensayando la coreografía de fin de curso de sexto, se quitaba la chaqueta y la colgaba en la barandilla, esparciendo un poco el polvo psicotrópico que allí se encontraba. Pero nadie hacía nada. No podían dejar de mirarlo, tanto que se olvidaban de respirar, como por miedo a romperlo y no poder afrontarlo. Él pasaba de las miradas y se quitaba una venda con la que tenía enrollado el brazo dejando entrever un sustituto de brazo, un brazo a prueba de errores.


Porque no había brazo, había surcos, costras y más surcos, souvenirs de lo que fue. Metía los dedos en ese surco, al estilo Santo Tomás cuando no se fiaba de que aquel maestro suyo no estaba muerto, que estaba de parranda y metía los dedos en las heridas de las costillas. Pues así. Con esa precisión y cuidado nanotecnológico. El hombre del saco separaba un trozo de piel y luego otro, y una vena y otra... acto seguido esperaba un poco, sin prisas, así hasta que llegaba a una vena en la que podía pincharse. Con paciencia. La encontraba, la levantaba un poco y se chutaba. Luego repetía la operación a la inversa y se iba. 


Pues ése era el hombre del saco, y no creo que ninguna princesa no prefiriese cumplir condena eterna antes de dejarse salvar por él.


Cuéntame un cuento antes de dormir, le dije a mi hermano. Te contaré una historia, me dijo él. Y me contó la historia aquella noche y al cabo de poco tiempo, mi hermano desapareció. Un día llegó a casa una bolsita de plástico con una cartera, que albergaba su documentación y ciento setenta y cinco pesetas. La traía un policía, nada, que se la habían encontrado en el mar.


- Pero, ¿él donde está? - le dijo mi madre a aquel policía, a modo de vómito.


Años más tarde, en Ética nos mandaron un trabajo sobre las drogas. Yo estaba en b.u.p. y todo el mundo se fue a la biblioteca y copió todos esos componentes y los efectos y lo malo que era el síndrome de abstinencia. Por esa época, yo no tenía ni puta idea de los componentes y esos porcentajes que repetían como telégrafos mis compañeros de clase en sus quince años. Ni me había metido nada, ni sabía que en casa de Kike siempre había tripis gratis, y me decían que era una niñata porque no tenía ni puta idea de drogas y seguramente sería virgen. "¡qué sabrás tú de drogas!" - me decía Kike cuando le pedía que tuviese cuidado con lo que se metía. No, no es que fuese una experta en drogas, la verdad, pero al menos sabía decir "mono" y no "síndrome de abstinencia", porque era una de las palabras que más oí en mi casa cuando era pequeña "Vete a jugar. Tu hermano está con el mono." - decían aleatoriamente mis padres o mis otros hermanos, no afectados por el mono. Y yo cogía mi pelota de cien pesetas y me iba a jugar y de vez en cuando miraba las sombras chinescas que se proyectaban en mi balcón, pero entonces me tiraban el balón y perdía. Así que dejé de mirar hacia mi balcón y me convertí en muy buena jugadora de balón prisionero. Y supe lo que era el mono antes de que nadie se molestase en explicármelo, antes de que Kike matase a las cuatro personas que iban con él en el coche estrellándose drogado una noche a la salida de la cuadra esa a la que iban a bailar. 


Cuando me tocó exponer a mí, me levanté sin ningun papel y conté la historia del hombre del saco.


La gente empezó a decirme que tenía mucha cara y que me había inventado esa historia como excusa para no copiar la mierda de trabajo, me gritaban que estaba loca mientras me miraban horrorizados y algunos lloraban y decían que el puto hombre del saco no existía y que quien cojones me creía yo si no tenía ni idea de drogas. Yo los observaba tan ofuscados en su ira y sentía muchísima rabia e impotencia, porque no sabia a quien de todos quería matar primero, así que me puse a llorar. A llorar con una pena analgésica, silenciosa como un microondas con el temporizador roto.


