¡Hoy os traigo el capítulo 5!
Se lo que estáis pensando, ¡al fin! o seguro que es una roma. pero no, esto es real, recordad que escribir no es fácil y que el tiempo es algo que escasea en esta vida. Pero sí, estoy viva y sí, os lo traigo recién sacado del horno.
Bueno, dado que hoy he abierto gmail y he visto todos vuestros correos además
de comentarios, he decidido que era hora de escribir algo. Quiero que
tengáis en cuenta que no dispongo de mi portátil y por tanto, no tengo ni mis
borradores, ni mis notas, ni absolutamente nada. Es totalmente improvisado
habiéndome leído el capítulo anterior, seguramente tenga algún fallo de
escritura y sea más corto pero mejor algo que nada, ¿o no es así?
Espero que
esteis disfrutando de este maravilloso verano y tengáis muchas historias que
contarles a vuestros amigos a la vuelta. Queda solo un mes y hay que
aprovecharlo al máximo, espero pasarme por aquí antes de lo previsto, aunque si
es como hoy de improvisado, quizás pueda hacerlo un par de veces. Eso sí, si no
os importa que los capítulos sean más cortos y menos elaborados.
Os mando
un saludo enorme y no me enrollo más, solo deciros que no sé cuando volveré
pero que este blog se mantiene en pie si o si. Paciencia os pido…
Disfrutar
muchísimo de este verano, de cada uno de los días y de cada una de las personas
que lo forman. Espero que os guste y siento la espera.
El chico aún estaba mirando lo que había sido su refugio
durante los últimos días. Se suponía que allí debía estar Gale, el dulce niño
con el que horas antes había estado. El hermano de Amy. Lo único importante que
le quedaba en la Arena. Pero allí no había nadie, paredes frías y rocosas, un
ambiente húmedo y desagradable en el que nunca se había fijado, no era un sitio
agradable.
El silencio en la cueva era ensordecedor. Se sentía confuso,
por la mezcla de sentimientos que taladraban su cabeza, sin cesar, dejando que
su respiración fuese cada vez más difícil y menos llevadera. Sentía amor, amor
por Amy, y eso le hacía sentir dolor, porque ya no estaba con ella. La
preocupación por Gale le dejaba un sabor amargo en la boca. El odio hacia el Capitolio
lo ahogaba lentamente. Y ante todo, se sentía vulnerable. Vulnerable, pequeño,
insignificante, habían jugado con él todo este tiempo, sin tener en cuenta nada
de lo que pensaba, arrebatándole todo una y otra vez. No confiaba, porque
confiar significa dar una parte de ti, entregar parte de tus emociones, y eso
es peligroso, porque puede ser utilizado en tu contra.
Consecuencias, repetía, consecuencias de una sociedad
enferma. Nada de esto debería haber pasado, pero ha sucedido. Consecuencias, de
un pasado que se repite, de guerras que no finalizan, de muertes innecesarias.
