Un amigo para Frank ofrece un envoltorio que engaña. Porque parece una modesta película de ciencia ficción, un reverso amable de Moon en algunos sentidos, modesta en su planteamiento y en sus medios. Porque la etiqueta de "independiente" hará que mucha gente la mire de otra manera. Y porque se asemeja también a un filme pequeño, sin más aspiraciones que las de entretener con una historia bonita que no llega ni a los 90 minutos. Y, sin embargo, es mucho más que eso. Un amigo para Frank es una hermosa reflexión sobre temas como la amistad, la vejez o la paternidad. Es una historia bonita cuyo mayor enemigo es que no parece demasiado difícil ir adivinando por dónde va a tirar la historia (aunque esconde alguna sorpresa fascinante) pero que convence de principio a fin precisamente por esa sencillez de la que hace gala. Y por su impecable factura, además de por la interpretación de Frank Langella. Es una peliculita, pero una hermosa y divertida, de esas que provocan sonrisas con una facilidad admirable y que cuenta una historia humana tan sólida como bonita. Sí, una peliculita de esas que seguramente no verá demasiada gente. Por desgracia
En un futuro cercano que la película apenas muestra de una forma perceptible, los robots forman parte de nuestras vidas. En esa época indefinida, Frank (Frank Langella) es un tipo que vive solo en una casa en el campo, que no tiene demasiadas cosas que hacer en su vida más que ir a la biblioteca local a lamentar el progreso y a flirtear con la bibliotecaria (Susan Sarandon), y que vive de forma desordenada y sin objetivos. Y que empieza a tener problemas serios de memoria, para preocupación de sus hijos. Todo cambiará cuando su hijo, Hunter (James Mardsen), le obligue a aceptar un robot médico que cuide de él, una decisión que no comparte su hija, Madison (Liv Tyler), siempre viajando por trabajo. Frank y el robot, mal que le pese al primero, tendrán que aprender a convivir. Unas premisas sencillas y un desarrollo aparentemente liviano para una historia mucho más profunda, que se asoma a debates filosóficos (algo que señala incluso el mismo protagonista), vitales y humanos.
Lo que el debutante director Jake Schreier plantea no deja de ser una buddy movie con la base de una relación de amistad entre dos protagonistas sumamente diferentes. Y la genialidad está en captar la profundidad en un personaje que no tiene rostro humano ni expresividad en la mirada. La empatía del espectador con el de Frank Langella es sencilla. Es, además, un actorazo, con lo que no es difícil asumir y apreciar su parte de la historia, y que disfruta con su papel. ¿Pero el robot? Con la voz, fría pero no tanto en el fondo, de Peter Sarsgaard, el robot completa esa hermosa relación de amistad sobre la que se asienta la película. Están, de una forma u otra, en todas las escenas. Divierten y emocionan. Convencen. Como convence el guión de Christopher D. Ford a la hora de dar un sustento familiar a la historia. Las motivaciones de Hunter y Madison conducen a escenas tan emotivas como realistas, logradas y sinceras. A través de ellos se ve un retrato complejo sobre la paternidad, sobre la familia. Y regresando de nuevo a Langella, dan contexto a la reflexión sobre la vejez y sobre la enfermedad.
Las pocas pegas que se le puedan poner a Un amigo para Frank están en que hay cierta previsibilidad en el guión. Hay momentos impredecibles, sí, y estos son los que enmascaran en cierta medida los defectos, pero no parece probable que la historia avance de una forma diferente a lo que lo hace, adelantando en demasiadas ocasiones lo que va a suceder. Otra compensación a los puntos débiles está en la hábil recreación de los pocos aspectos de ese futuro cercano que estamos presenciando. Porque sin demasiado dinero, con apenas veinte días de rodaje y sin necesidad de recurrir a los efectos especiales de última generación, la continua presencia del robot y su habilidad para esconder los trucajes cinematográficos que están detrás de su creación hacen que ésta no sea una película al uso en algo que lleva la mencionada etiqueta de "independiente". La película es también, en ese sentido, un canto de amor a la robótica, como evidencian las imágenes que completan los títulos de crédito.
Un amigo para Frank es una de esas películas que surgen de vez en cuando y que dejan un buen rollo fascinante. Digo fascinante porque, además, ofrece elementos para la reflexión, para el disfrute, para la sonrisa y para el debate. Sus temas son trascendentes aunque su envoltorio parezca que no lo es tanto. Y aunque cinematográficamente no parezca tampoco gran cosa en un primer visionado, lo cierto es que Schreier se vale de planos bastante inteligentes para resaltar todo aquello que hace crecer la película, empezando por la magnífica interpretación de Langella, sin duda lo más logrado de una cinta que está francamente bien hecha. Lástima, una vez más, el retraso en su estreno. Llega a España casi un año después de que lo hiciera en Estados Unidos y año y medio después de que se viera en el Festival de Sundance, en enero de 2012. Su desembarco en los cines españoles se retrasó de marzo a julio. Y es una película fácilmente localizable en Internet desde hace meses. Una pena, porque tiene interés y sería bueno que mucha gente le diera una oportunidad. Se la merece.