viernes, 29 de diciembre de 2023

La ciudad del viejo. Entrevista a Carlos Meneses Nebot

La ciudad del viejo (Balèria), no solo es la última novela del escritor Carlos Meneses Nebot (Palma, 1969) tras cuatro años sin publicar. También, de algún modo, es un homenaje a un popular personaje de la agencia de detectives La Continental en las novelas de Dashiell Hammet, llamado ‘el viejo’. 

Más que agradecido por concederme unos minutos estos días de preparativos y agasajos navideños, le deseo unas felices fiestas desde aquí. También a vosotros, fieles lectores de Maleta de libros. Feliz 2024.


P.: Has publicado este año La ciudad del viejo, una novela que se me antoja dentro de ese estilo propio de reflejar lo más decadente de nuestra modernidad. Creo que de algún modo querías parecerte a tu tocayo, a Ch. Bukowski, al comienzo de tu prolífica carrera literaria. Háblanos de esos temas que tratas aquí y en tus otras novelas.

R.: Yo crecí con las novelas de Bukowski.  Fueron de las primeras que me llamaron la atención en mi adolescencia.  De hecho, recuerdo que a todos los chicos que más o menos leíamos con asiduidad en el instituto, Bukowski era un referente por su estilo descarnado y cínico, no exento de un humor corrosivo.  Ayudaban esas portadas de la editorial Anagrama, muy pintorescas y gráficas para adentrarse en el mundo del alter ego de Charles Bukowski, el inefable Hank Chinaski.  En los años  80 quería convertirme en Chinaski.  Beber como él, vivir como él, reírme de todo como él. Devoraba toda aquella literatura llamada undeground. Kerouac, Burroughs, etc. Como creo que a muchos, Bukowski me llevó a conocer a John Fante aunque ya fue cuando ya había cumplido los treinta años.  La novela negra también ha bebido de ese estilo crudo y sin tapujos. Tanto el realismo sucio como la novela negra muestran el mundo desde una perspectiva, sesgada evidentemente, pero también tremendamente realista. Con el tiempo luché por deshacerme de esa especie de corsé, pero también con el tiempo me cansé de hacerlo.

P.: Hay un suerte de personajes impagables a lo largo de esta historia. Difícil quedarse solo con uno, pero lo intentaré. ¿Qué podemos contarle a los lectores acerca de un jefe de policía tímido, bajo la “apariencia varonil asociada a los vetustos sheriffs del oeste americano”?

R.: He escrito sobre policías bravucones, auténticos machistas y pisoteadores sin tapujos de cualquier derecho.  También tremendamente efectivos a la hora de resolver los casos.  Quería desviarme un poco de ese tipo de personaje y aunque Ramón Quintero no es lo que se dice un policía completamente legal, es un tipo íntegro a su manera. Tímido o reservado como bien dices y dotado de una convulsa atmósfera interior que le oprime. Sentimientos de culpa, cargos de conciencia, escepticismo al máximo lo retratan como un individuo que ha traspasado algún tipo de límite.  Pero ni él sabe cuál.

P.: El estilo narrativo de La ciudad del viejo es muy cinematográfico, vuelvo a leer algún guiño al cine, y no creo que por casualidad. Frases cortas, lenguaje directo y cambio de planos para ir componiendo el tapiz, el decorado y los personajes con sus motivaciones y dramas. El toque de ironía sello de la casa es por lo que te pregunto como ingrediente y aderezo casi necesario, ¿es así?

R.: Es curioso, no es la primera vez que me comentan lo del estilo cinematográfico.  Tal vez al trabajar en un cine podría suponerse que me nutro de las historias que pululan en las pantallas pero el caso es que en casa del herrero cuchara de palo.  Veo poco cine en la gran pantalla por no decir nada.  Pero sí vi mucho en mi juventud, no había semana que no fuera al cine, tal vez me siga quedando ese reflejo y es inevitable que surja en mis textos.

P.: Si comentaba lo de los personajes, el reparto actoral, también destaco las descripciones. Hallamos desde las interiores, de ciudad, a otras en el campo. Coincido con lo que piensa cierto personaje, eso de que “el campo revitaliza, aspiras aire puro y ves las cosas con renovado interés.” Coméntanos aquello de que el paisaje es un estado de ánimo, su importancia a la hora de enmarcar una historia.