Aún no he logrado averiguar si, como decían mis compañeros de clase, estoy loca o no. Lo único que sé es que el hombre del saco existía, porque me lo había dicho mi hermano y mi hermano podrá ser lo que sea, pero sólo cuenta cosas que son verdad. Mi hermano se llevaba tu guitarra para venderla por droga y te lo decía, y tú abandonabas automáticamente tu interés por aprender a tocar la guitarra y punto. Mi hermano te decía que Antoine de Saint-Exupéry se salvó milagrosamente cuando su avioneta se estrelló en el desierto y que seguramente sí que vio al Principito, aunque sólo sea en su cabeza porque la falta de agua y alimento le causaban alucinaciones, y eso nadie se lo cuestionaba. Punto.


Eso es cierto, y que el hombre del saco existía, también. Y yo con seis años miraba a los niños de mi colegio, cuando hablaban de esos hombres del saco de mierda que pululaban por sus historias familiares. Esa gente que llevaba un saco y se escondia en los armarios y se llevaban a los niños que se portaban mal. Vaya cosa.


Mi hombre del saco daba miedo, horrorizaba, pero en ningún momento tenía intención de meter niños en un saco. Sólo quería drogarse tranquilo, en medio de toda esa gente para que por un momento viesen al fantasma del futuro. Y creo que gracias a esa historia en mi autodestrucción no hay brazos.


A ésto me refiero con lo de que hay que parecer egoísta y prepotente. Y muy gilipollas a toda costa. Para que luego, cuando te digan que el hombre del saco no existe, tú sí logres decidirte acerca de cual de esos brazos es el que merece más acabar como el de aquel hombre. Y no ponerte a llorar, como si en la cadena alimenticia tú fueses un flamenquín o un San Jacobo, por debajo de las amebas y seres variopintos de la zona abisal.


Deberíais pensar en algo ahora. Cuando oigáis a un adulto diciendo a un niño "¡que viene el hombre del saco!", mi hermano conseguirá horrorizaros a vosotros también.


Luego supe que, cuando yo contaba esa historia en clase, paralelamente mi hermano de desvendaba los brazos.


Entonces tuve muy claro que en la vida preferiría al hombre del saco de los demás y a aquellos príncipes que salvan princesas, pero nunca conseguí sentirlos como míos, sólo verlos de lejos y envidiarlos.


No me gusta tocar las barandillas.


Pero sí me gustan los niños, porque en la medida que existan, existirá mi hermano.



(suena Pereza - Por mi tripa)



viernes, 14 de noviembre de 2008

Euforia - c.1



Hace tiempo comencé a escribir esto...ahora le he puesto título y, cuando se me acabe (oh Joss dame fuerzas) planeo continuarlo, aunque ya aviso que soy muy mala para acabar las cosas...en fin, que espero críticas destructivas o constructivas, según convenga...


1 Jorge Bucay



Las mejores palabras para empezar a contar algo ya están pilladas. Esto me desmoraliza ya de entrada. Pienso que después de "puedo escribir los versos más tristes esta noche"  la gente se ha vuelto loca y se lo ha tomado todo demasiado en serio, creyendo que jamás podrán escribir versos aún más tristes, o que hay un tipo del estilo Jorge Bucay susurrándole a todo el mundo "ey, tio, eres el número uno, tú puedes"


No, tú no puedes, porque tú no existes. Dejaste de existir ese fatídico día, no, no murió nadie importante, simplemente, te dejó. Te dejó y ya no puedes existir, oh, Dios mío, muy bien, ahora ve a dar charlas acerca del aborto a los institutos de tu barrio.


Pero no intentes escribir los versos más tristes esta noche porque están sobrevalorados.


No quiero ponerme borde contigo, al fin y al cabo estás perdiendo tu tiempo leyéndome. Pero hay algo que debes saber. Quiero decir, no vas a morirte si no lo sabes, pero si te importa algo por qué escribo toda esta parrafada deberías guardar un momento para escucharme.


Yo sólo escribo de una cosa: de mí. Vaya, ahora pensarás que soy el ser más estúpido, arrogante y egoísta que te has cruzado en mucho tiempo. Seguramente. Pero no escribo de mí por eso, aunque debiera; escribo de mí simplemente porque una vez me dijeron que sólo se puede escribir de las cosas que conoces de verdad. Bien, yo sólo conozco de verdad lo que ocurre en mi cabeza. el resto podría no estar pasando. Y a ti no te conozco. Si no también hablaría de ti. O tal vez no. Tengo mis dudas. Pero lo que desde luego sé es que desconozco totalmente si podría o no escribir los versos más tristes esta noche. Supongo que dependerá de lo que entendamos por escribir y lo que se alargue la noche.


