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lunes, diciembre 31, 2012

2012, un año de cine

Se acabó 2012 y para el modesto autor de este blog ha sido, seguramente, el año más cinematográfico de su vida, pues he llegado a ver 119 de los estrenos en España entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de este año (por los 95 filmes estrenados en 2011 que vi a lo largo de aquel año). Va aquí el pequeño resumen anual de las películas que han llegado a nuestros cines en el último año. Como todas las listas, esta es muy personal y debatible.
· La película del año: La invención de Hugo
Con demasiada frecuencia se acaba quedando con el honor de ser la mejor película del año en España un filme del año anterior estrenado en el primer cuarto del siguiente para hacerlo coincidir con los Oscars. En este caso, me quedo La invención de Hugo. Martin Scorsese dirigiendo un cuento infantil, una película para todos los públicos. El tipo que retrató el Nueva York más turbulento y decadente fue capaz de contar una fábula sobre el cine y los sueños y, al mismo tiempo, rodar con uno de los mejores 3D que se han visto en la pantalla. Una película deliciosa, formidablemente interpretada, un canto de amor al cine y a la vida, un relato hermoso y emotivo.
· Lo más destacado
El Caballero Oscuro fue la mejor película de 2008 en este mismo ranking. Su continuación, el cierre de la magnífica trilogía sobre Batman que ha construido Christopher Nolan, ha venido a confirmar las excelencias de aquel prodigioso duelo cinematográfico entre el protector de Gotham interpretado por Christian Bale y el Joker del malogrado Heath Ledger. Sin embargo, El Caballero Oscuro. La leyenda renace es una gran película épica. Está por debajo de su predecesora, pero encierra momentos de gran cine, especialmente un cierre espectacular de algo más de media hora que, por sí solo, sí habría podido ser considerado como lo mejor del año. Tiene defectos en su construcción, pero los compensan con su enorme reparto, con el añadido de Tom Hardy como un brillante Bane y Anne Hathaway como una sensual y traicionera Catwoman.

Los Vengadores, de Joss Whedon, evidenció que el cómic no tiene por qué dar lugar a un único tipo de película, colocándose en las antípodas de El Caballero Oscuro. La leyenda renace en cuanto a tono, pero en idéntico nivel de genialidad, convirtiéndose en, de momento, el superespectáculo Marvel definitivo. Hubo grandes directores que no fallaron: Steven Spielberg con su hermoso Caballo de batalla, David Fincher con su turbia Millennium. Los hombres que no amaban a las mujeres, George Clooney con su comprometida Los idus de marzo, Sam Mendes ofreciendo una intensa aproximación a James Bond en Skyfall, y un recuperado Tim Burton con la alocada Frankenweenie. Y ya podemos contar en esa lista a Ben Affleck, pedazo de director con Argo.

De entre las nominadas al Oscar de hace casi un año, también se cuela en esta categoría la espléndida Moneyball (con el mejor Brad Pitt en muchos años). Looper, de Rian Johnson, es una de las sorpresas del año y una ciencia ficción de gran imaginación. Junto a Frakenweenie, ¡Rompe Ralph! se convirtió en la mejor película de dibujos animados del año, consiguiendo así Disney superar a Pixar con su estreno anual. Y el cine europeo dejo dos joyas: la francesa En la casa y la italiana César debe morir, evidencias, como si hicieran falta, de que hay grandes películas más allá de Hollywood (y lo digo siendo un gran defensor y consumidor habitual del cine norteamericano).
· Sorpresas positivas
The Amazing Spider-Man olía a fiasco y, sin embargo, fue toda una sorpresa. Olía a fiasco porque era un reboot demasiado cercano a las películas que quería hacer olvidar, y las dos primeras, además, dejaron un gratísimo recuerdo en casi todo el mundo (y en contra de prácticamente todo el mundo a mí la tercera, con más excesos, me pareció también notable), porque su director no se había enfrentado a una película como esta, porque podía aburrir la enésima revisión del origen del personaje y porque las primeras fotos mostraban a un Spider-Man de diseño... extraño. Pero al final quedó una película completa cuyo mayor defecto es que cuenta una historia ya conocida en el cine. Le faltó un pelín de originalidad, pero como espectáculo es completo y emotivo. Y tiene una pareja protagonista sobresaliente.