R.: El marco es importante para situar al lector no sólo en la ubicación sino en la actitud de los protagonistas. No es lo mismo una ciudad anegada en contaminación que un paisaje pastoril con ovejas y perros labradores.  Esta última puede dotar de serenidad al personaje. El humo, los cristales rotos, los cigarrillos extintos ya de por sí te adentran en un clima no muy higiénico y que te prepara ante lo que pueda aparecer.

P.: Sinceramente, no sé cómo encarar esta pregunta a caballo entre la reflexión o el guiño habida cuenta del tiempo que nos conocemos como escritor y lector de tus novelas y relatos. Querría preguntarte por los animales de compañía en La ciudad del viejo. Por Friski, pero sobre todo por el pastor belga malinois. ¿Te animas?

R.: Nunca he tenido un gato naranja como Friski, pero sí he tenido dos gatos.  Ahora mismo tan solo una gata, porque mi gato, Bronco, falleció hace escasas fechas. Estuvo 15 años conmigo y creo que él me educó a mí y no al revés.  Bronco, pese a que pueda no ser entendido por muchos, lo ha sido todo para mí.  Sé que alguna vez escribiré algo que llevará un título similar a "Un gato en el regazo". O parecido. Mi gata también tiene 15 años y vive para que la mime. Eso me parece sumamente inteligente.  Hace muchos años tuve un perro mezcla de Pastor belga y Border collie.  Se llamaba Max y es el perro que ilustra la portada. Era un perro simpático, jovial y alegre. Y me inspiró en parte para el retrato del pastor belga malinois que sale en la novela. 

P.: Lo que hace de la novela negra un género social es su naturalismo, su invitación a la reflexión, no lo truculento, la muerte como justificación narrativa. Lo marido con la escasez de marcas de lugares con nombres propios respecto a dónde ocurre La ciudad del viejo. Puede ser aquí, allí, incluso estos días, salvo porque he leído pesetas en algún pasaje. Te lanzo el órdago de que nos hables de lo invisible en tu novela La ciudad del viejo.

R.: Una historia con la suficiente fuerza en la trama puede llegar a prescindir de un marco temporal.  Ciñámonos a la historia, parece decir lo escrito, y dejémonos de elementos extra como móviles, portátiles, WhatsApps, etc que, al verlos en la narración, ya te sitúan en la actualidad y te condicionan aunque uno no lo perciba.  No digo que no se deban incluir, pero la historia de por sí debería guiarte como si fuese un taxi.  Y en algunos casos una limusina.  

P.: Si antes mencioné al padre del realismo sucio, ahora te preguntaré por los nombres de tus personajes. Por dos que me han llamado la atención, bueno, han sido más; aunque puedes sazonarlo con tus lecturas de cabecera. Me refiero a un tal Haruki y a Kenzamburo. ¿Homenaje a dos “monstruos” de la literatura japonesa?

R.: Es así.  Me pareció divertido ponerles el nombre de Kezamburo Oe y de Haruki Murakami.  Con tan solo el nombre quizás muchos no adivinen tal referencia, pero es sintomático que algunos sí lo veis. Que buscara nombres japoneses me servía de excusa. Necesitaba un nombre japonés: Haruki. Otro:Kezamburo. Y así.

P.: Por último, pongamos las cartas sobre la mesa. En La ciudad del viejo hay amor, amistad y lealtad, pero los lectores de novelas pastelosas a lo Orgullo y prejuicio que esperen sentados. Aquí hay violencia, drogadicción, pederastia y venganza en dosis generosas. El arte ha de provocar, sino no es arte. ¿Hay provocación en este novela, en tu narrativa? ¿Cuál es la línea roja que desde el principio no has querido cruzar en este sentido?

R.: Es una cuestión que no es fácil de responder. No sé si hay arte en la provocación porque cuando escribo no percibo esa sensación de provocación. Me sale como me sale. Es después cuando alguien lo lee cuando me comentan sobre la dureza, maldad o agresividad latente en el texto. Podría responder que me nutro de la vida real pero tampoco lo sé. Creo que es mejor no saberlo, no darle importancia. Encarar lo que escribes hacia adelante y que, aunque la temática pueda ser irredenta, procaz o temeraria, esté bien hecha. El trabajo cumplido.  Eso es lo único que persigo.


