¡Hoy os traigo el capítulo 8!
Si estáis leyendo esto, tal cual lo escribo ahora, es porque la entrada que he preparado (hoy, domingo 19) no ha sido modificada. Eso quiere decir que os encontráis ante un capitulo bastante improvisado, corto y no muy bien redactado... Pero es que no puedo parar de pensar en lo abandonado que tengo esto y en que si estuviese en vuestro lugar, la intriga e impaciencia podría conmigo.
Por supuesto, de vez en cuando intento publicaros un tweet o un mensaje en facebook, y cuando más tiempo tengo, incluso añado adelantos. Pero no hay justificación para que solo haya 8 capítulos publicados. Espero aún así que disfrutéis al máximo de esta pequeña lectura, y por qué no, os animo a que escribáis comentarios contándole a los demás lectores y a mi, vuestras teorías de lo que va a suceder a continuación.
Y recordad, después de la tormenta viene la calma, pero... ¿cuánto podemos asegurar que durará esa calma?
***
Haymitch entra el primero y
Finnick sigue sus pasos. La sala parece como la habitación en la que se
despertó horas antes. Era fría, su corazón parecía latir más lentamente, una
sala demasiado calculada, práctica, nítida, llena de aparatos de hospital, al
fondo centrada una camilla con alguien que no divisa bien y a sus pies está un
joven moreno.
Cuando él se despertó no había
nadie. No esperaba encontrar a alguien, ni siquiera esperaba despertar. Fue
como amanecer de un sueño agotador, desorientado, lo único que le habría
importado sería haber visto los ojos de Amy, descubrir que el pequeño Gale estaba
bien o encontrarse de nuevo con su madre, de quien ya si quiera recordaba el
olor, habría sido un despertar más cálido que el que tuvo. Por supuesto,
teniendo en cuenta las situaciones a las que se había enfrentado los últimos
días, estar vivo, y mantener la cabeza en su sitio, era recompensa suficiente.
Al principio sigue andando detrás
de Haymitch, se para a tocar los objetos que hay en la sala. Como si no llevase
prisa, observa con atención cada uno de los aparatos, con una mirada fría y
calculadora. La razón era sencilla, no quería mantener su cabeza pensando en
quien estaría en la camilla. Era como aquella historia que contaban de ese
famoso gato. Su madre le contó tiempo atrás la paradoja del Gato de Schrödinger,
aquello que habían propuesto hace cientos de años. Annie le hablaba de un gato
dentro de una caja completamente opaca. En su interior se instalaba un
mecanismo que unía un detector de electrones a un martillo. Y, justo debajo del
martillo, un frasco de cristal con una dosis de veneno letal para el gato. Si
el detector captaba un electrón activará el mecanismo, haciendo que el martillo
caiga y rompa el frasco. Tras una explicación bastante rigurosa y lógica, la
conclusión era una. El gato podría estar vivo o estar muerto, tan solo una de
las dos opciones. Pero mientras no abrieses la caja, no lo sabrías. El gato
estaría vivo y muerto a la vez, decía su madre, solo descubrirás la respuesta
cuando abras la caja y veas al gato.
Finnick no quería abrir esta vez
la caja, porque no encontraría un gato, encontraría a Amy. Realmente, no quería
saber la verdad, porque ahora Amy estaba viva y muerta, no sabía cuál era la
respuesta. Y no estaba seguro de querer descubrirlo.
Así que mantiene su paso lento,
confundido, pensando en aquella caja y aquel gato. Pero sin más, se pregunta,
quién era el joven que estaba sentado al lado de la camilla. Porque era moreno,
y por consiguiente, no era Peeta, ni ningún familiar de Amy, de tal forma que podría
no ser ella la que estaba en la camilla. En cuyo caso, estaría muerta. Mas su
madre tampoco estaba aquí, lo que quiere decir que posiblemente ni Peeta ni Katniss
se hallasen en el aerodeslizador, y simplemente podía ser un médico supervisándola.