Otra gran sorpresa del mundo de las viñetas es Dredd. Una lástima su fracaso comercial, porque es la película que cabía esperar del violento personaje del cómic británico. El cine de animación español dio dos grandes muestras de talento muy distintas entre sí, Arrugas (un melancólico retrato sobre el alzheimer) y Las aventuras de Tadeo Jones (un muy entretenido relato infantil de aventuras). El alucinante mundo de Norman se cuela aquí por su más que interesante retrato de la muerte en clave de comedia de terror. Los Muppets supera con brillantez la impresión que algunos podían tener sobre un producto fuera de su tiempo. Y Sin frenos es una película rocambolesca que se convierte en el más desenfadado divertimento del año.

Luces rojas, del español Rodrigo Cortés, confirmó que es un cineasta interesante, a pesar del justificable temor a que el éxito de Buried se debiera a su rareza como narración o a la casualidad del cuasidebutante. Michael Fassbender convierte Shame en un relato atrevido que supera el que podría haber sido incómodo voyeurismo en que podría haber caído. Como Intocable podría haberse convertido en una película lacrimógena y aleccionadora, en lugar del hermoso canto a la vida que supone. Como Take Shelter podría haber sido un relato pretencioso en lugar del asfixiante y brutal retrato que propone. O como El irlandés podría haber caído en un humor facilón en lugar de ser una divertida sátira a medio camino entre el drama local y el spaguetti western.
· Me gustaron… como esperaba
La imagen que uno se crea de una película y la que obtiene después de verla suelen ser, para mí, bastante coincidentes. Prometheus es, quizá, el ejemplo más evidente y polémico del año. Ridley Scott regresó al universo de Alien tratando de ocultar de forma torpe que ese era su viaje y ofreció una película que ha generado muchísimo debate. Estaba convencido de que su aspecto visual taparía cualquier defecto que pudiera ofrecer la historia. Y si bien el guión es sumamente decepcionante, la maravilla de color y sonido que ofreció Scott, uno de los directores más hábiles durante un rodaje que hay en la actualidad, hizo que el resultado final se pareciera mucho a lo que imaginaba y temía.

Algo parecido sucedió con El hobbit. Un viaje inesperado, el alargadísimo pero fascinante primer acto de la trilogía con la que Peter Jackson regresa al universo de Tolkien. O lo que ofreció Sherlock Holmes. Juego de sombras, secuela de nuevo dirigida por Guy Ritchie en la que Robert Downey Jr. vuelve a salirse. John Carter es exactamente el tópico y entretenido espectáculo visual que quería ser, y no el desastre que se ha dicho. Rock of Ages es un musical amable. Golpe de efecto es el lucimiento de Clint Eastwood (y Amy Adams) que se esperaba, y J. Edgar un buen Eastwood muy lejos de sus mejores obras como director. Total Recall es un remake decente y entretenido de Desafío total. Salvajes, un Oliver Stone en estado puro, con las virtudes y los defectos que eso conlleva.

Historias de garantías son Tan fuerte, tan cerca, a pesar de las contundentes críticas que ha recibido su supuesto manipulación emocional; El ladrón de palabras, que funciona a pesar de algunos errores evidentes; la canadiense Profesor Lazhar, una bonita historia humana; o La maldición de Rookford, un buen intento de terror. En otros casos, los actores sostienen la función. Si de verdad quieres... es una película sustentada por sus dos monstruos de reparto, Meryl Streep y Tommy Lee Jones. Mi semana con Marylin un correcto apunto biográfico en el que Michelle Williams como la tentación rubia está tan impresionante como Kenneth Branagh interpretando a Laurence Olivier. Y Mel Gibson regresa por sus fueros en Vacaciones en el infierno.

