¡Hoy os traigo el capítulo 1!
¿Qué raro suena el capítulo uno no? Os presento la segunda parte
de mi pequeña continuación de los juegos del hambre. Tengo que advertiros de
que las cosas van a enredarse mucho, he incluso demasiado diría yo. Estoy un poco
en blanco pero de momento tengo capítulos para ir publicando. La razón de que
esté desaparecida y de que el PDF no esté aún empezado son nada más y nada
menos que los estudios. Pero he decidido publicar ya el primer, a pesar de que
la prisa haya hecho que lo escriba un poco mal. No es muy extenso, pero tenía
la necesidad de cortar ahí el capítulo. El siguiente capítulo creo que es el
más importante que he escrito desde que empecé esta pequeña historia. Lo sé
porque ya está casi acabado.
Tengo mil ganas de releer el PDF para reescribirlo todo y añadir
las nuevas ideas, quitar otras etc así que intentaré sacar tiempo de donde no
lo hay. Obviamente no se va a distribuir en 60 capítulos ya que van a ser
muchísimo más largos de lo que lo son en el blog. Lo peor va a ser elegir los títulos
de los capítulos y del libro… lo cual no había pensado hasta ahora, pero bueno.
No puedo enrollarme más ya que debo ir a estudiar pero en serio,
cualquier cosa que queráis decirme, sabéis que leo todos vuestros comentarios y
que me encantan. Y por último, recibiréis noticias mías y del blog en el
twitter @Andrea_everdeen. Os mantendré informados cuando pueda, es más fácil escribir
un tweet que no una entrada.
El capítulo me ha quedado ocho veces peor de lo que pensaba pero
espero que no os parezca tan horrible como a mi.
-A.
***
Finnick no ha vuelto, Amy abre lentamente los ojos y se incorpora.
Mira alrededor y se ve en su expresión de tristeza que la persona que esperaba
encontrar no ha regresado. Es normal, no puedes pedirle a alguien vuelva tu lado
si acabas de decirle que no le amas, que no te importa. Ella aún así, le sigue
dando vueltas, sin poder evitarlo.
Se levanta y coge un trozo de pavo de las provisiones, se lo come
en seguida ya que la prisa que tiene es mayor que su hambre. Bebe casi un
botellín completo y se da el lujo de comerse un puñado de las bayas que quedan.
Necesita fuerzas para este enfrentamiento. Necesita fuerzas para luchar, para
sobrevivir, para volver con el medicamente. En definitiva, necesita fuerzas
para salvar a su hermano. Come lo poco que le queda en su mano tranquilamente,
cuando se siente totalmente renovada se levanta y va a por su arco.
De repente ve la sombra de una figura que aparece en la cueva. Asustada
dirige de inmediato la mirada hacia su hermano, preocupada de que les hayan
encontrado. No duda ni un segundo en coger el arco aún con más fuerza y
colocarse en posición. Disparará en cuanto sea lo que sea que se está
acercando, atraviese por la entrada de la cueva. La sombra avanza lentamente,
las gotas de sudor producidos por el nerviosismo caen lentamente, controla el
temblor de su cuerpo, pero su respiración lenta y entrecortada hace que la
cuerda del arco vibre levemente en su labio. El sonido de las ramas hace que el
miedo se apodere un poco de ella. Suenan unas pisadas fuertes, deciddidas. Es
capaz de ver una fila de luz, producida por los rayos de sol que atraviesan los
arbustos. No distingue la esbelta figura que está entrando por la iluminosidad que
entra. Retrocede lentamente y oye un ruido detrás de ella, mira rápidamente y
ve que el botellín que estaba vacío ha caído rodando al suelo. Calmada, se gira
y levanta la vista de nuevo, con el arco en sus manos. Un débil grito se le
escapa cuando ve que la figura ha avanzado y se encuentra justo en frente de ella.
Mira bien a la persona que se encuentra de pie, es Finnick. Lo primero que
siente es alivio. Deja caer el arco de su mano, donde se ven unas marcas rojas
por la fuerza con la que lo sostenía. Su rostro se ilumina, y la felicidad lo
persigue. Quiere correr hacia él, abrazarlo, pero sabe que no puede, asique
vuelve a bajar la mirada y recoge del suelo su arco, dejando escapar un débil ‘has
vuelto’
-Crees que tienes que cuidar de todos. Pero no tienes que hacerlo –el
silencio es lo único que se oye en ese momento. Espera unos segundos sin
recibir respuesta, aunque no la esperaba. Sabía que ella no iba a cambiar de
opinión- Te prometí que cuidaría de vosotros, si no me dejas ir en tu lugar me
quedaré cuidando de Gale hasta que vuelvas.
