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jueves, 17 de marzo de 2011

Mi historia de alegría, respeto y temor


No poder ver, ni besar, ni tocar, a tu hijo después de nacer, es una extraña experiencia que hemos tenido que pasar muchas madres; seguro que tú eres o conoces alguna.
Durante el embarazo te vas preparando e informando sobre los pequeños o grandes “problemillas” que te encontraras una vez llegue el momento del parto: Cesárea, bebés con bajo peso, incubadora,…pero luego, una vez allí, en el Hospital, después de parir,…todo se desborda. En la habitación está tu pareja, la familia, un ambiente agradable, incluso alguna risa, pero los bebés no están allí, surgieron las temibles complicaciones.
Al Nen, el primero que nació, lo subieron a la habitación al día siguiente, habían pasado pocas horas, y el bebé ¡enseguida me reconoció la voz! A la Nena, por motivos médicos, no la conocí, hasta tres días después. Sufría una aspiración de meconio. Estaba en la incubadora y necesitaba cuidados especiales. Así que, sin poder haber cogido todavía a mi hija en brazos, me dan el Alta Médica y nos tenemos que ir del Hospital. La Nena se queda allí.
La experiencia de visitar un hijo en el hospital es dolorosa y tiene un elevado coste emocional que se tarda en superar. Los bebés no son los únicos que se sienten frágiles, los padres podemos sentir miedo, angustia y ganas de llorar. Con los mellizos separados, el proceso de vinculación afectiva entre ellos fue diferente, pero con amor y cariño hemos ido recuperando ese lazo familiar que se rompió al nacer. A todas la madres que están pasando mi misma situación; ánimo, pronto querrás y te maravillarás con tu hijo en casa. Si surgen problemas y dificultades, enfréntate a ellos, sobrevivirás…