En el cine de animación, Brave y El origen de los Guardianes cumplen con lo que prometían. La primera una calidad técnica como solo Pixar puede ofrecer, aunque su historia no sea tan maravillosa como las de la mayoría de sus predecesoras. La segunda, una especie de versión animada y de cuento de Los Vengadores de gran ritmo. Cine español. Lo imposible (sí, española, aunque con actores extranjeros) es la emocional lucha por la vida que se anunciaba. Fin es un intento fallido de género pero estupendo retrato de personajes. Invasor, un efectivo thriller de premisa fácilmente desmontable. Y The Pelayos, un entretenimiento socarrón muy bien interpretado. Y cine francés, con Cuenta atrás, un thriller bien rodado, y Las chicas de la 6ª planta, una comedia amable sin más pretensiones.
· Decepciones
Las expectativas son un arma de doble filo. Y solo de pensar que Meryl Streep iba a dar vida a Margaret Thatcher en La dama de hierro convertía a esta película en clara candidata a convertirse en un clásico. La actriz no solo cumple, sino que borda el papel. Está a la altura de lo que se esperaba y de los muchos premios, Oscar incluido, que cosechó por su interpretación. Pero la película no. Phyllida Lloyd monta un pseudodocumental aburrido y sin más gancho que su protagonista, esquivando demasiados asuntos como para ser considerada la biografía definitiva a pesar de haber contado con la mejor encarnación posible del personaje histórico.

Losdescendientes decepciona porque apenas tiene historia. Albert Nobbs porque es imposible creerse la historia que cuenta con lo que se ve en la pantalla. Young Adult porque su pretendido humor salvaje no tiene gracia. Chronicle porque, como todas las películas rodadas cámara en mano, engaña más de lo que sorprende. Blancanieves porque es una comedia absurda, sin hadas y sin gracia, y Blancanieves y la leyenda del cazador porque, aún siendo algo mejor que su predecesora, no consigue acertar.
El exótico Hotel Marigold se queda en algo tan sencillo que no se queda ni en la memoria. Ira de titanes porque ni se acerca al entretenimiento de la primera e intenta copiarla descaradamente. Los juegos del hambre porque se limita a cumplir su papel de rellenar la cartelera de la siguiente saga juvenil. Men in Black 3 porque llega demasiado tarde. El enigma del cuervo porque uno siempre espera más de un relato inspirado en la figura de Edgar Allan Poe.

Sombras tenebrosas se convirtió en el segundo patinazo consecutivo de Tim Burton, aunque mucho mejor que su Alicia. Extraterrestre es una película tan alocada como rara y difícil de asimilar. Lorax es, quizá, de lo más flojo de la animación de este año. Martha Marcy May Marlene no pasa de ser el típico producto independiente, a pesar de los premios que cosechó. Los diarios del ron, un soso relato que pedía mucho más. Moonrise Kingdom es una nueva rareza de Wes Anderson. ¡Piratas! un blando Aardman en el que no hay piratas sino maestros del disfraz. Mátalos suavemente una de las peores consecuencias del éxito de Tarantino y el cine que quiere imitarle. Sin tregua, otro mareante producto cámara en mano con aires de grandes. Y El capital se queda en una escasísima crítica a los causantes de la crisis económica.
· Pasables / Olvidables
Hay películas que no se quedan en la memoria ni para bien ni para mal. Entre las pasables, entendiendo sus circunstancias, están El cuerpo (buen misterio, mala construcción), El amigo de mi hermana (apenas tiene una historia que contar), El fraude (escasa en todo lo que propone), Sinister (alguna escena espeluznante, vive del sustito y de la ingenuidad del espectador), Adam resucitado (Paul Shrader, para bien y para mal), Infierno blanco (una curiosa aventura de supervivencia, pero nada más), Grupo 7 (simplemente correcta), Contraband (pasable seguramente por sus actores), El invitado (lo mismo que la anterior), ¡Por fin solos! (de nuevo, el reparto; Lawrence Kasdan en horas bajas), Underworld. El despertar (Kate Beckinsale como gran heroína de acción y poco más), Shanghai (aburrida pero bien ambientada) y Papá, soy una zombi (buenas intenciones, pero animación sencilla e historia típica).