Escribo de mí y dentro de esta desfachatez me desgloso en dos temas: la autodestrucción y la euforia. Así que puedo resultarte lo más aburrido del mundo, si ninguno de estos temas te tocan demasiado dentro.  En el caso contrario todo esto que cuento también lo estoy contando por ti, ya que se ve que tú tienes cosas mejores que hacer. Así que lo hago, y, de paso, me empiezo a ganar tu desconfianza y tu desdén, que es algo que me divierte sobremanera. Me divierte parecer una prepotente de mierda y, a pesar de ello, que todos sepamos que llevo razón. Todo va bien hasta que alguien se entera de que hay tongo y todo es un disfraz, entonces la hemos liado y sí, entonces si que puedo escribir tranquilamente la cosa más jodidamente triste esta noche. 


Por gilipollas.


Pues eso,  no es que te vaya a contar algo que no sepas, pero de vez en cuando viene bien que le recuerden a uno varios dogmas:


1-. La euforia es genial y hay que disfrutarla, porque luego viene la disforia y es una mierda.


2-. La disforia se transcribe generalmente en forma de autodestrucción. Ergo, la autodestrucción es la misma mierda.


Para los que hayáis leído mi historia de "Belfast y las que tienen trocitos" sabréis de qué hablo. Lo malo de la autodestrucción es que no puedo salir de ella: sólo puede sacarme la euforia. Lo bueno es que es cuando mejor escribo. Supongo que con la euforia estoy demasiado ocupada flipándolo.


Y ya está, no hay más: o euforia o autodestrucción, soy así de simple y no te voy a hablar de otra cosa. Para eso ya está Antonio Machado. Yo me limito a mi parcela de sabiduría y me basta.


No quiero expandirme ni experimentar. No me apetece. Porque sólo me apetece escribir de lo que conozco bien, y lo que conozco bien es esto:


Hay que ser muy estúpido para destruirse, pudiendo destruir a los demás.


Entre mis planes está dejar de ser estúpida.


Música, por favor...


(suena "The Clash - Should I Stay or go")




Piedras


Extirpar de raíz o malgastar lo que queda. Inventar excusas o loar descaradamente. Los sentimientos...nunca sabemos cuando hay que esconderlos, tirarlos a la basura o elevarlos  la categoría de dioses supremos portadores de la sabiduría...no lo sabemos o no lo queremos saber, que es lo que nos convierte en idiotas....más aún....

...pero, los peores, los peores sin duda, son los sentimientos hacia alguien, hacia alguien en concreto.

Hacia ti.

Hacia ese "tú" que todo el mundo tiene.

Da igual que sean buenos o malos, si son buenos-malos y son muchos la has liado de verdad. Básicamente es como contagiarse de alguna enfermedad venérea y dejarse llevar. Porque, realmente, lo único que puedes hacer es eso, dejarte llevar. Porque resulta inútil intentar hacer algo por doblegarlos, someterlos....nada, sólo consigues quedar con cara de haber perdido el tiempo, de estar, otra vez en el punto cero.

Y así hasta que llega un día en el que te levantas y, sospechosamente, todo ha cambiado, ya no piensas tanto, ya no te atormentas, es más, te la trae al pairo la otra persona, con un poco de suerte dos veces al año la echas de menos.

Enhorabuena, ha llegado el olvido.

Ahora sólo tienes que esperar a volver a sentir algo parecido, para poder caer, tranquilamente y con todo el proceso en la misma piedra...

Porque a los sentimientos llega un punto en el que les da igual la persona, sólo quieren proyectarse, verse en un reflejo de los sueños que tuviste ayer, aunque estén mal enfocados, en la persona equivocada, en el momento equivocado, en el lugar erróneo...o, tal vez,  ni tan sólo sea lo que quieres de verdad, sólo lo que necesitas.