Ella levanta la vista, ignorando la frase de Finnick, pero no su
presencia. Se cuelga el arco y sus flechas en la espalda y camina hacia Gale,
le da un beso en la frente. Y se queda un rato observando el rostro malherido
de su hermano. Acaricia su piel y su cara, dejando caer una sola lagrima por la
lastima y el dolor que le produce. Después hace exactamente lo mismo con
Finnick, un suave beso en la frente y deja escapar una frase que más parece más
una súplica y una disculpa que una despedida <<Confía en mi>>. No
dice ni una palabra más, no hace absolutamente nada.
Observa la cueva en la que ha vivido los últimos días de su vida.
Incluso el infierno podría ser mejor que su situación actual. Piensa en cómo lo
ha sobrellevado todo, se siente orgullosa de su fuerza, mas la decepción tras
lo de su hermano la supera con grandeza. Mira una vez más a las dos personas que se
encuentran entre esas paredes frías y desaparece, dejando atrás la cueva,
dejando atrás a su hermano, dirigiéndose a un baño de sangre asegurado. Lleva
consigo lo que más necesita, la esperanza de que su hermano vuelva a casa sano
y salvo, esa es la mayor fuerza que podría tener.
Al principio Finnick no sabe cómo reaccionar. Ve como Amy se
aleja, escucha los arbustos colocándose tras ella, y sus pasos alejándose de la
cueva, de él. Piensa en si aún está a
tiempo de evitar toda esta locura, pero las cosas quedaron muy claras la noche
anterior. Mira alrededor y acaba sentándose al lado de Gale a esperar. Solo
puede hacer eso, esperar a que acabe, esperar los cañonazos, esperar que la
persona que más quiere vuelva a entrar con una medicina en la mano, esperar no
perderla.
Se levanta y enciende una pequeña hoguera, apaga el fuego con su
bota hasta que tan solo se ven los brasas, tal y como le enseñaron tiempo
atrás. Comienza a cocinar algo que comer, lo hace para mantenerse ocupado. Para
distraer su mente y no pensar en lo que realmente está ocurriendo mientras él
está sentado.
Amy ha comido el ultimo trozo de pavo cocinado, solo le queda el
conejo. Sus provisiones son más escasas que unos días atrás pero tienen para
sobrevivir, y al fin y al cabo se trata de eso. Despelleja el conejo y lo
divide en varios trozos. Tiene que repartir bien la comida si quiere que dure. Gale
a lo mejor se levanta con hambre asique decide cocinar más de la mitad del
conejo. Lo que sobra lo vuelve a dejar donde estaba y de lo que cocina se come
la mitad. Está realmente hambriento, pero tener algo para comer ya hace que se
sienta afortunado. Guarda en el plástico lo que ya está cocinado para que Gale
lo coma más tarde. Mira al pequeño hermano de Amy y le acaricia la frente, sigue
dormido. Tiene que montar guardia, tiene que proteger lo único que le queda.
Saca su cuchillo y se queda mirando la entrada, no sabe que más hacer, no puede
hacer otra cosa.
Los recuerdos de la noche anterior despiertan en el joven. La
misteriosa sombra que le vigilaba, la oscura noche y el frio que helaba sus
manos. Pero nada de eso le preocupó tanto como las palabras que había dicho
Amy. Caminó durante varios minutos con la intención de alejarse de la cueva.
Escuchó el himno del Capitolio y no vio ninguna cara en el cielo. Tan solo la
idea de que Amy esté viva le reconforta un poco. Puede que la hubiese visto
hace apenas unos minutos pero no estar a su lado hacía que sintiese un continuo
remordimiento. Tampoco aparecieron las caras de Joel y Cristina. Aliviado dejo
escapar una sonrisa al recordad las maravillosas personas que había conocido, y
que por suerte, seguían con vida. La lluvia comenzó a empapar su piel. Sus
amigos estaban vivos. Él estaba vivo. Pero no sabía cuánto podría durar todo
así. Amy tenía razón, por primera vez Finnick entendió que solo uno sale con
vida. Alejando toda la esperanza de él. Sabiendo que nadie iría a buscarles.
El chico vuelve a la realidad y mueve un poco la cabeza hacia los
lados para despejarse de sus pensamientos. Mira de nuevo el cuchillo que tiene
en la mano y empieza nervioso a jugar con él, dándoles vueltas, haciéndole
girar sobre la yema de su dedo, de la que cae un fino hilo de sangre.