Entre las directamente olvidables, Al borde del abismo (desperdicia un buen escenario por no encontrar fórmulas para hacerlo creíble), Bunraku (un galimatías de originalidad visual), Bajo amenaza (una buena idea que se hunde poco a poco... como en tantas películas de Nicolas Cage), La mujer de negro (un olvidable intento de madurar a cargo del actor de Harry Potter), La sombra de la traición (un thriller muy blando), Acto de valor (militarismo puro y duro que se olvida si no se tienen aspiraciones similares en la vida), Sácame del paraíso (una comedia que empeora poco a poco), Carmina o revienta (humor a lo Paco León), El pacto (Nicolas Cage de nuevo en una película fallida), Indomable, Magic Mike (las dos de Steven Soderbergh, perdido en su búsqueda de cambiar siempre de registro sin preguntarse si sabe hacerlo), Bel Ami: historia de un seductor (aburrido fresco de época), Iron Sky (la mayor paranoia psicodélica que ha llegado a un cine en mucho tiempo) y Cosmópolis (un bajón considerable con respecto a lo que Cronenberg ofreció con Viggo Mortensen como protagonista).

· Muy malas
Battleship es la típica película que reúne todas las cualidades negativas que uno puede esperar de un filme norteamericano de gran presupuesto: una historia inexistente, una copia descarada (a la ya no demasiado brillante Transformers), unos actores carentes de carisma, unos diálogos risibles y mucho efecto digital sin ton ni son. Para encabezar esta sección tuvo una dura competencia en La fría luz del día, que tiene como grandes características un mal guión (indispensable para arruinar cualquier aspecto positivo que tenga un filme), la sensación constante de no saber qué hacen actores como Bruce Willis y Sigourney Weaver en algo así, un título que no tiene ninguna relación con la película... y un curioso callejero de Madrid, ciudad en la que se ubica la película que, al menos, garantiza algunas sonrisas.

No fue Battleship el único espectáculo hollywoodiense de medio pelo. Ghost Rider 2 superó incluso los nulos logros de su predecesora, Abraham Lincoln. Cazador de vampiros es un galimatías sin pies ni cabeza. Los mercenarios 2 mostró que la nostalgia puede sostener (a duras penas) una película, pero no dos. Ted fracasa en todas sus pretensiones y lo soez arrolla a lo divertido. La hora más oscura y Atrapados en Chernóbil evidencian el agotamiento del modelo de actores jóvenes y semidesconocidos en un thriller en el que van cayendo uno a uno sin que importe demasiado quién ni cómo. La sombra de los otros, Atraco por duplicado y Sin rastro tienen guiones tan deficientes, inexplicables y fallidos que no pueden sustentarse con rostros conocidos. Y En la mente del asesino tiene tantos errores que acaba haciéndose divertida.