Carlos Meneses Nebot reside en Palma de Mallorca, trabaja en el cine Sala Augusta y colabora con la prensa escrita en el periódico Última Hora. Es autor de las novelas: Último asalto; Deltoides; Chop suey de pollo (Finalista del Premio Nuevos Narradores Ópera Prima); No te lamentes tanto, Carlitos; El Último trabajo de Germán Cárdenas, Sabor a proteína humana o Adictos al caos, además de los libros de relatos: Vuélate la tapa de los sesos, El sombrero del innombrable, Natalia y otros relatos o El día que murió Amy Winehose.

La ciudad del viejo. Carlos Meneses Nebot  Edicions Balèria.

martes, 26 de diciembre de 2023

Delta. Gabi Martínez

El final del año es una fecha más que apropiada para hablar de Delta (Seix Barral), de Gabi Martínez. Lo digo porque si algo transmiten sus páginas, es eso: el final de un ecosistema, el del delta del Ebro, en Tarragona. 

Tuve la oportunidad de verlo, de visitar el delta, cuando estuve viviendo en la cercana localidad de San Carles de la Ràpita. También Martínez hizo lo propio, no en La Ràpita, sino en una casa en el delta del Ebro. Durante un año recopiló anécdotas, aventuras, testimonios y pequeños dramas, hilándolo todo en este Delta

Así surge esta obra a caballo entre el ensayo y la literatura de naturaleza, eso llamado por los anglosajones nature writting. Pero no nos alejemos de lo importante, del libro y de lo que defiende. Porque al ser una obra real, realista, sus personajes lo son. Y lo es el drama del propio delta del Ebro. Eso es lo que Martínez quiere contarnos, que el cambio climático no es un huracán o un tsunami a miles de kilómetros de nuestras casas.

Posiblemente, los habitantes del delta del Ebro se van a convertir en los primeros refugiados medioambientales de nuestro país. Delta es una narración para leer, pero también para reflexiona. Como lectores podemos conmovernos, incluso aplaudirla, aunque no estará de más dar un pequeño paso. Como una gota de lluvia que individualmente no es apenas perceptible sí, en conjunto, pueden ser un torrente, cambiar el paisaje. Cambiémoslo, demos una oportunidad al delta del Ebro. Vecinos, turistas, ecologistas y funcionarios de la Administración son solo algunos de los personajes que aparecen aquí como parte de una trama, del drama. También la rica fauna y flora del delta, de este testimonio de la biodiversidad en la desembocadura del Ebro que parece tener los días contados, como este 2023 que nos deja. 

Leamos Delta como un reportaje y un diario de un autor que no solo ha sabido plasmar la belleza con palabras, sino la necesidad de aceptar el reto de que la realidad no se vuelva ficción en unos años. Feliz año y felices lecturas.


Gabi Martínez (Barcelona, 1971) es periodista y escritor. Ha recorrido el Nilo de las fuentes a la desembocadura, explorado el Hindu Kush pakistaní, los bosques tropicales venezolanos, la costa China, Patagonia o atravesado Australia de costa a costa, escribiendo sobre lugares, personas y animales, y los lazos que los unen. Visibilizar la importancia de la alianza natural entre lugares, personas y animales está en el centro de su trabajo, traducido en diez idiomas. Su obra ha recibido varios premios y reconocimientos, y destacan los libros de no ficción Sólo para gigantes, Un cambio de verdad y Lagarta, y las novelas Voy y Las defensas. Es director del Festival Liternatura, miembro fundador de la asociación Caravana Negra y miembro fundador de la Fundación Ecología Urbana y Territorial, y codirector del proyecto Animales invisibles.


Delta. Gabi Martínez. Seix Barral.

jueves, 21 de diciembre de 2023

Nadie corre más que el plomo Entrevista a Ignacio Marín

Esta semana, la penúltima de este 2023, me acerco literariamente a la costa valenciana de la mano del escritor y periodista Ignacio Marín, quien tuvo la amabilidad de concederme una entrevista por su novela negra Nadie corre más que el plomo (Alrevés). Agradecido a Roser Herrera y, por descontado, al autor. 


P.: Una imagen vale más que mil palabras y, como aperitivo, le preguntaría por la de la portada de su libro. Aunque puede maridarla si gusta, con el título. 