Eternamente, discusiones sin sentido. Luchas entre dos bandos. Los fines son
siempre los mismos, antiguamente era la necesidad de una única religión, se
mataban entre ellos por pensar distinto, por creer distinto. También estaban las
guerras de poder, como la de ahora. Ninguna guerra es noble, ni justa, ni
justificada. No son guerras por honor, no son guerras por defender un
pensamiento o un territorio. Son simplemente guerras, y las guerras roban, roban
creencias, roban terrenos, roban libertad. Roban, en definitiva, vidas. Y nada,
ningún acto que le robe la vida a otra persona puede ser adornado, por mucho
que invoquen nobles motivos, como luchar en nombre de la paz, será todo una
gran mentira. Porque una guerra no deja de ser una guerra, y una guerra implica
muertes, y cualquier muerte inocente es, por consiguiente, injusta. Da igual lo
que el tiempo avance, un pueblo que no aprende de su historia no evoluciona, y
parecía mentira, que tras tantos años, todavía se repitiese todo. Lo único que
había cambiado era que el hombre se organizaba mejor, tenía mejores armas,
podía matar más en definitiva. Y tanto para nada, porque al fin y al cabo,
siempre se perdía más de lo que se aganaba. Pero por mucha gente que se parase
a pensarlo, por muchos que dijesen que era suficiente, no valía. Porque el
hombre es cabezota por definición, egoísta, avaricioso. Porque no se respeta,
ni respeta. Hay personas que despiertan en ti una bondad incondicional, un amor
único que te hace ser mejor persona, ojalá todo el mundo fuese así. En vez de
vivir en un enorme manicomio, un mundo en el que la gente se mata la una a la
otra, podrían vivir en una sociedad. Sociedad como el uso que debería dársele a
la palabra, y no el actual. Pero esos pensamientos han sido inútiles toda la
vida, porque siempre hay gente que quiere más, y que no piensa en las
consecuencias. Por eso, estos chicos, eran consecuencias. Consecuencias de la
vida, de la historia, del egoísmo, del poder. Consecuencias de su propia
guerra. Y no podían elegir, el estar o no ahí. Sólo podían luchar, aunque
parecía que ni siquiera luchar servía, nada sirve cuando eres una mera
marioneta.
Amy solo estaba en el lugar equivocado, en el momento idóneo para
que la sucediera aquello. Podría haber sido él, pero no. Y no dejaba de
pensarlo, una y otra, y otra vez. El amor es un grito en el vacío y el olvido
es inevitable. En verdad, Finnick jamás podría olvidarla, era su razón de ser,
su razón de vivir, su esperanza. Y recordó, una frase que leyó una vez, tiempo
atrás. Esta es tu vida y acaba cada minuto.
Miro al frente, se dirigió a donde solían guardar sus
pertenencias, provisiones, cualquier cosa con un valor o utilidad. Así que
guardó todo, y salió de la cueva decidido a hacer algo, a cambiar las cosas. No
miró atrás, ya había observado suficiente ese lugar, ya había reflexionado lo
necesario, era la hora de ponerse en marcha y de hacer algo. Somos la
repercusión de nuestras acciones, y él sabía de sobra quién era. Debía
encontrar a Gale, porque sabía que no estaba muerto, y si seguía vivo, era
imposible que no estuviese en la Arena.
En un principio, no se paró a colocar los arbustos, pero
luego dio un paso atrás, porque si encontraba a Gale, necesitaría un sitio
donde cuidar del pequeño. Colocó las ramas como en repetidas ocasiones había
hecho él o Amy, recibiendo una punzada por esos recuerdos. Sin más, un
estruendo le hizo girar. Miró al cielo que se teñía de diferentes colores. Una
explosión ensordecedora hizo que se tapase los oídos con todas sus fuerzas,
apretando fuertemente las manos contra los mismos. Un ruido que se metió en su
cabeza dejándole desorientado. Se agachó e intentó mirar al cielo de nuevo, pero
su visión era algo borrosa. Destacó una enorme nube gris que se había formado
en lo alto de lo que debía ser la cúpula, seguida de pequeñas explosiones que
desprendían un fuego cegador, a la vez que un sonido cada vez más intenso. Se
levantó trasteando, cayéndose la primera vez, y consiguió llegar a una zona
algo más frondosa. Las chispas del fuego caían por toda la Arena, cada vez más
pequeñas, desintegrándose, aunque en ocasiones no lo hacían y podías ver el
humo que salía de alguna zona que había prendido fuego. Pensó que podría ser un
ataque del Capitolio para reunir a los tributos restantes en una lucha a
muerte, pero no tenía mucho sentido, ya que atacaba desde el cielo en vez de
los laterales.
Lo siguiente ocurrió realmente deprisa, Finnick se puso en
marcha para intentar alcanzar un punto alto desde el que poder observar lo que
estaba ocurriendo. Su principal preocupación era encontrar a Gale, pero primero
debía saber que estaba pasando en la Arena y como poder evitar aquello.