En 2012 llegó finalmente a los cines, de aquella manera, el desaguisado que supuso Manolete. Afamados directores en otros tiempos como Kevin Smith y Dario Argento mostraron filme muy malos, Red State el primero y Dracula 3D el segundo. Aceptando todo lo que le ofrecen, es raro que Nicolas Cage no aparezca todos los años en esta sección, esta vez con la imposible Contrarreloj y su vergonzoso final. Igualmente imposible y llena de agujeros es la española Vulnerables. MS1: Máxima seguridad desaprovecha los elementos que tiene para ser una serie B entretenida y acaba siendo una mala experiencia. Dylan Dog es insulsa por los cuatro costados, y es que no todo el cómic de este año merece destacarse.
· La peor película del año: El hombre de los puños de hierro
Hubiera apostado por Battleship y casi todo el año pensé que este honor se lo llevaría en este blog La fría luz del día, pero El hombre de los puños de hierro es aún peor que aquellas dos. RZA, cantante de hip-hop dentro de sus múltiples ocupaciones en la vida, es el responsable (director y coguionista) de una historia de artes marciales y otras frikadas, pasadas por la batidora de la influencia del cine de Quentin Tarantino (que pone su nombre en el cartel) y convertidas en un extrañísimo conglomerado en el que lo único que sucede son una sucesión interminable de peleas absurdas que esconden un nulo desarrollo de historia o personajes. El filme parece apto solo para quienes quieran ver saltos, patadas, piruetas y escenarios orientales durante poco más de hora y media. Comprender qué hace Russell Crowe en este naufragio es algo realmente complicado.
· Ningún interés por verlas
Amanecer. Parte 2 pone punto final a una de las sagas modernas más rentables del cine, en una fórmula que no cesa de repetirse y reiniciarse. Los estudios buscan novelas de cierto éxito para lanzar franquicias cinematográficas juveniles, que incluso alargan más de la cuenta dividiendo libros en dos partes. Crepúsculo nunca me ha llamado la atención, a pesar de su indudable éxito. Curiosamente, la primera parte de este filme ya encabezó este apartado en el resumen de 2011. No es la única saga de este año que no ha logrado mi atención. Resident Evil. La venganza, American Pie. El reencuentro o Viaje al centro de la Tierra 2 tampoco lo consiguieron. Las animadas Ice Age 4 y Madagascar 3 completan esta nómina.

Hay mucho cine español que no me ha interesado demasiado. Por encima de todo, destaca La chispa de la vida, pero tampoco he encontrado muchos argumentos para ver Promoción fantasma (no me va el género), Holmes & Watson: Madrid Days (no me va el director, José Luis Garci), Lo mejor de Eva (simplemente no me va) o REC 3: Génesis (no me va la saga ni su forma de rodarla) no figuraron entre las películas que me apetece ver. Como tampoco otros productos ya americanos como La cazarrecompensas (Katherine Heigl, actriz cómica de moda dando el salto al cine), Safe (¿más Jason Statham?), Infiltrados en clase (no me convencen estas comedias), Project X (no soporto las películas rodadas con cámaras digitales caseras) o El dictador (lástima que nadie le diga a Sacha Baron Coen que es mejor actor cuando hace películas buenas).
· Lo que me queda por ver
De entre lo que no he podido ver en este 2012 destacan dos de los últimos estrenos, de los que tanto se ha hablado en los listados de premios y nominables, La vida de Pi y Los miserables. Si bien la primera entra en esta lista precisamente por esa expectación (Ang Lee no se encuentra entre mis preferencias), a Los miserables le tengo ganas desde hace tiempo. La historia es de sobra conocida y eficaz y el musical que lleva años paseándose por las salas de todo el mundo es una auténtica maravilla. Y su reparto es absolutamente de campanillas.

Hay más películas que se han quedado en el tintero en estos últimos doce meses, títulos como Elefante blanco (escuché buenas cosas sobre ella), La delicadeza (recomendada por amistades), El legado de Bourne (porque, aún sin haber visto más que la primera de la saga, siempre puede ser interesante una reinvención), Amor bajo el espino blanco (casi la veo, y después nuevamente me hablaron de ella), A Roma con amor (Woody Allen me despierta la misma pereza todos los años pero casi siempre acabo viendo su película anual), El artista y la modelo (simple curiosidad), Blancanieves (es la más rara de las tres versiones estrenadas), Venganza 2: Conexión Estambul (no me entusiasmó la primera, pero Liam Neeson siempre es estimulante), Hotel Transilvania (sí, pero nunca en versión doblada) y Holy Motors (de la que se comentan valoraciones de lo más variopinto).