R.: Lo cierto es que estoy muy orgulloso de la portada. Es un impactante trabajo de la artista Gem Díaz, que ha sabido combinar las tradiciones y el folclore valencianos con esa sensación de tensión, de inquietud, que genera la novela negra. El fondo es claro, rompiendo la tendencia de portadas oscuras que tiene la novela negra, y está inspirado en el estampado típico de las falleras. Gem aporta a esta novela el componente realmente valenciano ya que ella es, concretamente, de la comarca de la Safor, que es precisamente donde se ambienta la obra. Desde el comienzo sabía que era la que mejor podría expresar con una imagen esta historia, no solo por su origen valenciano, sino por la estética y por las temáticas que emplea. Ambos estamos muy satisfechos del resultado. 

P.: La geografía del ladrillo corrupto, de la especulación inmobiliaria en España, es extensa; pero creo que coincido con Ud. en que la costa levantina se lleva la palma en muchos aspectos. Y aunque no es la primera novela que hunde la pluma del género negro en estas playas, sí me gustaría preguntarle por lo que Nadie corre más que el plomo tiene de especial, de original. 

R.: El conflicto sobre el que se estructura la novela no es nuevo, de hecho, es bastante recurrente, no sólo en el arte, sino en nuestro día a día. El desarrollo, cuando es impuesto de manera demasiado radical, genera problemas, expulsa a las personas que no pueden o no quieren adaptarse a las novedades. Lo hemos visto durante toda la historia de la Humanidad y lo vemos hoy en las calles de nuestras ciudades con fenómenos como la gentrificación. 

Sobre esta base, quería darle enfoques novedosos. Por un lado, generando un debate continuo sobre las bondades de la Transición, de la especulación inmobiliaria, del turismo de masas. La cultura es verdadera cultura cuando te plantea preguntas, cuando te inquiere. Tradicionalmente, la Transición siempre es contada desde Madrid o, como mucho, desde Euskadi. Quería sacarla de su ámbito habitual y combinarla con otro hito histórico como fue el boom inmobiliario relacionado con el turismo de costa durante la segunda parte del siglo XX. Y además, añadiendo aspectos de fantasía, de realismo mágico, por lo que creo la novela en su conjunto ofrece una historia muy innovadora y llena de matices. 

P.: Como valenciano nativo, conozco el Grau, el humilde barrio de pescadores a punto de ser devorado por el turismo de masas y otros monstruos más terrenales. Lo que no conocía era esa creencia, esa antigua leyenda, la de la Polseguera. La tomo para que nos comente el toque sobrenatural con la que salpimenta su novela. 

R.: Efectivamente, me parecía muy oportuno introducir un elemento que rompiera los estándares típicos de la novela negra. La Polseguera (polvareda, en valenciano) es una leyenda, un fenómeno sobrenatural que tiñe de rojo el pueblo, Benissa de la Safor, cuando su gente está amenazada. De este modo, se da un curioso conflicto, por un lado, esa especulación urbanística sin escrúpulos, y por otro, esa leyenda que tiene más de humano, más de empático que las propias personas. Al final, se busca una reivindicación de la naturaleza frente a ese supuesto desarrollo que está dispuesto a destruirlo todo por obtener más beneficios en su cuenta de resultados. 

P.: Algo me dice que ha leído a Vicente Blasco Ibáñez, a nuestro Zola patrio. Parte de su éxito, no solo nacional sino internacional, Hollywood incluido, lo debió a las adaptaciones al cine de sus novelas. Algo de fantástico, de épico no me negará que tuvo (me viene a la cabeza la anécdota del duelo a pistola y la hebilla del pantalón) su vida. Desde ese guiño en su novela a Blasco, ¿lo es?, háblenos de la parte naturalista, descriptiva e incluso filosófica, de Nadie corre más que el plomo.

R.: Desde muy joven me ha sorprendido la fuerza de las descripciones de autores del Naturalismo español como Benito Pérez Galdós, José María de Pereda o Vicente Blasco Ibáñez. Ya en mi primera novela, Edificio España, uno de los personajes, Blasco, debía su nombre a, como bien dices, nuestro Zola particular. Esta novela, al estar ambientada en la costa valenciana, ha tenido muchas influencias de Blasco Ibáñez, hasta el punto de que dos personajes, Tonet y Neleta, fueron nombrados en homenaje a los protagonistas de Cañas y barro.

