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jueves, julio 18, 2013

'Ahora me ves...', un espléndido truco de magia

No existe el truco de magia perfecto, pero sí aquel que entretiene durante su disfrute. La analogía con Ahora me ves..., una película que se centra precisamente en el mundo de la magia, es muy adecuada. Puede estar lejos de la perfección y tiene defectos bastante evidentes que no son ajenos a las modas que crea y exporta el cine norteamericano de puro escapismo, pero al mismo tiempo es una película enormemente entretenida, que engancha desde su eficaz prólogo y que mantiene en tensión hasta el final gracias a un cásting sensacional, una historia atractiva y un efectismo visual sobresaliente por momentos. Es, en realidad, un gran truco de magia en sí mismo, que basa su éxito en sus propios méritos pero también en las ganas del espectador de dejarse sorprender. Y si eso sucede, si el espectador se deja llevar y cree en la magia que se le ofrece, es difícil sustraerse al encanto del plan de cuatro magos para convertirse con sus trucos en los mejores ladrones del mundo, a la vista de todo su público y de unos desesperados agentes de la Ley.

Vamos por un momento a ese prólogo. Cuatro magos, cuatro escenas consecutivas formidablemnte musicadas por Brian Tyler, cuatro habilidades completamente diferentes, cuatro vidas que no tienen nada que ver salvo por los trucos que practican. Los cuatro son citados en un extraño lugar de una forma muy peculiar, a través de una carta del tarot. Ese prólogo contiene lo mejor de la película, el carisma de sus protagonistas y un ritmo endiablado. Y pasado el prólogo tenemos una elipsis de un año. Lo que esconde esa elipsis puede ser más o menos fácil de adivinar para cada espectador, pero da absolutamente igual. Ahora me ves... es, decía, un truco de magia, y como tal hay que confiar en él y disfrutar del tiempo que dure. Apresurar conclusiones o restarle mérito al sólido y contundente entretenimiento que ofrece sólo por anticipar el final no sirve de mucho. Y es un final que se puede anticipar, sí. Pero, reitero, da igual, no tiene tanta importancia como para arruinar las casi dos horas de disfrute que tiene la película.

Viendo la filmografía de Louis Leterrier (El increíble Hulk, Furia de titanes), se puede afirmar sin problemas que ha firmado aquí su mejor película, a pesar de que mantiene las constantes de su cine: escenas meritorias conjugadas con un excesivo descontrol de la cámara. Su capacidad para rodar bien queda de manifiesto en la formidable escena en Las Vegas, captando a la perfección el sentido del espectáculo que reina en el escenario y en el mundo que tan notablemente quiere retratar. El exagerado movimiento de la cámara, esa mareante costumbre del cine contemporáneo, amenaza en algunos momentos con sacrificar la atención del espectador, pero es más poderoso el influjo de la historia. Pero también hay que reconocer que la historia convence, además de por el misterio, también por el efectismo de Leterrier. El tipo sabe rodar, aunque de vez en cuando se le olvide.

Y el tercer elemento en el que se sustenta la película, además de un guión inteligente aunque discutiblemente resuelto y una dirección eficaz aunque no en todo momento, es un reparto admirable que permite ver la película desde numerosos puntos de vista. No estaría de más que alguien le dijera a Jesse Eisenberg que actuar implica que no todos sus personajes hablen igual, pero tiene carisma junto a la socarronería, también muy repetida, de Woody Harrelson, la presencia desenfadada y puro show bussiness de Isla Fisher y la acertada expresión corporal de Dave Franco. Ellos son los magos, los ladrones, los que hacen realidad está muy atractiva mezcla de The Prestige y Ocean's Eleven. Pero es Mark Ruffalo el que da cuerpo a todo, interpretando al agente del FBI que les persigue. Que Morgan Freeman y Michael Caine coincidan siempre es un gusto, y aunque ninguno de los dos haga el papel de su vida, tienen un empaque que para sí quisieran todos los actores del mundo. Y Mélanie Laurent, como la agente de Interpol que ayuda al FBI, completa el cuadro. Insisto: formidable reparto.