lunes, febrero 27, 2012

En defensa de los Oscars

Año tras año, los Oscars son objeto de una crítica feroz y despiadada. Que si son rancios, que si la Academia tiene que evolucionar, que si las películas no son las mejores, que si la ceremonia es aburrida, que si no hay nada transgresor, que si están amañados... Pensad en cualquier argumento, incluso en los más despreciativos, se ha utilizado ya contra los Oscars, contra sus presentadores, contra su esencia. Pero el caso es que, año tras año, sigue siendo un evento muy seguido, analizado y disfrutado por personas que no sé muy bien por qué tienen que ser sistemáticamente descalificadas por compartir su interés por estos premios. Guste o no, es de lo que la gran mayoría de los que disfrutamos del cine hablamos al día siguiente. Es una fiesta, un espectáculo, algo que tiene sus propias normas, como las tiene el Festival de Cannes, el de Sundance o los Goya. Es evidente que no puede gustar a todos, pero tiene magia, porque si no sería imposible acaparar tanta atención entre los profesionales de todo el mundo y entre espectadores de más o menos los mismos sitios. El Oscar, pese a quien pese, tiene una importancia capital cuando hablamos de cine, sobre todo de cine norteamericano pero no sólo de allí.

Decir que en el fondo sólo es cine americano (como si eso fuera malo per se), me parece injusto cuando sólo en la última ceremonia tuvieron momentos especiales Francia, Italia o Irán. Hablar de inmovilismo cuando la gran ganadora ¡en 2012! ha sido una película muda y francesa (primer filme no anglosajón en alzarse con la estatuilla principal, nada menos), me parece una acusación fuera de lugar. Decir que el cine minoritario no tiene cabida cuando Woody Allen ha ganado un Oscar y Terrence Mallick ha sido nominado como mejor director creo que denota una falta de comprensión de lo que suponen estos premios y quiénes los votan. Y hablar de justicia o injusticia me parece, sencillamente, un debate imposible. El cine es un arte y como tal es imposible que suscite unanimidad. Por eso los ganadores se eligen en votación de los académicos. A mí me podrán gustar más o menos, como a cualquier otra persona, pero son los Oscars. Y eso, insisto, tiene un peso importante. Habría que respetar más lo que supone y a las personas que lo disfrutan.

Dicho esto, soy de los que no salieron contentos del resultado de la gala. Ya había escrito que The Artist no me había parecido tan maravillosa como a la mayoría del mundo del cine en todos sus espectros, desde los espectadores hasta los profesionales, pasando por los críticos. A mí el título que me maravilló sin remedio de entre las nueve nominadas a mejor película es La invención de Hugo. Adoro también Criadas y señoras. Y me encantó Moneyball. The Artist no. Y, al margen de los dos principales (temo que dentro de algunos años miraremos con asombro como el nombre de Michel Hazanavicius se impuso al de Martin Scorsese), hay dos premios de la película francesa que me han chirriado sobremanera, el de mejor actor y el de mejor banda sonora. Entiendo el papel casi de mimo de Jean Dujardin, pero no lo veo tan meritorio. En cuanto a la música, no comprendo cómo se puede premiar una música que cede la escena principal de la película a unas notas compuestas por otro artistas (en este caso, hay un uso que veo como fraudulento semántica y temáticamente de la banda sonora del maestro Bernard Herrmann para Vértigo). Y con dos partituras de John Williams como rivales, que gane Ludovic Bource me parece sencillamente un clamoroso error.