Y ahora, imbécil de mí, sólo me gustaría saber cuantas piedras hacen falta para tapar un sentimiento. Por favor, el que esté libre de pecado, que me tire la primera, a ver si poco a poco...


**dedicado a todos los que juré olvidar alguna vez...

jueves, 30 de octubre de 2008

Filofobia

Hoy una persona me ha dicho dos cosas indirectamente. Una de ellas que las victorias no son para el invierno, la otra lo siguiente...

Dedicado a todos...disfrutad de vuestra filofobia...

Filofobia:
Miedo al amor.

Definición ampliada:
Se define como un persistente, anormal y injustificado miedo al amor, a enamorarse o a estar enamorado.
Se trata de una condición que afecta profundamente la vida de quienes la padecen, debido a que los filofóbicos sufren mucho puesto que no pueden enamorarse. El origen del trastorno suele estar en traumas infantiles relacionados con la familia o el entorno afectivo que generaron en complejos de inferioridad. Los que padecen de esta fobia suelen comportarse de alguna de las siguientes maneras: eligiendo relaciones imposibles donde nunca podrá enamorarse, eligiendo hombres o mujeres que terminarán dejándolo para así evitar el enamoramiento, huyendo de alguien que se haya enamorado de ellos buscándole defectos inexistentes.
La única manera de enfrentarse a esta condición es mediante la paciencia y la negación. La pareja de un filofóbico puede optar por negarle que está enamorado de él o ella, de esta manera más bajarán la guardia y menos huirán. Posteriormente es necesario hablar profundamente de este tema si es que se quiere ayudarles, e incluso proponerles recurrir a un profesional.






Gracias, Carmen.

viernes, 5 de septiembre de 2008

no leáis esto que simplemente pienso en voz alta...

Creo que simplemente estoy anestesiada, y con la sensación de que alguna fuerza superior pone las cosas en su sitio mientras yo, simplemente, observo cual pelele.

Realmente no me sorprende nada, nada de nada y, cierto es, que hay cosas que empiezan a ilusionarme mucho, o, cuanto menos, me hacen sentir bien...

Tener algunas conversaciones interesantes con gente interesante...y quitarme poco a poco la sensación de que siempre tengo que estar esperando o haciendo el primo para todo.

Sandra, yo tampoco quiero ser atún ya...

Mientras escribo en una libreta las cosas que nunca te dije, el momento friki del día es que ya soy mamá de una preciosa niña que se parece a Victoria Beckham-de momento (¬¬)-llamada Pauline(en Popomundo)

Mi vida social crece tanto que dentro de poco ni el Papa me superará, eso me gusta porque realmente con pararte un poco, de casi todo el mundo se pueden sacar grandes momentos.

Minutos y pensamientos...

Por lo demás, gracias a todas las personas que me abrazaron el día de ayer, de algún modo...

A saber...

Ana(soy toda tuya a cambio de batido, true cortical love), Elsa (palmadita labial+ bicoidismo+ boli epiléptico=gracias por salvarme), Emilio (simplemente, Dave Gibbons), Andrews (corta melón en la cena y dame el frasco...), Iñaki, Migue (lo prometido es deuda y más aún a tu lado), "la otra Cris" (qué pena hija, qué pena...),Carlos (estilo y lo demás tonterías), Suzan (a mí tb me pone la Mysti...gracias por todo lo que es ese cigarro), Jean (espero esa super sesión para los dos), Cristian (la Célula iría mejor si se cambiase el dinero por bofetadas pezoniles), Isaac(qué equilibradito estás...)..err..um...el chico mod... y de los demás no me acuerdo el nombre en este instante!!!

Vir...gracias...(bajo tu protección siempre, "Padrino"...)
Cris,gracias...(por confiar taaaanto en mí)


Y, por supuesto, gracias a los de siempre.
19+hijodeputa+Peter..os echo de menos...

Y mamá...

Joss si te vienes conmigo te pido matrimonio.

martes, 15 de abril de 2008

Ideas acristaladas.

"- ¿te gustan las casualidades?
- Depende, las hay buenas y malas.
- Ya no quedan casualidades buenas. Es culpa mía. Las gasté muy pronto...
- Tenemos nombres capicúa. Eso no se borra."