Leterrier aprovecha notablemente un guión de Ed Solomon (sorprendente su buena labor, siendo el autor de Los Ángeles de Charlie o Super Mario Bros.), Boaz Yakin (lo mismo: Prince of Persia. Las arenas del tiempo o El Vengador) y Edward Ricourt (debutante). Funciona la química entre los personajes, desde el odio que el agente del FBI muestra ante los magos hasta su frustración ante su compañera de Interpol o el personaje de Morgan Freeman, un desenmascarador profesional de magos que siempre se cree un paso por delante de lo que piensa la Ley, pasando por la arrogancia del mecenas de los artistas con el rostro de Michael Caine o la tensión sexual entre Eisenberg y Fisher. Funciona su presentación, su desarrollo y, obviando el mareante problema del cine de Leterrier, las escenas de acción, las persecuciones en coche o a pie. Funcionan los diálogos, brillantes en ocasiones. Funciona casi todo. ¿El final? Un tanto complaciente aunque esté anticipado en una de las frases más emblemáticas de la película. Pero qué más da. Es un detalle sin importancia ante una de las sorpresas comerciales de la temporada. Muy, muy, muy entretenida.

martes, marzo 30, 2010

'Furia de titanes' y la lucha contra la nostalgia

No es fácil luchar contra la nostalgia. Furia de titanes representa una de esas películas de los años 80 que despertaron la imaginación de quien hoy es ya un treintañero. Es un título clave del cine fantástico de aquellos años, mucho más por ser la última gran contribución al cine del gran mago de los efectos especiales Ray Harryhausen que por la calidad que tuviera la película. Y, casi treinta años después, es difícil realizar una película con el mismo argumento que cautive de la misma forma a quien viera la original con ojos de niño. El remake dirigido por Louis Leterrier lucha contra ese poderoso enemigo, la nostalgia. Hay momentos en que sale ganando y hay otros en los que sale perdiendo. Y al final, deja una sensación contradictoria: es una entrenida oportunidad perdida. El grado de nostalgia que sienta cada espectador determinará si se queda con lo bueno o con lo malo.

¿Qué ofrece entonces esta revisión de Furia de titanes? Para empezar, eso, una revisión. Mucho ha cambiado la tecnología del cine en treinta años y es ahí donde está la principal novedad. El stop-motion que Harryhausen convirtió en sueños es ahora una reliquia del pasado. Hoy se impone para todo la tecnología digital y ahí el espectáculo cumple desde el principio. Podríamos discutir si nos gusta más la medusa o el kraken de Harryhausen o si preferimos estas obras por ordenador, pero al final la discusión sería en vano. La moderna Furia de titanes es lo que es, la antigua también. Ambas son igual de válidas y producto de sus respectivos tiempos (aunque la primera también fuera ya un canto a la nostalgia por los efectos especiales a los que recurrió). Hemos tenido tres décadas para disfrutar de la antigua y, sin duda, todos los que conozcamos ambas le vamos a dar más mérito y encanto a aquella. Pero sin el prisma de la comparación, siempre injusta, de esta Furia de titanes se puede disfrutar del mismo modo que de áquella.

Porque, seamos justos al menos en eso, Furia de titanes no era una película irreprochable. Tenía sus momentos buenos y otros no tan buenos, pero la nostalgia y los ojos de un niño contribuyen a embellecer las cosas. Hoy veremos este espectáculo mitológico que nos brinda Leterrier con una mirada mucho más crítica, y quizá eso nos haga olvidar que éste es un producto juvenil. Es un vehículo de acción pura y dura. No es que falle al intentar introducir más elementos que den profundidad a la historia o a los personajes, ni que trate de plasmar parábolas sociales o religiosas del mundo actual. No es eso. Es que Furia de titanes no aspira a eso, es un simple entretenimiento. Y entiéndase lo de simple sin ánimo de devaluarlo. Podríamos entrar a discutir si éste es el mejor cine posible, si el espíritu de serie B que desprende la historia se puede aplicar a una millonaria superproducción. Pero tampoco dejemos que eso nos amargue un buen rato en el cine, que es lo que ofrece.