A La invención de Hugo le han reconocido su excelencia visual, que roza lo incuestionable, pero poco más. Y eso es sólo la mitad de la película de Scorsese. Es una maravilla a contemplar, pero es también una historia que emociona. Sinceramente, creo que merecía más y contaba con alguna pequeña esperanza de que a última hora no se cumplieran los pronósticos. Además de la ganadora de la noche, me frustró el enésimo ninguneo de la Academia a Spielberg, ya previo con Las aventuras de Tintín y definitivo anoche con Caballo de batalla. Previsible, sin duda, pero doloroso igualmente. Tampoco encontré demasiado consuelo con el Oscar al mejor montaje para Millennium. Los hombres que no amaban a las mujeres, porque sigo pensando que la Academia tiene una deuda importante con David Fincher, al que le ha dejado acercarse a la gloria ya en dos ocasiones (El curioso caso de Benjamin Button y La red social) para arrebatársela al final. También fue una decepción que Criadas y señoras se quedara a las puertas de la gloria con dos actrices negras como ganadoras. Meryl Streep es inmensa, pero su Margareth Thatcher en La dama de hierro me llega menos que otros rabajos suyos recientes (sigo sin enteder que no ganara por La duda) y la actuación de Viola Davis es sencillamente descomunal.

El Oscar a Octavia Spencer, maravillosa también como la anterior en Criadas y señoras, fue de los pocos momentos de la gala en que compartí la alegría del vencedor de forma completa y sincera. El de Christopher Plummer tampoco me disgustó, pero tengo que reconocer cierta debilidad por Max von Sydow y su papel en la vapuleadísima Tan fuerte, tan cerca, que por lo visto yo he disfrutado más que la mayoría de la gente. Los premios a los guiones tampoco me encandilaron. Hace tiempo que no encuentro genialidad en Woody Allen, aunque asumo que sus seguidores estarán entusiasmados con el Oscar al mejor libreto original para Midnight in Paris. Y Los descendientes no me parece una absoluto una película perfecta sobre el papel. Ni mucho menos. Es más, seguramente sin la presencia de George Clooney habría sido una película que no habría llegado tan lejos ni habría acaparado tantos elogios. Pero así es el cine, las películas y la industria. Tienen sus reglas y, para disfrutar de este mundo, hay que aceptarlas. Aunque, claro, no todos los años pueden ganar nuestros favoritos. Yo ya espero el siguiente para desquitarme del mal sabor de boca que me dejan los de 2012.

Aquí, una crónica más formal de la ceremonia. Y aquí, cómo España se quedó sin premios en esta gala, me apenó especialmente que el gran compositor Alberto Iglesias no encontrara todavía el reconocimiento de la Academia.

viernes, febrero 24, 2012

'La invención de Hugo', un maravilloso cuento del más inesperado fabulista

Quién iba a decir que el cineasta que mejor ha sabido retratar la sordidez del alma humana en las últimas cuatro décadas podría estar a la altura que requería el cuento más maravilloso, el canto más hermoso al cine que se ha visto en años. Quién iba a pensar que Martin Scorsese sería tan buen fabulista como narrador, tan magnífico soñador de fantasías como relator de crudas historias reales. La invención de Hugo tiene el envoltorio de un cuento para niños. Cuando el proyecto se estaba gestando, en realidad parecía no ser más que un divertimento de un realizador que ya no tiene que demostrar nada a nadie, un momento de recreo en el patio del 3D para un hombre de cine al que le apetecía juguetear con las nuevas tecnologías. Y puede que sea todo eso, pero también es una película hermosa, magnética de principio a fin, un prodigio visual y técnico (¡sí, el 3D es por fin una herramienta de verdad para hacer cine!) que lleva a la pantalla una historia deliciosa, irrepetible e imprescindible.

Porque, procede decirlo ya con todas las letras, La invención de Hugo es una obra maestra. Una más en la carrera de un director que llevaba unos años demostrando una maestría inmensa en su forma de rodar pero al que le faltaba una historia que le hiciera entrar de nuevo en el olimpo del séptimo arte (a pesar de que fue con Infiltrados, su penúltimo título, con el que la Academia se rindió a su genio), ese que conoce a la perfección el tipo que nos ha dado Taxi driver, Toro Salvaje, Uno de los nuestros, Casino o Gangs of New York. Pero, ojo, esta película no tiene absolutamente nada que ver con sus trabajos previos. Scorsese ha sido siempre un analista de las bajezas humanas, de grandes conflictos internos y de intensas tragedias. Y, sin embargo, aquí entona una tierna y entrañable canción de amor a todos los niveles que deja sin aliento. Se le reconoce como cineasta en sus imágenes y en sus planos, desde luego, pero la expansión temática y de espíritu es tan inmensa que sólo puede recibir el más sincero de los aplausos, no sólo por su valentía sino también por su excelso y ya más que conocido talento.