Expresión debería ser una circunstancia adherida al recuerdo. Así, cada vez que recurramos al pasado, la viveza de la imagen estaría saturada, granulada a alta sensibilidad y quizás, por qué no, solarizada.

Pero con una fotografía me temo que no basta.

Por eso vamos olvidando, hasta que, llegados a un punto, nos olvidamos hasta de quien somos.

Esa puede ser la Verdad Decimonónica Número Uno.

La Verdad Decimonónica Número Dos (V.D.N.2. en adelante) es una idea acristalada. Así, sin más, porque nunca he sabido qué significa exactamente esa expresión. Idea acristalada... ¿acristalada como la cal o como el agua solidificándose en cristalitos al caer las temperaturas, transformándose en esos octógonos circunscritos al congelador, con belleza infame, con perfección virtuosa?

Hace tiempo me lo dijeron tal cual: "Te acabo de dibujar regando tu cerebro en b612 (hasta aquí bien) Ahora que lo pienso, debería poner que la regadera es tu cabeza mismamente regando tus ideas acristaladas.(aqui la cosa se complicó bastante)"

Transcurrieron innumerables debates no sólo en b612 acerca de este hecho, también en el 19, que por aquella epoca, daba sus primeros pasos:

- Está claro, está metafora viene a decir que estás como una regadera.

- ¡No no! ¡¡al contrario!! Es un mimetismo en torno a tus ideas, inmutables, eternas...

- Es que tu cabeza es un flujo constante, como el agua de una regadera...una miríade henchida.

- ¡Deja el castellano medieval! ¡¡ El agua de una regadera no es eterna!!

- Tú tampoco, ¿qué te pensabas?

- Es verdad, yo soy efímera como un niño en la puerta de un colegio.

- No, tú eres Peter Pan.

- ¿¿otro café??


Expertos de todo el mundo acudieron a la cita diaria para intentar desentramar tal encriptación. El consulado 19 decidio extender en su Manifiesto la siguiente conclusión:

"beeep! Para ensayos poéticos, diríjase a la ventanilla 2, ¡gracias! AQUÍ YA NO tratamos esos temas (y menos con usted)

YO YA NO.

Por cierto, ¿¿que coño es una idea acristalada??"

La ventanilla Dos (en adelante Car) empezó a tornarse fuera de servicio en cuestión de tiempo. Igual pasó con la ventanilla Tres y la Cuatro, pronta y sabiamente oxidadas. El cataclismo se nos echaba encima; ¡¡cuidado!! ¡¡¡Una idea acristalada!!! Sacúdete, ¡¡¡rápido!!!


Y así llego la Verdad Decimonónica Número Tres.

La reforma de la Constitución se había producido en una Asamblea Extraordinaria. Fatalíticamente, el cerebro de ideas acristaladas, se volvio anhedónico, y cerró todas las oficinas en el ámbito nacional. Igual con las ventanillas Dos, Tres y Cuatro. Así que las ideas acristaladas ya no tenían lugar, pertenecían a puertas que nadie deseaba abrir, pues contenian la siguiente Verdad Suprema:

"Si miras al techo fijamente, eliges no mirar al cielo."

Eso era un problema.

Muchos no entenderéis este compendio de dogmas. De hecho, los presidentes del 19, aconsejados por San Juan de la Cruz, decidieron zanjar el tema para siempre.

Como hay una excepción que confirma la regla, secretamente se dejó una pequeña ventanita que no estaba al alcance de ningun sentido. Esa ventanita era un modo a prueba de errores del cerebro de las ideas acristaladas. Así se mantuvo y se mantiene, con el único escollo de que cada vez que recibe un golpe esporádico, gratuito y/o aleatorio, se cierra más.

Apenas se ve una rejilla ya.

La confianza no es ciega, por mucho que digan los cristianos y los vendedores de tarjetas Citibank. La confianza hay que ganársela día a día, hay que regarla , pero no con la regadera-cabeza-acristalada. La confianza se pierde, como el tiempo y con el tiempo , si se ensucia.

Ésta es la V.D.N.4.