En cuyo caso, Amy estaría viva. Otra caja, todo eran cajas, todo eran
preguntas, y nada eran respuestas. ¿Quién era ese joven? Se peguntaba Finnick
tranquilo, dándole vueltas a sus pensamientos, hasta que el joven se gira al
escuchar los pasos de ambos y entonces, no tarda en reconocerlo.
Furioso se pregunta por qué
Haymitch le ha traído hasta ahí. El enfado recorre sus venas y a ira le sigue,
como la última vez que le vio en la Arena. Mantiene sus puños fuertemente
cerrados, cada vez apretándolos con más fuerza. Su mirada radical tiene otro
brillo, y el odio se deja ver a través de la misma. Siente las punzadas que sus
propias uñas provocan al clavarse en sus manos, pero no le importa. Las ganas
de matarle no eran precisamente escasas, la Arena realmente le había cambiado, aunque
por suerte no estaban allí, ni tenía un cuchillo con el que lanzarse a su
cuello. Antes de que pueda hacer nada
Haymitch le para en seco, estirando el brazo, lo que provoca que el chico se dé
un fuerte golpe en el pecho. Le mira, rogando que le deje, pero Haymitch no
mueve el brazo. Colin se gira, y se aparta de la camilla, asintiendo a Haymitch
al pasar, con mirada de gratitud, y se aparta de la vista de ambos. Los ojos de
Finnick van directamente a la persona que se encuentra tumbada. Sus puños se
sueltan, y la contención de aire de sus pulmones sale, relajando todos los
músculos de su cuerpo. Su mirada no tiene odio, sino compasión. Brilla con un
tono distinto al de antes, con algo de esperanza. Conmovido por la imagen que
se encuentra ante su persona, deja que un suspiro salga de él. Aparta el brazo
Haymitch, sabiendo que ya nada puede sacarle de ahí.
Tumbada, reposando en la camilla,
se encuentra una joven. Está completamente pálida, llena de vías. Apenas tiene
moratones o heridas, exceptuando algunas cicatrices que permanecen en su piel.
Aún así está cambiada, su piel está completamente limpia. Claro que está
delgada, pero no más de lo que estaba en la Arena. Se le nota a la perfección
la clavicula, y sus brazos son tan finos como los recordaba. Tan delicada como siempre,
pero su aspecto era distinto, y no precisamente era algo bueno. A pesar de
estar limpia, sin heridas ni moratones, se apreciaba a simple vista que no
estaba bien, se le veía enferma.
-La herida es complicada de
tratar- aclara Haymitch, y su voz le saca de esa mirada fijada, haciendo que se
gire preocupado- como ves pudimos sacarla a tiempo, pero está resultando más
difícil de lo que pensábamos recuperarla, está estable, por supuesto.
Intentamos mantenerla dormida, las vías la alimentan a la vez que pasan sus
medicamentos. Tenemos esperanzas Finnick, seguramente se recupere por completo.
Alivio es la palabra exacta que
el chico estaba buscando, lo que estaba sintiendo. Ahí estaba, tumbada, la
chica a la que había amado, la chica a la que amaba. Y sabía que era amor,
porque no había vivido nada más doloroso que perderla, ni nada tan
reconfortante como recuperarla. Cuando ya no tenía esperanzas en frente se
encuentra, y quiere acercarse. Quiere abrazarla, besarla, sentarse con ella y
agarrarle la mano mientras le susurra que va a estar bien, que esta vez sí que
estaba todo bien. Pero algo se lo impide, y no sabe el qué. Ya ha abierto la caja,
ya sabe la verdad, y Amy está ahí, está viva. Permanece a tres escasos metros
de ella, inmóvil, quizás sea la rabia que tiene acumulada hacia Colin, que se encuentra
en la misma sala, y a quien prefiere no mirar. O puede ser que la culpabilidad
respecto a lo ocurrido con Gale influya en la situación. Sea lo que fuere, la
tiene en frente suya, pero su cuerpo está completamente paralizado. Y una vez
más, se encuentra perdido.