Este canto de amor lo es sobre todo al cine. No debiera sorprender a nadie que conozca sus documentales, sobre todo Un viaje personal con Martin Scorsese a través del cine americano, una joya que todo amante del cine de todas las épocas está obligado a ver. En esta ocasión, el foco de Scorsese va un poco más lejos y se fija en el cine mudo y en la figura de George Melies. Pero esa es sólo la excusa para demostrar un enorme cariño hacia el séptimo arte como disciplina, como entretenimiento, como forma de ser y de vivir (no sé si recuerdo en el cine de muchos años atrás una secuencia más evocadoramente hermosa en este sentido que el momento en el que el personaje de Chloë Grace Moretz descubre el cine). Y es más que curioso que Scorsese borde este reconocimiento con una técnica en las antípodas tecnológicas de aquel viejo cine. No sé si el 3D acabará imponiéndose de verdad, ni tampoco si realmente es del agrado de todos los públicos. Pero La invención de Hugo es la primera película realmente hecha en 3D. Todo está hecho en 3D, todas las escenas, todos los planos. No dos o tres efectos para impresionar. Todo. Y es un hermoso y cautivador espectáculo.

Hugo Cabret (Asa Buttefield) es un chico de doce años que vive entre las paredes de la estación de tren del París de los años 30 del siglo pasado, entre los engranajes de los diferentes relojes del lugar y custodiando un pequeño y curioso autómata de metal en el que trabaja. Quién es y cómo ha llegado allí es algo que se irá descubriendo poco a poco. Pese a tratarse de la adaptación de un libro de Brian Selznick y no de una historia original de su realizador, es difícil no ver en el chico a un reflejo de Scorsese. Primero como voyeur del particular universo que le rodea (espléndida dirección artística), el del entristecido encargado de la tienda de jueguetes (Ben Kingsley) y la niña que está a su cargo (Chlöe Grace Moretz), el del inspector de la estación (Sacha Baron Cohen), el del librero (Christopher Lee), el de la florista (Emily Mortimer) o el de otras personas que se mueven por la estación a veces sin saber en realidad por qué. Después, ese parecido entre Hugo y Scorsese se ve en el amor que profesa al cine, herencia de su padre (Jude Law). Y finalmente como aventurero de la vida, faceta en la que el chico en busca de los recuerdos de su padre y Scorsese es creador de sueños cinematográficos.

La invención de Hugo funciona como película infantil y juvenil, porque es atractiva visualmente con una paleta de colores ricos y brillantes y porque sus jóvenes protagonistas afrontan las dosis necesarias de aventura, riesgo y misterio. Si se detuviera ahí, ya sería un título sobresaliente. Además, técnicamente es perfecta a todos los niveles, sirva como ejemplo la hermosísima música de Howard Shore que transporta de forma inmediata a la época y lugar en la que se desarrolla la historia. Pero aún hay más. Está interpretada de manera fresca y sincera, en un reparto en el que destacan tanto los grandes nombres como sus jóvenes protagonistas, incluso ese doberman que casi merece ser tratado como actor humano. Y Scorsese... ¿Qué decir a estas alturas de Scorsese? ¿Qué se puede decir de alguien que es capaz de ofrecer dos horas de semejante hermosura? No tiene precio poder disfrutar de algo así. Scorsese lo sabe porque, como gran estudioso que es del cine, ha vivido algunas veces dos horas como éstas que brinda él ahora. Éstas que dejan una satisfacción incomparable cuando uno sale de la sala y un agradecimiento inmenso hacia quienes, con su talento y su trabajo, lo hacen posible. Qué grande es el cine, qué grande es Scorsese.