Continuas explosiones ocurrían en lo alto, cada vez con mayor intensidad,
provocando fisuras que se observaban momentáneamente en la capa de energía que
producía la cúpula. Este suceso le distraía, no encontraba el sentido de dañar
lo único que les separaba del exterior. Posiblemente querrían llamar su
atención y enfocar sus sentidos a aquello mientras organizaban otro ataque,
quizás con animales mutados con anterioridad, que acabasen con los tributos más
distraídos. Por ello, él no quería darle demasiada importancia y enfocó todas
sus energías a buscar un buen punto ajeno a todo, desde el que pudiese
controlar la situación.
Estaba llegando a lo alto de una colina, agotado ya por el
camino que había seguido, cuando se fijo en que las explosiones habían parado
de repente. Sin más, se acabaron los golpes, los ruidos, los estallidos, aquel
estruendo desapareció, al igual que lo hizo la capa de polvo, la nube gris o
los fuegos que se habían dado. Finnick se paró y observó el cielo, donde hace
unos segundos había un baile de fuegos de distintos colores. La tranquilidad
asomaba entre lo que quedaba de humo, y de un momento a otro, ya no había nada.
Tan solo un esclarecedor azul.
Respiró hondo, calmado, pausado, y se sentó, sin pensar en si
alguien podía atacarle o no por la espalda, necesitaba un descanso. Un molesto
pitido estaba en su cabeza y no se iba, produciéndole un dolor leve pero
intenso. Cerró los ojos y respiró profundamente. De repente, una explosión
mayor que todas las anteriores cubrió el cielo de la Arena. Un ruido que
parecía ser infinito, eterno e insoportable. Abrió rápido los ojos, lo
suficiente como para observar la placa de energía azul que se había creado en
el centro del cielo de la Arena. Y se extendía, un hilo de energía que dejaba
visible el campo, que seguía unas extrañas formas geométricas. Siguió aquella
luz de energía hasta que la perdió de vista entre los árboles de la derecha.
Cinco segundos después una luz cegadora cubrió la Arena, y una descarga
luminosa en forma de chispas empezó a llover cayendo sobre sus cabezas. Un
espectáculo de luminosidad que merecía la pena quedarse a observar, te
hipnotizaba, hacía que olvidases el miedo que sentías frente a la situación que
se estaba dando, porque era relajante, precioso, porque hacía tiempo que no
veían algo tan sumamente hermoso y espectacular.
Y entre todo aquel espectáculo se abrieron paso dos
aerodeslizadores, enormes, como aquel que se llevó el cuerpo de Amy. Fue
rápido, demasiado rápido. Empezaron a situarse estratégicamente, soltaron sus
pinzas y levantaron lo que parecían cuerpos de tributos, aún vivos, que
luchaban por escapar. Cinco segundos tardó en levantarse y salir corriendo,
huyendo de aquel escándalo, se oían gritos de tributos a lo lejos. Supuso que
vendrían de los que habían capturado. Sintió la sombra del aerodeslizador
detrás de él, y corrió, tanto como pudo, sin mirar atrás. Pero no fue
suficiente, notó como el frio hierro le abrazaba el cuerpo. Se sujetó como pudo
a las pinzas, su mochila cayó desde una altura considerable. Intento escapar,
pero le resultaba imposible. Y no pensó, no pensó en que para él todo había
acabado, ni pensó en que quizás le matasen cuando se abriesen las placas del
aerodeslizador, ni si quiera sintió miedo. Sólo arrepentimiento, por no haber
podido cuidar de Gale, por no darle un último abrazo a su madre, por no poder
besar a Amy nunca más. Así que cerró los ojos, mientras aquellas compuertas se
abrían y respiró, trayendo a su mente buenos recuerdos, que le hiciesen
alejarse de toda esa pesadilla, de aquel caluroso infierno.