Ese planteamiento para evaluar Furia de Titanes es válido siempre y cuando estemos hablando de un público familiarizado con el original, algo que no será muy frecuente entre la audiencia que busca este filme, producto ideal para un espectadores juveniles que seguramente desconocerán la cinta en que está basado. Ellos sí tendrán la posibilidad de vivir emociones parecidas a las que sentimos quienes en su día vimos el original y se sentirán muy cómodos en el entorno digital, con efectos especiales espectaculares y con las gafas de 3D (yo sigo sin ver este formato como algo revolucionario; aquí quizá se nota demasiado que la película no comenzó a rodarse en 3D, no es una apuesta de la propia película sino que se intenta aprovechar el tirón del éxito de Avatar). Para los nostálgicos, siempre nos quedará Zeus diciendo "libera al Kraken" o el guiño, inevitable y bonito, de darle un cameo a la lechuza de la película de los años 80.

La historia es la misma que en el original, aunque cambien pequeños detalles. Perseo, un semidios, ansía venganza contra Hades y para ello se embarca en una misión imposible que le lleve a averiguar cómo derrotar al kraken antes de que éste destruya Argos, una ciudad que ha decidido rebelarse ante los dioses y dejar de rendirles pleitesía. Sam Worthington, tras Terminator Salvation y Avatar, se consolida como el gran héroe de acción del Hollywood moderno, pero no gracias a sus limitadas cualidades interpretativas. Los platos fuertes del casting aparecen, como en el original, dando vida a los dioses. Liam Neeson recoge de Laurence Olivier el papel de Zeus. La película da la impresión de desaprovechar el Olimpo, y por eso quizás Neeson está mejor en sus escenas terrenales que cuando aparece disfrazado de Dios. Nadie ha sabido todavía capturar un aura poderosa mejor que lo que hizo Peter Jackson con Gandalf en la primera entraga de El Señor de los Anillos.

Ralph Fiennes ejerce de villano en esta función, dando vida a Hades. Muy rodeado de efectos digitales, lo cierto es que su interpretación se queda algo por debajo de su último gran villano, el Voldemort que apareció por primera vez en Harry Potter y el caliz de fuego y al que todavía se espera en todo su esplendor y la última y doble entrega de las aventuras del joven mago. Pero Fiennes siempre convence. Como muchos de los actores secundarios de la película, que pasan con facilidad del aprobado (más que interesante resulta el contraste entre el héroe al que da vida aquí Madds Mikelsen y el malvado Le Chiffre en Casino Royale). Gemma Arterton (que también forma parte de los mitos del último Bond, en Quantum of solace) pone la ya inevitable presencia femenina entre los héroes, y en algunos momentos se nota demasiado que es un añadido basado en encuestas de marketing.

Furia de Titanes tiene buenas escenas (la lucha contra los escorpiones, el vuelo de pegaso entre los tentáculos del kraken y las calles de Argos), otras no tan buenas (la escena entre Perseo e Io tras la segunda lucha contra un Calibos decepcionante), algunos añadidos positivos al original (la irrupción de Hades en Argos) y momentos en los que la clásica supera con creces al remake (la batalla contra Medusa). Pesa en su contra que el magnífico trailer, que a muchos nos disparó la ilusión por este filme, enseña en realidad demasiado. Pero es un producto atractivo para jóvenes y que a los algo más mayores, sea cual sea nuestra edad, nos traerá recuerdos de épocas pasadas. Un buen producto de entretenimiento, que podría haber sido mejor, sí, pero también peor. Leterrier baja en interés desde su interesante aproximación El increíble Hulk, pero seguro que encuentra un público al que atraerá su Furia de Titantes. Y eso es porque su producto es entretenido.

sábado, junio 21, 2008

Ahora sí es Hulk

Este, por fin, sí que es Hulk. Eso es lo mejor que se puede decir de El increíble Hulk, falsa secuela de aquel tostón que dirigió en 2003 Ang Lee sobre uno de los personajes emblemáticos de Marvel Comics. Bien es verdad que el listón que dejó aquella era bastante bajo y que ésta no es tan buena como la todavía muy reciente Iron Man, pero lo cierto es que el regusto que deja El increíble Hulk es de satisfacción. Es una película muy entretenida, muy respetuosa con el cómic, con el pertinente final abierto para continuar la franquicia en caso de éxito de taquilla, con una dirección adecuada (aunque un poco alocada en algunos momentos de las escenas de acción) y con un buen reparto.