Y la rejilla ahí está. Echándole un buen "tres en uno" todos los dias se abrirá. Y se abrirá más y más hasta llegar a ser una ventanilla como las otras, como las que estaban abiertas, como las que disfrutan unos pocos. Hay ejemplos diversos. Andrews acude diariamente a su ventanilla, y recoge lo que siembra con un tesito en la mano. Joss tiene una vitalicia, como sigan así las cosas...La chica de Belfast tiene una donde suenan canciones preciosas, al oído, y se leen historias de Yasmina Reza. Elfa va abriendo la suya, cuando puede, lenta pero segura. Car tiene una llave maestra de una ventanilla que se traslada a Latinoamérica, donde es la jefa de sección...

Y asi con una lista curiosa. Otros cerraron su ventanilla, y alejaron hasta la posibilidad de obtener una a prueba de errores.


---

Tengo una hermana gemela . Nacimos en un circo, de padre domador de elefantes y madre equilibrista. Mi madre fue pisada por un elefante en el momento del parto, por eso cada una salimos disparadas a una punta del territorio. Con el tiempo, volvimos a encontrarnos. Las más veces no supimos qué hacer la una con la otra, así que nos convertimos en jirafas y nos cambiamos los ojos en el Bohemia.

Me dejé pisar por las pezuñas de mi hermana bastantes veces, hasta que decidí irme a otro árbol, muy muy lejos del suyo. Puse miguitas de pan para que me encontrase, que también fueron pisoteadas. Así que yo me subí a un árbol y desde entonces le hablo desde allí, dejando a salvo mis pezuñas y escondiendo mis ideas de celofán (que no acristaladas) que ella me robaba asiduamente por las noches....

Ella siempre tendrá esa ventanilla, porque es mi hermana y lo siento así, por lo mucho que nos costó encontrarnos. Y dentro mantengo todo lo que tengo y lo que puedo dar, que cada vez es menos porque crece mi desconfiaza y decepción, que no es poca. Ahora solo es cuestión de llegar a ella y no sufrir demasiado el jet lag. Poner todo del revés y dejarse de "movidas" (lo tenía que decir, chica de Belfast!) y hacer las cosas bien de una vez por todas.

Gi, no dejes que esa ventanilla se cierre.

No quisiera pensar que he confiado en que algún día la abras para nada.

Viaje a los sueños polares.

- Arranca, pilla carretera sin pensar por un momento donde acabaremos.

Decir esta frase abre un mundo pre-onírico con tantas posibilidades que acaban reduciéndose a una sola: Libertad.

La libertad implica un riesgo, sí, pero es algo que hasta se agradece.

¿dónde hay que firmar?

De repente, no hay nada en qué pensar. Simplemente, no existe nadie, ni la hipotética idea de que alguna vez hubiese un antes y un después. Elegir un destino al azar, a base de "ahora izquierda, ahora derecha, ahora gira" constituía una coreografía explícita, casi estipulada en las leyes de orbitación de los planetas, ligada a la huída ineherente al caos.

Ahora izquierda, ahora derecha....

Prosopopeya del asfalto.

Ingeniosamente, a cada curva sorteábamos cada ínfima presión que ocupase nuestras vidas. Descubrimos desde naves industriales abandonadas hasta parajes desérticos dignos de un fiordo. Acabamos en un paraje abandonado, lleno de vegetación salvaje. Las dos sabíamos que era ahí donde habíamos querido ir desde un principio sin saberlo.

Las leyes de la orbitación.

Ahí estaba nuestro mundo, todo lo que necesitábamos: Agua, huecos en el camino, escondites, clima propicio y un libro.

Yo me puse a leer en voz alta. No sé exactamente cuánto tiempo pasó.

Porque ya no existe el tiempo.

Pero calculo que hace unas cuantas lunas, decidí dar la mano a una persona sin pensar demasiado donde podría acabar. Ni siquiera si podría salirnos demasiado caro. Sí, algo caro sí que salió, pero la recompensa...

La recompensa es perderse en la mirada que tiene residencia fija en los ojos de la chica de Belfast y decirle:

- Eres tú.

Decir esta frase abre un mundo pre-onírico con tantas posibilidades que acaban reduciéndose a una sola: Libertad.