Quizá por esa influencia, las descripciones juegan un papel muy importante en mi estilo. Me gusta crear una experiencia sensitiva para que los lectores se sumerjan en la historia y que de este modo sea más creíble, más coherente. En Edificio España, lectores que vivieron el Madrid de casas bajas de los años 70 me felicitaron por las descripciones de ese barro omnipresente, de esa ropa tendida, de ese puchero enfriándose en el alfeizar. Además de enorgullecerme profundamente, me confirmó que debía seguir trabajando en esa dirección. 

Esas descripciones tienen además un punto reivindicativo sobre una realidad que hemos perdido. Nadie corre más que el plomo es una obra que añora un modo de vida más relacionado con la naturaleza, más sencillo, más generoso, más humilde. Un modo de vida que no es tan lejano, pero que entra en conflicto frontal con la sociedad actual. 


Ignacio Marín (Madrid, 1984). Escritor y periodista afincado en Vallecas. Desde su tribuna en el periódico Vallecas Va señala en cada número a los responsables de la miseria y la pobreza que se sufren en barrios como el suyo. Fue ganador del concurso Narrativa del Centenario del PCE con su relato «Valle de silencio». Su estreno en la novela fue en 2022 con Edificio España. Es así mismo creador y director de Vallekas Negra, el primer festival de novela negra y social de Vallecas.


Nadie corre más que el plomo. Ignacio Marín. (Editorial Alrevés)


lunes, 18 de diciembre de 2023

El problema final. Arturo Pérez-Reverte

Leí hace unos meses, no muchos, la última novela de Arturo Pérez-Reverte, me refiero a El problema final (Alfaguara). Me gustó, eso de entrada. Quizás me generé dos grandes expectativas; una por el autor, a quien muchas y muchos conoceréis sobradamente. Creo que es al escritor al que más he leído. 

La segunda, por el género literario al que pertenece este El problema final. Para quienes no os hayáis asomado al libro, os diré que el protagonista es un actor de cine, Hopalong Basil, que vive en Antibes, en la costa mediterránea. Un caballero inglés de porte distinguido que nos revelará, en primera persona, unos hechos ocurridos años atrás, todo y que la novela nos ubica alrededor de 1960. El cine va a estar muy presente, como también la literatura, la de misterio, pues de eso se alimenta esta novela. 

Basil llegará a una pequeña isla del Mediterráneo occidental y, a causa de un temporal, se verán aislados en un hotel. Y digo verán porque Pérez-Reverte, toma el recurso que popularizó Gaston Leroux con El misterio del cuarto amarillo. El del enigma del cuarto cerrado. Doble atractivo para quienes disfrutamos del género policial, porque al concentrar a los personajes nos motiva a convertirnos en detectives a lo largo de sus páginas. Y, como segundo atractivo, el de sus personajes. 

Basil es actor, no detective, cuenta con su intuición y un ayudante, otro de los huéspedes del hotel, para ir tirando del hilo con curiosos guiños a un hipotético lector, como si de algún modo Pérez-Reverte quisiera jugar a romper la metafórica cuarta pared teatral. Muy a lo Agatha Christie, no ya por obras como La ratonera o Asesinato en el Orient Express, por si alguien va a incidir en lo obvio, sino por esa habilidad narrativa de hacernos creer que todos los personajes pueden ser sospechosos, culpables, en realidad. No puedo dejar de mencionar ni a Sherlock Holmes ni a su padre literario, a sir Arthur Conan Doyle; por Basil, dado que este lo interpretó en la gran pantalla, y de ahí las circunstancias de verse en la tesitura de llegar al final del enigma. 

Como tampoco puedo dejar en el tintero el final de El problema final, valga la redundancia, el que nos ha preparado Pérez-Reverte en esta novela. Si recordáis mis expectativas generadas, mencionadas en líneas precedentes, al llegar al clímax he de admitir que esperaba otra cosa, no sé qué exactamente. En cualquier caso, a buen seguro no defraudará ni a los habituales del cartagenero y académico de la RAE ni a los del género policial. 

Un buen libro para leer estos días que nos vienen, también muy de encierros, reuniones tediosas y estrés, como en la novela; o para regalar, que no sé dónde he leído que uno de cada cuatro libros que se venden en España son para regalo. Mientras se lea, bienvenido sea, seguro que en eso sí coincido con el autor de El problema final. No es casual, si lo buscáis, que ya haya otro libro homónimo, aunque eso os lo dejo para vuestro disfrute. 

Felices fiestas señor Pérez-Reverte. 


El problema final. Arturo Pérez-Reverte. Alfaguara.