Y el caso es que no debiera ser así. La comparación entre Hulk y El increíble Hulk debiera haber sido favorable a la primera. Un director reputado frente a un tipo que ha hecho Transporter 2. Una película que miraba más allá de los efectos especiales contra una que apostaba por la acción. Una aproximación ambiciosa a un personaje de fantasía frente a efectos especiales como protagonistas. Pero El increíble Hulk es infinitamente mejor que Hulk porque entiende mejor no sólo al personaje (en su desarrollo como personaje y también visual, más realista, menos de dibujos animados) sino también el lenguaje cinematográfico adecuado para trasladarlo a la gran pantalla. Hulk es aquí un personaje terrorífico y violento, sin medias tintas. Hulk domina una acción brillantemente coreografiada. Y tiene un villano a la altura, la Abominación, interpretado por un Tim Roth que sigue al pie de la letra el manual del villano desquiciado.

Lo del reparto es curioso, porque era el principal punto fuerte de la película de Ang Lee pero destaca más el del filme de Louis Leterrier. Edward Norton supera a Eric Bana como el torturado Bruce Banner y entra en la línea para interpretar a un superhéroe marcada por Robert Downey Jr. (quien tiene aquí un cameo para poner los dientes largos a los fans de cara al futuro de los héroes Marvel en la pantalla) en Iron Man. Liv Tyler, en cambio, se queda muy por debajo de lo que había ofrecido Jennifer Connelly en la anterior película. Ambas interpretan a Betty Ross, el interés romántico y también heroína de la función, además de hija de la némesis de Hulk, el general Ross. En este papel, al notable Sam Elliott le perjudicó el guión de la película de Ang Lee, por lo que el duelo con William Hurt estaba perdido de antemano. Hurt, que lleva años en estado de gracia (con registros tan alejados como éste y el que enseñó en Una historia de violencia), borda un personaje con connotaciones de villano y de héroe.

Además de mostrar al Hulk genuino, el propio de los cómics (no como el que nos ofreció Ang Lee), lo mejor que tiene esta película es que recupera el espíritu de las aventuras más clásicas, el que ofreció la mítica serie de televisión de los años 70, la que tenía a Bill Bixby y Lou Ferrigno (magnífico cameo el suyo en El increíble Hulk como guardia de seguridad fácilmente sobornable... con comida) como protagonistas, el mismo espíritu que tenía la serie El fugitivo. Bruce Banner huye del Ejército por diferentes partes del mundo mientras lucha desesperadamente por encontrar una cura al mal que le han causado los rayos gamma. Y por el camino dejará un detalle más para los fans, el primer apunte del villano más clásico del personaje en el cómic que, de haberla, aparecerá seguro en la secuela.

Siendo El increíble Hulk una clara apuesta por la acción como vehículo narrativo de este personaje, Louis Leterrier (debiera decir que contra todo pronóstico) no desdeña ni arruina las escenas más pausadas e interesantes de la película, aquellas en las que Bruce Banner reflexiona sobre sí mismo, sobre el monstruo que le posee cuando su corazón se acelera demasiado o sobre su relación con Betty. No es que el guión sea prodigioso, ni mucho menos, ya que tiene alguna que otra laguna, pero el entretenimiento está asegurado. Y atentos al inevitable cameo de Stan Lee, creador de éste y otros tantos personajes de este universo de cómic. No es de los mejores que ha hecho (Los 4 Fantásticos y Silver Surfer sigue teniendo ese honor), pero siempre es un gustazo verle en las películas Marvel. Una buena película de acción y fantasía.