Hemos tenido jornada futbolera. La Nena y el Nen se han iniciado en el mundo del deporte saltando sobre el terreno de juego. Hace varias temporadas que el padre de mellizos juega en un equipo de barrio que compite en pequeñas ligas locales o de empresas, y después de días insistiendo en que debía ir a ver algún partido de fútbol en los que juega, finalmente he ido acompañada por los peques. ¡Allá que voy con la sillita gemelar!
Una vez allí, al grito de -¡papaaa, papaaa!- hemos animado al equipo, creo que los peques distinguen medianamente bien al padre entre los hombrecillos de rojo. Lo llaman. Al balón no lo pierden de vista y el silbato del árbitro es un pitido que parece animar la fiesta. Con tanta novedad al aire libre los mellizos están encantados.
Durante el tiempo de descanso del partido hemos entrado al campo de juego, tenemos balón y vamos a jugar un ratito. Pero... ¡Sorpresa! ¡Si hay césped! A la Nena parece no importarle, enseguida se pone a rebuscar entre las fibras de una hierba artificial alguna piedra o un magnífico tesoro que llevarse a la boca. El Nen más pendiente del tema futbolístico va tras la pelota, gateando sobre los codos, estrenando modalidad, porque no quiere tocar el césped con las manos. Se acaba la pausa, el juego prosigue y nos invitan a retirarnos. Con el marcador a cero, sin marcar un gol ninguno de los equipos, pienso que ya es hora de dar por finalizada la novedosa jornada.
Parece que a los mellizos les ha gustado la excursión y han disfrutado a su manera de la afición por el deporte de su padre. Me gustaría, que el día de mañana el Nen y la Nena continúen su interés por ir a ver el partido futbolero de su padre, quizás en veteranos…jejeje…o en campeonatos tercera edad. Ni pichichi, ni bota de oro, ni zapato de plata, pero de momento para los peques, el mejor jugador.